Secretos de una Menor: Capitulo 2 Descubrimientos Prohibidos.
Este relato te invita a explorar los rincones más intimos de la curiosidad y el deseo. Te sumerge en un mundo de sensaciones, donde lo prohibido y lo permitido se entrelazan. Viaja junto a Dafne sintiendo sus emociones siguiendo su viaje de autodescubrimiento..
La habitación estaba bañada por la luz del sol de la tarde, filtrándose a través de las cortinas semicerradas. El aire era cálido y húmedo, típico del verano, y una brisa suave entraba por la ventana entreabierta, llevando consigo el canto de los pájaros y el aroma de las flores del jardín. El ventilador de techo giraba lentamente, creando una corriente de aire que refrescaba ligeramente la piel.
Dafne, con su curiosidad y nerviosismo a flor de piel, se acercaba al costado de la cama donde su padre yacía dormido. Ella vestía una camiseta de algodón vieja de mamá que llegaba justo por encima de sus muslos. El camisón era de un suave color pastel, con pequeños dibujos de estrellas y lunas que se notaban mejor bajo la tenue luz del sol que se filtraba por la ventana. Sus pies descalzos se movían silenciosamente sobre el suelo de madera mientras rodeaba la cama. Su cabello, ligeramente desordenado, caía en ondas suaves sobre sus hombros. A pesar de su apariencia inocente, había algo en su postura y en la manera en que se movía que sugería una confianza y una curiosidad más allá de su edad todo adornado por su coquetería natural. Su padre estaba vestido solo con bóxer, su cuerpo relajado y vulnerable. Dafne se detuvo al costado de la cama, observando, su corazón latiendo con anticipación. Podía ver el subir y bajar rítmico de su pecho, el movimiento casi imperceptible de sus párpados, y la relajación total de su cuerpo. «Parece tan tranquilo», pensó Dafne, sintiendo una mezcla de ternura y curiosidad.
Con manos temblorosas, Dafne extendió su brazo y colocó suavemente su mano sobre el abdomen de su padre, sintiendo cómo respiraba. Su piel estaba caliente y ligeramente sudorosa, y en su mano podía sentir el vello suave y rizado bajo sus dedos. «Es extraño, pero me gusta tocarlo», reflexionó, sintiendo una chispa de curiosidad. Su padre no se movió, pero ella notó una ligera tensión en sus músculos, como si estuviera manteniendo la respiración. «Me pregunto qué estará soñando.» se preguntó, intrigada.
Dejando que su mano viaje más abajo, siguiendo la línea de vello que desaparecía bajo la cintura de su bóxer, le comenzó a dar un poco de calor, pero recordó que sus “tíos” le habían dicho que era normal. Dafne metió la mano dentro, sintiendo cómo el elástico se estira ligeramente. Tocó algo y retiró la mano; miró a su padre rápidamente que seguía sin moverse, ella podía sentir cómo su respiración se volvía más profunda. «Me pregunto si se dará cuenta de que estoy aquí», se dijo, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo.
Lo intentó nuevamente y de forma lenta nuevamente deslizó la mano, pudo tocar su miembro. Dafne sintió una mezcla de asombro, nerviosismo y un escalofrío que recorría su cuerpo y terminaba en una sensación rica en su estómago. «Es suave y cálido», pensó, su voz interior llena de asombro. No es como cuando toqué a los tíos, no alcanzó a pensar eso cuando sintió cómo empezaba a crecer en su mano. «Es extraño, pero me gusta cómo se siente», reflexionó, moviendo su mano lentamente, sintiendo cada vez más como crecía, acariciando esas venas gruesas, explorando cada centímetro, sintiendo el calor y cómo latía y pulsaba con vida propia. «Es como si tuviera un poder sobre él, incluso cuando está dormido.» pensó Dafne, sintiendo una mezcla de nerviosismo, alegría y curiosidad. Con cada caricia, podía sentir cómo su padre respondía, su miembro creciendo y endureciendo bajo su toque. La sensación era extraña y fascinante, una mezcla de suavidad y firmeza que la intrigaba. Con la mano, Dafne deslizó lentamente el bóxer de su padre, revelando por primera vez su miembro erecto. Se acercó más. casi sintiendo el calor en su cara, notó una pequeña gota de líquido que aparecía en la punta. Intrigada, Dafne se inclinó aún más, para observar bien, le gustó el olor que emanaba, acercó muy lentamente su otra mano estirando un dedo para capturar ese líquido. Apretó un poco ese monstruo entre su mano, un poco más de líquido apareció, el dedo casi tocaba ese atrayente fluido. Escuchó los pasos de su madre acercándose por el pasillo, cantando una melodía suave. «Mamá», pensó, su corazón latiendo con nerviosismo. «¿Y si me descubre?» Sacó rápidamente su mano y volvió el bóxer a su lugar. Dio la vuelta alrededor de la cama, tirándose al lado de su padre, tratando de parecer dormida.
