Segunda entrega de mis memorias
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por graciela80.
Hola nuevamente. Soy Graciela. Espero y me recuerden… pues aquí va mi segunda entrega de mis memorias…
Recuerdo claro alguna de las múltiples ocasiones en las que mi “querido” tío me siguió dando sexo a cada oportunidad que se le ofrecía. ¿Cómo es posible que se le hubiese ocurrido de esta forma? Hasta este momento no me cabe (¡bueno, sí que me cupo, y muy bien en aquella ocasión y en muchas más!) en la cabeza, esa forma de hacérmelo… ya verán.
Pues bien, una tarde de tantas, era domingo, bien lo recuerdo, estábamos pasando el día como siempre en la casa de mis tíos y él buscaba la oportunidad de “tirarme” donde fuese como era su costumbre desde hacía, poco más de un año.
Pues bien, habíamos llegado desde el mediodía y mientras mi madre, mi tía y mi abuela se ponían de acuerdo en qué preparar para comer, yo salí al jardín con mis muñecas a jugar. El jardín quedaba justo frente a la cocina y pues ahí se veía todo y no había oportunidad, sólo se me quedaba viendo y me sonreía desde la ventana, con una botella de cerveza en las manos. Salió a sentarse en una de las sillas de un desayunador que tenían y me llamó. Me preguntó si “quería”; yo bien sabía a lo que se refería, pero me hice la loca. Yo llevaba un vestido con tirantes rosa y una blusita blanca… a mí me gustaba la cerveza, y de vez en cuando, los domingos, le pedía a cualquiera de ellos un traguito, o simplemente me lo robaba. Le dije a mi tío si me daba un traguito, a lo que él me respondió:
-Te doy si tú me das.
-¿Qué quieres que te de? –Respondí a su lado.
Él volteó a ver si no nos observaban y me atrajo entre sus piernas, metiendo una mano por debajo de mi vestidito tocándome las nalguitas sobre mi calzoncito.
-¡Esto quiero!
Disimuladamente sacó de su bolsa unas monedas y las tiró frente de él… yo de inmediato voltee a recogerlas… el respaldo de la silla de jardín era alto y su figura tapaba exactamente la visibilidad. Yo levantaba las monedas empinadita, porque habían caído muy cerca de una mesa y entre él, así que aprovechó el momento y comenzó a sobarme el trasero, metiéndome una de sus manos… sabiendo por dónde iba, traté de hincarme, pero él me detuvo por la cadera, obligándome a inclinarme aún màs, ofreciéndole todo mi culito. Comenzó a hurgar dentro de mi calzón… sentí cosquillas… rico, así que lo dejé seguir hasta que terminé de levantar todo.
-Faltan otras debajo de la silla. –Me dijo. Voltee y ahí estaban tres. Me acerquè y me incliné entre sus piernas, sólo para ver que se había sacado la verga por la bragueta. Me detuve en seco y di un paso atrás. La tenía flácida y chiquita, pero se la masajeaba… m,m,m… era muy atrayente vérsela como quiera que estuviera; me encantaba mamársela así, chiquita y sentir como crecía enorme entre mis labios, además ya sabía lo que venía después… siempre era algo muy rico lo que me hacía con ella, así que me quedé hincada viendo como se la tocaba, hinchándosele poco a poco entre su mano. Ambos volteábamos constantemente hacia la ventana…
-¿No las vas a recoger?
Entonces me acerqué poco a poco sin quitarle la vista de encima… veía como se le iba poniendo dura y larga, muy larga, grande y gorda, bien rica, cada vez más roja y conforme se tocaba, le salían gotitas de presemen. Me acomodé entre sus piernas y a tientas buscaba las monedas, que en ese momento eran lo que menos me importaba; yo estaba anonadada ante la visión nuevamente de su serpiente… como no encontraba las monedas, me iba pegando a él, hasta que estuve prácticamente pegada a si entrepierna. Él se la sacó lo màs que pudo y me tocó con ella la cara. Estaba caliente y olía a él… m,m,m… me encantaba su aroma.
Con un dedo me abrió la boca y me puso su glande entre mis labios. Yo cerré los ojos mientras mis labios se arqueaban y abrían conforme iba recibiendo su jugosa carne… a penas había metido media cabeza y yo ya se la tocaba con toda mi lengua, cuando escuchamos la voz de mi hermana llamándome. Los dos pegamos un brinco; yo me separé de él mientras se la metía a toda prisa dentro de la bragueta y acomodándose un mandil. Se puso de pie y entre los dos hicimos que buscábamos las monedas. Mi hermana salió al jardín y nos preguntó qué hacíamos y si yo quería ver la tele con ella. Le dije que no, que estaba jugando con mi tío. Ella se metió y les dijo a las otras que ya iba a empezar una película. Llamaron a mi tío y él tuvo que acudir, haciéndome una seña que me quedara ahí.
