Recuerdos de mi niñez
Esta es la historia del despertar sexual de una niña, parecida quizás al de muchas otras, de lo que se dan cuenta cuando ya de mayores, comparten esa experiencia o escuchan otras similares..
Esta es la historia del despertar sexual de una niña, parecida quizás al de muchas otras, de lo que se dan cuenta cuando ya de mayores, comparten esa experiencia o escuchan otras similares.
Todas las niñas tienen bonitos recuerdos de cuando compartían cama con sus padres, algo que en algunas de ellas se acaba convirtiendo en un vicio difícil de corregir, siendo vividas estas experiencias de distinta forma por cada integrante de la familia, siendo comunes las conversaciones de este tipo:
.- Vamos, hija, vete ya a tu cama a dormir, que ya eres mayor para dormir con nosotros.
.- Déjame un poco más, mamá.
.- Sí, déjala, a mí no me molesta. Cuando se duerma ya la llevo yo.
.- La estás consintiendo mucho. Tiene que acostumbrarse a dormir sola, porque se va haciendo mayor y no está bien que duerma con sus padres, aunque parece que a ti te encanta tenerla en la cama con nosotros.
.- Bueno, mujer, es que me da pena. Mira, que se ponga, aquí a mi lado para que a ti no te moleste.
Toda esta situación es vivida desde el punto de vista de la hija de un modo diferente al de sus padres, debido a su edad y tiene sus propios pensamientos:
“Cuando era pequeña me encantaba dormir en la cama con mis padres, lo que a mi madre no la gustaba nada y me mandaba a mi habitación después de discutir entre ellos, porque a mi padre no le importaba que yo estuviera allí.
Al poco rato, solía volver a su habitación cuando ya estaban dormidos y me metía en su cama, al lado de mi papá, para que mi madre no se diera cuenta. Mi padre me hacía un hueco, me abrazaba y me dejaba dormir con él. Yo sólo dormía con las braguitas y mi padre estaba desnudo, por lo que era una sensación muy agradable sentir su cuerpo junto al mío y su pene que se le ponía duro lo sentía entre mis nalgas, lo que sin saber por qué, me causaba una cierta inquietud por lo que provocaba en mí.
No recuerdo como empezó todo, si fui yo la que provoqué lo que pasó luego o fue mi padre el que hizo que se despertara ese instinto sexual en mí. Lo que si recuerdo es como yo sentía su pene, como se lo agarraba y lo acariciaba, así como sus testículos, algo que me tenía fascinada, notando como palpitaba en mi mano como si fuera un pajarito de los que a veces él ponía en mi mano del nido que teníamos en el patio.
En otras ocasiones, me despertaba a media noche y mi mano inconscientemente siempre iba a parar al mismo sitio y me encontraba su pene muy pequeño, pero era solo ponerlo en mi mano y notar como empezaba a crecer y ponerse duro, hasta que no cabía en mi mano y con mis dedos no llegaba a abarcar todo su grosor.
Creo que para mi, en aquel momento, eso era el juguete más interesante que podía tener, y acabo convirtiéndose en mi favorito, era como algo mágico todo lo que sentía al estar en contacto con eso que me resultaba tan desconocido para mi, el calor que sentía en mi cuerpo, los nervios, la excitación que cada vez iba a mas. Muchas veces, de tanto jugar con él, al cabo de un momento, notaba como se mojaba mi mano, yo no sabía porque, pero luego aprendí que ese líquido caliente y pegajoso salía de su pene cuando yo se lo tocaba.
Esta situación se prolongaba durante muchas noches empezando yo y otras él se ponía a acariciarme y cuando sus dedos llegaban a mi vagina, no podía evitar lanzar unos gemidos, que hacían que mi padre me tapara la boca, para que no se despertara mi madre que dormía al lado.
Cuando todo esto sucedía cuando yo me había quedado dormida en el medio de los dos, mi padre me ponía en su lado de la cama para molestarla lo menos posible con nuestros movimientos.
