Secretos entre Primos (Parte 2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
-¿Pablo? -escuché a la distancia.
A continuación se escuchó un ladrido y Pablo me empujó hacia el lado.
Me susurró que me ocultara y rodé por entre los arbustos hasta perderme.
Desde ahí vi como se acomodaba la ropa y encendía un cigarrillo.
Segundos después apareció Antonia, otra de mis primas.
-Dios, casi me mata del susto ese perro –dijo acercándose.
-¿Qué necesitas? -preguntó mi primo serenamente.
Desde mi posición aún lograba ver el bulto prominente que tenía y que disimulaba con sus piernas cruzadas.
-Estoy muy nerviosa porque Tommy no me ha llamado y ya queda poco para navidad –dijo.
-¿Y?
-Pues que ya lleva varios días sin llamarme debido a una discusión que tuvimos- explicó.
-¿Y por qué no lo llamas tú? -preguntó Pablo confundido.
-Pues porque él lo tiene que hacer.
No seré una arrastrada -respondió.
-Ya veo –dijo colocando los ojos en blanco-.
Mujeres.
-Exacto.
Tu no lo entenderías.
-No, yo ya maduré -respondió.
Y antes de que Antonia lograra procesar la indirecta que Pablo le había lanzado, agregó-: Aún no me dices el motivo de que estés aquí.
-Pues que necesito un cigarrillo para tranquilizarme -contestó-.
Mamá no sabe que fumo y yo sé que tu lo haces, así que vine a conseguirte uno.
Por favor, no le digas ¿Si?
-Está bien –dijo sacando uno de su cajetilla y entregándoselo-.
Pero si te llegan a descubrir, lo negaré todo.
Antonia lo recibió y se fue contoneándose en dirección a la laguna.
Esperé hasta que ya no se veía y decidí salir.
Luego de sacarme dos arañas, una tijereta, una familia entera de hormigas y un kilo de tierra, procedí a caminar hacia Pablo, quién estalló en carcajadas.
-Estuvo cerca -sonrió.
-Le daré un buen trozo de carne a ese perro –dije-.
Nos salvó.
-Aún estoy duro –dijo tomándose el paquete.
En efecto, lucía grueso y erecto bajo la tela de su pantalón-.
La adrenalina me excita.
-Pues yo estoy muerto de miedo –mi corazón latía muy rápido.
-Ya, tranquilo, si no pasó nada –me palmeó el brazo-.
Ahora ven, termina lo que empezaste.
-No, lo siento.
No estoy en condiciones de continuar –y caminé en dirección a la casa antes de que lograra convencerme.
Me encerré en el baño, lavé mis manos y mojé mi rostro.
Estaba todo sudado y con el corazón acelerado.
De verdad pensé que nos descubrirían, si no fuera por ese bendito perro que la distrajo no hubiese alcanzado a alejarme.
Me miré en el reflejo del espejo y analicé lo sucedido el día anterior.
Llegué a la conclusión de que era un error y que no debería haberlo hecho.
-"Te gustó" -dijo una voz en mi cabeza
-Que me guste no significa que sea lo correcto –le respondí.
-"Si es algo que te gusta, debería serlo" -contraatacó.
-Debería -concedí-.
Pero no lo es.
-"¿Según quién?" -No supe que responder.
Salí del baño inquieto pero decidido a olvidar lo que pasó con Pablo.
Todo el resto del día lo estuve evitando, aunque se me hacía difícil ignorar su penetrante mirada.
Evité a toda costa quedarme solo con él, pues aprovechaba cada segundo para intentar acecharme y seducirme con alguna morbosa invitación.
A la hora de la cena, cuando el sol estaba en proceso de caer, se escuchó el ruido de un motor acercándose.
Segundos después se oyeron pasos que se detuvieron en la puerta, y todo terminó con un rítmico golpeteo.
Un tío abrió la puerta y dejó entrar a Federico y el resto de su familia.
Luego de los respectivos saludos, se unieron a los demás en la mesa.
Apenas se sentó Federico, Pablo comenzó a conversar con él.
Sus risas me sacaban de mis pensamientos a cada rato, por lo que decidí abandonar la mesa y salir de la casa.
Caminé unos metros y me recosté en una hamaca que estaba bajo dos árboles de Cerezas.
Mi tranquilidad no duró mucho, debido a que mis dos primos decidieron salir a fumar.
Desde la distancia lograba verlos aún sonrientes, sólo silenciados cuando el cigarrillo llegaba a sus bocas.
Poco a poco una amarga sensación fue subiendo por mi garganta cuando los veía hablar, y pronto me di cuenta que eran celos.
¿Por qué Federico y Pablo se llevaban tan bien? ¿Por qué Pablo no era así conmigo? Se veía tan alegre y amigable con Federico, mientras que conmigo era controlador y morboso.
Sacudí la cabeza para espantar esos pensamientos.