Terminé por levantar las monedas y continué jugando ya bien mojadita de mi biscochito. Mi tía y mi tío lavaban verduras y otras cosas en la cocina y yo jugaba en el jardín… sentía la mirada penetrante de mi tío a cada movimiento que hacía, así que comencé a mover la cadera mientras me empinaba de culo jugando, dejándole ver en ocasiones el fondo de mi calzoncito… hacía movimientos coitales mientras bailaba y cantaba despreocupada en el jardín, sabía que aquello le gustaba, y a mí, pues como buena damita, me encantaba desde entonces ya ser deseada de alguna forma… bueno, en aquellos días no lo sabía, pero era algo que me hacia sentir bien: ser el centro de su atención.
Mi madre y mi abuela estaban en la sala con mi hermana y nos llamaban para estar todos juntos y mi tía comentó que ya casi estaba listo un tentempié para pasar el rato. Mi tío me dijo entonces:
-Gracielita, ¿me pasa mi cerveza?
Yo fui por ella y le di un trago. Mi tía llevaba la vianda a la sala y nos quedamos solos de nuevo en la puerta de la cocina que daba al jardín. Al darle la cerveza, me dijo:
-¡Ve cómo me estás poniendo, niña traviesa! –Hizo a un lado el delantal y me mostró su verga pelada palpitando atrayente y al cien, llamándome ella misma, invitándome a tocarla, a mamarla, a comérmela ahí mismo!!!…
Nuevamente me detuve en seco. Era en verdad lo “màs” rico y grande que había visto… ¡y me encantaba! La veía atrayente; era magnética; era hermosa… y me dejé ir directamente a ella. La vi de cerca, a tres centímetros, y la tomé entre mis manos y comencé a chuparla. Mi tío me tomó por la cabeza y me la comenzó a mover arriba-abajo, muy despacio, metiéndomela y expandiendo mis labios, hasta que esta se amoldó con dificultad en su gruesa vara de carne. Me la sacó; se bajó el delantal y salimos al jardín…
-Esta es nuestra oportunidad, Gracielita –me dijo llevándome-. ¡Ya quería estar contigo, mamita!
En la parte trasera del jardín había un cuarto de tiliches y nos dirigimos ahí. En su mano cargaba una gorda zanahoria… Yo estaba nerviosa… ya lo habíamos hecho varias veces a la primer oportunidad, pero aún sentía miedo de lo que me podía hacer.
Entonces mi tía le gritó que qué tanto hacíamos, que ya había iniciado la película.
Se veía molesto por no poder estar conmigo, eso me dio màs miedo… nunca lo había visto así.
Para cuando entramos a la cocina, su verga había perdido todo su atrayente encanto: se veía mojada en la punta de la cabeza y chiquita, arrugada… pero aún así me encantaba por todo lo que comenzaba a saber de ella. Yo no dije màs nada. Se la metió en el pantalón y antes de entrar, escondió la zanahoria en un cajón y nos dirigimos a la sala donde todo estaba dispuesto para una tardeada familiar. A mí se me habían olvidado mis Barbies, así que salí por ellas. Mi tío me siguió con la mirada e intentó seguirme, pero mi tía lo abrazó diciéndole qué ahora dónde iba. Recogí mis muñecas y regresé a la sala… mi tía me llamó y me sentó entre ellos…
La película nunca le entendí… me aburrió; era de balazos y policías y eso no me interesaba, salvo una escena donde se intuía que iban a “picar”… claro, me recordaba todo lo que mi tío me hacía… comencé a calentarme por lo que veía y por lo poco que habíamos hecho aquella tarde… cerraba los ojos y recordaba de inmediato la verga dura y parada de mi tío… me moví para acomodarme, y a propósito, me recosté sobre la entrepierna de mi tío… metí una mano debajo de mi cabeza y sentí que mi tío estaba igual que yo… sentía su pene duro, tieso, palpitando a través del pantalón cada vez que se la tocaba. Se la palpaba sin que nadie me viera, hasta que mi abuela gritó que nos volteáramos (a mi hermana y a mí), diciendo que esas no eran películas para niños, a lo que mi tía respondió que sólo se trababa de una escena, que no se preocupara.
Nos movimos y cambiamos de posición. Yo me senté en un silloncito cerca, siempre cerca… Mi abuela siempre ha dicho que soy una olla sin asiento, así que me acomodé lo mejor que pude… subía los pies, los bajaba me acostaba, me levantaba… inquieta como cualquier niño, mas en ocasiones le enseñaba el culo a mi tío, quien no perdía detalle, o hacía que me acomodaba mi calzón o me adecuaba parándole mi culito casi en sus narices, de a perrito… sabía que eso le enloquecía…
Así pasó casi una hora y comenté a mi mamá que ya tenía hambre… media hora màs y la peli terminó.
Nos levantamos y mi tía dijo que nos laváramos las manos y nos sentáramos a la mesa, que ya estaba casi lista la comida, pero faltaban los refrescos y otras cosas. Mi tía le dijo a mi tío si podía ir por ellos, cosa que a regañadientes hizo.