Sus dedos frotándome la rajita me llevaban a una sensación prácticamente de desmayo, que hacían que me quedara profundamente dormida y cuando me despertaba por la mañana notaba que tenía las bragas mojadas y mi cuerpo manchado y como pegajoso.
En alguna de estas ocasiones, creo que mi madre llegó a despertarse y medio en sueños, me decía que me fuera a mi cama y que no me moviera tanto, que no la dejaba dormir. Me asustaba un poco el que pudiera enterarse, porque en el fondo, yo sentía que lo que hacíamos a ella la iba a enfadar, pero cuando empezaba a escuchar sus ronquidos, mi padre me colocaba encima de él y con suaves movimientos me movía para rozarse su pene con mi vaginita, que cada vez se iba poniendo más mojada hasta que yo sentía tanta calentura que temblaba todo mi cuerpo y mis gemidos se hacían tan fuertes que mi padre me ponía la almohada en la boca para no que no se oyesen mis gritos.
Ya llevábamos unos cuantos días haciendo eso, y yo lo buscaba cada noche en la que me metía en su cama a la hora que fuera, esperando a que se durmiera mi madre, o en las otras ocasiones en que ella me dejaba allí ya por cansancio. En una de esas ocasiones recuerdo que yo me había quedado en el lado de mi madre, estando ella en el medio de la cama y después de un rato en que parecía que ella estaba dormida, sentí la mano de mi padre como me acariciaba pasando la mano por encima de mi madre, y yo me puse muy nerviosa con mucho miedo de que ella se despertara y se diera cuenta, pero no podía evitar seguir gozando de sus dedos frotándome por toda la rajita, y yo creo que hasta empecé a gemir. De pronto sentí que mi madre se movía y me asusté bastante, pero ella me cogió con los brazos y me puso en el medio de la cama, dándose ella la vuelta para seguir durmiendo y dejándome ya totalmente a disposición de mi padre sin que la molestáramos.
En ese momento, me quedé más tranquila, al ver que ella seguía durmiendo y yo ya podía agarrársela a mi padre sin ningún impedimento para darnos gusto mutuamente una noche más.
Me sorprendió cuando una de las noches, mi padre me dijo que me metiera debajo de las sábanas para que le diera besos a su pene. Yo no sabía muy bien como hacerlo y él me decía que con la lengua lo chupara y me lo metiera en la boca. Se me hacía difícil al principio, pero enseguida empecé a sentir como me gustaba hacerle eso, como me llenaba la boca y jugaba con él como un caramelo delicioso, hasta que ese líquido blanco salió disparado dentro de mi boca, teniendo que sacarla porque era pegajoso y me hacía toser.”
Esta misma situación vista desde el punto de vista del padre hace que las cosas se vean de forma diferente al de una niña inocente que está descubriendo el mundo:
“Nuestra hija se había acostumbrado a dormir con nosotros, y aunque yo sabía que estaba mal y que a mi mujer la molestaba, a mí se me hacía agradable tenerla allí en la cama conmigo, quizás porque cuanto más iba creciendo, más atraído me sentía por ella, aunque me costara reconocerlo.
Por eso, cuando se quedaba dormida en nuestra cama o venía a media noche, me encantaba abrazarla y sentir su suave piel rozarse con la mía, lo que hacía que mi polla se empalmara de forma irremisible y la pegaba a su culito cuando la tenía de espaldas a mí.
Otras ocasiones yo sentía que cuando dormíamos ella ponía la mano en mi polla, no se si estaría soñando, pero ella la agarraba y la acariciaba y a mi me excitaba sobremanera esa sensación de sentir su mano apretando mi miembro teniendo al lado a su madre durmiendo, lo que lo hacía más morbosa aún.
