Secretos familiares II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Antecedente
Todo comenzó con un comentario inocente de mi mujer.
Según ella misma me comentó, mi hijastro le pregunto si yo tenía condones.
Que ella le había respondido que no, demás le había dicho que los míos no le quedaban porque era talla grande.
–Según mi vieja, fue una broma inocente, pero que generó que entre ellos me empezarán a llamar él anaconda.
Hasta mi mujer, en la intimidad me preguntaba qué donde estaba su anaconda.
Somos cinco en la casa, mi mujer y tres hijos, dos varones de 17 y 14, una guapa señorita de 16 que es adoptada.
Vivimos juntos desde hace unos cinco años, ella enviudó y decidimos casarnos.
Podríamos decir que somos una bastante feliz, con alguna solvencia económica.
Los chicos estudian y nosotros los padres trabajamos.
En lo concerniente al sexo encajamos perfectamente, ella me resultó una mujer bastante exigente.
A sus 40 y tantos cogemos casi a diario.
De criterio amplio, no tenemos límites en cuanto a lo que hacemos en la intimidad.
Según mi mujer está recuperando el tiempo perdido pues estuvo un tanto a dieta de pene por algún tiempo.
Tiene una hija, pero no vive con nosotros.
Es la mayor, unos 29.
Es la madre de mi “nieta” Estéfany, la chiquilla curiosa que me encontró cogiendo a su abuela y que luego se envicio con mi verga.
La que a la más mínima oportunidad busca quedarse sola conmigo para darme una buena mamada, esa que la última vez incluso se trago unos centímetros de verga cuando estuvimos en el baño.
Estefany me contó que su tío de 13 hacía cosillas con ella, que le había visto el pene y que hasta se lo había metido.
Cosas ricas – me dijo – Es una chiquilla extrovertida, curiosa, inteligente y muy madura a pesar de que solo tiene 12 años.
Estudia en una escuela cercana y cómo sus padres trabajan llega a nuestra casa al salir de clases, fue así como aquel día nos encontró cogiendo con su abuela.
El secreto de mis hijastros
Llegue a casa como a eso de las 2 después de una jornada de trabajo.
Sabía que mi mujer no estaba, me había dicho que iría a visitar a sus padres.
Que me dejaba la comida preparada, que le hiciera el favor de cuidar de los chicos así también de Estefany cuando regresara de la escuela.
-Si amor, no te preocupes- le había dicho, imaginando lo bien que me la pasaría.
Porque seguro estaba que como otras veces esa chiquilla entraría a mi cuarto y me daría una de esas deliciosas mamadas a las que ya me tenía acostumbrado.
Para mi sorpresa, no había nadie en la sala que es donde normalmente se la pasaban a esa hora.
Quizás no han llegado todavía – pensé encaminándose a mi cuarto.
Encendí la televisión, me quite la ropa de trabajo y me vestí nomas con short y una playera de fútbol.
Quizá inconscientemente me estaba preparando para cuando llegara mi nieta y así facilitarle la tarea.
Caí en la cuenta que mi verga estaba semi flácida.
Dejándome ganar por el morbo la tome con una mano y bajándome el short hasta las rodillas deje que colgara en toda su extensión.
– Hoy si te las a comer toda escuché decir a mi yo interior mientras mi mano lo secundaba haciéndole una pequeña paja a mis 17 cm de verga.
Han pasado un par de meses desde que Estefany me la mamo por primera vez.
Le gusta chupar, se excita.
A pesar de ser una niña lo hace con maestría y siempre pone todo empeño en hacerme sentir en la cúspide del sexo.
Se que lo ha gozado, la he visto contorsionarse del gusto, la he escuchado gemir como posesa, la he observado darse dedo mientras me la mama y he sentido sus espasmos vaginales cuando ha llegado al orgasmo.
Increíblemente en todas nuestras sesiones de sexo no la he penetrado (Completamente), tan solo la última vez cuando estuvimos en el baño le metí nomas la cabeza.
Se que ella lo desea, lo percibo, pero me da temor lastimarla y peor aún que el secreto se revele y tenga consecuencias en mi matrimonio.
¿Donde estarán?
Es raro que no hayan llegado.
Habrán llegado ya y estarán en la planta alta – me pregunté a mi mismo – .
Y cómo si necesitara darme una respuesta salí a la sala y esta vez subí las escaleras encaminándome hacia los dormitorios de arriba.
Un no sé que, algo que no podría explicar me hizo caminar despacio, con la punta de los pies.
Tratando de no hacer el más mínimo ruido, un sexto sentido me advertía que algo inusual estaba pasando.
Ahí estaban.
En la pequeña sala frente a sus dormitorios.
Completamente desnudos.
Johan el mayor de 17 sentado en el sofá con su hermana de 16 montada en su pene.
