REMEMBRANZA INCESTUOSA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Nandincesto45.
REMEMBRANZA INCESTUOSA
Muchos años después regrese a aquella casa donde comenzó todo y por ser mis recuerdos voy a poner tanto énfasis en su descripción -al fin y al cabo son míos- y me sirven de compañía en la soledad de alguna habitación de hotel en cualquiera de tantos viajes.
Esta situada en el pie de monte de un paraje bucólico, desde sus amplios corredores se divisa un precioso valle cruzado por un río ribeteado de bosque, el camino serpentea por entre potreros y cultivos de pan coger, mi padre campesino tosco se había dejado los años cultivando esas tierras para que a su numerosa familia no le hiciese falta de nada.
Mi madre, un poco más instruida que él, llevaba las riendas del hogar con firmeza pero también con mucho amor, bella entre las bellas, así era mi madre con un cuerpo heredado de las agarenas del Sur de España amalgamado con la belleza Indígena dando a su piel un color cobrizo que irradiaba tintes dorados, alto delgado y cimbreante a pesar de sus 4 hijos.
Que recuerdos gratos me trae mi madre.
En ese entonces llego a la casa un sobrino de mi madre, Martín 17 años, fuerte, alto, a pasar vacaciones, yo Daniel de siete años y mi hermanita Marian de cinco pronto nos convertimos en su guía para enseñarle los sitios que nos parecían interesantes a nuestra corta edad sin alejarnos mucho de la casa.
Mis otros 2 hermanitos Julián de tres y Ruth de un año aun no salían de los límites del patio, un modus vivendi inocente y placido nos rodeaba.
Mi primo se hizo al cariño de todos, mas al de mi hermanita Marian a la que mimaba y le cubría todos sus caprichos de niña, le celebraba sus pilatunas, la abrazaba y hasta le daba besitos en la boca cuando no había un adulto cerca, en los juegos a las escondidas siempre era yo el que buscaba.
Una tarde previo permiso de mamá con muchas recomendaciones, nuestro primo nos llevó a dar un paseo al río, buscamos una playita donde mi papá nos llevaba a veces, agua cristalina, poca profundidad, paraje solitario, las aves con su canto fueron testigos de mi primer pecado de incesto y el de mi hermanita también, aunque no sabría decir si ella fue consiente a tan corta edad, lo que si sé es que nos gusto.
Me coloque una bermuda, Martín Empezó a desnudar a mi hermanita y le colocó el top del bikini, pero no encontró el calzoncito.
– Báñate así, le dijo pasando la mano lentamente por entre sus piernitas dando un apretón largo sobre su partecita, ella inocente lo miro y se quedo quietecita dejándose hacer, pero sus ansias de meterse al agua conmigo la hicieron alejarse de él.
Camino hacia donde yo estaba, mis ojos también inocentes se fijaron en su vaginita un poco gorda lisa, partida por su rajita que se perdía entre sus piernas.
Martín se refresco en la parte mas profunda.
– Mar (como cariñosamente le decimos),,,,, ven te enseño a nadar, y tu quédate ahí que ahora es tu turno, me dijo.
Marian feliz se acerco a él, le dio la mano y la llevo hasta donde el agua le llegaba a la cintura.
– Tiéndete como un pescado, le coloco una mano en el pecho y otra en el abdomen, mi hermanita reía con su cabecita levantada, chapoteando con pies y manos y sintiendo la mano de mi primo que la había bajado hasta su almejita.
De pronto dejo de reír y se quedo como pensativa, sus piernas se quedaron quietas, semiabiertas y tensas, sus ojos fijos en mi como preguntando: ¿Qué estoy sintiendo? Y yo tratando de comprender porque….
Martín manipulaba tanto con su mano entre las piernas de mi hermanita.
Así la tuvo un rato meciéndola en el agua, a veces sobresalía su culito redondito, hasta que ella con vocecita trémula de niña excitada por las caricias le dijo:
– No más primo, tengo frío.
– Vale, ahora te hago más amorcito, la saco a la orilla sin soltarle la almejita y besando su boquita.
En mi clase de natación coloco una mano en mi estomago y me dio unas cuantas instrucciones, pero como yo ya sabía nadar me soltó para que me fuera a la orilla.
Marian sentada en la arena se agacho para examinarse la rajita, con los deditos se tocaba el huequito y el botoncito hinchado para palpar la causa de su inquietud, se la veía rosadita y brillante por dentro.
Martín salió del agua y le echo una toalla por los hombros.
– ¿Comemos o jugamos a que no me pueden atrapar?
– Juguemos, conteste, Marian animándose como despertando de un sueño dijo vale.
Corrimos como tontos tratando de atraparlo pero no se dejo, hasta que nos cansamos y acalorados quisimos meternos al agua.
Bien, pero jugamos a lo que yo diga, dijo Martín
– Daniel, enséñale a nadar a Mar, me la entrego en bandeja colocando mi mano derecha en su almeja.
Primer vez en mi vida que tocaba esa parte de mi hermanita, la sensación que me dio fue de algo blando, suave y liso, una mota que se frotaba en mi mano al ella dar la patada del estilo pecho, por instinto le hice apretones y se rió con risa nerviosa,
Mi primo la saco del agua, la cargo acunada en el brazo izquierdo dejándola frente a mí con las piernitas en mis hombros, le separo su vagina, y me dijo que le metiera un dedo por su huequito muy despacio, con maña y que si la niña se quejaba parara.