En estas circunstancias, yo no podía evitar acariciarla, poner mis dedos en su rajita y pasarlos una y otra vez suavemente hasta que empezaba a mojarse y mis dedos se deslizaban con más suavidad, permitiéndome incluso introducirlos ligeramente en ella, provocando sus gemidos y jadeos, que cuando eran más fuertes, yo intentaba acallarlos, poniendo mi mano en su boca.
Como podéis suponer esta situación me producía una excitación única que nunca había vivido y necesitaba desahogarme de alguna forma, así que en ocasiones guiaba su mano en mi miembro, enseñándola a masturbarme, hasta que salía mi semen manchándola por todas partes, lo que aumentaba mis nervios por tener a mi mujer al lado y tratar que no se enterara de lo que estaba pasando, pero por suerte, ella tenía el sueño profundo, aunque alguna vez tuvimos que parar, porque parecía que se despertaba.
Iban pasando las noches y yo cada vez deseaba más tenerla en la cama conmigo y a pesar de las discusiones con mi mujer, conseguía convencerla de que la dejara con nosotros, produciéndose la contradicción entre el miedo que me producía que ella viera lo que hacíamos y el riesgo que necesitaba tomar para hacer más cosas con mi hija.
Así que después de las masturbaciones mutuas, la indicaba que se metiera debajo de las sábanas y que le diera besos a mi polla, la lamiera y me la chupara por todos lados. Al principio, lo hacía con torpeza, pero enseguida fue aprendiendo y acababa produciéndome unas sensaciones de placer que hacían difícil que me pudiera aguantar sin correrme en su boca, lo que la hacía atragantarse provocando su tos.”
Después de todos estos hechos, se hace difícil imaginar que una madre y esposa que duerme en la misma cama no acabe dándose cuenta de estas cosas, aunque su situación, quizás es la más difícil de las tres, porque debe decidir entre dejar que siga produciéndose todo eso, bien con un consentimiento tácito o implícito o con la oposición total provocando una grave situación familiar de imprevisibles consecuencias, por lo que podemos ver como lo analizaría desde su punto de vista:
“Mi marido y yo habíamos consentido que nuestra hija estuviera con nosotros en nuestra cama desde pequeña, quedándose dormida en muchas ocasiones y aunque la lleváramos a su habitación, volvía a nuestra cama, bien porque tuviera miedo o porque se sintiera más segura y confortable con nosotros, lo que suele ser común a esas edades.
El caso es que ya iba teniendo una edad, y yo no consideraba conveniente que siguiera esa situación, lo que provocaba discusiones con mi marido que consentía demasiado a su hija, permitiéndola dormir con nosotros, por lo que entre ese tira y afloja sucedieron ciertas cosas que ponen en una situación difícil a una madre.
Por las noches empecé a sentir cosas raras, ellos se movía mucho, mi hija gemía y susurraba, yo creía que era soñando, pero yo estaba medio dormida también y no me daba cuenta de lo que sucedía, hasta que una vez pasé el brazo por encima del cuerpo de mi marido y note que estaba abrazado a nuestra hija. No quise darle más importancia porque supuse que mientras dormían se habrían quedado en esa posición, pero otra noche volví a escuchar los gemidos de mi hija y al mirar, vi a mi marido otra vez abrazándola y haciendo unos movimientos con la mano que no pude apreciar por estar tapados por las sábanas, pero era obvio que la estaba acariciando y ello provocaba sus gemidos.
Mi hija estaba tumbada boca arriba con las piernas dobladas y la mano de mi marido parecía estar entre ellas tacándola de un modo que parecía una clara masturbación.
Yo no podía creerme lo que estaba viendo, que mi marido le estuviera haciendo eso a su hija, y ese estupor me hizo quedarme paralizada, sin atreverme a decir nada. Quise convencerme a mi misma de que eso no tenía mayor importancia, que quizás mi hija se relajara de esa manera y podría dormir mejor. Yo misma cuando era niña, me lo hacía para poder dormir más profundamente.
