SABRINA: La perra de su tío y los amigos
Era malcriada y rebelde, así era Sabrina desde que su madre los dejó a ella y al borracho de su padre. La dejó a ella en esa cuna de lobos y tuvo que aprender a sobrevivir sola..
Era malcriada y rebelde, así era Sabrina desde que su madre los dejó a ella y al borracho de su padre, se cansó de las parrandas en donde los hermanos y amigos de Antonio se quedaban hasta la madrugada y le destrozaban la casa. La dejó a ella con sus quince años en esa cuna de lobos y tuvo que aprender a sobrevivir sola.
—¡Cría, tráeme más cerveza! ¡Anda, perra! —dijo Antonio desde el sofá de la sala, abierto de piernas y rascándose los huevos sobre el overol de trabajo con el logo de la fábrica en el pecho, sendas manchas de aceite lo estampaban, a un lado el tío Narciso la miraba de soslayo en el sofá individual, el tío usaba el jean de trabajo y la camisa también de mezclilla pero el logo lo llevaba en la espalda; ella intentando hacer sus tareas mientras el juego de soccer se reproducía a todo volumen.
—¡Que te follen, gordo de mierda! —replicó ella, sacándole el dedo medio, llevaba las uñas cortas, para hacerse un dedo sin molestias, y pintadas de negro, así como negro el delineado alrededor de sus ojos y el cabello tintado, laceo como el de su madre. Se lo había pintado desde que se fue para evitar parecerse a ella.
—Muévete, niña, no me hagas levantarme a darte una tunda. —Antonio, sin ánimos, hizo un gesto con la mano. Narciso, su tío la miró de soslayo, también Lorenzo y Casimiro, los mejores amigos de su padre.
Sabrina sabía que era mejor no hacer enojar a su padre así que de mala gana se levantó y fue la cocina por otro sixpack, lo dejó de mala gana en la mesita central y se dio la vuelta para volver a su asiento, al hacerlo, su tío se detuvo a ver su culo generoso y erguido apenas oculto por esos pantaloncitos blancos de licra. Se sentó en su sofá y cruzó las piernas como india, dejando a los adultos una vista generosa de su chocho de quince años marcado en la ropa y sus tetas aprisionadas en una blusa de encaje negro debajo de la cual no traía más que un pequeño top rosa.
Cuando tomaban, eran peligrosos y Sabrina intentaba complacerlos y alejarse de su camino, pero si se iba a la habitación ellos irían allá a molestar y a decirle que era una perra antipática como su madre, y no había nada que ella odiara más que ser comparada con ella. Así que soportaba los insultos, las miradas morbosas e incluso alguna mano sobre la pierna o su cintura con tal de no soportar los golpes de ninguno de ellos.
Ese día, sin embargo, su equipo ganó y clasificó a la semifinal, y para “festejar” tomaron mucho más de lo normal, tanto que Antonio vomitó sobre su ropa de trabajo y se quedó dormido en el sofá. Ella se puso a levantar lo que podía del reguero que dejaban mientras los otros tres seguían bebiendo y tonteando con la música a todo volumen. Eran las dos de la madrugada.
—Sobrina, tráeme más cerveza —ordenó su tío, y ella le dedicó una mirada cruel—. ¡Mírame bien, chamaca, que te reviento la cabeza! ¡Tráeme la cerveza a la de ya!
Sabrina abrió la refrigeradora y tras sacar el último six y darse cuenta que no solamente era el último sino que también lo único que había en la refri, supo que mañana aguantaría hambre a menos que se la chupara al de la tiendita a cambio de más provisiones.
—Ya es el último —dijo, sacando unas botellas y llevándose las vacías. Los tres viejos se abalanzaron sobre las cervezas y a ella Narciso la sujetó de la muñeca, Sabrina se giró y el cabello que llevaba corto hasta los hombros se agitó rozándole la barbilla.
—A ver, ya que estás aquí, voltéame los ojos como hace rato, ¡eh! A ver si te atreves, cabrona. —Hablaba con el deje de los borrachos y los ojos morenos le brillaban como tal, desprendía un olor a sudor agrio y cerveza barata.
—Ya, tío, suéltame —dijo ella, intentando zafarse, pero su tío trabajaba en una fábrica moviendo material pesado, como los otros tres, y tenía tanta fuerza como músculo en los brazos, era un hombre musculoso y ancho, un saco de testosterona que llevaba suficiente rato con la verga morcillosa de tanto verle chocho a través de la ropa a la pequeña adolescente.
—¡No! A ver, pendeja, mírame como hace rato.
—No inventes, Narciso. —Comenzaba a dolerle la muñeca y a preocuparse por el comportamiento de su tío, si le gritaba otra vez la iba a golpear y no quería pasar el fin de semana con una bolsa de hielo en la cara.