Me costaba aceptar que me gustaba la atención que Pablo colocaba en mi, y la envidia que me producía que mi relación con él no fuera igual a la que tenía con Federico.
Noté que Pablo le susurró algo a Federico en el oído, y a continuación caminaron hacia mi.
La cálida sonrisa perfecta de Federico me saludó cuando sólo estaban a unos metros de mi.
Él era un año y algunos meses menor que Pablo, por lo que bordeaba los 18 años.
Tenía cabello castaño y rizado, piel trigueña y lampiña, labios rojos y gruesos, y unos lindos ojos color aceituna.
Unos sexis lunares decoraban su pómulo, dándole una extraña belleza.
-Pablo me contó que compartiríamos habitación -dijo sonriente.
-Sí -respondí.
-El problema es que hay dos camas -continuó Pablo-.
Así que uno de nosotros la tendrá que compartir.
-Oh, pensé que sería obvio –dije-.
Creí que tu se la compartirías, Pablo.
-Bueno, verás, estamos en verano y hace demasiado calor como para compartir –dijo-.
No te ofendas, Federico, no es nada contra ti.
-Lo entiendo -concedió con una sonrisa comprensiva.
-Creo que deberá ser al azar, para que sea justo, ¿o no? -preguntó Pablo.
-Está bien por mí -respondí, aunque me sentía algo raro con la situación.
-Por mi también -señalo Federico.
Entonces Pablo sacó una moneda de su bolsillo y la lanzó al aire.
-Si sale sello, compartiré la mía, pero si sale cara, compartirás la tuya –me dijo mientras la moneda giraba.
Acto seguido, la moneda cayó al suelo y nos acercamos a mirar.
-Salió cara -observó Federico-.
Tendrás que compartirme tu cama, Jorgito.
¿Estas de acuerdo?
-Supongo que sí -respondí nervioso.
-Genial.
Llevaré mis cosas a la habitación.
¿Me acompañas, Pablo?
-Claro –a continuación se alejaron del lugar.
No pude quitarme la extraña sensación que me había dejado lo sucedido.
Esperé unos minutos y entré a la casa.
Mis primos ya estaban en nuestra habitación guardando las cosa de Federico y preparando las camas.
Aproveché que el baño estaba desocupado y entré para darme un baño y así lograr refrescarme y pensar.
Después de unos minutos llegué a la conclusión que Pablo no se atrevería hacer nada si Fede estaba con nosotros, de todas formas, lo intentaría ignorar para evitar tentaciones.
Cuando terminé la ducha, me di cuenta que no había llevado toalla ni mi pijama.
-¡Mamá! -grité-.
¡Papá! ¡Alguien!.
¡Quién sea!
-¿Qué pasó? -preguntó Pablo entrando rápidamente junto con Federico.
Me cubrí con la cortina para hablar.
-Necesito mi toalla y mi pijama –dije sonrojado.
-Ah, eso.
Nos asustaste –dijo Federico.
-¿Dónde están? -preguntó Pablo.
-En mi mochila -respondí.
Luego salieron y me dejaron solo nuevamente.
Continué disfrutando del agua hasta que la cortina se abrió abruptamente.
Ni siquiera atiné a cubrir mi cuerpo pues el aire había salido de mis pulmones por la sorpresa.
Pablo se encontraba ahí, mirándome descaradamente.
Una sonrisa provocadora salió de su boca mientras recorría mi cuerpo son sus ojos.
-Sólo me aseguro de que quedes bien limpio –dijo sin borrar sus sonrisa.
Luego se giró y salió.
Me quedé jadeando y todavía en shock.
No entendía lo que estaba pasando y me asustaba la incertidumbre.
Una parte de mí estaba enojado por las atribuciones que se tomaba Pablo, debido a lo incorrecto de nuestros actos.
Pero otra parte se sentía excitada y se nutría de las miradas de deseo que me proporcionaba Pablo.
En esta ocasión la primera parte se impuso y decidí salir como si nada de lo sucedido me afectara, como una manera de demostrarle que yo no iba a caer en su juego.
Federico y Pablo se encontraban hablando al lado de la ventana.
Una deliciosa corriente de aire fresco recorría la calurosa habitación.
Ignorándolos a los dos, procedí a acostarme lo más al rincón posible y me tapé solo con una sabana para no sofocarme.
Segundos después, Pablo y Federico decidieron imitarme.
Los oí quitarse la ropa mientras seguían hablando, pero mi cabeza continuaba mirando a la pared hasta que Federico me llamó:
-¿Te molesta su duermo en boxers? -preguntó.
Estaba casi completamente desnudo, sólo esa prenda cubría su cuerpo-.
Es que hace mucho calor.
-Yo dormiré desnudo –dijo Pablo sin que nadie le preguntara.
-Ya, pero yo compartiré cama con Jorgito.
Sería muy incomodo para él si duermo sin nada.
