SECRETOS CON UNA MADRE
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Hola a todos.
Creo que todos tenemos secretos, que guardamos por siempre. Cosas que vivimos e hicimos, y vivirán en nuestro degenerado ser y no contaremos a nadie aunque eso haya sido uno de los momentos más satisfactorios de nuestra vida jajaja.
Hoy me atreveré a relatar uno de los míos.
Esto sucedió cuando yo recién tenia los 15 o 16 añitos jijijiji. Era un chavo “no tan normal”, pues gran parte de mis experiencias sexuales las había tenido con mis hermanas y hermanos menores. Según recuerdo, empecé a tener sexo con ellos desde que cumplí los 12 o quizás menos.
Una tarde de un día cualquiera, estábamos en plena orgia con mis dos hermanas de 13 y 10 años. Los tres nos revolcábamos en la cama como unos expertos en sexo. La mayor de las dos, quien ya era una experta en el arte del amor cogía conmigo en posición de perro mientras mi hermana se dedicaba a mamarme los huevos. La menor metía su cabecita entre mis pernas y chupaba mientras ingería nuestros jugos preseminales. La muy putita, gemía de placer y se tocaba sus partes aun vírgenes. De vez en cuando aprovechaba y con su manita tomaba mi verga y se la metía en su boquita jadeando de gusto. Los tres gozábamos como locos.
Esta escena la habíamos repetido una docena de veces. La misma historia, mi hermana mayor y yo cogiendo, mientras la menor solo se masturbaba o esperaba a que yo la hiciera acabar con mi lengua, pues consideraba que era demasiado menor para penetrarla.
Como dije, gozábamos de lo lindo. Lo cual implicaba que olvidáramos que alguien pudiera vernos y descubrir nuestro secreto hasta entonces.
Yo sudaba mientras ponía todo mi empeño en satisfacer a mi hermana que estaba ante un eminente orgasmo. Sus lamentos (o quizás no lamentos, sino gritos de placer) eran el motivo para que ego de hombre me empujara a darle como a ella le gustaba. Fue en ese entonces que pude ver de reojo a la sombra de una persona que se ocultaba tras el quicio de la puerta, y nos observaba oculta hasta entonces.
Mis deseos desaparecieron, y aun con mi verga a todo vapor me levante y corrí hacia donde podría ver a quien nos espiaba. Cuando llegue solo vi la silueta de una mujer metiéndose a uno de los cuartos de la casa, creí ver a mi madre y regrese a donde mis presas y les ordene levantarse y colocarse sus ropas ante el eminente peligro que ello representaba.
Tratamos de actuar lo más normal posible. En la casa se percibía un silencio sepulcral, lo cual me hizo dirigirme sigilosamente hacia el cuarto donde sabia estaba quien había interrumpido nuestro gran momento. Escuche quejidos de placer, y al ver al interior pude ver a mi madre restregarse una tremenda vulva que parecía necesitar una verga de buen calibre. Sus labios vaginales eran gruesos y carnosos, los cuales estaban empapados de un jugo espeso y abundante. Podía ver que se metía los dedos y se contorsionaba emitiendo largos suspiros de deseo.
Aun sabiendo que era mi madre, mi miembro se despertó ante semejante espectáculo e instintivamente me lleve la mano y comencé a pajearme de manera suave, no queriendo que ella se diera cuenta de mi presencia. La vi darse vuelta y ponerse boca abajo culeando como ensartándose en una estaca mientras movía su culo como licuadora humana. Parecía excitada y disfrutar de lo más divino emitiendo ronquidos como de gata en celo.
Ella, quien siempre había sido una señora de lo más recatada era hoy lo mas degenerado que yo podía maginar. Vi meter sus dedos en su ojete y gritar aunque de manera que nadie pudiera oírle, puso su mano en la boca y lamio sus dedos y limpio sus jugos vaginales.
Yo mientras tanto estaba a punto de correrme más por ver que por estar dándome una buena puñeta. Me coloque en el hueco de la puerta y garraspé para delatar mi presencia y pude observar un rostro cubierto de pena y hasta miedo que me asombro hasta hacerme sentir mal. Me miro, sus ojos se fijaban en la verga entre mis manos y no dijo nada. Solo se lanzó en la cama como esperando una reacción de mi parte. Podía ver ante mí la más grande vulva que hasta ahora había conocido, y a la cual me acerque lentamente hasta rozar con mis labios y oler ese aroma de mujer que necesita que le den una buena cogida.