Andrés más allá en un colchón culeando a Estefany.
El cuerpo de Rebeca sobresalía de la escena, muy bien formada, de tetas medianas con pezon duro, nalgas redondas y firmes que se movían rítmicamente bajando y subiendo a la vez que se ensartaba en aquellos 14 cm de polla.
Johan parecía ido disfrutando a su hermana, había echado su cabeza hacia atrás, los ojos cerrados.
Parecía que el gozo lo tenía extasis.
Desde mi posición podía ver perfectamente cuando el pito de Andrés se metía en la vulva de Estefany, la embestía con fuerza, sin ninguna delicadeza propio de alguien que no tiene la experiencia al follarse una vulvita de tan solo 12 añitos.
Ella sin embargo parecía gozarlo, abrazada a su hermano movía sus caderas de atrás hacia Adelante en dirección del pene que le metían.
No eran gran polla, 13 cm máximo y flaca como la de Johan.
Bien me había dicho Estefany, que la mía era bien grande y gruesa (Que cosas decía mi nietecita cuando hacíamos nuestras cosas)
Fue Johan y Rebeca los que cambiaron de posición, ahora fue ella la que se puso de rodillas sobre el sofá y mi hijastro la empezó a culear desde atrás aferrado a ese trasero muy buen formado.
Por un momento pensé que ese chamaco flaco no le daría abasto, porque ese culo necesitaba una reata como la mía, instintivamente me toque verga ya empalmada.
Podía saber que no era la primera vez que lo hacían, la soltura de sus movimientos los delataba.
¿Se cogera Johan a Estefany? Porque el hecho de estar los cuarto juntos significaba muchas cosas.
No había pudor en ellos, lo que podría traducirse en que estaban acostumbrados.
Escuche gemir a Andrés y ágil como gato se puso de pie para ofrecerle el semen a mi nieta en la boca ante la mirada de Rebeca y Johan que seguían follando.
Fueron varios chorros los que salieron disparados hasta caer en su cara, pues aunque ella permanecía con la boquita abierta este no acertó a depositárselo adecuadamente.
Pero al parecer Estefany sabía su oficio porque se limpió con sus mismos dedos y luego se llevó el semen a sus labios, los saboreo para luego tragárselos.
Los jadeos de Rebeca indicaban que Johan estaba haciendo bien lo suyo, la embestía con más fuerza.
Me resultaba cómico ver sus enjutas nalgas moverse en dirección a ese culo que ya se estaba volviendo mi obsesión.
Llego el momento, ellos lo supieron e igual que había hecho Andrés su hermano, Johan le saco la polla a su hermana, terminó en sus caderas mientras ella jadeaba de gusto.
No creo que lo hayan escuchado mis hijos, pero en el portón era perceptible la voz de su mamá.
Había regresado y cómo si eso fuese la excusa (Jamás lo hubiera pensado mejor) baje a media escalera para luego hacer que llegaba a avisarles.
No tuvieron tiempo de esconderse, desnudos todos.
Intente demostrar sorpresa y no dije nada.
–Perdón – dije – llego su mamá.
Cuantas cosas habrán pensado no se, quizás no tuvieron tiempo.
Había que cambiarse o meterse cada quien en su cuarto y esconder su vergüenza.
Lo cierto es que baje a la sala donde ya estaba mi mujer.
– Donde andaba mi anaconda –Dijo tocando mi entrepierna y dándome el beso acostumbrado.
– Subí a ver la antena del cable
– Está fallando
– por ratos se va la señal
– Y los chicos
– Quizá haciendo tareas.
– Los está llevando la chingada en la escuela.
Ni modo, así toca a su edad.
Por un momento no supe qué decir.
Es más, me calle.
Quién era yo para descubrir secretos.
Fue hasta la cena cuando nos vimos todos de nuevo.
Me esquivaban los ojos, trate de comportarme lo más normal posible.
Incluso cuando Estefany se acercó a mí y me pregunto que si estaba enojado la tranquilice diciendo que no había porque.
– No – le dije – pero haremos eso que hacías con tu hermano.
– Si abue.
Yo quiero que tu me metas tu cosota.
Y cómo si disimular se tratase se fue corriendo a donde su mamá, quien siempre cenaba con nosotros.
– Le va decir a mamá -me pregunto Rebeca cuando hubo oportunidad de estar solos –
– ¿Tu que crees?
– Que haré cualquier cosa sino le dice
– Cualquier cosa
– Si.
Usted nomas diga
– Te aviso.
Imagino que sabes que voy a querer
Y efectivamente era lo que ella imaginaba.
Cogimos un par de días después en el cuarto matrimonial, aprovechamos que mi mujer de nuevo fue a visitar a sus papás.
Lo de los hermanastros viendo fue pura casualidad.
Luego les cuento lo de mi nieta Estefany .
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