-dijo Federico.
-Está bien -respondí-.
Duerme con boxers, no me molesta.
-Gracias –dijo.
Luego lo observé acostarse a mi lado.
Amaba como se veían sus lunares ubicados en lugares estratégicos de su cuerpo.
Provocaban ganas de besarlos uno a uno.
Espanté esos pensamientos y me giré dándole las espalda.
Luego de lo que parecía ser una hora, el calor que sentía se comenzaba a hacer insoportable.
El calor que emanaba el cuerpo de Federico aumentaba más mi temperatura y lo sentía demasiado cerca.
Lentamente, para no despertar a mi primo, fui sacando mi pijama para quedar sólo con mi slip y así poder dormir mejor.
Pero no salió como esperaba, debido que ahora sentía el contacto de su piel contra la mía, provocándome cosquillas en todo el cuerpo.
Era tan cálida y suave.
me llamaba para acercarme aún más a él.
Quise luchar con la tentación de pegarme más a su cuerpo, pero era más fuerte y lo hice, además.
nadie lo iba a saber.
Poco a poco fui retrocediendo con mi cuerpo y, antes de lo que supuse, ya toda mi espalda estaba en contacto con su piel.
A pesar del calor, el contacto con su piel era delicioso y gratificante.
Me congelé cuando sentí un ligero movimiento de su parte y noté que sus rodillas hacían contacto con la parte de atrás de mis muslos.
Fue ahí que entendí que prácticamente estábamos en "cucharita", y no espalda contra espalda como había pensado.
Una nueva sensación recorrió mi cuerpo cuando comprendí lo sucedido.
De pronto sentí la necesidad imperiosa de tener más contacto con su cuerpo y, sin pensar bien lo que hacía, moví mi cadera hacia atrás hasta que sentí que había llegado a su paquete.
De piedra me quedé cuando me percaté de que estaba erecto.
A continuación escuché una débil sonrisa y lo sentí acercarse a mí (Aún más si eso era posible).
-Pablo me contó lo que hicieron anoche -susurró peligrosamente cerca de mi oreja.
La corriente eléctrica que eso me produjo, hizo que hasta cerrara mis ojos de forma inconsciente.
-¿De.
De qué hablas? -pregunté.
-Hablo del tremendo follón que él te dio anoche –dijo aún más cerca de mí.
Su paquete estaba hundido entre mis nalgas y pulsaba con furia.
-No es cierto –dije con poca credibilidad-.
Yo no soy gay.
-Pero te gusta lo que sientes ¿Verdad? -sonrió-.
Porque en todo este rato no haz hecho ni el mínimo esfuerzo de alejarte de mi.
Eso significa que te encanta como mi pecho se adhiere a tu espalda y cómo mi pelvis frota tu trasero.
Me sentí descubierto y me alejé de él aterrado.
Esto no podía volver a pasar.
Unos segundos eternos de silencio fueron interrumpidos de nuevo por su voz:
-Lo siento, Jorge –dijo en mi oído con voz sincera-.
No creí que lo tomaras tan a mal.
Creo que me formé una idea errónea después de que Pablo me contara lo sucedido.
Jamás pretendí obligarte a nada ni a asustarte.
Yo.
bueno.
Yo no debí.
Disculpa.
Se giró avergonzado y se alejó todavía más de mi.
Una batalla se libraba en mi mente debido a lo acontecido.
Quizás qué cosa le dijo Pablo a Federico para que actuara así, pero me había conmovido la sinceridad de sus disculpas y me alegraba que no hubiera sido brusco ni irrespetuoso.
Creo que, simplemente, pensó yo querría hacer lo mismo con él debido a alguna sugerencia por parte de Pablo.
Lo que me llevaba a la pregunta de qué tipo de relación tenían ellos para confiarse esas cosas tan privadas.
-¿Qué fue lo que te dijo Pablo exactamente? -pregunté, o la duda no me dejaría dormir.
-Bueno, pues me dijo que tu te le habías insinuado y que habían follado –no pude reprimir el bufido que lancé cuando escuché eso-.
Y que le habías confesado tu atracción hacia mí.
-¿Y le creíste? -pregunté ligeramente enojado por las calumnias de Pablo.
-Fue bastante convincente -respondió-.
De todas formas, dudé cuando vi que tomabas mucha distancia entre nosotros.
Pero creí que a lo mejor no tomabas valor, o que eras tímido.
Fue así que maquiné un pequeño plan para que tu dieras el primer paso, que se sumó al plan de Pablo para que compartiéramos la cama.
-¿Plan? ¿Cuál plan?
-Bueno, la moneda que usó Pablo para lanzar al aire era falsa –dijo-.
Tenía el símbolo a ambos lados y por eso decidió primero para dejarte el que si aparecía en la moneda.
Pensé que sería suficiente con eso, pero luego me di cuenta que te comportabas distante y creé mi propio plan.
