Qué suegros! Parte 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por barquito.
Tal vez un secreto duende malvado había incidido en la mente de su suegra, ya que cuando regresó, la sorprendió por el cambio que ese nuevo y atrevido corte de cabello introducía a su fisonomía; el rubio dorado de la melenita había sido drásticamente reducido a cortísimos mechones disparejos que otorgaban a la mujer un aire sofisticadamente masculino pero que incrementaba la preciosura del rostro y la opulencia de las formas; también Martín la miraba fascinado y fiel a lo que convinieran, aprovechó la ocasión para halagarla, diciéndole casi con desfachatada grosería, que se preparara para una noche especial ya que quería conocer más íntimamente a esa nueva mujer.
Durante la cena y tal como lo planearan, Martín siguió con sus alabanzas y entre la jocosa aceptación de su mujer, medio en broma y medio en serio, no la dejó encargarse de retirar la vajilla y ante la gentil “colaboración” de Sasha sobre que ella se haría cargo de todo, la condujo jugueteando al dormitorio del que se cuidó de arrimar pero no cerrar la puerta.
Sabiendo que no haría falta lavar ni guardar nada, la rusa buscó en la despensa algo que alimentara sus fantasías desde que horas antes aceptara tener relaciones con su suegra y llevando la gruesa longaniza a su dormitorio, tomó de la mesa de noche varios preservativos para forrar con ellos al embutido desde ambas puntas; quitándose el vestido debajo del que no llevaba nada, quedó totalmente desnuda y se acercó al cuarto vecino para escuchar el bisbiseo de frases apasionadas y los reprimidos gemidos satisfechos de la mujer.
Abriendo cuidadosa la puerta para no denunciar su presencia, alcanzó a distinguir a la pareja en la penumbra que daba el velador; de acuerdo a su pedido de calentarla previamente, Martín estaba sometiendo a su mujer a un sesenta y nueve que recién comenzaban, estando aun en las delicias del juego previo en el que se alternaban para estar debajo o montado al otro; sigilosamente, la rubia muchacha que se obnubilaba de pasión cuando veía a una pareja mantener relaciones, fue acercándose y depositando el burdo consolador a los pies, aprovechó que Martín estaba debajo para trepar a la cama y ubicándose detrás de la mujer, esperó el momento propicio.
Desnudo, el trasero de su suegra era verdaderamente imponente y por la posición se elevaba tentador, ofreciendo el espectáculo de las fuertes nalgas y la generosa hendidura dilatada por lo abierto de las piernas para dar lugar a la cabeza de su marido que, viéndola aproximarse a ellos desde su posición invertida y previendo lo que haría su nuera, se acomodó mejor para envolver la cintura de Amanda, a quien inmovilizaría en su oportunidad.
Arrodillada entre las piernas abiertas de los amantes, Sasha acercó la cara y los efluvios netamente femeninos que brotaban de la zona genital la marearon; como nunca lo había hecho con una mujer pero sí repetidamente a hombres y a ella misma le encantaba, estiró la lengua para que afilada, deslizara su punta vibrante en el nacimiento del maravilloso abismo.
Sorprendida e indudablemente alarmada por ese contacto inesperado, la mujer quiso hacer un movimiento de huida mientras preguntaba entre asustada e indignada qué estaba pasando, pero los fuertes brazos de Martín no la dejaron moverse mientras le decía que no tuviera miedo, ya que sólo se trataba de Sasha que deseaba compartir la cama con ellos un ratito; seguramente lo instintivo y lo social, así como el hecho de que no conociera otro sexo que con su marido la condicionaban, y un mínimo de pudor la obligaron a sostener esa actitud evasiva, pero junto al impedimento de sus fuertes brazos, Martín volvía a devorarle el sexo con la boca, en tanto que la muchacha, ya definitivamente lanzada, abrió aun más las nalgas y su lengua se escurrió tremolante hasta tropezar con la cara de su suegro y entonces retrocedió para estimular insistente los prietos esfínteres anales.
