Rikka
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Rikka, la lolita
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Rikka – I
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Llegamos al hotel. Ya habíamos ido varias veces antes, así que estaba clara sobre la rutina. Nos fuimos directo a una habitación, sin registrarnos; posiblemente ya mi padre se había registrado con anterioridad o quizás había hecho algún otro arreglo. No lo sé ni lo podría saber. A los diez años uno no sabe mucho de estas cosas.
En la habitación me dice mi padre que tome un baño. “Hay que estar limpia para dar una buena impresión” dice con voz alegre. Se ve relajado. Yo asiento y me desnudo ahí mismo. Dejo mi ropa en la cama y me dirijo al baño. La habitación del hotel era peculiar, nada como la habitación de una casa. No solo por el evidente lujo, sino porque el baño tenia una ventana que dejaba ver desde la habitación todo lo que ocurría dentro. Esto lo noté e incluso pensé en cerrar la ventana, pero mi padre de seguro querría tener un ojo sobre mí. Abrí la puerta de la ducha y comencé a bañarme.
Previsible como era, mi padre entró en el baño al rato. Estaba desnudo. Le mire de reojo, fijándome en sus partes. Su verga, su pene, colgaba como si estuviera muerta. Le miré la cara. No mucho más interés pude ver en sus ojos. Mi padre entró en la ducha y sin muchas ganas comenzó a ducharse él, casi sin percatarse que su hija, yo, estaba todavía dentro.
Luego de enjabonarse y lavarse él mismo con rapidez, se fija por fin en mí. Se agacha y me enjabona, poniendo mucho interés en mi entrepierna. “La rajita es lo que debemos limpiar con más cuidado”. Lo comprendo. Yo también creo que es una parte que se debe mantener limpia.
Luego de lavarme, salimos del baño y me seca. Mi padre suele bañarme y no es raro lo que en estos momentos está haciendo. Me seca, me pone crema en el cuerpo, revisa mi rostro, revisa mis partes intimas, incluso mete un dedo en mi ano, no mucho, solo un centímetro. Luego me cepilla los dientes -sí, él me cepilla los dientes- y nos vamos a la habitación a encargarnos del cabello.
Mi cabello es largo, me llega hasta media espalda. Es liso y color negro. Es fácil de peinar y la verdad no requiere tanto cuidado. Aun así mi padre se dedica a secarle con esmero. Primero con un paño, luego con un secador a baja temperatura. Mientras me peina noto que sonríe y comienza a hablar de los planes del día.
“Hoy tienes dos citas. La primera es con un viejo amigo tuyo, el Sr. R. ¿Te acuerdas de él? Lo atendiste la semana pasada”. Yo asiento. Claro que me acuerdo. “Es un señor muy alto y muy blanco” le respondo a mi padre. “Perfecto, lo vas a atender por dos horas. Luego vienes de nuevo aquí y más tarde tendrás a un segundo cliente. Es alguien nuevo pero viene muy recomendado. Te hablaré más de él luego. Es un cliente que tiene muchas instrucciones y tendrás que poner mucha atención para complacerlo”.
“Listo”. Mi padre termina con mi cabello. Toma algo de distancia y me mira de arriba abajo. “Como siempre, eres la niña más bella del mundo. Soy un padre muy afortunado por tenerte de hija”. Yo le sonrío y doy una media vuelta. A mi padre le gusta mucho cuidarme, es como si yo fuera su muñeca. Eso le relaja.
Aunque quizás no. En esos momento veo como su verga se pone dura de a poco. Yo le veo a los ojos con cara de duda. “Me gustaría cogerte, pero creo que no tenemos tiempo” dice él. Yo asiento, al tiempo que tomo su verga en mis manos. Él me abraza y me manosea entre las piernas. Me besa en los labios y suspira. No es agradable cuando hace eso, pero lo hace tanto que ya casi no me molesta. Además, los clientes son mucho más molestos.
“Luego que atiendas a los clientes pasaremos un rato juntos, aprovechando que tenemos la habitación de hotel”. Comenta él como si se le hubiera recién ocurrido. Yo por mi parte no digo nada. Nunca digo nada.