Éste consistía en acercarme demasiado a ti, de manera que te sofocaras y necesitaras sacarte alguna prenda de ropa.
Así lograrías sentir mi piel de forma directa y, si todo iba bien, tomarías valentía para hacer algo más.
Y bueno, lo hiciste, aunque no terminó como esperé.
-Creo que no -concedí pensando en su plan tan improbable, pero que de todas formas funcionó.
¿Tan predecible era?
-Ya me di cuenta que Pablo mintió y que no me deseas ni tienes interés en mí –dijo esto último muy desanimadamente.
-Suenas como alguien con baja autoestima -sonreí, pero él no lo hizo.
-Bueno, no serías el primero que no siente interés alguno por mí -habló amargamente-.
La diferencia es que tu no me lo dijiste después de usarme.
-Oh –fue lo único que salió de mi boca.
Esto no estaba tomando la dirección que creí.
-Lo siento, no sé por qué te estoy diciendo eso –se disculpo.
-Tranquilo –me apresuré a decir-.
Creo que necesitas desahogarte.
-Toda mi vida supe que era gay.
¿sabes? Desde pequeño me sentí distinto aunque no entendía exactamente en qué me diferenciaba.
No fue hasta que tenía 10 años que descubrí que era lo que me hacía diferente -intenté imaginarme al pequeño Federico mientras me relataba su historia-.
Fue en la época en que tanto Pablo como yo, comenzábamos a descubrir nuestro cuerpo.
Con él experimenté por primera vez, y comprendí lo que sentía.
Y no me refiero a lo que sentía por él, sino por su cuerpo, su género.
La atracción que sentía por alguien de mi mismo sexo.
Decidimos mantenerlo en secreto, y por años fue así.
-Ya veo -pensé en voz alta.
-Pero, a diferencia de él, yo si acepté lo que era -explicó-.
Me costó mucho hacerlo y atreverme a explorar con alguien que no fuese Pablo, e incursionar en algo que fuera más que un acto carnal, sino algo fuese más intenso y profundo.
Por primera vez abría mi corazón a alguien, pero no resultó como yo esperaba.
Mientras que yo le entregué mi amor, él sólo me usó para su placer y me desechó cuando vio que yo tenía interés en algo más.
Él aún estaba en el "closet", y no pretendía profundizar más en una relación.
Creo que me dejó más mal de lo que quise aceptar, y te estoy dando la lata.
-Creo que eres muy valiente –le dije-.
No cualquiera se lanza al abismo a ojos cerrados.
Amar es arriesgarse a perderlo todo por una fabulosa recompensa.
No todos están dispuesto a arriesgarse, aunque todos quisieran la fabulosa recompensa.
Y elegir arriesgarte, te hace ser un hombre valiente y de corazón sincero.
No mereces sufrir por alguien que no lo vale, más bien, él debería lanzarse por un precipicio al perder la maravillosa oportunidad de estar con alguien como tu.
Sonrió avergonzado y le devolví la sonrisa.
No sé en que momento terminamos en esta situación, y me sorprendía comprobar la magnitud del daño que ocasionaba un corazón roto.
Me miró agradecido por mis palabras y quedé prendido en su cálida mirada.
Me acerqué más a él y le deposité un suave beso en los labios, provocándole un pequeño desconcierto.
-No me esperaba eso –dijo con una tierna sonrisa.
-Yo tampoco -respondí-.
Sólo me dejé llevar.
-Deberías hacerlo más seguido -bromeó-.
Sueles ser muy rígi.
No lo dejé terminar y le di otro beso, pero éste duró más que el anterior.
Tomó participación y el beso fue aumentando su intensidad, haciendo que no quisiera apartarme de él.
Luego de unos segundos un atisbo de conciencia se asomó, y me di cuenta que había tomado mucho vuelo.
Pero le hice caso a mis propias palabras y me dejé llevar.
¿Qué más da? ¿Qué ganaba negando que me fascinaba lo que hacía? Federico me había inspirado con su confesión y decidí convertirlo en mi modelo a seguir, y comenzaría arriesgándome por lo que quería.
Y además, debo admitirlo, me calentaba a niveles globales su presencia, y me agradaba tener un buen momento para lanzarme a él sin parecer un desesperado.
Me alejé para tomar un respiro y volví al ataque, pero él me frenó en seco:
-¿Estás seguro que quieres continuar? -preguntó preocupado-.
Hace unos minutos no te veías muy a gusto con la idea.
-Supongo que me hizo cambiar de opinión saber que eras mucho más considerado que Pablo -respondí-.
Y.
bueno.
soy un adolescente.
Quiero sexo a cada momento, y esta vez me siento mucho más cómodo.
No necesitó más argumento y se lanzó a comerme la boca.
Era genial el sabor de sus labios y la manera tan excitante en que se movía su lengua dentro de mi boca.