Hacérselo a Amanda era totalmente distinto que con un hombre, ya que en aquellos debía lidiar con superficies ásperas, generalmente oscurecidas por los sudores y casi siempre cubiertas de vello como los testículos, en cambio la honda canaleta de la mujer poseía una tersura pulida y estaba totalmente desprovista de vellosidad alguna, por lo que la lengua se alojó en el rosado agujero flameando con tesón para que luego los labios se cerraran en un moroso mamar.
Muy posiblemente su suegra comprendió que sería imposible negarse a que le hicieran lo que quisieran y aun protestando por semejante ultraje en medio de acongojadas preguntas sobre por qué se lo hacían, dejó de agitarse y eso inspiró de tal modo a su marido al minetearla como a Sasha en chuparle el culo, que se dejó estar; tal como su nuera supusiera, lo que le estaban haciendo no le disgustaba en lo más mínimo y muy por el contrario lo gozaba intensamente, pero el hecho de que nunca lo pensara siquiera y su posición como virtuosa ama de casa la obligaba a intentar por lo menos una fingida negativa.
Sin embargo, el ejercicio que su marido hacía entre los frunces de la vulva, sumado a lo que Sasha ejecutaba en el culo con labios y lengua la sumieron en una expectante excitación que se vio recompensada por los dedos del hombre restregando reciamente al clítoris mientras su nuera, con total delicadeza, alternó la leve sodomía de la lengua con la de un dedo cuidadoso; ciertamente, en sus cuarenta años gozaba desde hacía mucho con el sexo anal y oral pero nunca simultáneamente ni con la novedad de que fuera una mujer – nada menos que su hija política – quien se lo hiciera tan satisfactoriamente.
En tácita aceptación a ese juego perverso, volvió a tomar entre los dedos al falo de Martín y sumisamente, reinició la chupada a ese miembro fantástico al que adoraba desde los dieciséis años; sintiéndola relajarse, Sasha incrementó aquel juego entre labios, lengua y dedos, haciendo que aquel cada vez se introdujera un poquito más al recto hasta que ya seducida por estar haciéndoselo a su suegra, hundió todo el dedo al culo mientras Martín penetraba con tres a la vagina.
Los ayes y gemidos de los tres comenzaron a poblar el cuarto y entonces fue que Martín puso bruscamente fin a aquello y saliendo de debajo de su mujer, dijo que si lo iban a hacer, lo hicieran bien; arrodillándose en el centro de la cama, atrajo a su mujer con el brazo derecho para apretarla contra ese lado y lo mismo hizo en el izquierdo con la mansa rusita que le seguía la corriente en todo lo que propusiera.
Para Amanda esa era una total novedad y entre pícara y mimosa se cobijó reacia bajo su axila, pero no se negó cuando él inclinó la cabeza para buscar su boca; todavía fragante a su sexo, el sabor de los labios y la lengua volvió a excitarla pero en tanto se abandonaba a esos besos ardorosos, sintió una mano de la muchacha que sobre el pecho de su marido, buscaba acariciante sus tetas; en su fuero interno, casi como sabiéndolo imposible, siempre había fantaseado con otra mujer, intrigada por saber qué las llevaba a esas relaciones y cómo verdaderamente se satisfarían.
Ahora, la fuerte mano de su nuera recorría los tetas delicadamente y su caricia la remitía al leve roce de las manitas de su hijo cuando era un bebé, pero lo que la excitó aun más fue su boca que, compitiendo con la suya, se incorporó al beso con labios y lengua; Martín las apretaba por la espalda contra su cuerpo y los de ellas estaban tan próximos que los senos alcanzaban a rozarse y sin razón alguna, haciendo lugar para alternarse en la boca del hombre en los besos, su mano libre se extendió para acariciar apasionada el hombro y brazo de la chica para después descender también a los senos.