“Ok, vamos a vestirte para tu primera sesión”. Él, todavía desnudo, se va a la maleta de mano que trajimos y la abre sobre la cama. “Veamos, ropa de colegiala y ropa interior de encaje. Toma, ve vistiéndote”.
Al rato, tanto él como yo estábamos vestidos de nuevo. En mi caso, con un vestido de colegiala con una falda muy alborotada con muchos pliegues. Es un vestido bonito, me gustaría que fuera el uniforme de mi colegio.
“La habitación del Sr. R es la siguiente a esta. Ve y atiendele muy bien. No me decepciones pequeña”. Yo salgo y me dirijo a la puerta indicada. Toco una vez. Espero un poco y vuelvo a tocar. La puerta se habré y se deja ver un señor muy alto, como gringo. Es el Sr. R. Me deja pasar a la habitación. Mi primera cita de la noche ha comenzado.
Rikka – II
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El Sr. R en realidad se llama Daddy. O al menos ese es el nombre por el que me pide siempre que le llame. Bueno, en realidad creo que es “padre” en su idioma. Él habla español, pero es extranjero. Seguramente le gustará que le llame “papi” o algo así en su idioma. Es natural. Todos los pederastas son siempre así.
Daddy me hace pasar y me mira con ojos golosos. Me ofrece algo de tomar. No se supone que lo rechace, así que acepto. Es una bebida con alcohol. Sabe a frutas, pero tiene alcohol. Me hace señas para que me siente.
“Como has estado Rikka? Has sido una buena niña?” Busca un tema de conversación conmigo. Le contesto que sí. No me provoca mucho hablar con él. Nunca me provoca hablar con quienes me violan.
“Termina tu bebida linda, te va a relajar”. Daddy me sonríe mientras me mira. Es evidente que está sexualmente excitado. El bulto en sus pantalones es de lo más de evidente. Yo tomo sin apuro. Él se para y prende el Tv para matar el tiempo. Puede ser que haya tenido el canal ya preparado, pues enseguida aparece una escena pornográfica en pantalla. Algo con dos mujeres adultas y un hombre. Daddy se pone a verla mientras me sigue conversando de cosas a las que no le respondo.
Termino mi bebida y pongo mi vaso en la mesa. Me quedo mirando a Daddy quien me sonríe mientras se toca por sobre el pantalón en sus genitales. Luego de un momento me hace gestos para ir donde él. Me pone de espaldas a su cuerpo, apretando su paquete, su verga ya erecta, contra mí. Me mete una mano bajo la falda y soba entre mis piernas. Suspira mientras su mano aprieta mis partes intimas. Su otra mano en tanto la pone en mi cuello, forzando mi cabeza a moverse hacia un lado. Esto lo aprovecha para besarme bajo la oreja. Me hace cosquillas. Me agito. Él suspira.
Me vuelve a separar y me dice que hoy vamos a tener clases. Él ya tiene todo preparado en el escritorio de la habitación. Un cuaderno y algunos lapices. Me dice que vamos a estudiar escritura. Se sienta en la silla y me hace sentarme sobre sus piernas. Él las tiene abiertas, por lo que puedo notar su erección apretándose contra mis nalgas, contra mi culo. Pone un brazo como si me abrazara el vientre y con la otra acomoda el cuaderno para la lección.
“Harás algunas líneas de caligrafía, bella, nada complicado”. Por lo que entiendo Daddy tiene un ‘algo’ con las escuelas. Me hace vestir en uniforme y me hace simular que está ayudando con las tareas. Es algo raro, pero comparado con el sexo no es nada. Yo en tanto, hago lo que pide.
Luego de algunas líneas y unas pocas correcciones de su parte, noto que Daddy se pone más físico. Me comienza a meter la mano bajo la falda y a besarme en la oreja. Yo me dejo. La bebida ha de haber servido su función pues no estoy tan tensa como otras veces. Me dejo hacer. Eso es lo que mi padre quiere y lo que me han enseñado en casa. Soy toda una experta en dejarse hacer.
