Secretos de familia
Un inesperado encuentro con mi padre, nos cambia la vida.
Desde que el internet apareció en mi vida, supe que lo que yo viví con mi padre, no fue un hecho aislado. He leído muchas historias, falsas o verdaderas; el hecho es que el incesto, amor filial o como le quieras llamar, es más común y recurrente de lo que imaginaba. Esto, la verdad, hizo menos pesada mi carga emocional que he vivido desde entonces.
Los hechos que te relataré sucedieron hace poco más de 25 años. En aquella época tendría 28 o 29 años.
Como antecedente te he de decir que siempre fui muy caliente, de niño fui muy precoz, recuerdo que incitaba a mi hermano a que nos tocáramos las vergas o jugábamos a rozarnos las nalgas; de adolescente me gustaba espiar a mi padre en el baño y una que otra ocasión toqueteé su verga mientras dormía sus borracheras. Sin embargo no fue sino hasta los 23 años que tuve mi primera relación sexual con un hombre y poco tiempo después, con una mujer. El sexo, mucho tiempo fue para mí, como una válvula de escape a los problemas familiares, que eran muchos a causa de la manera de beber de mi padre. Por fortuna, mis padres se separaron cuando yo tenía 22 años, mi padre se fue a vivir solo y mi hermano y yo nos quedamos con mi madre. Después de la separación, las visitas a mi padre las hacíamos con cierta frecuencia, más por petición de mi madre, que por otra cosa.
Todo comenzó un sábado en la tarde, al salir del trabajo, me había ido a tomar los tragos con mis compañeros, ya oscurecía cuando decidí retirarme, me sentía mareado y muy excitado; en aquella época, recién había descubierto unos baños de vapor que estaban cerca del centro de la ciudad, había ido varias veces, era un lugar sin límites, ahí había visto cosas que jamás imaginé. Esa noche, muy nervioso pero excitado me dirigí a ese lugar, con el valor que me daba el alcohol, decidí entrar. La entrada del lugar era una casa particular: Sala, comedor, muebles, cuadros, plantas… a la salida al patio estaban los vestidores donde podías guardar tus cosas, cambiarte de ropa y bañarte, frente a ésta comenzaban 3 salas de distintas intensidades de vapor, conectadas entre sí. Más al fondo estaban dos salas de masaje y una piscina. Me quité toda la ropa en los vestidores, me puse una minúscula toalla en la cintura a modo de pareo que me habían dado al entrar, agarré un condón y salí; había mucho movimiento, jóvenes y maduros paseándose semidesnudos y algunos completamente encuerados presumiendo sus vergas y culos, era un ambiente muy intenso, uno que otro me escaneaba con la mirada… todo eso me encendía aún más.
Entré a la primera sala, gente sentada por todas partes, unas conversando otras simplemente mirando, pasé directamente a la última sala, ahí el calor era sofocante y el vapor intenso apenas me dejaba ver, después de un rato me acostumbré a la penumbra y a tientas logré sentarme lo más apartado de la gente, apenas unos segundos transcurrieron y una silueta se sentó a mi lado, comenzó a rozarme la pierna y discretamente fue buscando mi verga que de inmediato reaccionó a sus caricias, era una mano suave, tal vez de un joven; comenzó a masturbarme y cuando tomó confianza se inclinó a mamarme la verga, lo hacía muy bien. Yo, más relajado, comencé a disfrutar, pero cuando apenas comenzaba a ponerse bueno, aquella silueta se despegó de mi lado y se fue. Yo me acomodé la toalla y traté de observar: siluetas pasando frente a mí, con sus vergas paradas, otras simplemente caminando buscando algo… pocos minutos después, alguien se sentó a mi lado, esta vez era una silueta robusta, tal vez un hombre maduro y despedía un olor a alcohol que no era el mío, eso de inmediato me paró la verga que ya empezaba a perder dureza. Estuvo un rato rozándome la pierna hasta que su mano se lanzó directo a