Aparte de las suyas, jamás había acariciado una teta y ese contacto de tanta suavidad la conmovió profundamente e imitando a su nuera, buscó establecer contacto con la aureola y el pezón para estrecharlo entre los dedos en sutiles pellizcos; las bocas entretanto se prodigaban en los besos al hombre pero en un momento dado en que la pasión las superó, Sasha se adueñó de su boca para sojuzgarla en un beso de lengua tan largo como profundo.
Contra lo esperado, ese beso pasional no le causó rechazo sino que muy por el contrario, llevó a lo recóndito de su vientre esa conocida sensación de la excitación más alta, aquella en la cual no sólo accedía a que él la sometiera a cuanta aberración perversa quisiera, sino que ella misma colaboraba para que el desenfreno los satisficiera a los dos; desquiciada totalmente, Amanda se entregó a la más embriagadora sesión de besos que nunca protagonizara y en tanto resollaba sonoramente por la nariz a causa de su calentura y la falta de aliento, totalmente inconsciente, la hembra ancestral escurrió su mano hacia la entrepierna de la muchacha para buscar al tanteo el nacimiento de la vulva, donde frotó vigorosamente por primera y maravillosa vez en su vida a un clítoris que no fuera suyo.
Encantado porque las mujeres se entregaran mutuamente a tal extravío, Martín fue retirándose hacia la cabecera y cómodamente sentado, las vio prodigarse como dos bestias en celo; Sasha carecía de experiencia personal pero había participado en orgías en las que casi a su lado, no dos sino hasta tres mujeres realizaron los actos más libidinosamente antinaturales, por eso fue que, tal como convinieran, recibió el alejamiento de su suegro con alborozo.
Ambas parecían haber olvidado la presencia del hombre y descubriéndose mutuamente, cayeron en una vorágine de besos al tiempo que sus manos no se daban tregua para recorrer acuciantes el cuerpo de la otra. Calientes como una pava las dos, susurraban ininteligibles palabras de amor en tanto los cuerpos arrodillados uno frente al otro se chocaban para rozarse y estregarse con frenesí y la rusita, con más experiencia visual, fue recostando a su suegra para luego tenderse a su lado.
Por primera vez tenían un instante de calma y la muchacha, mirando profundamente a su suegra a esos claros ojos verdes de transparencia marina, se congratuló por la belleza madura de la mujer y esta a su vez, se encontró seducida por la hermosura que recién parecía descubrir en su nuera; acercando las caras pero sin dejar de mirarse como hipnotizadas, fueron juntando los labios en menudos besos y las lenguas se buscaron en tímidos contactos que las volvieron a enardecer.
Como dos adolescentes, juntaban los labios que humedecían las lenguas y cruzándose para que estos encajaran perfectamente, ejercían menudas ventosas que fueron incrementado su profundidad y cuando finalmente se convirtieron en besos volcánicos, aferrándose mutuamente por la cabeza, iniciaron un verdadero combate de chupones y lengüetazos; Amanda creía que la muchacha era verdaderamente experimentada en ese sexo y esperaba su iniciativa para imitarla, pero no pudo evitar que una de sus manos descendiera a la espalda y acariciante, se escurriera hasta la cintura y de allí a sobar la nalga desde donde instintivamente, se hundió por un momento en la profunda hendidura.
El que una mujer la calentara más que cualquier hombre de los muchos que conociera, incentivaba a Sasha y gozando con las caricias de su suegra al trasero, también dirigió una mano pero en busca de la entrepierna; la huesuda presencia del Monte de Venus que albergaba a un pequeño rectángulo de vello recortado la inspiró y dejando al índice hacer punta, ubicó el bultito de un ya crecido clítoris al que comenzó a restregar suave pero firmemente; en medio de suspiros y quejas, ambas se prodigaban en la otra murmurando entrecortadas palabras de pasión pero en un momento, la joven se acaballó sobre Amanda y manteniendo el cuerpo separado, tomó la mano que esta todavía le pasaba por las nalgas para llevarla hasta su vulva.