Daddy continua con su toqueteo. Suspira. Toca. Besa. Su verga es evidente por entre la ropa y la siento dura, apretada contra mi culo. Suspira de nuevo. Sigue tocando y ahora lo hace con ambas manos. Mi pecho. Mi rostro. Mis piernas. Así por cosa de cinco minutos.
En eso Daddy me hace levantarme de sus piernas. Me dice que me desnude. Yo lo comienzo hacer. Me interrumpe a medio camino. En camisa y sin falda me vuelve a llevar hacia él. Me manosea de nuevo. Esta vez estoy de frente a su cuerpo por lo que sus manos se pasean por mis nalgas y piernas. Me besa en la boca. Suspira. Me vuelve a besar.
Me ayuda a quitarme la camisa. Daddy me mira con ojos aprobadores. Me hace dar una vuelta para poder verme bien. Estoy con mi ropa interior de encaje, la que papi me hizo ponerme. Daddy me vuelve a llevar a donde él y nuevamente me mete mano. Está vez, sus manos bajan por mi cuerpo y entran en mi ropa interior. Mi pantaleta. Mi guarda camisa. Suspira de nuevo mientras sus dedos rozan mi pubis con suavidad. Me suelta. Me voltea. Me vuelve otra vez hacía él y me mete mano en el culo. Ambas manos. Suspira una vez más. Me aprieta mucho a él y me huele el cabello. Me besa en la oreja. Su gesto me provoca algo de rechazo y me retuerzo. Eso le gusta. Lo confunde con placer. Con placer de mujer que yo aún no puedo sentir.
Daddy me termina de desnudar. Se encarga de mi ropa interior, medias e incluso de la cinta para el cabello. Desnuda por completo, sigue con su manoseo. Me vuelve a besar en los labios, mientras sus dedos juegan con la entrada de mi vagina. Sube sus manos rozando mi cuerpo y me carga. Se levanta. Me lleva en los brazos a la cama. Me hace acostar allí.
“Mira bien, mira bien al hombre con quien vas a tener sexo” me dice mientras se desnuda. Se toma su tiempo. Yo no le quito los ojos de encima. No tanto porque me guste lo que veo, sino porque mi papi me ha dicho que siempre haga todo lo que pueda para darle placer a los clientes. Daddy quiere que le vea, así que lo veo.
La verga de Daddy esta tan erecta y dura como me la imaginaba. Daddy se acerca a la cama y me toma una mano. Me hace que le toque su pene. Yo lo agarro y le aprieto. Es un pene de hombre adulto, la verga de un amante que me va a violar no tanto con amor como con lujuria. Su tacto me gusta. Él así lo nota. Luego de unos instantes se aleja de mí. Se cambia de posición y reanuda el toqueteo. Me soba, me acaricia, me toca en todas partes. Sus dedos entran en mi vagina por un segundo. Salen para tocar mi clítoris y alejarse luego por sobre mi vientre. Esto se repite una vez. Dos veces. Así por cosa de diez minutos.
Daddy me hace incorporarme. Se acuesta ahora él y me dice que le toque su verga. “Mamada” me ordena con torpeza. Yo lo complazco. Me voy hacia su pene erecto a más no poder y lo tomo en mis manos. Papá siempre me ha explicado que mamar a un hombre es más cosa de las manos que de la boca. Hago como me han enseñado y masturbo al hombre mientras pongo mi boca en la punta de su miembro. De ha ratos le toco con mi lengua. Él suspira y parece que se revuelve. Yo sigo como voy e intensifico el recorrido de mi lengua sobre su pene. Una vez con las manos, una vez con la lengua. Así voy intercambiando movimientos hasta que meto su glande, la punta de su verga, en mi boca. Cierro mis labios sobre su miembro y juego con él usando mi lengua. Así es como me ha enseñado mi padre.
Luego de unos minutos en esto, siento que Daddy convulsiona. Se ha de estar acercando al clímax. Me preparo para lo que vendrá. Él eyacula. Grandes cantidades de semen entran en mi boca. Yo me alejo, pero un poco del esperma del hombre me cae en la cara. Así con mi boca llena del caliente liquido masculino y mi cara manchada de lo mismo, masturbo al hombre con mis manos mientras espero a que termine su orgasmo. Yo me volteo a verle la cara y le sonrío. Mi papi me ha explicado que una niña sonriente con semen en la cara es algo muy sexy, que provoca mucho placer ver. Así que dejo que Daddy me vea. Después de todo he de hacer lo que le cause placer.