Su madre entró en la habitación. Mamá abrió la puerta y Dafne se sentó lentamente en la cama, como si acabara de despertar. Su madre le quitó el pelo de la cara. «¿Qué haces aquí, Dafne?» preguntó, en tono suave pero curioso.
Dafne, cabizbaja, respondió: «Solo vine a ver a papá. Esperando que despertara me dormí. Me voy a mi cama ahora».
¿Segura te sientes bien?, te veo un poco roja, espera veré si tienes fiebre. No mamá, tengo mucho sueño, eso es todo.
Su madre la miró con una mezcla de curiosidad y afecto, pero no dijo nada más. Dafne salió de la habitación, sintiendo una mezcla de emociones: un cosquilleo en el vientre, una sensación de calor que se extendía por su cuerpo, y una nueva conciencia de su poder sobre los hombres. Mientras caminaba por el pasillo, no podía dejar de pensar en lo que había descubierto. Su mente estaba llena de imágenes y sensaciones, y se preguntó qué más podría descubrir sobre su cuerpo y el de los demás. La idea de tener ese poder, hacer que un hombre reaccionara de esa manera incluso dormido, la llenaba de una emoción y una confianza nueva. Sabía que había mucho más por explorar, y estaba ansiosa por descubrirlo.
Dafne se dirigió a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Su corazón aún latía rápidamente, y esa sensación de calor y cosquilleo no se había disipado. Curiosa, metió la mano dentro de su ropa interior y sintió en sus dedos un líquido que emanaba de su interior. Sacó sus dedos y los olió; era rico, con un aroma dulce y ligeramente salado. Pasó su lengua por los dedos y sintió un sabor raro, pero no desagradable. «Es como si mi cuerpo estuviera haciendo algo raro,» pensó, intrigada y llena de una energía desconocida.
La madre de Dafne, después de dejar algo en el dormitorio, salió, el hombre que dormía en la cama, abrió los ojos mirando el techo. Llevó su mano a la entrepierna, con una pequeña sonrisa aun sintiendo esa manito cálida en su miembro. Pensó que se le abría un mundo de posibilidades. Le gustaba la idea de que Dafne no supiera que él se había dado cuenta. Podría acercarse a ella de nuevo, sin que ella sospechara, y explorar más de lo que había comenzado. Era un poco retorcido, lo sabía, pero le encantaba la sensación de poder y control. «Quizás la próxima vez, no esté dormido,» pensó, con una sonrisa perversa en su rostro.
Más tarde, Dafne se encontraba en la cocina, en el taburete alto sin respaldo que tanto le gustaba, comiendo un rico helado de chocolate que había quedado del día anterior. Se había bañado y vestía solo una toalla blanca y esponjosa, que, al ser pequeña le cubría de sus pechitos hasta la rodilla. Su pelo, aún húmedo, caía en ondas suaves sobre su espalda, brillando bajo la luz del sol que se filtraba por la ventana.
«Hola, pequeña», dijo su padre, pegándose a su cuerpo desde atrás, su mejilla rozando la de ella. Tomó la mano de Dafne, que abría la boca para tomar otra cucharada de helado, papá la dirigió a su boca con una sonrisa cálida y una mirada que sugería algo más que afecto paternal le dijo «Gracias por el helado», murmuró, su voz profunda y suave, casi un ronroneo.
Dafne giró la cabeza, sintiendo en su mano el calor del contacto con su padre. «¿Por qué me robas mi helado?» preguntó, sus labios quedaron a una corta distancia, y podía sentir la respiración de su padre en su rostro, cálida y tentadora, casi como un susurro que prometía secretos.