Sin necesidad de indicación alguna, sabiendo qué esperaba de ella su nuera, hundió en la rendija dos dedos para rebuscar en el interior sobre las húmedas carnosidades; conociendo qué sucedía cuando eso pasaba, escarbó en los fruncidos tejidos para luego ubicar al tanteo la entrada a la vagina y, lentamente, fue penetrándola hasta donde la extensión del brazo le permitía.
Imitándola, la rusa llevó al dedo mayor junto al índice a lo largo de la vulva para introducirlos sin más a la vagina y en medio de farfullados asentimientos de ambas que interrumpían el besar, se masturbaron con recia lentitud hasta que Sasha, decidiendo que ese debía ser en comienzo y no el fin de la relación, se desprendió de su suegra para bajar con la boca hacia las magníficas tetas; soberbias, mucho más de lo que ella avizorara a través de la ropa, las tetas se esparcían muelles por el pecho pero no con esa apariencia característica de huevo frito sino que semejaban dos grandes pomelos en cuyos vértices apuntaban hacia los costados unas pulidas aureolas no muy grandes, que en su cúspide ostentaban dos gruesos, largos y puntiagudos pezones.
Una gula desconocida por aquellas fantásticas tetas atacó a la muchacha que se abalanzó angurrienta sobre ellas con manos y boca; los dedos palparon apreciando la contextura que, a pesar de esa morbidez aparente, guardaba en su interior un entramado de fuertes músculos y en tanto iban sobándolos desde distintos ángulos, la lengua comenzó un lerdo periplo que desde la amplia base la llevó en moroso espiral hasta arribar al mínimo cono de la aureola que se elevaba como otro pequeño seno.
La lisura de la amarronada piel la sedujo y tras recorrerla repetidamente con la punta afilada, se abatió tremolante contra la mama que se inclinó dócilmente; comprobada su elasticidad y en tanto los dedos ya convertían al manoseo en francos estrujamientos, cerró los labios sobre el pezón para iniciar un delicado mamar que, en la medid que crecía su excitación por hacerlo, fue transformándose en una combinación de lamidas con hondas succiones en las cuales lo introducía totalmente a la boca, donde la lengua lo fustigaba rudamente contra el paladar y los dientes lo sometían a casi inapreciables mordisqueos.
Su suegra debía de sentirse tan obnubilada como ella, ya que aparte de acariciarle la cabeza, se sacudía espasmódicamente debajo suyo mientras la alentaba no sólo a que continuara sino a que bajara a su entrepierna para chuparla, pero la muchacha ya estaba fuera de sí y comenzó a alternar el trabajo de boca y manos de una tetas a la otra hasta que ya en el paroxismo de la calentura, hincó sin lastimar los dientes a la carne de un pezón mientras hundía el filo de la uña del pulgar en el otro; Amanda creía desmayar del placer y en tanto hundía la cabeza en las sábanas, encogía prietamente los dedos en un puño para evitar rasguñar la espalda de quien la estaba haciendo tan feliz.
Pese a que hacerle eso a su suegra la satisfacía hasta la desesperación, comprendió que así como ella, la mujer esperaba mucho más de esa relación, por lo que, sin abandonar las tetas con las manos, fue descendiendo por el abdomen hasta el dilatado hueco del ombligo en el que ya brillaba el sudor acumulado y, tras enjugarlo mediante profundos lengüetazos, siguió bajando sobre la pancita con labios y lengua y transpuesta la sólida comba, escurrió por la pendiente que la conduciría hasta la sombra del vello púbico.