—¡Invento lo que quiero! Tu papá y yo no nos matamos trabajando para que salgas malcriada y zorra como tu madre, ¡mira cómo te vistes, puta! —dijo él, alargando la mano libre para tomar el borde del pantaloncillo y de una bajárselo, dejándole el coño lampiño al descubierto. Sabrina se alteró, gritó e intentó apartarse pero la tenía bien sujeta—. Mira ese coño, solo las putas tienen el coño rasurado. ¿Eres una puta?
—¡No! ¡Suéltame! ¡Papá! —chilló, esperando que Antonio la ayudara pero éste estaba profundamente dormido. Los otros dos se rieron al verla agitarse intentando liberarse y subirse el diminuto short que tenía enrollado entre las piernas.
—Pendeja, éste idiota no te va a salvar de la que te voy a dar. ¡Agarren a la putita! —dijo a los otros dos, igual de fuertes y marcados en músculos que él, sin problemas la sujetaron de los brazos para que él le terminara de sacar el pantaloncillo. Como tenía uno a cada lado estos aprovechaban para decirle lo puta que era y magrearle las tetas sobre la tela de encaje.
—¡Suéltenme! ¡Voy a gritar!
—Grita lo que quieras, puta —dijo Narciso, acercándose y sujetando su mandíbula con fuerza—, ya los vecinos saben que te vamos a coger, les pagamos para que se hagan de la vista gorda, ¡es más!, quizá los tengamos aquí viendo cómo te follamos un día, ¡o mejor!, cobraremos para dejar que te llenen de leche, perra.
—Te vamos a usar como nuestra putita personal y te vamos a vender como a un agujero saca leche, ¿te gusta la idea, pendeja? —gruñó Lorenzo a su izquierda.
—Agárrenla que le voy a comer el coño hasta que se moje la perra esta. No me gusta follarme a una mujer seca.
Narciso se arrodilló e intentó abrirle las piernas pero Sabrina le dio una patada de improvisto y le hizo sangrar el labio inferior, se enfureció y los ojos le brillaron con un arrebato de ira. El golpe le cruzo la mejilla pero no fue más que una cachetada que le escoció la piel, Lorenzo y Casimiro sujetaron una pierna de cada lado y la llevaron a la mesa del comedor donde la abrieron como a una estrella de mar y la ataron con los manteles de cocina, delantales o lo que se encontraran en el chiquero en que vivían, dejándola expuesta para que Ciso la comiera hasta hartarse, incluso se puso una servilleta al cuello y se sentó a una silla como si se preparara para cenar, cosa que los otros dos aplaudieron mientras Sabrina chillaba porque la dejaran en paz.
Cuando Narciso comenzó a comerle el coño a la adolescente ésta dejó de gritar como una loca y comenzó a quejarse, a rogar que no la tocaran, que no la violaran, pero la lengua de su tío ya se había comido a muchas quinceañeras como ella, apretaditas y presumidas que se creen mejor que ellos sólo por ser jóvenes y bonitas. Le gustaba embaucarlas y cogérselas, luego dejarlas y olvidarse de ellas para siempre para que tuvieran claro que eran unas perras que servían sólo para ser cogidas y desechadas, pero su sobrinita llevaba mucho rato ya escapándosele, presumiendo sus tetas abundantes y su coño marcado en los pantaloncitos.
No se sorprendió al sentir lo fácil que entraban sus dedos, sabía que era una puta caliente y lo comprobó cuando sintió que, pese a que se quejaba y lloriqueaba, se mojaba.
—¡Esta pendeja ya se mojó! —exclamó con risa, siguiendo el dedeo y llamando a uno de sus amigazos para que se acercaba, tomara el asiento y cambiara la lengua que probaba el coño, él se fue hacia la cabeza de Sabrina, que colgaba por el borde del comedor para cuatro—. Ahora me la vas a chupar mientras Lore te hace correr, pendeja, no me la muerdas o te golpeo, ¿entendiste?
—¡Vete a la mierda! —respondió ella, intentando mover los brazos pero las ataduras en las muñecas le impidieron hacer nada, la respuesta de su tío fue darle otra cachetada y desnudarle las tetas, el top quedó enrollado en su cintura y la camisa en sus hombros, le palmeó las tetas y le pellizcó tan fuerte que la hizo gritar, las tetas de la adolescente se le desparramaban entre los dedos.
Se bajó la bragueta y la adolescente lloriqueó más, pero abrió la boca y el pene erecto y gordo de Ciso llegó a su boca con un olor a orines algo fuerte, él golpeó sus mejillas y su barbilla, luego sujetó su nuca con una mano, la verga con la otra y guio su falo al interior de la quinceañera mientras su amigo le comía el coño.