mi verga, era una mano un tanto áspera y grande, comenzó a recorrer mi verga como intentando visualizarla, agarraba el glande, estiraba el prepucio y me tomaba las bolas, comenzó a masturbarme con firmeza y suavidad, luego bajó su mano intentando buscar mi agujero, eso me incomodó un poco y le detuve la mano. Siempre fui muy malo como pasivo, no aguantaba mucho, tal vez por la torpeza o inexperiencia de los que me habían penetrado… no lo sé; era por eso que prefería ser siempre el activo en una relación, ser yo quien coja, quien penetre un buen culo. Aquel hombre no insistió más, tomó mi mano y la llevó hasta su verga. Tenía buen tamaño, estaba dura como una madera pero a la vez suave y recta, tenía no mucho pelo púbico y sus bolas estaban libres de vello, eran unas bolas de buen tamaño; comencé a masturbarlo y sentía ya lo pegajoso de su líquido lubricante, a su invitación, me incliné y dudando, me metí a la boca aquella desconocida verga, lo hice con toda la experiencia y excitación que cargaba, así estuve unos minutos hasta que aquel hombre me detuvo en seco, supuse que estaba por venirse y no quería, saqué la verga de mi boca y en un susurro envuelto en alcohol me dijo: Siéntate. Lo pensé por un momento, no estaba seguro de poder, intenté buscar otras siluetas a nuestro alrededor y no vi nada, en un arrebato de excitación, le di el condón, me lubriqué el culo con saliva y discretamente me senté sobre él buscando su verga, me la dejó ir lento, no hubo mucho dolor como siempre, la adrenalina de la situación y la excitación habían hecho lo suyo. Comencé a moverme mientras aquel desconocido intentaba seguirme el ritmo. Tenía ya toda su verga adentro y realmente me estaba gustando, lo estaba disfrutando como pocas veces, sentía golpes en la próstata que me ponían la verga a punto de estallar… un par de minutos bastaron para que, sin tocarme, me viniera a chorros, apretando mis piernas y mi esfínter, enseguida el hombre me abrazó de la cintura, apretando mi estómago, penetrando hasta el fondo mis intestinos, entre gemidos ahogados supe que se estaba viniendo… exhaustos nos separamos, me senté a recobrar el aliento, tenía las piernas salpicadas de mi propio semen.
El desconocido se levantó y me jaló la mano para que yo le siguiera, dudé pero le seguí, recorrimos la sala hasta la entrada. Él abrió la puerta y la poca luz que provenía de la otra sala iluminó su silueta… entonces paré en seco, un horrible escalofrío casi me hace doblar las piernas, la sangre se me subió a la cara a punto de explotar; el desconocido, desconcertado, viró su cara para ver qué pasaba… ¡me encontré cara a cara con mi padre!… su mirada de terror me abofeteó el rostro mil veces en un segundo. Yo, por un momento, no supe cómo reaccionar, estaba paralizado, no me respondía el cuerpo; mi padre reaccionó y salió de prisa de la sala, yo volví a entrar y logré sentarme, esperé unos minutos que me parecieron eternos y salí esperando que mi padre ya no estuviera en el lugar. Me bañé con miedo y con prisa, me vestí y salí del lugar. Un remolino de sentimientos me habían bajado la borrachera y me tenían más aturdido, caminé por un par de horas esperando llegar a casa cuando ya estuvieran todos dormidos.
Durante varias noches no pude dormir bien, me la pasaba todo el día pensando en lo que pasó, en lo que pensaba mi padre de todo esto, en el odio que me debía tener, los motivos de su divorcio… elucubraba muchas cosas, repasaba mentalmente todo, detalle a detalle y era inevitable sentirme excitado y con resaca moral después, eran demasiados sentimientos encontrados…
Pasaron varios meses y mis embrollos mentales fueron amainando un poco, evitaba ir a casa de mi padre, pero a veces me ganaba el morbo y pasaba por ahí, aunque nunca me atreví a golpear a su puerta por miedo a su reacción.