Yo trago la leche de hombre que tengo en la boca. Su sabor es agrio, un tanto indefinido. Ciertamente no es mi sabor favorito, pero ya estoy acostumbrada a esto. Entre uno y otro siempre hay algún hombre con su pene en mi boca en estos días.
Daddy se recupera unos momentos después y me mira. Sonríe y me toma con sus manos. Me lleva hasta él y me acuesta a su lado. Comienza a manosearme. Vuelve por mi pubis y sin dejar de mirar mi cara manchada en semen, introduce un dedo en mi vagina. Yo respingo. No es enteramente doloroso, es solo un dedo, pero no estoy mojada aún. Su dedo no entra con facilidad. Él insiste y al tiempo que su semen se seca en mi rostro mi vagina se humedece ante sus dedos.
Animado por su éxito, Daddy se incorpora y se coloca sobre mí. Su ser es tan grande que me cubre por completo. Su rostro cae por sobre mi cabeza, único modo en que sus genitales pueden estar a la altura de los míos. Su pene, erecto de nuevo, entra en medio de mis piernas. Esto es algo que he hecho antes. Sé lo que he de hacer. Aprieto mis piernas tan fuerte como puedo para causar una sensación de penetración con mis muslos. Daddy se pone de lado y luego de espaldas en la cama, llevándome a mí con él. Su verga sobresale por detrás de mí, tan larga es que mis muslos no alcanzan a cubrirla por completo. Comenzamos a movernos. Él, rebuznando más que suspirando, aprueba mis esfuerzos. Me toma por las nalgas y guía el movimiento de mis caderas. Esto no dura demasiado. Dos minutos a lo sumo. Él me quiere penetrar. Penetrar en realidad.
Daddy – I
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La putita se llama Rikka. La estaba gozando de lo lindo esa noche. Ya me había dado una mamada de mil demonios y en estos momentos me disponía a cogerla. Estaba yo acostado en la cama del hotel, mientras coordinaba los movimientos de la niña para que se sentara sobre mí, con miras a que me cabalgara. Su cuquita no es para nada grande, pero ya me había demostrado en otras ocasiones que podía perfectamente conmigo. Todo era asunto de insistir.
Tenía Rikka un rostro divino. Bendecida con un ojos azules, piel blanca, largo cabello negro y un cuerpo que ya insinuaba curvas, era sin lugar a dudas una puta tremendamente bella. Su padre, o el carajo que se la chuleaba, cobraba una millonada por ella, pero yo lo pagaría siempre a gusto pues era una hembra como ninguna otra. Diez años según que tenía, pero perfectamente me hubiera creído que tenía nueve. Así de lolita era.
Estaba pues en medio del trance de cogerla. Ya le había logrado mojar, por lo que sin más contemplación me agarré el miembro para apuntarlo a su vagina. Ella, sin necesitar siquiera de una instrucción se puso a su faena y comenzó a hacer intentos de tragarse mi verga en su vientre. Su boquita de arriba gemía suavemente en tanto que su boquita de abajo le daba más que besitos a mi verga.
Delicioso. Sin duda que sí.
Soy un macho. Un tipo sano y heterosexual. Me gustan las niñas además. Así que pasó lo que debía pasar. Le acabé en su interior y mi leche la llenó por completo. Ella gemía como gata y se dejaba caer, pero yo la sostenía en su posición. Cuando mis espasmos se calmaron y recuperé la razón, la deje caer en la cama. De su cuquita salía un liquido blanco. No podía estar yo más orgulloso de mi mismo.
Papi – I
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Sonó la puerta. Abrí y entró Rikka. No habían pasado aún las dos horas, por lo que el cliente la había dejado libre quizás unos quince minutos antes del tiempo. Eso sí, la niña llegó toda sucia y con un cierto olor a macho que demostraba que había sido usada por entero. Cargaba su uniforme a medio poner y llevaba en la mano su ropa interior.