Dafne sintió un suave tirón de pelo que le echaba la cabeza hacia atrás juguetonamente, su padre acercándose a su rostro dijo: «Eres toda una niña grande ahora, ¿verdad?, enojándote con papá?» Sus ojos brillaban con una chispa de diversión y algo más, algo que Dafne no podía identificar del todo, pero que la hacía sentir un cosquilleo en el estómago.
Dafne se rio, sintiendo una ola de cosquillas en sus costillas. «¡Para, papá!» exclamó, bajando del taburete, tratando de escapar de las cosquillas. Su padre la persiguió juguetonamente por la cocina, sus risas llenaban el espacio, apenas se sentía el sonido de sus pies descalzos contra el suelo de baldosas. Dafne, a pesar de su pequeña estatura, era rápida, y la carrera continuó en el living. Por un momento, su padre la atrapó cerca de la mesa del comedor, haciendo que Dafne riera aún más fuerte, su risa llena de inocencia, pero sintiendo en su cuerpo cosas que no entendía del todo. Pudo zafarse.
Dafne se dirigió corriendo por detrás del sillón más grande, saltando por el respaldo, lo que hizo subir su toalla más allá de lo que le gustaría. Al tratar de bajarla antes de caer, se enredó cayendo con su cuerpo suave y cálido en los cojines quedando sobre el mullido sillón. Dafne trató de incorporarse, pero su padre, como un lobo que atrapa a su presa, finalmente la acorraló, atrapándola suavemente. Tomó sus muñecas levantando esos pequeños brazos a cada lado de ella por sobre su cabeza, y luego dejándola acostada e indefensa. Su padre, encima, tenía una hermosa vista de su pequeño cuerpo: sus clavículas delicadas, sus hermosos y frágiles brazos, sus axilas blancas y suaves, y la toalla corrida tapando lo justo, dejando ver sus muslos completamente.
«Te tengo», dijo su padre, con una sonrisa traviesa, sus ojos recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Dafne juntó un poco las piernas cuando vio que papá deslizaba sus ojos hacia la parte baja de su cuerpecito «Ahora, ¿qué tal si me das un beso por haberte enojado conmigo?»
Dafne, con las mejillas sonrojadas y el corazón latiendo rápido por el ejercicio físico y las sensaciones que la inundaban, miró a su padre, sintiendo una mezcla de emociones. Papá se acercó a ella acercando sus cuerpos. La indefensa niña podía sentir el aliento en su rostro y el calor que emanaba del cuerpo de su padre, además de sentir lo que había tocado más temprano bajo ese bóxer que ahora presionaba contra uno de sus muslos. Sus ojos se encontraron en un momento de intensa conexión, una promesa de algo más, algo que ambos deseaban por razones distintas pero que ninguno de los dos se atrevía a nombrar.
«Ya no estoy enojada», dijo Dafne, su voz apenas un susurro, llena de una inocencia que contrastaba con la intensidad del momento. «Está bien, pero primero, un beso», respondió papá, sus labios muy cerca uno del otro, casi rozándose, casi uniendo sus alientos. Pero Dafne prefirió darle un beso en la mejilla. Ahí papá supo que aún no era el momento. «Tengo que hacer una llamada», dijo, levantándose lentamente, su cuerpo aun vibrando con la excitación del momento. Dafne se sentó y acomodó su toalla, sus manos temblando ligeramente. Papá la apuntó y le dijo: «Eso te pasa por enojona». Dafne solo lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de confusión y algo más, algo que no podía nombrar poniéndose de pie.
Mientras papá se alejaba, Dafne, aún con el corazón acelerado, tratando de procesar lo que había sucedido, no podía dejar de pensar en la intensidad de ese momento y en la extraña mezcla de emociones que recorrían su cuerpo. Sintió una gotita de líquido que le corría por su muslo, metió delicada y suavemente su mano bajo ella y notó que estaba húmeda. Lamiendo sus dedos y disfrutando de sus juguitos, que ya le comenzaban a gustar, pensó: «Tendré que bañarme nuevamente», dirigiéndose al baño, sus pasos lentos y meditativos, perdida en sus pensamientos y sensaciones.
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