Meses después, la boda de mi hermano menor, fue el motivo inevitable para encontrarme con mi padre, apenas lo saludé antes de la ceremonia y durante todo el evento procuré mantenerme alejado de él y aunque él, a veces, me buscaba con la mirada yo le huía, lo evitaba, no sabía cómo reaccionar. La recepción fue en un modesto local con poca gente y todo estuvo bien, después de la comida y algunos tragos, la gente se comenzó a retirar; en algún momento me dirigí al baño del local y para mi suerte me topé cara a cara de nuevo con mi padre, él preparaba su salida cuando yo entraba, estábamos solos, no pude sostenerle la mirada, me sentía desnudo y avergonzado, esperaba un reclamo o algún conato de violencia… no sé, algo que me dijera lo mal que hicimos, esperaba todo, menos lo que pasó: Se detuvo frente a mí, esbozó una sonrisa que a mí me pareció cínica, se aseguró de que su cremallera estuviera cerrada y pasó a mi lado, me dio dos pequeños golpes en mi panza y discretamente y por un segundo, pasó su mano en mi entrepierna y salió del lugar. Yo me quedé desconcertado, por un lado, me sentía encabronado, molesto, por su reacción, el muy cabrón, ¡lo había disfrutado también y le valía madres!… por otro lado me sentí excitado por la caricia. Un remolino de sentimientos de nuevo me aturdía la cabeza.
Cuando la fiesta terminó, la petición de mi madre de llevar a mi padre a su casa, me puso a punto del infarto. Nervioso y excitado hicimos el trayecto solos él y yo en silencio. Cuando llegamos a su casa mi padre me invitó a pasar, yo me negué, sabía sus intenciones; él no insistió, pero cuando estaba a punto de abrir la puerta para salir del auto, mis manos volaron hasta su entrepierna y le agarré los huevos, él se detuvo un momento y me dijo: “mete el auto”, se bajó y abrió el garaje, metí el auto y me quedé sentado mientras mi padre cerraba el portón. Me quedé unos segundos, no estaba seguro de bajarme, pero a la vez me sentía muy excitado; nervioso, en un arrebato salí del auto y mientras él buscaba las llave para abrir la puerta de su casa, abrí la puerta trasera del auto, me bajé los pantalones y me acosté boca abajo en el asiento trasero; no esperé mucho tiempo, unos segundos después escuché a mi padre quitarse el pantalón. Se montó sobre mí como un perro en celo, me clavó su verga apenas lubricada hasta el fondo, chillé e intenté zafarme por el dolor, pero él me tenía sometido completamente. Comenzó a mordisquearme la oreja y besarme el cuello, dejaba salir alguna frase como “que rico culo tienes” y cosas de esas… minutos después y sin poder evitarlo me vine sin tocarme, manchando el asiento y convulsionándome sobre el, creo que en ese momento mi padre se vino dentro de mí, no me di cuenta sino hasta que casi de inmediato sacó su verga y un ligero olor a semen y mierda inundó el auto recordándome que no estaba preparado para todo lo que pasó.
Agarrándose los pantalones sin abrochar, mi padre se salió de auto. “ven a lavarte”, me ordenó. Después de limpiar el asiento, entré a la casa y me dirigí al baño, me sentía con olor a semen; él ya se bañaba, yo sentía que el semen se me escurría por las nalgas y me senté en la taza del baño, él terminó de ducharse y comenzó a secarse frente a mí. Después de muchos años volví a ver a mi padre encuerado; seguía estando su cuerpo macizo pero sus tetillas empezaban a perder firmeza y sus nalgas que disfrutaba espiarlas cuando era adolescente ya empezaban a ceder ante la gravedad. Su cuerpo lampiño, brazos gruesos al igual que sus piernas, una modesta panza contrastaba con el arco de sus nalgas y una verga de unos 15 cms., aún semi erecta… ¡el muy cabrón se veía muy bien!… yo apuré mi ducha en silencio y de inmediato salí sin decir palabra, tenía la resaca moral del tamaño del mundo. Esa fue la primera relación consensuada que tuve con mi padre, en la que ambos sabíamos lo que hacíamos y nos valía madres…
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