Aún recuerdo mi dedo perdiéndose poco a poco en el calido santuario virgen de mi hermanita y sus quejido cortitos, y la tensión de sus piernitas alrededor de mi cuello, y su manito que se posa en la mía como tratando de detener la ola de deseos futuros despertándose, y sus ojos sorprendidos clavados en los míos…! En ese instante nació nuestro amor incestuoso ¡
– Mete y saca el dedo pero suave, dijo mi primo, mientras tanto se le comía la boca haciéndole hinchar los labios.
Marian gimió clavando sus uñitas en mi mano.
– ¿Les esta gustando?
– Si primo, dije yo y Marian que estaba como desmayada asintió con su cabecita.
– Entonces vamos a la playa a seguir jugando.
Martín tendió una toalla grande en la arena y nos recostó bocarriba, éramos dos inocentes criaturas aprendiendo las primeras delicias del sexo, se sentó a mi lado y cogiendo mi pene con la mano empezó a frotar arriba-abajo, me creció entre temblores hasta unos 8 centímetros, mi hermanita miraba con curiosidad.
Todo era muy extraño para mi, la sensación de cosquilleo, el temblor en mis rodillas, los espasmos en mi anito, el vacío en el estomago, y mas se acrecentó cuando se metió todo mi aparato genital en la boca con todo y huevos, su lengua jugueteando con mi pene y un dedo hurgando en mi anito, me lo clavó poco a poco, yo ni siquiera me queje de lo raro que sentía, luego dejo salir mis huevos de su boca y me mamaba el pito y dediaba el culo al mismo tiempo.
Fue tanta mi excitación que quede como desmayado al llegar al clímax.
Cuando recupere el aliento Martín estaba al lado de mi hermanita besándola en la boca y sobando su vaginita, bajo a su pecho liso y le mamó los pezoncitos, siguió lamiendo por el estomago y el ombligo hasta su rajita, él le separo las piernas para lamer cómodamente y hacerle giros en el botoncito del clítoris con su lengua tiesa, su dedo enhiesto busco el hueco semi abierto por mí y la fue penetrando, Marian emitía quejidos cortos pero no decía nada, sumisa e inocente se entregaba sin comprender lo que sentía.
Con la carita roja, en la frente gotitas de sudor, de pronto un “ay” lastimero se mezcló con el susurrar del agua y el canto de los pájaros, Martín detuvo el dedo taladrador y lo saco teñido de sangre.
Se quito la bermuda y vi su pene erecto, por lo menos el doble de grande que el mío, con las venas brotadas, gordo y cabezón, lo acomodo entre las piernas de Marian.
Marian con las piernitas encogidas y abiertas parecía un loto empezando a florecer, y esa gotita de sangre en su cáliz daba color a su corola, el pene de Martín semejaba el pistilo macho que quiere fecundar pero sabe que esa flor no esta madura.
– No le vaya a meter eso a mi hermanita, le dije asustado.
– Tranquilo Daniel mira y aprende, dijo, tallando esa cabeza por entre la rajita que de tantas caricias se veía encarnada dando más color a la imagen.
– Mar, estira la mano y le coges el pito a Daniel, le susurro al oído, ella obediente me lo agarro como si al estar en contacto conmigo fuese su cuerda de salvación, tenia miedo y temblaba pues también creía que se lo iba a meter.
Martín se concentro en el botoncito del clítoris con su glande, giros y caricias hicieron que mi hermanita se relajara abultándose su clítoris, pequeños golpes le provocaron gemidos y convulsiones el recorrido por su rajita, a Martín se le hincho el pene, utilizo el clítoris de mi hermanita como tapón, y ante mis ojos admirados le soltó chorros de leche espesa, con las descargas de leche caliente en su sensible botoncito mi hermanita se orino con un manantial dorado entrecortado y acompañado de un gemido largooooooo.
El tiempo se detuvo, sus jadeos se fueron espaciando, mi hermanita tardo más en salir de la ensoñación, aun seguía agarrada a mi pene, la desperté con un beso en sus mancillados labios.
Nos sentamos a comer pensativos, Marian rompió el silencio:
– Primo, ¿Por qué se siente,,,,,,,,,,,,?
– Primero que todo ¿te gustó lo que hicimos?
– Siiiiiiiii, menos cuando me dolió con el dedo.
– Ya se te pasara mi amor, verás como te va a gustar.
– ¿Mas que ahora cuando me quede encalambrada?
– Si tesorito, muchísimo más.
– ¿Y a ti Daniel?
– A mi me gusto todo, respondí con un poco de vergüenza.
– Entonces hagamos un pacto, dijo levantando el pulgar y mirándonos.
– Queeeee, preguntamos levantando también la mano.
– Solo lo haremos entre nosotros y nadie mas se puede enterar.
– Vale prometido, y juntamos los pulgares
– Entonces sellemos el pacto besando nuestros sexos.
Hoy lo recuerdo como algo bello y excitante, una ceremonia sacra entre un adulto y dos niños, nunca rompí el pacto pero Marian sí, años después con nuestro propio padre.
Nos bañamos otro poco, Martín lavó bien la vagina de Marian examinándola, luego la vistió y regresamos a casa.
En el camino hizo una pausa para decirnos:
– Cuando lo hagan ustedes solos, tienen que tener mucho cuidado para que nadie los pille.
También me explico que el pene se puede meter por donde le metimos el dedo.
Marian se veía cansada y mi primo la cargo y se quedo dormida entre sus brazos, así llegamos a casa.
El resto de la semana Martín nos hacia caricias al escondido, incluso una tarde dedió a mi hermanita pero ya no le salió sangre, fueron encuentros furtivos por el peligro que nos pillaran.
Varias veces serví de celestino vigilando, mientras mi primo dediaba a Marian, me encantaba escuchar sus gemiditos y ya se me paraba el pito solo.
CONTINUARA.
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