—Respira —dijo cuando se la sacó, y la volvió a meter pero ahora contaba con toda la lubricación que la saliva de la perra había aportado—. Relaja la garganta —indicó cuando comenzaba a hundirla toda dentro hasta ver cómo se formaba el abultamiento en la parte exterior de su garganta donde él tenía la mano para sentir su propia verga—. Esto es lo que eres, un hoyo para descargarse la leche, igual que tu madre, ¿ya sabías que nos la cogíamos todos? Era una puta, nuestra puta, y tú eres idéntica a ella, pero a diferencia tú no te vas a ir porque te vamos a dejar siempre llena de leche.
Sabrina quiso protestar, quiso pelear y luchar al escuchar los insultos, eso era para ella cuando la comparaban con su madre, pero por más que intentaba mover las manos las tenía bien atadas, y no podía gritar porque tenía la boca llena de polla. Los tres se rieron al verla y siguieron jugando con su cuerpo.
Casimiro, haciendo honor a su nombre, tenía un ojo de vidrio y escaza vista en el otro que le quedaba, pero vaya que sabía comerle las tetas a la quinceañera sin necesidad de verla, can la mano izquierda se hacía una paja monumental. Lorenzo disfrutaba abriendo sus labios vaginales para sacar la lengua y penetrarla con ella, le encantaba el sabor de una jovencita tierna y limpia como ella, no como las putas de su barrio que eran pasadas por uno y por otro.
Sabrina luchaba por no querer, por no sentir, pero sentía lo que sentía y no podía hacer nada si la verga que tenía en la boca le provocaba tanto placer como la lengua que tenía en el coño y si a eso le sumaba al medio ciego que le comía las tetas… ¡Joder!, Sabrina estaba chorreando esperando por una verga en su coño.
—A ver, ven tú a cogerle la boca, yo me la quiero coger ya, ¡venga!
Los amigos se rotaron los puestos con la perrita, Lore, que le comía el coño pasó a las tetitas expuestas por la blusa hecha un rollo bajo sus hombros y el top en la cintura, rojas por los morreos del otro; Casi pasó de las tetas a cogerla boca con una verga mucho más pequeña pero larga que no alcanzaba a llevar hasta el fondo; y su tío pasó de su boca a su coño mojado e irritado. Sintió la punta de la polla en su entrada pero Casi le cogía la boca tan fuerte que no podía ni mover el cuello, Ciso se la dejó ir con fuerza y la hizo atragantarse con la polla en la boca de la sorpresa y el escozor, pero pronto la gruesa polla de su tío comenzó a darle placer y hacerla empaparse aún más.
—¡Ah!, le gusta a la pendeja. ¡Lo sabía, igual a la madre! ¿No, muchachos? —Lore y Casi estuvieron de acuerdo mientras Sabrina retorcía las caderas al sentir ahora los dedos ásperos de su tío arrastrando sus jugos hasta su clítoris para masajearlo, ella comenzó a jadear como una perra y sentía a su tío embestirla con odio pese a su estado ebrio—. ¿No que no querías, pendeja? ¿No que no querías? Muy digna y presumida la perra esta pero bien que se deja coger, ¿te vas a correr? ¿Mmm…? ¿Te vas a correr en mi polla? —Sabrina quería gritar que sí, rogar por polla, pero Casi le causaba tanto placer en su boca como su tío Ciso en su coño—. Córrete en mi polla, perrita, córrete para que te llenemos de leche, ¿no, muchachos?
Los amigos volvieron a estar de acuerdo y cuando menos lo esperaban vieron a al quinceañera pelinegra retorcerse, apretarles las pollas y del coño le salió un chorro que empapó la ropa de trabajo de Narciso, pero éste no dejó de bombearla, encantado con la fenomenal corrida de su perra sobrina, Sabrina, pensando en preñarla como a una perra para cogerse también a su hija, y Casi se corría en su boca pensando en darle de beber leche caliente y Lore en sus tetas para aderezarla como a una botana.
La desataron pero la dejaron tendida en la mesa, jadeando como una perra y goteando semen desde todos los agujeros. Se fueron por esa noche pero volvieron para cumplir su promesa.
***
¡Hola, Emma otra vez!
¡Vamos a conocer a Sabrina! Ésta es otra de mis chicas de la saga de relatos que comienza con «Entrenada por los muchachos» (si no lo han leído pasense por allí). ¿Qué opinan de ésta perrita? Aquí comienza su historia, ¿qué creen que pasará?
Ya saben que me gusta leer sus opiniones y comentarios sobre la historia.
Un beso,
Emma.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!