Secretos Prohibidos – parte 4
Relato donde Carlos le enseña los placeres anales a Emilia.
La cuarta parte de nuestra aventura erótica comenzó una tarde lluviosa, cuando Emilia y yo estábamos solos en casa. El sonido de la lluvia golpeando contra las ventanas creaba una atmósfera íntima y sensual. Yo podía sentir la tensión sexual en el aire, y sabía que mi hija estaba lista para explorar un nuevo aspecto de su sexualidad.
«Papá», dijo Emilia con una sonrisidad traviesa, acercándose a mí en la sala. Llevaba puesto un suéter holgado y unos leggings ajustados que delineaban sus curvas emergentes. Su cabello castaño caía en ondas húmedas alrededor de su rostro radiante. «Tengo ganas de algo diferente hoy. Quiero explorar un placer que nunca he experimentado antes».
La miré a los ojos, viendo la curiosidad y el deseo brillando en su mirada. Sabía a lo que se refería, y mi corazón latía con anticipación. «Estoy listo para guiarte en esta nueva exploración, mi amor. Hoy te enseñaré sobre el placer anal».
La tomé de la mano y la llevé a mi habitación, cerrando la puerta detrás de nosotros. La atmósfera era eléctrica, cargada de una mezcla de emoción y nerviosismo. La lluvia golpeaba contra las ventanas, creando una banda sonora sensual para nuestra aventura prohibida.
Me senté en la cama y la invité a que se sentara frente a mí. «Hoy, exploraremos una parte de tu cuerpo que puede darte un placer increíble, pero que requiere paciencia y delicadeza».
Emilia se sentó con las piernas cruzadas, sus ojos brillantes con curiosidad y un toque de nerviosismo. «Quiero experimentar todo contigo, papá. Confío en ti para guiarme».
La tomé de la mano y la acerqué a mí, sintiendo su cuerpo cálido y deseoso contra el mío. «La clave para disfrutar el placer anal es la relajación y la lubricación adecuada. Quiero que te tomes tu tiempo para explorar tu propia intimidad, para tocarte y prepararte para mí».
Emilia asintió, su respiración acelerándose ligeramente. Con delicadeza, se acostó en la cama, deslizando sus manos debajo de sus leggings y hacia su parte trasera. Sus dedos se aventuraron a tocar su entrada prohibida, explorando suavemente la zona.
«Mmm, eso es diferente», murmuró, sus ojos cerrados mientras se concentraba en sus sensaciones. «Me siento un poco nerviosa, pero emocionada al mismo tiempo».
«Relájate, mi amor», le susurré, acariciando su cabello suavemente. «Tómate tu tiempo para explorar. Quiero que disfrutes cada momento».
Emilia siguió las instrucciones, deslizando un dedo dentro de sí misma, sintiendo la sensación extraña y excitante. Sus movimientos eran lentos y deliberados, preparándose poco a poco para lo que vendría.
Mientras ella se exploraba, me quité la ropa, revelando mi cuerpo deseoso. Mi virilidad estaba tensa y lista, palpitando con anticipación. Sabía que esta experiencia sería intensa para ambos.
«Papá, estoy lista», dijo Emilia, abriendo los ojos y mirándome con una mezcla de emoción y deseo. «Quiero sentirte dentro de mí, en ese lugar especial».
Me acerqué a ella y la tomé en mis brazos, posicionándola suavemente sobre mí. Nuestros cuerpos desnudos se presionaron el uno contra el otro, creando una sensación exquisita. Bajé mis manos hacia su parte trasera, acariciando sus nalgas suavemente antes de posicionarme en su entrada prohibida.
Con delicadeza y paciencia, comencé a penetrarla, sintiendo la resistencia de su cuerpo. «Respira profundamente, mi amor», le susurré al oído. «Relájate y deja que tu cuerpo se ajuste al mío».
Emilia obedeció, su respiración acelerándose mientras yo avanzaba lentamente dentro de ella. La sensación era increíblemente apretada y cálida, una experiencia completamente diferente a nuestra intimidad anterior.
«Oh, papá», gimió ella, sus uñas clavándose en mis hombros. «Es una sensación tan llena, tan intensa».
Comencé a moverme lentamente, sintiendo cada pulgada de su intimidad rodeándome. La sensación era exquisita, una mezcla de suavidad y apretón. Mi virilidad estaba rodeada por su calor, su cuerpo aceptándome en su lugar más privado.
«Más, papá, por favor», suplicó ella, sus caderas moviéndose instintivamente para encontrarse con las mías. «Quiero sentirte más profundamente».
Aumenté la velocidad y la fuerza de mis empujones, sintiendo su intimidad apretándose alrededor de mí con cada movimiento. Los gemidos de Emilia llenaron la habitación, mezclándose con el sonido de la lluvia y mis propios suspiros de placer.
«Oh, Dios, papá, me siento… ¡Ahí! ¡Ahí, justo ahí!», gritó ella, su cuerpo temblando violentamente. «No puedo creer lo bien que se siente».
Con unos últimos empujones profundos, sentí su intimidad contraerse a mi alrededor, su esencia rodeándome mientras llegaba a su clímax. Ese fue mi desencadenante, y me derramé dentro de ella, llenándola con mi amor y pasión una vez más.
Nos derrumbamos juntos, nuestros cuerpos sudorosos aún unidos. La abracé tiernamente, sintiendo su corazón latir contra el mío. Ella se dio la vuelta en mis brazos, sus ojos brillantes con emoción y satisfacción.
«Te amo, papá», susurró, acariciando mi rostro con sus manos suaves. «Gracias por guiarme en esta nueva exploración. Me siento tan cerca de ti, tan conectada a ti».
La besé con ternura y deseo, saboreando el sabor de nuestro placer combinado. «También te amo, mi pequeña aventurera. Esta es nuestra aventura secreta, y siempre estaré aquí para ayudarte a explorar tus deseos y encontrar placer».
Sonrió con una mezcla de inocencia y picardía. «No puedo esperar a descubrir más, papá. Quiero seguir explorando los límites de mi cuerpo y del nuestro juntos».
Sabía que lo que estábamos haciendo era tabú y prohibido, pero en ese momento, con nuestros cuerpos aún temblando de placer y nuestros corazones latiendo al unísono, nada más importaba. Éramos solo un padre y una hija, unidos en un lazo de amor, lujuria y transgresión, explorando los límites de nuestro deseo mutuo.
Continuara…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!