Nuestras manos se comenzaron a mover en una danza que sólo nosotros sabíamos, y nos fuimos acoplando de manera espontánea.
Nuestras erecciones estaba prácticamente en contacto, y sólo la tela de nuestra ropa interior evitaba que nuestros penes se tocaran libremente.
Todo mi cuerpo me pedía más y lo demostraba en los rítmicos vaivenes y movimientos de cadera que me provocaban su besos.
Gemí en su boca cuando su mano recorrió mi pecho y cintura, para que luego descansara en mi muslo.
Amaba sus movimientos y, sobretodo, el hecho de que lo que hacíamos era algo que se iba dando de forma natural e improvisada, sin las ordenes y manipulaciones que realizaba Pablo.
Hundí mis dedos en su cabello y jugué con sus rizos, a la vez que él comenzaba a bajar mi slip lentamente.
Me sorprendió saber la manera tan relajada que respondía mi cuerpo ante sus movimientos, y me di cuenta que me sentía completamente relajado y en confianza con él.
Federico entendió que iba por buen camino y continuó con más desenvoltura, atreviéndose a tomar mis nalgas y a apretarlas.
Desde allí ya no hubo retorno y nos envolvimos en besos y caricias.
Al cavo de unos segundos ambos nos encontrábamos completamente desnudos, con nuestras vergas apuntando al cielo y con nuestras manos en diversas partes de nuestros cuerpos.
No aguanté mucho y me lancé a conocer su pene de cerca.
Medía casi lo mismo que el de Pablo, sólo que este era ligeramente más grueso y de un sexy color dorado-bronceado.
Lo rodeaba una capa de bello rizado y recortado, dándole un toque pulcro y ordenado.
Sus huevos colgaban con gracia completamente lampiños, y de un tono más oscuro que su pene.
Su glande era de un rosa pálido, muy turgente y apetecible, y con un pequeño lunar a milímetros de su uretra.
Sin que me lo pidiera, metí su glande a mi boca y lo succioné con fervor.
Una gran gota de pre-semen cayó en mi lengua y la saboreé con gusto bajo su atenta mirada.
Su mano se fue a mi espalda y de ahí bajó hasta mi trasero para masajearlo y jugar con el.
Todos los poros de mi cuerpo se crisparon cuando su dedo hizo contacto con mi ano, causándome un divertido gemido que se ahogó en su glande.
Decidí innovar un poco, y bajé por el tronco de su verga hasta llegar a sus huevos.
Cuando mi lengua tocó su escroto, éste reaccionó contrayéndose lentamente.
Abrí mi boca y atrapé su testículo derecho tirando levemente de él.
Se llevó una mano a la boca para reprimir el gemido, a la vez que yo sonreía internamente.
Luego de unos minutos, Federico se levantó y me indicó que me recostara.
Se colocó entre mis piernas y tomó con firmeza mi verga.
-¿Qué haces? -pregunté sorprendido.
-Es un poco obvio, ¿no crees?
-Bueno, sí -contesté avergonzado-.
Es sólo que es la primera vez que.
-Oh.
Te gustará.
Sin agregar más se introdujo mi pene en sus fauces.
El calor húmedo envolvió mi carne llevándome a lo alto, coronando con un gemido que me provocó su primera succión.
Aquí sólo había placer, y tenía que cubrirme la boca para no gritar con lo que me hacía.
Su lengua se movía por el contorno de mi mástil mientras que su mano izquierda jugaba con mis huevos y su mano derecha comenzaba a incursionar en mi ano.
Se tomó un segundo para humedecer su dedo y luego lo fue metiendo en mi agujero, sin para de succionar mi glande con potencia.
Su nudillo tocó mi carne con facilidad y, sin perder tiempo, empezó a mover sus dedo en mi interior.
Las ganas de gritar de gusto se me estaban haciendo incontrolables.
Jamás pensé que se podían sentir tantas cosas deliciosas a la vez.
No me di cuenta cuando ya tenía dos de sus dedos dentro de mi, aumentando más la presión en ese punto tan oculto y provocando que saliera borbotones de liquido pre-seminal.
De un segundo a otro la mamada comenzó a aumentar su ritmo haciéndome ver estrellas.
De pronto todo se volvió blanco y mi respiración se atascó.
Una corriente recorrió cada fibra sensible de mi cuerpo, haciéndolas explotar de forma extremadamente placentera.
Los chorros de esperma dieron a parar en su boca, a la vez que contraía mi ano espasmódicamente alrededor de sus dedos.
El gemido que escapó de mi boca sonó muy distorsionado a causa del numero indescriptible de sensaciones y al cese de mi respiración.
Quedé en modo planta durante varios segundo antes de recuperarme por completo.
Federico me miraba con curiosidad, pero con el dibujo de una sonrisa en sus labios.
-Estuvo bien ¿no?
-Más que bien -respondí agitado.