En una reacción natural, Amanda había ido separando las piernas para dar cabida a su cuerpo y cuando ella deambuló por esa suave alfombrita de vello recortado que se adhería como un velo a la piel, terminó de abrirlas y entonces, acomodándose arrodillada a su frente, Sasha contempló alucinada por primera vez un sexo femenino que no fuera el suyo desde un ángulo que le fuera imposible ver; a pesar de la estatura y peso de su suegra y como si fuera la de una jovencita, la vulva abultaba muy poco en una curvatura en que la rendija era casi inexistente.
Intrigada porque en una mujer de su edad y con una vasta ejercitación sexual, el sexo fuera tan pequeño, acarició con la yema del índice la raja y al llegar a la parte inferior, tanteó curiosa la abertura de la vagina; siguiendo con esa insólita apariencia juvenil y a pesar de lo que los dedos hicieran en él, los bordes disparejos del sexo se mostraban cerrados como si una extraña elasticidad le confiriera la virtud de estirarse y achicarse.
Sólo unas suaves flatulencias que el oído de quien se encontrara tan cerca podría percibir, ponían sonido a los embriagadoras fragancias vaginales que en cada mujer eran distintas ya que ella sabía positivamente oler diferente; esos perfumes inundando su pituitaria parecieron despertar en ella un apetito sexual voraz y alargando la lengua, tremoló en círculos alrededor del hueco degustando los exquisitos sabores que enajenan a los hombres y después de unas succiones en forma de ventosa con los labios, hizo que la lengua subiera por la rendija.
Como en un reflejo condicionado, los oscurecidos labios cedieron mansamente para dejar aflorar una sorpresiva abundancia de frunces
y, cuando ella los terminó de separar con dos dedos, esta semejó derramarse hacia fuera en un fantástico prolapso; Sasha conocía la apariencia de sus labios menores pero esos los superaban largamente, tanto en anfractuosidades cuanto en volumen, cubriendo todo el hueco del óvalo.
Seducida por semejante belleza, empaló la lengua como un gato para lamer las tibias carnes mojadas y el sabor tan intenso a almizcle la sacudió; poniendo en juego a labios y lengua en una mezcla de succiones con lamidas y masticación, fue encerrando en la boca los fantásticos frunces como si los devorara al tiempo que sus manos abandonaban las tetas, una para hacer que el pulgar restregara con pasión al clítoris y la otra para introducir tres dedos a la vagina, que se adhirió a esa cuña como rechazando a un intruso.
Su suegra no permanecía quieta ni callada, sino que abría ostensiblemente las piernas y ondulaba el cuerpo en un instintivo meneo copulatorio, mientras de su boca salían enronquecidas palabras por las que proclamaba su dicha por lo que estaba haciéndole; eso y el saber que el sexo lésbico le gustaba tanto a más que el masculino, la puso fuera de control y extendiendo una mano, alcanzó el improvisado consolador.
Si bien el embutido no era tan grueso como la verga de Martín, la punta sí y embocándola suavemente en la vagina comenzó a empujarla hacia adentro; era evidente que esa dimensión placía a su suegra, ya que sin preguntarle siquiera qué era eso, apoyó los pies en sus espaldas y fue elevando lentamente las caderas conforme el consolador la penetraba, dándoles un leve meneo.
Para Sasha era toda una novedad el placer sádico de someter a una mujer y volviendo a la masticación del sexo pero esta vez sobre el clítoris, sintió como la punta tocaba la estrechez del cuello, con lo que inició la retirada, levantando en Amanda agradecidas palabras entremezcladas con sus gemidos; era fantástico experimentar la omnipotencia prepotente de los hombres y para satisfacción de su suegra, imprimió a la mano un rápido vaivén que llegó a gustarle a ella misma que, incorporándose, se ahorcajó cruzada sobre la pelvis e introduciendo la otra mitad excedente del falo en su sexo, bajó el cuerpo hasta que ambas conchas se rozaron.
