Progenitor y amante
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por harmsarah.
A mis padres los casaron, sólo para que la familia de mi padre (que eran terratenientes) pudiera tener herederos. La familia de mi madre era muy pobre. Mi padre era hijo único y como consecuencia de una pequeña enfermedad que tuvo su padre, los médicos les dijeron que le quedaba un año de vida como mucho. Mi padre tenía trece años entonces. Mi abuelo materno trabajaba para mi abuelo paterno y acordaron que los dos chicos se casarían con el fin de que pudieran tener descendencia. Ellos se harían cargo de los gastos. A cambio les regalaron unas tierras. Mi madre también era hija única. Tenía doce años. Ese verano, un cura los casó y se pusieron a vivir en la colina, en la casa familiar de mi padre. Era un pueblo pequeño. Al cabo de dos meses, mi madre ya estaba embarazada de mí. Cuando nací yo, mi abuelo se puso furioso porque no había sido un chico como él quería.
Cuando yo tenía un mes, hubo un gran terremoto en la zona. Ese día, mi padre tuvo que ir a una ciudad cercana para hacer un recado para un primo de su padre. Y sin saberlo nadie, me llevó con él. Por lo que me contó posteriormente, estaba llorando mucho y me llevó con él para que su padre no se enfadara más de lo que ya estaba. Y eso fue nuestra salvación. Ese familiar nos proporcionó casa, comida, ropa, todo… Pagó los estudios primeramente a mi padre y después y durante un tiempo también a mí. Mientras mi padre estaba en el colegio, más que nada cuando yo era muy pequeña, la mujer de ese primo me cuidaba. Luego, se encargaba mi padre. Esos familiares murieron cuando yo tenía cinco años. Nos lo dejaron todo. Siempre le llamé por su nombre, Alberto. Cuando era pequeña no sabía que era mi padre, creía que era un amigo que me había recogido el día del terremoto. Cuando tuve edad para comprender las cosas, Alberto, o sea mi padre, me lo explicó todo.
Papá iba a empezar la universidad y nos mudamos de ciudad. Y en esa nueva ciudad, nunca dijo que yo era su hija. Seguramente, nadie le habría creído. Siempre estuve muy unida a él. Yo era como una esponja. Quería saber todo. Y hasta el sexo. Lo que no sabía, él me lo explicaba. Y según fui haciéndome mayor, las explicaciones fueron haciéndose más reales; si le preguntaba si las mujeres sentían algo cuando le mamaban la polla, me preguntaba si quería probarlo, etc. Y vaya si sentía. Al final, un día le dije que quería que esa hermosa polla, porque era tremendamente grande y gruesa, quería me penetrara hasta el fondo. Para entonces, me había comprado varios vibradores de varios tamaños para que fuera probando. A veces era él mismo el que metía los vibradores por los dos agujeritos. Llevaba más de un mes con un intenso deseo de que la verga de mi padre entrara dentro de mí y por ese motivo, había comprado un vibrador muy grande.
Cuando llegó el momento, no me dolió nada la penetración. Y fue muchísimo más placentero que con los vibradores. Ese día, viernes, llegamos los dos a la vez a casa. Era un fin de semana largo, ya que el lunes también tocaba fiesta. Nos encontramos en el portal y subimos abrazados y besándonos en el ascensor. Cuando entramos en casa, nos fuimos a dar una ducha. Después, mi padre me esperaba en su habitación. Él me estaba esperando sentado sobre la cama, desnudo. Yo también iba desnuda. Me acerqué a él, me abrazó. Empezó a besarme todo el cuerpo con besitos y lamidas, deliciosas; iba avanzando por mi cuerpo milímetro a milímetro produciéndome unos espasmos de placer increíbles. Sus manos mientras acariciaban de arriba abajo toda mi rajita. Su boca lamió y chupó mis pechos duros como piedras hasta ponerme a mil, y cuando su boca llegó a mi chocho ya empapado, me volví loca. Su lengua entraba en mi vagina todo lo que podía y apenas podía aguantar. Entonces se dio la vuelta para que pudiéramos hacer un 69. Tuve varios orgasmos increíbles. Después de habernos tragado todos nuestros jugos, seguimos mamándonos para volver a ponernos a tono.
Al cabo de poco tiempo ya estábamos los dos completamente excitados. Finalmente, cuando ya no pude aguantar más, le susurré:
–¡Fóllame, Alberto, fóllame!
Se dio la vuelta, me abrió completamente de piernas, y antes de penetrarme, acarició mi empapado coño con su tremendamente suave, duro y enorme pene. Lo acariciaba suavemente, de arriba abajo, y cuando el pene acarició por unos momentos mi clítoris, me volví loca. Entonces, empezó a introducirse muy, muy lentamente. Quería que las paredes de mi vagina saborearan al milímetro su garrote. Cuando por fin estuvo lo más dentro posible, empezó a retirarse. Sin querer que saliera, yo empecé a seguirle el ritmo. Y así, poco a poco entablamos un ritmo endiablado hasta que nos corrimos los dos a la vez. Después de recuperar el aliento, me dio la vuelta, me puso un cojín debajo del estómago y me penetró por el culito. Eso fue un poco más duro, pero también lo disfrutamos de lo lindo. Desde entonces, nunca más volví a dormir sola. Me enseñó un montón de posturas. Esa noche apenas dormimos. Lo hicimos un montón de veces. Y de resultas de aquella noche, me quedé embarazada. A los nieve meses nació nuestro hijo Juan.
Juan siempre nos ha visto haciendo el amor. Nunca nos hemos ocultado delante de él. Muchas veces papá me follaba mientras le daba de mamar. Siempre ha visto con naturalidad el andar desnudos por casa, cosa que él nos imitaba. Según fue haciéndose mayor y comprender más las cosas, le explicamos la verdad de nuestra relación. Y quería probar. Poco a poco fuimos enseñándole cómo acariciar, cómo mamar, etc. Cuando tenía catorce años, una tarde estábamos los dos solos en casa. Papá llegaría una hora más tarde. Yo, acababa de salir de la ducha, completamente desnuda y Juan se me acercó diciendo que quería follarme. Estaba completamente excitado. Había estado viendo unos vídeos nuestros. Hicimos un 69 para calentar las cosas y luego entró de un golpe en mi interior. Así estábamos cuando entró papá en casa. Se desnudó rápidamente, metió su rabo en mi boca y luego cuando estaba casi a punto de venirse, salió de mi boca y entró en mi culito. Luego se cambiaron de posición. A los dos meses volví a quedarme embarazada. Esta vez fueron gemelos, un niño, Jairo y una niña llamada Alicia. Y con ellos seguimos el mismo patrón que con Juan. Sólo que esta vez, tengo dos hermosas pollas para que se metan en mis agujeritos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!