Una noche que la niña se había quedado dormida en mi lado de la cama, cuando pensaría que yo estaba dormida, sentí la mano de mi marido pasar por encima de mí cuerpo para acariciar nuevamente a nuestra hija, por lo que para que no me molestaran con esos movimientos, puse a mi hija en el medio de los dos para que estuvieran juntos.
La verdad es que no sé por qué hice eso en ese momento, por qué no le decía nada a mi marido, por qué dejaba que manoseara a nuestra hija, por qué había permitido que ella agarrara su pene cuando era más pequeña y por qué dejaba que ahora siguiera haciéndolo. El caso es que habíamos llegado a esta situación en la que yo me sentía bloqueada para oponerme a ello y prefería dejarles pensar que yo no me enteraba de todo lo que hacían, porque no tenía la valentía suficiente para admitirlo.
No sé si alguna otra madre llegó a sentirse en una situación así, supongo que sí, que estas cosas pasan, pero no se habla de ellas, permanecen en la intimidad de cada hogar, porque quizás casi todas nosotras hayamos pasado por ello y no lo recordemos o lo hayamos olvidado de una forma inconsciente.”
Llegados a este punto, la relación padre-hija solo podía seguir avanzando con ese consentimiento tácito de la mujer, que se encontrará en una situación cada vez más comprometida porque cada vez se iban estrechando más las opciones para que acabara reaccionando de un modo u otro, pero a los ojos de su hija, en su ingenuidad pensaba que su madre dormía profundamente y que podía disfrutar plenamente con su padre en esas noches tan movidas:
“Ya se había convertido en una costumbre que yo me pusiera encima de mi padre con las piernas abiertas y frotara mi vagina con su pene erecto hasta que a mi me venía el gusto o él eyaculaba entre mis piernas o sobre mi barriga, hasta que una mañana de verano en la que nos despertamos llenos de sudor por el calor pasado durante la noche, mi madre se levantó para preparar el desayuno mientras nos decía que nos quedáramos un poco más en la cama.
Nosotros estábamos desnudos, yo toda sudorosa con restos todavía del semen de mi padre en mi cuerpo, por lo que le dije que me iba a levantar para ducharme y lavarme todo eso, pero él me retuvo y me dijo que me quedara un poco más.
El también estaba todo sudoroso y al abrazarme, era como si nuestros cuerpos resbalaran por el contacto de nuestras pieles. Él empezó a pedirme que le besara y que siguiéramos con nuestros juegos, así que me puse encima de él y empecé a frotar mi vagina con su pene erecto.
Como esta vez, estábamos solos, sin mi madre al lado, teníamos más libertad para movernos y yo podía moverme sobre él de una forma más rápida, llevándonos a una gran excitación a los dos y el sudor de nuestros cuerpos, hacía que su pene resbalara entre mis piernas y parecía como si quisiera entrar entre ellas, presionándome cada vez más en mi rajita, abriéndola un poco más con cada roce y sintiéndome más excitada que en anteriores ocasiones.
Aunque si apretaba mucho, yo sentía algo de dolor, a la vez sentía un placer más fuerte y yo notaba que a él le pasaba parecido. Me sujetaba por las caderas para no perder ese contacto y él me movía hacia delante y atrás cada vez con más fuerza, hasta que en un momento dado, su glande entró completamente dentro de mi vagina, haciéndome dar un grito de dolor y placer a la vez, que me hizo temer que lo hubiera oído mi madre desde la cocina..
Era la primera vez que había conseguido penetrarme y yo deseaba que eso continuara, que su pene siguiera dentro de mí moviéndose y dándome tanto placer. Mi padre también grito cuando yo sentí como me mojaba por dentro ese líquido caliente que salía de su pene y que luego empezó a resbalar entre mis piernas con algo de sangre también, por lo que me asusté, pero mi padre me dijo que no pasaba nada, que eso era normal porque me había quitado la virginidad.