Realmente, el embutido cumplía con creces esa nueva función, tanto por su grosor, que fácilmente llegaría a los cuatro centímetros, como por su contextura, ya que aun fresco, tenía una flexibilidad muy semejante a la de una verdadera verga erecta; sintiéndolo rozar reciamente en su interior, comprendió el contento de la otra mujer y elevó el cuerpo hasta sentirlo casi saliéndose, para dejarse caer lentamente con todo el peso puesto en él.
Esa doble penetración era deliciosa para ambas y en tanto manejaba con los dedos al falo para se moviera dentro de ellas con la contundencia de uno verdadero, su suegra se manifestaba con una amplia sonrisa iluminándole el rostro, mientras sus manos sobaban las tetas de la rusa que oscilaban aleatorios por la intensidad del galope; así como no hay una reglas ni aprendizaje para tener relaciones con los hombres, tampoco la hay para la homosexualidad femenina y sin embargo, sabiendo instintivamente las dos lo que pretendían de la otra, fueron adaptándose para conseguir el mayor disfrute y fue Amanda quien tomo la iniciativa de llevar una mano a separar los labios de la vulva para sentir aun mejor la fricción de la otra y cuando su nuera la imitó, las carnes desnudas y mojadas, se estrellaban en sonoros chasquidos que marcaban el ímpetu con que se prodigaban la una contra la otra.
La experimentada joven y la mujer mayor que no conociera otro miembro que el de su marido, se prodigaron en esa tan insólita como satisfactoria cogida hasta que Sasha no aguantó más y saliendo del falo, se acaballó invertida sobre su suegra; era indudable la elementar propuesta de la joven, quien había abierto ampliamente las piernas para que toda su entrepierna se mostrara oferente a la otra mujer y esta, comprendiendo el mudo mensaje, la abrazó por los muslos para aspirar por primera vez los aromas de un sexo femenino.
Por su parte, Sasha no cesaba en la penetración que fue ralentándose para que pudiera inclinarse a introducir en la boca lo restante del falo y probar el gusto de sus jugos más íntimos; muchas veces había chupado vergas con preservativos y esta no difería para nada con aquellos, salvo el néctar de sus entrañas, y como alucinada por lo que Amanda comenzaba a hacerle en el sexo, llevó la otra mano por debajo de la grupa para buscar con los dedos al culo.
Con la fascinación de un encantamiento, atraída irremisiblemente por ese sexo que aun se mostraba dilatado e impregnado por los jugos de las dos, Amanda no se detuvo en detalles y tal como lo hiciera la chica en ella, abrió la boca para que, como una ventosa, se adhiriera al interior de la vulva, iniciando una deliciosa sesión de lamidas, chupeteos y masticaciones que, extrañamente por ser su debut, la complacieron como nunca lo imaginara.
Y así, durante un largo momento se extasiaron en tan grandioso acople en el que, según cobraban confianza en sí mismas, la rusita se deleitó chupando el falo que introducía en las entrañas de su suegra mientras dos dedos la sodomizaban en lerdas penetraciones y aquella se satisfizo chupeteando con frenesí al clítoris e imitando a su nuera, introdujo un pulgar en su culo mientras el otro rebuscaba en la vagina
Las dos rugían y bramaban por el inmenso goce, hasta que en un momento dado y casi al unísono, proclamaron el pronto advenimiento de sus orgasmos en medio de sollozos y jadeos en los que entremezclaban sus recíprocas alabanzas y agradecimientos, ocasión que aprovechó Martín para intervenir.
Habiendo descansado pero terriblemente excitado por la tumultuosa demostración de las mujeres, se tentó con la grupa elevada de su nuera y acuclillándose detrás de ella, apoyó el portento del falo sobre la vagina apartando la boca y los dedos de su mujer y fue empujando lentamente; nuevamente la recia consistencia de la verga estremeció a Sasha quien, a pesar de su dilatación y lubricación, no pudo evitar un gemido dolorido cuando la chata y curvada barra de carne se adentró en la vagina.