“¿Todo bien pequeña?” le pregunté. Era evidente que la sesión había sido un éxito. El cliente estaría satisfecho.
Rikka no me contestó, pero entró hasta las camas y se sentó en una. Parecía un tanto en shock. Su rostro, bello a más no poder, se notaba crispado. Cómo si fuera a llorar en cualquier momento. “Vamos pequeña, ya pasó. Ven a donde papi”. La abrace y le hice mimos para calmarla. Le hice pequeños masajes circulares por sobre la ropa mientras la inspeccionaba. Era evidente que le habían eyaculado en la cara y también era evidente que aún no se había bañado. Con suavidad, le quité la ropa. Apestaba.
Ya más tranquila, y desnuda como estaba, le lleve al baño. Le limpie con un paño húmedo su rostro y su cuerpo. Con especial atención a sus genitales. El cliente por lo visto le había penetrado en la vagina y eyaculado dentro, pero no había rastro de nada en su ano. Afortunadamente su cabello estaba limpio aún.
Rikka tenía la mirada caída, como apenada. Le dije palabras suaves al oído, comentando lo buena niña que había sido. “Eres especial pequeña, una niña como tú no la tiene nadie” le dije. Y era cierto. Una niña prostituida como ella no la tenían muchas personas y de ahí que pudiera cobrar tanto por ella y por su hermana. Clientes no faltaban.
“Ya, vamos, necesitamos que te calmes”. Le ofrecí una bebida. Era un cóctel de frutas con algo de ron y un poco de valeriana. “Bebé pequeña, te hará bien”. Ella hizo caso, como siempre, y bebió la bebida. Le di unos momentos para que hiciera efecto.
“El siguiente cliente es nuevo, te recuerdas que te había dicho que tiene muchas instrucciones, ¿cierto?” comencé a explicarle. “Es un cliente que viene con alguien de su familia, una niña, me parece”. Ella me volteó a ver con interés. “La idea es que ayudes a enseñarle a la niña como hacer el amor con su padre”. Rikka, desnuda aún por aquel entonces, asintió. “Ahora bien, la niña es muy pequeña, tiene solo cinco años, así que solamente van a usar juguetes con ella de pequeño tamaño, el padre te va a coger a ti para que su hija vea, pero a ella será solamente con juguetes”, seguí explicando, “si todo sale bien, y te portas como una campeona, luego se repetirá la sesión con el resto de su familia, hasta que la niña esté segura de haber aprendido”. Mi niña es inteligente, así que entendió perfectamente. “Claro, si te coges bien al señor, estoy seguro que luego lo tendremos de cliente fijo, incluso teniendo una niña pequeña en casa”, agregué. Rikka sonrió, ella siempre entendía perfectamente todo.
Milla – I
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Estaba alegre, feliz incluso. Ya había sodomizado a Lilla, mi hija de cinco años que estaba ahorita ronroneando a mi lado. Ella gustaba de comportarse como un pequeño gato, una gatica, y no había nada más apropiado que eso. Mi esposo me había convencido desde antes que naciera ella a incorporar a nuestros hijos en la actividad sexual tan pronto como se pudiera. Teníamos tres hijos, Lilla la mayor era la primera con la que íbamos a poner en práctica nuestro plan.
Él obviamente ya había cogido niñas e incluso varones. Lo sabía todo sobre el sexo con niños y por lo tanto no era ninguna sorpresa que hubiera podido concertar este encuentro con una puta infantil con experiencia. Simplemente tenía los contactos correctos.
Sonó la puerta. Él, envuelto en una bata, abrió. Una niña, de nueve o diez años entró en la habitación. “Me llamo Rikka” dijo.
Mi esposo despertó a Lilla y le presentó a su nueva amiga. Lilla estaba desnuda, por supuesto, al igual que todos nosotros, por lo que no hubo ningún problema en hacer que Rikka le saludara con un manoseo, todo dirigido por mi esposo. Él tenía planes muy específicos sobre como íbamos a incorporar la ayuda de la pequeña puta y le iba dando indicaciones paso a paso. Toca sus genitales, besa sus labios, mete un dedo en el ano. Todas esas cosas una a una le fueron indicadas a la puta y esta a su vez se lo fue haciendo a nuestra pequeña Lilla. A mí pequeña Lilla.