Perdí la noción del tiempo, pero no aparte mis labios de su cosa hasta que la hice acabar un par de veces. Sus labios cubrían mi nariz y podía ver cómo mientras arqueaba su cuerpo la entrada de su tremenda vulva se resecaba y me mostraba su interior. Sudaba y gemía, se retorcía y sus piernas se enroscaban en mi cabeza. Sentí que de pronto ella podía perder el sentido, pero de improviso se levantó y me tiro suavemente a la cama y empezó a darme una mamada como jamás me habían dado. Su lengua caminaba sobre todo mi miembro y súbitamente engullía como poseída todo lo que yo le estaba dando. Apretaba mis nalgas y topaba su nariz en mi estómago mientras atragantada seguía haciendo una de las sesiones de sexo oral más satisfactorias en mi vida sexual. Conocedora de su arte, no me dejaba acabar y presintiendo mi dolor de huevos la vi pararse sobre mí y dirigir esa enorme panocha hacia mi verga. Se ensarto de golpe y pude sentir esos movimientos de licuadora mientras disfrutaba de mi verga. Yo disfrutaba de lo lindo y podía sentir ese algo diferente entre mis otras mujeres (mis hermanas) y esta señora que yo sabía era algo prohibido. La sentí correrse y rápidamente se levantó un poco y me dijo:
-Quiero que me des por el culo.
Sin consultarme tomo mi fierro y lo coloco en su agujero y creí ver hasta estrellas cuando se enterró en algo tan apretado que parecía estar virgen.
-Esto jamás lo hecho con nadie – susurró-.
Ni pude contestar, estaba tan excitado que me enfoque en descargar todo el semen acumulado desde cuando fui interrumpido de coger mis hermanas.
Sentir que el alma se salía del cuerpo, aun así pude ver a mis dos hermanas espiando y sonriendo mientras se tocaban sus partes. Parecían estar gozando de vernos mientras eyaculábamos ambos.
Después del tremendo polvo que acabábamos de echar nos quedamos quietos, recostados uno al lado de otro. Seguimos en silencio hasta que fue roto por ella y dijo:
-Esto que acabamos de hacer no debió suceder nunca, aunque es lo rico que he cogido –dijo-.
-Tengo días de verte coger a tu hermana y he visto cuando disfrutan en sus juegos. Tú sabes que no está bien, y que no lo apruebo. Pero sabes algo, si es de su gusto háganlo, pero tengan cuidado de no dejarse ver por su padre o vayan a descuidarse y terminen embarazados. A Lidia (mi hermana menor), todavía es una niña y no estaría bien que le quitaras su virginidad todavía.
Ah, agrego. Una cosa si está demasiado mal. Te vi cogiendo a tu hermano y creo que las relaciones entre hombres, como esta que acabamos de tener no se deben repetir. Por favor hijo –me suplico-. No lo vuelvas hacer.
Guarde silencio. No supe que decirle y me limite a tocarle uno de sus pezones aun erectos. Ella sonrió y balbuceo:
-Parece que mi mejor polvo no escucha. Vete, tengo sueño. Necesito descansar.
Salí del cuarto, afuera estaban mis hermanas. Me vieron pícaramente y nos encaminamos hacia donde momentos antes habíamos interrumpido nuestro acto y cogimos como locos.
Estaba tan excitado que eyacule pensando en mi madre en el interior de mi hermana menor. Si ese día la desvirgue y sentí como si mi verga estuviera entrando en el apretado culo de mi progenitora.
Han pasado tantos años y el recuerdo de mi madre cogiendo conmigo vive en mí aunque jamás se repitió. En mis orgías con mis hermanos trate de verla espiándonos de nuevo sin que pudiera verla.
Tantas veces yo trate de descubrirla masturbándose sin obtener resultados. Otras, la espié mientras cogía con mi padre o percibía ruidos cuando estaban en plena acción. Nada, solo termine con mi mano en mi verga e imaginando que de nuevo tenía esa panocha de infarto. Mi madre por su parte parecía dejar que nosotros diéramos rienda a nuestros instintos y casi entendí que a propósito nos dejaba solos para que hiciéramos lo que tanto nos gustaba.
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