Yo no entendía muy bien lo que él quería decir, pero estuvo limpiándome con papel para que mi mamá no lo viera. Yo me sentía agotada y me quedé abrazada a mi padre cuando mi madre volvió a entrar en la habitación para decirnos que el desayuno estaba preparado:
.- ¡Vaya como estáis sudando los dos! Hizo mucho calor esta noche. Ir a ducharos antes de desayunar.
Mi padre me dijo que fuera yo primero y que me lavara bien (me dijo al oído).”
Después de vivir una situación así de un padre con su hija, la satisfacción se junta con el miedo de ser descubiertos y las manchas de sangre que habían quedado en las sábanas, llenaron de preocupación al padre:
“Había vivido un momento maravilloso junto a mi hija. La había desvirgado y me había corrido dentro de ella. Estaba como en una nube, pero las manchas de sangre que habían quedado en las sábanas me pusieron muy nervioso y traté de ocultarlas, diciéndole a mi mujer que había que cambiar las sábanas de la cama y yo mismo las lleve a la lavadora envueltas tapando las pruebas de lo que habíamos hecho a espaldas de ella.
Por suerte, parecía que no se había dado cuenta y me quedé más tranquilo, así que una vez que nuestra hija salió de la ducha, entré yo para lavarme bien también y quitarme los restos de la virginidad de mi hija de mi polla.”
Obviamente, una madre acaba dándose cuenta de esas cosas tarde y temprano y cuando fue a meter el resto de la ropa sucia a la lavadora para ponerla en marcha, se llevó una buena sorpresa:
“(.- ¿Qué es esto? Están manchadas de sangre. ¿Cómo puede ser? No será…… ¡Dios mío! Mi marido ha desvirgado a la niña. Bueno, menos mal que no tiene todavía la menstruación. ¿Cómo he dejado que esto llegara hasta aquí?)
Todas estas preguntas se amontonaban en mi cabeza, sin saber darles una respuesta, para al final sentirme yo un poco culpable de todo lo pasado.
Desde mi operación, había perdido mucho interés por el sexo, no me apetecía y encontré en mi hija la excusa perfecta para que mi marido se entretuviera con ella y pudiera satisfacerse al menos de alguna manera, pero no imaginaba que pudiera llegar a penetrarla, aunque no había contado con la calentura que estas prácticas iban a provocar en mi hija, y lógicamente ella también lo desearía, dejando que su padre se la metiera.
Pero ahora habíamos llegado a una situación en la que no había vuelta atrás. Mi hija había probado lo que es un hombre dentro de ella y no iba ya a renunciar a ello y mi marido había experimentado lo que es follar a una chiquilla, algo con lo que todos los hombres sueñan y entre los dos se las iban a arreglar para seguir haciéndolo, sin importar mi opinión.
Yo tampoco me encontraba en condiciones de ofrecer a mi marido algo que superara al placer que habría disfrutado con su hija y mi situación se hacía muy difícil, viéndome obligada a cerrar los ojos ante la evidencia de que mi marido estaba teniendo sexo con nuestra hija, así que tuve que dejar pasar el tiempo como si nada pasara.”
Para una hija se hace extraño estar viviendo una situación así y que su madre pareciera que lo consentía, aunque no la dijera nada:
“Según me iba haciendo mayor, empecé a pensar que mi madre estaba enterada de todo y que había estado consintiéndolo, no se porque razón, si era porque ella no quería tener sexo con mi padre y estando yo allí, a ella la dejaba en paz y no la molestaba, o si era por algún pacto que habían hecho entre ellos, el caso es que me lo pregunté muchas veces en mi vida, sin que nunca haya llegado a enterarme de lo que pasó en realidad.”
Aunque su madre no podía dejar de darle vueltas a lo que estaba sucediendo, se desahogaba hablándolo con una vecina de confianza:
“.- ¿Qué tal te va ahora que el médico te quitó el sexo por una temporada?
.- Bueno, me voy aguantando, la verdad es que con las molestias que tengo, no me apetece nada.
.- Pero me habías dicho que ahora teníais a la niña durmiendo con vosotros todas las noches. ¿No te da pena que tu marido se descargue con ella?