Paralizada por un instante, sintió desplazarse la verga hasta trasponer el cuello y cuando él inició el retroceso, el suspiro de alivio la hizo reaccionar y congratulada por experimentar ese sufrimiento masoquista que la llenaba de placer, hundió el vientre para que sus ancas se alzaran más y enloquecida, continuó socavando el sexo de su suegra frenéticamente, esperando el orgasmo de la mujer.
Amanda estaba contenta de que su marido hubiera decidido incluirla en ese trío fantástico y la proximidad de la satisfacción que alcanzaría con su nuera penetrándola la motivó aun más y viendo al falo de Martín entrando y saliendo de la vagina, puso dos dedos a formar un anillo que lo encerraba prietamente mientras con otros dos masturbaba reciamente al clítoris de Sasha.
Si fuera dable que alguien presenciara aquello, se congratularía por la belleza del conjunto viendo los tres cuerpos largos y proporcionados debatirse en un extraordinario grupo escultórico viviente, donde el poderoso macho penetraba a la hermosa y joven muchacha quien a su vez jugaba en la concha de la otra mujer con su boca mientras la sometía con el improvisado consolador y a esta última, recibiendo alborozada lo que la chica le hacía, recompensando recíprocamente a su marido masturbándolo y a ella estimulándola para que por fin alcanzara el alivio anhelado.
Martín estaba deslumbrado por lo que la muchacha parecía capaz de hacer y la vista de las portentosas nalgas temblequeantes por efectos de sus embates pareció inspirarlo; asiéndose a las caderas de la rusa, manejó el cuerpo de su nuera en un hamacarse que hacía que sus encuentros con la verga cada vez fueran más recios y profundos, experimentando aun más satisfacción por ese anillo carneo con que su mujer le apretaba la pija.
Para Sasha era como si todo hubiera recomenzado y lejos ya del orgasmo porque ansiaba tenerlo con el hombre, penetró frenéticamente a su suegra pretendiendo hacerle alcanzar el suyo para luego dedicarse con exclusividad a su marido y prontamente ese deseo se vio cumplido cuando Amanda la instó a no detenerse porque la eyaculación estaba en puerta y ante su incremento casi exagerado del sometimiento, los ayes y gemidos agradecidos de su suegra le dijeron que estaba acabando, cosa que confirmaron los chasquidos de sus jugos escapando por los flancos de la verga.
Sabiendo que con ese orgasmo de la mujer tendría a su entera disposición a la muchacha y sin sacar la verga de su interior, Martín se inclinó sobre ella para asir entre las manos las macizas tetas y enderezándose, no sólo la hizo erguir apretada contra su cuerpo sino que fue dejándose caer hacia atrás, arrastrándola con él; la verga poderosa moviéndose dentro de ella, sacaba de quicio a la rusita quien rápidamente entendió las intenciones de su suegro y aunque las manos estrujando las tetas le gustaban, se desembarazó de ese abrazo para enderezarse y acomodando las piernas arrodilladas, comenzó un lerdo hamacarse que hacía a la verga raspar impiadosamente sus carnes, pero lo que eso le provocaba la enardecía.
Encantado porque la chica fuera tan puta, Martín la alentaba a hacer más violentas las inclinaciones y entonces su nuera pareció estar fuera de su mismo control, ya que inclinando el cuerpo hacia delante hasta que las tetas rozaban los muslos de su suegro, volvía luego hacia atrás hasta que la espalda chocaba contra el pecho del hombre, haciendo que el obelisco carneo desgarrara aleatoriamente el canal vaginal; ese martirio era tan intenso como su goce y durante unos minutos se agotó en semejante ejercicio, hasta que fue Martín quien sintió la punzada de la acabada en sus riñones y haciéndola menear el cuerpo en círculos alucinantes, se envaró al sentir fluir de su cuerpo al reprimido semen que estalló espasmódicamente en el entrañas ávidas de su nuera.
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