Me giré para vigilar si Pablo había escuchado algo, y me encontré con que estaba sentado mirándonos atentamente mientras se masturbaba de forma calmada.
Había esta tan absorto en mis pensamientos y distraído por las cosas que sentía, que se me había olvidado por completo que no estábamos solos en la habitación.
-Parecías una prostituta con ataque epiléptico cuando te estabas corriendo -señaló con una voz cargada de morbo.
-Siempre tan sutil -comentó Federico-.
¿Por qué no mejor sigues durmiendo?
-¿Estás loco? Quiero unirme –dijo.
-No creo que Jorge esté de acuerdo –ambos me miraron esperando alguna señal de mi parte.
-Eh.
No lo sé -balbuceé-.
No confío mucho en Pablo.
-Ayer no decías eso mientras saltabas sobre mi pene -atacó-.
Ya sabemos como terminará esto, Jorge.
No gastes saliva buscando excusas y, por una vez en tu vida, piensa en lo rico, morboso y placentero que sería para ti hacer un trío con nosotros.
O sea, míranos, somos unos bombones.
-Siempre tan humilde –le dijo Federico, y luego se dirigió a mi-: No debes hacer nada que no quieras.
-¿A ti te gustaría, también? -le pregunté.
-Bueno.
-No lo niegues, Federico -interrumpió Pablo-.
Ambos sabíamos para donde se dirigiría esto.
-Eso fue antes de saber bien lo que sucedía -contraatacó- .
No me contaste toda la verdad.
-Sólo te dije lo necesario para que se dieran las cosas –dijo-.
Digamos que les di un pequeño impulso.
En fin, aún no le respondes.
-Es verdad, me causa un morbo tremendo la idea de hacer un trío -contestó-.
Pero eso no significa que lo tengas que hacer, Jorge.
-Es que sí quiero hacerlo -respondí.
Ambos me miraron sorprendidos-.
Quería escuchar tu respuesta para no sentirme mal por quererlo también.
-Entonces, ¿Por qué perdemos el tiempo? -Preguntó Pablo, y se lanzó hacia nosotros con su verga apuntando al techo y los ojos envueltos en morbosa lujuria.
De pronto perdí la noción del bien y el mal, y la de la culpa.
Sólo me preocupé de mi placer y de disfrutar como nunca antes.
Una gota de miedo vibraba en mi estómago al pensar en las consecuencias de esto si nos llegaban a descubrir, pero la empujé a un recóndito rincón cuando los labios de Federico encontraron los míos.
Ya no había vuelta atrás.
Me había subido a un viaje sin retorno, y sólo me quedaba esperar hasta el termino del recorrido.
De manera automática mi pene volvió a la vida preparado para continuar con la fiesta.
La verga de Federico estaba cubierta de su humedad y su glande parecía a punto de reventar.
Ambos se levantaron y me dejaron sentado en la cama, parándose frente a mí y apuntándome con sus erecciones.
No se necesitaba ser un genio para saber lo que querían, por lo que no los hice esperar y me coloqué manos a la obra.
Tomé la de Pablo con mi mano derecha, y atrapé con mis labios la de Federico.
Sus gemidos fueron una dulce música impulsora que me tuvieron por varios segundos en el paraíso de los penes.
Con sólo una succión, Federico llenó mi lengua de su pre-semen, el cual disfruté con una gula ajena a mí.
Cada cierto tiempo iba intercambiando de verga, de modo que ambas tocaran un poco.
En menos de un minuto, ya tenía adherido sus sabores en mis papilas gustativas.
A pesar de que ambas me gustaban, no podía evitar una cierta predilección por la de Federico.
Aún así, dudo que Pablo se haya dado cuenta, ya que su boca ligeramente abierta y sus ojos perdidos en algún lugar, me indicaban que estaba viviendo el momento más excitante de su vida.
Cuando estaban al borde del estallido me pidieron parar.
Federico me indicó que me girara y les ofreciera mi culo.
Sin pensarlo, obedecí.
Cerré los ojos y me concentré en cada terminal nervioso de mi cuerpo.
De pronto sentí una lengua en el comienzo de mi culo, que se fue deslizando por mi espalda hasta llegar a mi cuello.
Mi gemido en respuesta no se tardó en escuchar.
Luego sentí dos nalgadas; una en cada nalga, y una lamida justo en mi centro.
Gemí nuevamente.
Algo dentro de mí decía que el primer movimiento lo había hecho Federico, y el último había sido obra de Pablo.
Federico con su estilo más pausado y romántico, mientras que Pablo era más directo y brusco.
Y así fueron sucediendo las cosas, intercalándose ambos estilos y haciéndome jadear de gusto.
Mordidas, lamidas y succiones, eran las armas que atacaban mi zona trasera.
Mis testículos colgaban húmedos debido a las lamidas de Fernando, y mi ano comenzara a desesperarse por las ganas de que algo entrara en él.