.- No, porque veo que ella está encantada también, y así yo puedo descansar un poco.
.- ¿Y que sientes cuanto tu marido se pone encima de la cría para follarla en la misma cama que estás durmiendo?
.- Pues me aguanto sin decirles nada y espero a que acaben. La cría le hace correrse enseguida.
.- Uuumm, si que te ha salido caliente la chiquilla.
.- No sé si será por eso o por la calentura de mi marido de estar follándola. La primera vez que mi padre me la puso en la mano, era todavía más pequeña que ella y ya me gustaba.
.- Pero tu caso fue un poco distinto.
.- Si, ya te dije, que mi madre tenía muchos hijos ya y para que mi padre no se montara encima de ella, me ponía allí en el medio para darle respeto.
.- Jajajaja, te usaba de método anticonceptivo.
.- Pues sí, lo que pasa es que fue peor el remedio que la enfermedad, porque mi padre, al final acabó poniéndose encima de mí, pero suerte que tuve de no quedarme embarazada, aunque la verdad es que él me respetaba y siempre lo echaba fuera.
.- Y tú madre tan contenta….
.- Si, aunque alguna vez la oí decirle a mi padre que no me lo echara dentro, era lo único que le preocupaba, jajaaja.
.- Bueno, no te creas, que yo tuve que pasar lo mío también. Como me salieron las tetas primero que a mis hermanas, tenía a mi padre todo el día detrás de mi sobándomelas.
.- ¿Y que quieres? Todas pasamos por eso, ya lo sabes. Mis amigas me contaban lo mismo, y muchas acabaron como yo.
.- Ya lo sé, ahora el problema lo tengo yo, que mi cría se empeña en seguir durmiendo con su hermano, y ya no tienen edad.
.- Ya te avisé de que no la dejaras, que le iba a coger gusto y luego para quitarle eso, te iba a costar trabajo.
.- Es que era muy pequeña y creía que no iba a pasar nada. En fin, no sé que voy a hacer, esperemos que su hermano que ya es mayor, sea un poco responsable y tome medidas.
.- ¿Y tú marido que dice?
.- Pues que si hubiera hecho como vosotros, tenerla en nuestra cama, ahora no pasaría esto.
.- Claro, míralo que listo, así la tenía él.
.- Es que estos hombres, ya sabes, no se puede con ellos y hay que hacer de todo para tenerlos contentos.
.- Es que ya no sabe una que hacer. Yo suerte que tuve esta hija, porque en estas circunstancias, seguro que él andaría ya con otras por ahí.
.- Bueno, es que llegamos a una edad, que ya empiezan a cansarse de nosotras, y las que tenemos el remedio en casa, lo llevamos mejor que otras que no pueden atenderles como quisieran y tienen que ir a buscarlo fuera.
.- Ya te digo, si el mío llega todas las noches pronto a casa deseando meterse en la cama ya.
.- Si, es una suerte, porque ya ves lo que dice Luisa, que el suyo no llega hasta las tantas, y que a ver lo que estará haciendo por ahí.
.- Pues andará por la calle Maldonado, que ya sabes que por la noche se llena de crías que tienen que sacar algo de dinero para que viva la familia.
.- Si, es una desgracia, al final somos afortunadas y todo.”
Lógicamente, a la curiosidad de una hija no pueden escapárseles las conversaciones de su madre con alguna amiga y en una de esas ocasiones pudo escucharlo todo:
“Después de estar todo el tiempo escuchando escondida en el pasillo, estaba como paralizada, sorprendida de todo lo que acababa de oír. Acababa de recibir una de las lecciones de la vida que van pasando de madres a hijas.
Ahora con los años, recuerdo toda esa situación con mucha excitación y no se si serían los orgasmos mas fuertes que he tenido en mi vida, pero si los que más me marcaron y los que me abrieron las puertas de algo tan maravilloso de lo que disfrutar toda la vida.”
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