“Desnúdate puta, es hora de coger”, le dijo no sin rudeza mi esposo a la pequeña Rikka. Tratar con cortesía a las mujeres era uno de los dones de mi esposo, pero tal como había descubierto cuando novios, era algo que reservaba para las mujeres a las que trataba vestidas. Una vez desnudas, todas las mujeres eran simplemente ‘putas’ o ‘perras’ para él. Era algo de su morbo y yo comprendía que si me decía ‘perra’ era por amor. De la misma manera Lilla, nuestra hija, recibía de su parte el nombre de ‘gatica’ cada vez que la veía desnuda.
Rikka, o ‘puta’, como mi marido le llamaba, se desnudó sin una sola queja. “Ahora gatica, mira bien a esta puta. Vez que es una niña? Le vamos a hacer el amor, la vamos a coger y violar por todos sus agujeritos tal como te he dicho que es normal y tal como me has visto hacerlo con la perra de tu madre”. Lilla asintió, y yo no pude evitar preguntarme como es que una perra podía ser la madre de una gatica, pero así era él, y así tal como era lo amábamos.
Siempre bajo las indicaciones de mi marido, la ‘puta’ y mi ‘gatica’ comenzaron a realizar una variedad de actos sexuales. De tanto en tanto mi niña, Lilla, me volteaba a ver, como quien pide autorización, y yo le asentía con una sonrisa. “Lo haces muy bien gatica, haz lo que dice tu papá y goza mucho de la puta”. El refuerzo constante era vital para que los niños aceptaran la sexualidad sin traumas, había dicho mi esposo.
“Perra, acaso eres estúpida o sorda?” la voz cruda de mi marido, cuya excitación sexual le saltaba ya de los ojos, me devolvió a la realidad. “Comienza a masturbarte que las niñas te quieren ver” dijo al tiempo que me alcanzaba un vibrador negro con una forma perfectamente anatómica, aunque un poco exagerado de tamaño. Yo tomé el falo que me alcanzaban y comencé una rutina que me había estado funcionando muy bien en los últimos días. Masturbarme nunca se me había dado tan bien como ahora que lo hacía frente a mi público más querido, mi esposo y mi gatica.
En tanto esto ocurría, mi marido comenzó también a masturbarse, cuando se aseguró de tener una erección fuerte, le acercó su miembro a las bocas de las niñas y le hizo a la puta, le obligó casi por la fuerza, que le iniciara una mamada. Lilla, la gatica, miraba con absoluto asombro la escena. Mi esposo comenzó entonces a intercambiar entre las boquitas de las niñas cada pocos minutos. Un minuto metía su verga en la boca de la puta, el siguiente lo hacía en la boca de Lilla, la gatica. Poco a poco, las mamadas de las niñas se fueron haciendo más intensas, lo cual ciertamente me hacía excitarme más a mí. Ver a dos niñas, una de cinco y otra de diez, hacer sexo oral con un hombre adulto era una imagen sorpresivamente erótica, que me llenaba de energía y que de hecho me hizo alcanzar un violento orgasmo en pocos minutos.
Grite de placer.
Las niñas se voltearon a ver y Lilla puso cara de gatica sorprendida. Abrió los ojos a más no poder y me alcanzó a preguntar “mamá, ¿estás bien?” justo antes que llegara su turno de ver su boca llena de la verga de su padre. El estimulo oral era tan fuerte que sus ojos se entrecerraban y por unos minutos se olvidó de la pregunta que había hecho.
Mi esposo, aún sin eyacular, puso a las niñas en cuatro patas. Le explicó a nuestra gatica que ahora le iba a coger con su verga, pero que primero lo haría con la puta para que ella viera que todo era normal. Y así como lo dijo, lo hizo, comenzó a dar embestidas en la niña mayor, al principio casi con gentileza, pero pronto con un ritmo mayor donde se dejaba ver la característica rudeza del sexo con mi marido. “Ese es mi hombre” pensé, mientras veía a la puta temblar y alcanzar un primer orgasmo.
