Secreto entre los hombres de la familia (2ª parte).
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ohmydog!.
Lo que siguió fue un beso mágico que hizo que todos mis miedos desaparecieran. Fueron sus labios y los míos, nuestras barbas húmedas por el aliento y uno escupiendo saliva en la boca del otro. Fueron los cuerpos de ambos explotando de tanto deseo guardado. El pecho de papá contra el mío y nuestros corazones acelerados latiendo en sincronía de emoción. Nuestras manos chocándose torpemente al querer abrazarnos, acariciarnos, sentirnos, todo al mismo tiempo. Mis manos más torpes aún por lo nervioso que estaba. Papá me abrazó muy fuerte y me susurró al oído: “Tranquilo mi chiquito hermoso. Abrazame y quedémonos así un rato”. No dijo nada más y yo hundí mi cara en su pecho, justo ahí donde se juntaban sus pectorales y había más cantidad de pelos. Conforme me iba tranquilizando, más me iba percatando de los detalles que hasta el momento habían sido sólo imaginados. ¡Qué rico olor que tenía la piel de papá y qué suaves se sentían los pelos de su pecho en mi cara! ¡Qué hombre tan hermoso en toda su extensión: sus volúmenes, sus huecos, sus músculos, su voz, su sexo!
Después de un largo rato de habernos petrificado en aquel abrazo, papá me propuso bajar a comer y así lo hicimos. Bajamos los dos desnudos, de la mano, mirándonos y sonriéndonos sin ninguna vergüenza. Sintiéndonos libres. Una vez en la cocina comimos y charlamos de miles de cosas. De mí, de él, del abuelo, de su relación y demás. Papá no dejaba de acariciarme mientras hablábamos y yo no podía dejar de mirarlo y admirarlo. En un momento me levanté y caminé hacía él. Corrió su silla hacia atrás y me dio lugar para que yo me sentara a horcajadas en su regazo. Nos miramos profundamente, nos olimos, nos reconocimos uno en el otro como buscando acentuar nuestra relación padre – hijo y nos besamos tiernamente. El beso cálido y delicado pronto se volvió salvaje y descontrolado. Y así nos dejamos llevar. Lo que empezó en la cocina terminó en la sala. No puedo describir con lujo de detalles como se fueron sucediendo las cosas. Sólo sé que lo amé y él me amó. Nos chupamos, nos cogimos, nos acabamos, nos acariciamos, nos lamimos, nos penetramos. Gritamos, gemimos, hablamos, balbuceamos. Hoy, todavía no puedo ordenar las imágenes que vienen a mi mente. Recuerdo que de pronto papá estaba chupándome el culo de una manera que yo sentía que me iba a desmayar de placer. Recuerdo buscar su boca para sentir el sabor de mi agujero en sus labios. Recuerdo un 69 que empezó besándonos en la boca, siguió por chuparnos los pezones y terminó por devorarnos las vergas y hasta los culos. Luego papá refregándome enloquecido su culo contra toda mi cara hasta el punto de casi dejarme sin respiración y yo loco de pasión, mordiéndoselo. Al rato nomás, papá estaba pidiéndome por favor que lo dejara ponérmela a lo cual yo le respondí que por favor me cogiera.
En ese momento fue cuando vi una de las imágenes más sublimes de mi viejo. Lo vi apostado entre mis piernas con toda su verga adentro de mi culo empujando bien profundo. Todos los músculos tensos y cada relieve de su cuerpo realzado por el brillo del sudor. Con los ojos cerrados, respirando pesadamente, parecía transportarse a otra dimensión. De pronto papá me miró a los ojos y me dijo con un hilo de voz: “¡Mi amor, como te amo!”. Sólo un par de embestidas más y papá estaba acabando en mis tripas como un animal empujando con su pelvis cada chorro de leche más y más adentro. Fue un orgasmo interminable que dejó a mi padre casi sin fuerzas abrazado a mis piernas tratando de recuperar el aire. Pensé que se quedaría así por un par de minutos hasta que pudiera moverse nuevamente pero para mi sorpresa en un par de segundos más estaba sacándome la pija del culo y agachándose para empezar a darme un chupada de ojete antológica. Aún notablemente excitado me pidió que le devolviera la leche que me había dejado en los intestinos. Hice un poco de fuerza y su esperma empezó a brotar. No pude evitar que se me escaparan algunos pedos pero eso hacía que papá se calentara más. Juntó con la lengua sus propios jugos que manaban de mi culo y luego los compartió conmigo en un delicioso beso. Atiné a agarrarme la pija para hacerme una paja y acabar mientras nos besábamos pero mi viejo me detuvo diciendo que yo le acabaría adentro como él lo había hecho. Escupió algo de saliva lechosa en su mano y se la pasó por el ojete y se me sentó en la verga. Apenas sentí el intenso calor de sus tripas supe que no aguantaría mucho sin acabar. Y así fue. Apenas ver la cara de placer de mi padre mientras se deslizaba sobre mi pene me hizo soltar toda mi leche sin control. No emití ni un gemido. Sólo un apagado sollozo de emoción. Papá me miró extasiado y me sonrió: “¡Te acabaste mi chiquito hermoso… y en el culo de papi, mi amor!” Lentamente se fue incorporando y fui sintiendo como mi acabada se escurría de su culo. Quisimos saborear mis jugos también así que se sentó sobre mi cara, al alcance de mi lengua que escarbaba en su ojete para sacar más líquido. Pude ver perfectamente como su esfínter se aflojaba dejando caer borbotones de leche. Extasiado por semejante imagen, enterré mi cara entre sus cantos y lo dejé que me enchastrara todo. Al rato papá estaba lamiendo mi nariz, mis pómulos y mi frente y sorbiendo los restos de semen en mi barba.
El olor a esperma se fundía con el olor a sudor y nos hacía seguir excitados. Y no podíamos ni queríamos dejar pasar la oportunidad. Ahora más tranquilos ambos, seguimos acariciándonos y diciéndonos cuanto nos amábamos y deseábamos. Al cabo de un rato, papá estaba en cuclillas sobre mi cara mientras yo me devoraba su culo y su entrepierna entera. Debo confesar que nunca he conocido un hombre cuyos huevos olieran tan deliciosamente salvaje como los de mi viejo. Eso hacía que yo le comiera las pelotas con desesperación y que él no pudiera aguantarse las ganas de pajearse con desesperación también. No pasaron más que unos minutos de jadeos y placer intensos para que papá se levantara un poco y apunte con su verga directamente a mi boca para regalarme su segundo orgasmo. Yo apuré el ritmo de mi propia paja y mientras saboreaba la verga de papá toda untada en su deliciosa esperma, acabé tan intensamente que parecía que algo en mi bajovientre se desgarraba. Mi papi hermoso me besó la pija y suavemente sorbió las gotas de leche en mi ingle y en mi panza para luego tirarse sobre mí. Aún jadeantes en busca de aire, nos miramos a los ojos y nos sonreímos con complicidad. “¿Te querés bañar con papá, bebé?” – me preguntó. Sólo le sonreí, no tenía más fuerzas para emitir palabra.
Agotados nos besamos saboreando no sólo la leche en nuestros labios sino también el sabor de lo prohibido; sabíamos que la gente condenaba aquello que pasaba entre nosotros y supongo que eso lo hacía aún más emocionante… Coger con alguien de nuestra propia sangre era pecado puro, depravación absoluta… ¡y esa era la mejor parte para nosotros!
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