Y, luego de varios minutos de tortura, alguien decidió introducir su dedo lentamente por mi agujero.
Gemí con gran satisfacción.
Pablo se montó sobre la cama y comenzó a susurrarme cosas muy cerca del oído.
Succionó el lóbulo de mi oreja justo en el momento que Federico introdujo un segundo dedo.
Sentí que gran cantidad de Pre-semen chorreó de mi verga a causa de eso.
Mis piernas temblaban, y no podía parar de jadear.
Los dedos de Federico dentro de mí y la boca de Pablo tan cerca de mi oído y cuello, me estaban llevando al borde del éxtasis.
En cualquier momento volvería a explotar, y ese momento llegó cuándo la mano libre de Federico envolvió mi babeante pene y lo sacudió con lentitud y firmeza.
Todas las sensaciones sumadas hicieron colapsar mi cuerpo y comencé a eyacular lanzando estrepitosos gemidos.
Caí sin fuerzas contra el colchón y perdí la noción de lo que sucedía.
Por un momento tuve miedo de que mi corazón hiciera un paro o rompiera una de mis costillas debido a lo rápido que se movía.
-Creo que tendremos que cambiar las sábanas -observó Pablo con diversión-.
Jorge las llenó de semen.
-Y aún falta el de nosotros –dijo Federico, todavía con sus dedos en mi culo.
Era extraño que, aún después de mi salvaje corrida, todavía sintiera ganas de continuar.
Aunque necesitaba tiempo para recomponer energías.
No sé si se debía al nivel de excitación, o a mis hormonas adolescentes, o a ambas cosas.
Sólo sabía que quería más, y se los hice saber.
Pablo sonrió complacido y continuaron con su trabajo.
Mis jadeos ante la presencia de los tres dedo de Fernando dentro de mi culo, provocó que Pablo me callara introduciendo su pene en mi boca.
Succioné esa verga como un niño bebe de su mamadera.
Sus manos se enterraron en mi cabello y marcaron el ritmo de la mamada.
Alternaba sus caricias con un tirón de cabello o con alguna sucia palabra, muy característico de él por lo demás.
Al mismo tiempo, Federico besaba mis nalgas o lamía mis testículos, mientras terminaba de preparar mi ano para su verga.
-Creo que ya está -dijo luego de un placenteros minutos.
-Te recomiendo que no te saques mi verga de la boca –me aconsejó Pablo-.
Federico la tiene más gruesa que yo.
-¿Estas listo? -preguntó Federico apuntándome con su palpitante miembro.
-Hazlo ya -respondí con valentía, y me zampé el pene de Pablo para ahogar cualquier tipo de gemido que pudiera escapar de mí.
-Se prendió esta mierda -celebró Pablo.
A continuación percibí el calor que emanaba del aparato de Federico, y vibré cuando hizo contacto con mi piel.
Cerré los ojos listo para soportar lo que venía.
La presión aumentó y pronto venció la resistencia, comenzando a deslizarse por ese canal.
El dolor llegó, pero ya no fue tan intenso y sorpresivo, pues ya tenía una idea de lo que era.
Aguanté con valentía, y respiré aliviado cuando su glande estuvo completamente adentro.
-Que bendición -dijo Federico-.
No pensé que estaría tan estrecho y caliente.
Sonreí ante lo irónico que sonaba "Bendición" en este momento.
Lentamente, y luego de esperar unos segundos, empezó a hundirse más en mi cuerpo.
Adoré sentir su dureza avanzando en mi interior, y disfruté como mis pliegues se abrían para él.
Mis gemidos eran ahogados por el miembro de Pablo, quién gozaba follando mi boca.
Cuando Federico estuvo completamente dentro de mí, gemimos al mismo tiempo y nos quedamos quietos.
Luego, Pablo se levantó y se colocó junto a Federico.
Las embestidas comenzaron con lentitud y tuve que morder la almohada para no gritar.
Pero al cabo de unos minutos, ya el dolor había pasado a un segundo plano y sólo comencé a sentir placer.
Federico tenía un movimiento pélvico asesino y hacía cosas sorprendentes con su pene y cadera.
Sus manos acariciaban todo mi cuerpo mientras me penetraba, consiguiendo que estuviese completamente relajado y receptivo para él.
Sacaba todo su pene de mi culo e introducía sus dedos envueltos en saliva, para luego enterrarme todo su mástil nuevamente.
Cuando notó que se correría, salió de mí y le cedió el lugar a Pablo.
Con prontitud la verga de Pablo entró en mi cuerpo con el toque de rudeza que lo caracterizaba.
-Podría estar todo el día dándote por el culo -susurró muy cerca de mi nuca.
Giré mi cabeza y los vi besándose y tocándose mientras Pablo me embestía.
Noté la maestría y confianza con la que Pablo masturbaba a Federico, como si conociera esa verga de toda la vida.