Incluso entonces, mi esposo permanecía sin eyacular. Me había dicho que así sería, para prolongar al máximo la relación sexual y provocar una experiencia lo más duradera para la joven mente de nuestra hija. Quería mi marido grabar a fuego y canto la idea del sexo más salvaje en Lilla, de modo que luego en casa pudiéramos recrear la escena una y otra vez, aún sin los servicios de una puta como la pequeña Rikka.
Con todo para ese momento tanto yo, la perra, como la niña mayor, la puta, nos encontrábamos fuera de combate. Nuestros orgasmos habían sido tan fuertes que tendríamos que descansar unos momentos. Toda la carga de semen del primer orgasmo de mi esposo sería para Lilla, la gatica.
Y mientras yo reflexionaba así, fue justamente eso lo que pasó, mi marido había ya entablado una penetración plena en el pequeño genital de nuestra niña, y le daba empeñones no enteramente gentiles pero sin duda menos violentos que los usados con la puta. Y estando en eso el rostro de mi esposo se contorsionó, arrojando tal cantidad de leche de hombre en el vientre de la niña que no hubo como contenerlo en su interior y terminó toda cubierta en su pequeño culito en semen de su padre.
Papi – II
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En esta ocasión tuve que hacer acto de presencia en la habitación del cliente. Se había vencido el tiempo y mi niña no había regresado. Como padre amoroso y protector que soy tuve que ir a buscarla.
La encontré siendo lavada por una señora. La esposa del cliente por lo que pude adivinar. Pregunté como había resultado todo y el cliente me aseguro que no tenía queja alguna. “Todo fue maravilloso, gracias en verdad” me dijo. Su hija, la pequeña a la que según iban a violar por primera vez hoy, dormía placenteramente en la cama. Desnuda, hasta donde pude ver.
Tomé a mi niña y la envolví en una bata. “Gracias señora, yo le termino de acomodar” le dije a la buena señora quien la había estado arreglando. Agarré su ropa también y salimos rumbo al cuarto.
Por lo que pude ver, Rikka había cumplido bien su labor, pero no había recibido semen en esta ocasión. Sea por eso por la limpieza de la señora, no tuve que retirar nada del cuerpo de la niña como había hecho hace unas horas, luego del primer cliente. La miré con curiosidad y como si me leyera la mente me dijo “él eyaculó solamente en la niña aquella”. Asentí.
Una vez limpia, le di otra bebida de fruta, alcohol y valeriana para que se relajara. Ella sonrió y comentó algo que ya era su tercer trago, que posiblemente se emborracharía. Yo no le presté atención y le apure con el vaso. Una lolita borracha casi siempre es una lolita feliz. Así que no hay problema en que tome un poco de más en una noche como hoy.
“Pequeña, he estado toda la noche esperando poder cogerte. ¿Estás muy cansada? ¿Quieres descansar un poco?” Le pregunté. Ella se encogió de hombros. “Me da igual papi, podemos coger si quieres y luego dormir”. Ese plan me gustó. Diría yo que es un plan alineado con mis objetivos.
“Entonces no se hable más, vamos a demostrarte que tu padre es el mejor hombre de la noche”. Rikka rió, “siempre eres el mejor hombre para mí, papi” contesto con una sonrisa picara mientras se sacaba la bata para quedar nuevamente desnuda.
Tomé a mi niña con gentileza y la lleve a la cama. La puse allí y comencé a besar y sobarle por todo el cuerpo. “Hueles a hombre, pequeña, a otros hombres” dije. “¿Te cogieron bien duro los clientes de hoy?”. Yo le sonreí a mi niña. Ella estaba un poco tensa, no le gustaba recordar lo ocurrido hoy. Seguí con mis preguntas mientras mis dedos comenzaron a entrar en su vagina. Poco a poco, milímetro a milímetro, mis dedos fueron explorando su interior y provocaron una sensación de calor. Su vagina se mojó, pero en lugar de apagar el fuego que sentía, este creció más aún dentro de la niña. “Cogeme papi, por favor” me dijo.
Y yo la cogí.
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