Sus embestidas eran rápidas y cortas, a la vez que con su mano recorría mi cuerpo.
Cruzó sus brazos bajo mi vientre y, con un pequeño esfuerzo, me giró dejándome mirando hacia arriba.
Una lluvia de sensaciones recorrió mi cuerpo al girar de esa forma con su verga dentro.
Él sólo sonrió complacido.
Continuó unos segundos más, hasta que se derramó dentro de mi.
Salió exhausto y se acomodó en el rincón para ver en acción a Federico.
Mi culo palpitó derramando un poco de la viscosidad de Pablo y esperó expectante a que el nuevo intruso se hundiera.
Ahogué un gemido cuando por fin estuvo dentro de mí.
Los movimientos de Federico eran mil veces mejores que los de Pablo, se notaba el interés de su parte para que yo gozara como nunca antes.
Sus besos en mi espalda me transportaban a hermosos lugares.
Por momentos salía de mí y con su lengua jugaba con mis testículos o mi pene llevándome al éxtasis.
Le supliqué para que me dejara correrme, y comenzó a taladrarme como si no hubiera un mañana.
Su mano abrazó mi miembro y lo sacudió con rapidez.
Mis piernas se movieron nerviosas y los dedos de mis pies se retorcieron de placer.
Convulsiones se apoderaron de todo mi cuerpo y comencé a correrme de forma desesperada.
Federico me observó atentamente y, cuando terminé de eyacular, sacó su pene apuntando hacia el charco que había formado mi leche en mi abdomen.
Su glande estaba de un rojo intenso, completamente húmedo y viscoso.
Se masturbó frente a mí y entre gritos y gemidos, me bañó con su néctar.
Cayó sin fuerzas a mi costado.
Sonreí complacido y me acurruqué junto a él.
Su brazo me envolvió y me susurró unas tiernas palabras.
Descansamos unos segundos hasta que Pablo se nos subió encima interrumpiéndonos.
Con su dedo recogió un poco de la mezcla de semen que había en mi abdomen y lo juntó con una gota que aún quedaba dentro de su pene, para luego llevarlo a mi boca.
-Esto te hará sano y fuerte –me dijo-.
Come.
Sin esperar respuesta me enterró el dedo en la boca.
El sabor salado se esparció por mi boca y lo tragué sin pensarlo más.
Nos quedamos comentando lo sucedido por unos minutos más, hasta que Pablo (otra vez) nos interrumpió.
-Estoy listo para otra ronda –dijo.
Bajé la mirada y le vi su verga palpitando y dura.
-Estoy muy cansado –le dije.
-Anda, no seas así -susurró en mi oído-.
Federico igual quiere.
En efecto, Federico estaba igual de duro otra vez.
-No es necesario, Jorgito.
Haz tenido mucho por hoy, descansa –me dijo.
-Si es necesario -atacó Pablo-.
Yo aún estoy duro.
-Lo siento, pero no es mi problema –le dije de forma desafiante.
-Sí que lo es –Se puso de pie y se lanzó sobre mi-.
Tu vas a querer cada vez que yo quiera.
Eres mi puta.
Sus manos se movieron con velocidad y me voltearon.
Sus dedos encontraron mi agujero y rápidamente apuntó con su pene.
Cuando estuvo a punto de penetrarme Federico lo apartó de un empujón.
Aproveché el momento y me levanté de la cama para ocultarme atrás de Federico.
-Te estas pasando, Pablo –le advirtió.
-¿Lo defiendes ahora? ¡Vamos! Acabas de follártelo.
Ya sabes el rico culo que tiene -comentó-.
Y sabes que pide más y más.
-Lo hice porque estábamos de acuerdo –se defendió-.
Tu lo estas obligando.
-No es verdad –dijo poniéndose de pie-.
Él es así.
Le gusta que lo convenza.
Le encanta sentirse deseado ¿No es así?
-No quiero, y punto -zanjé-.
Estoy muy cansado y adolorido.
-Ha recibido demasiado para ser su segunda vez -agregó Federico-.
Déjalo descansar.
-Descansará cuando termine de vaciar mi leche sobre él -Y comenzó a acercarse a mi de forma violenta.
Federico lo tomó del cuello y lo estampó contra la pared sin importarle el ruido que hacía.
-¿Qué.
?
-No lo harás ¿oíste? -Pablo intentó darle un golpe, pero Federico lo esquivó y le dio un puñetazo en el estómago-.
Estas enfermo.
Luego lo soltó.
Pablo se paró con mirada resentida y se acostó en su cama sin decir nada pero con los ojos echando chispas.
Federico me dijo que me acostara y le hice caso sin pensarlo.
A continuación se acostó él y me envolvió en su brazos, haciéndome sentir a salvo de Pablo.
Dormí plácidamente y desperté cuando Pablo salía de la habitación a desayunar.
No me dijo nada, pero su mirada me prometía más cosas que cualquier palabra.
comos igue