Yo estaba ayudando a llevar cosas a la mesa y mi mamá me dijo: “ándale, ayuda a tu tío con las botellas y de paso me traes un pan Bimbo de la tienda”. Disimuladamente mi tío volvió a tomar la larga y gorda zanahoria que había escondido y se la guardó entre sus ropas y los dos salimos rumbo a la tienda. Yo no comprendí por qué, ni le di importancia… hasta después…
La tienda estaba a una manzana de casa, pero mi tío abrió el carro y me dijo:
-Sube, que vamos en carro.
Yo obedecí. Al irme subiendo, volvió a tocarme el culo…
-Ya que no nos han dejado jugar, aprovecharemos para ir a la tienda. –Se metió y arrancamos.
Yo no me imaginaba cómo íbamos a hacerlo en el carro y en la calle… nos podrían ver, entonces, ni tardo ni perezoso, mi tío sacó la zanahoria y me la tendió…
-Chúpala –me dijo-. Tal y como a mí me la chupas.
Yo comencé a hacerlo riendo…
-Está màs grande que tu pajarito. –Atiné golosa a decir-. Pero me gusta màs la tuya porque se siente màs rica y te sale lechita.
Mi tío no se pudo contener màs y comenzó a desabrocharse el pantalón. Se veía desesperado, como si se estuviera quemando por dentro.
Una vez que logró sacársela, ya la tenía toda parada y roja; se le movía con palpitaciones muy atrayentes para mí, que no dejaba de chupar la zanahoria hasta que yo solita comencé a masajéasela como le gustaba. Yo ya había aprendido muchas cosas entonces…
-Tócate con la zanahoria tu biscochito. –Me dijo-. Pero no dejes de agarrarme.
¿Qué? No sabía a lo que iba, pero obedecí nuevamente… ¡Woau! Nunca pensé que una simple zanahoria me procurara tanto placer… ¡desde ese momento las imágenes y al tacto de ciertos vegetales comenzaron a hacerme chorrear de placer! Me tocaba con deleite por encima de mi ya mojado calzoncito, mientras continuaba chaqueteándosela a mi entero gusto.
-Ahora, ponte de perrito. –Dijo mordiéndose los labios-. Voltea hacia tu ventana.
Realicé la maniobra y estaba por preguntarle si me bajaba el calzoncito, cuando sentí como comenzó a penetrarme con la punta de la zanahoria haciendo únicamente a un lado mi empapada prendita… mi cabeza explotaba por tales y novedosas sensaciones que recorrían cosquilleantes todo mi cuerpecito. Experimentaba ardor, un rico candor que se acentuaba en mi penetrada vaginita que poco a poco se iba expandiendo amable, abrazando cada centímetro a todo lo ancho de tan rica verdura. La sacó de pronto, sólo para chuparla y paladear mis fluidos que ya la empapaban y volvió a metérmela y sacarla lentamente como si se tratara de su pene al inicio de la cogida. Yo sudaba ardiente y me sostenía con dificultad, chocando mi carita y cabeza contra la ventana por el movimiento del auto y la cogida vegetariana que arreciaba conforme avanzábamos por ciertas calles.
Yo mantenía mis ojitos cerrados, disfrutando cada delicioso embate en mis entrañas que experimentaban nuevas y ricas sensaciones llenas de gustoso calor.
De vez en vez miraba por la ventana a las personas que caminaban y algunas volteaban a vernos pasar, sin siquiera adivinar la rica cogida de la que era presa, y yo sonreía golosa, sintiéndome afortunada por disfrutar tan rico de esas nuevas experiencias.
Después de un buen rato de “verdura”, yo ya no aguantaba, sentía que iba a explotar, entonces mi tío me dijo:
-Bien, ahora te voy a enseñar a manejar. Súbete en mí. –Yo no entendía de nuevo absolutamente nada, así que obedecí.
Primero ordenó que me quitara los calzones… lo hice, y con dificultad me trepé en él viendo hacia delante…
-Ahora toma el volante. –Dijo mientras con una mano manoseaba mi mojada e hirviente vaginita, sólo para acomodar su dura verga entre mis ardientes labios que recibieron gustosa su cabeza. Comenzó a dolerme un poco por la postura, pero él me calmaba mientras me la iba acomodando para cabalgarlo a pelo…
-Ya, ya mamita –decía con ardor-. Ya no te dolerá y te empezará a gustar como siempre. Abre tus piernitas…
Yo me relajé y comencé a montarlo, sintiendo nerviosa y preocupada como se me iba resbalando peligrosamente, centímetro a centímetro dentro de mí su dura herramienta, que por la posición, me abría como nunca antes. ¡Que gustosa me sentía al recibirlo de esa forma, penetrándome poquito a poquito, empujando su tremenda vara de carne hirviente en mi vaginita que se estremecía a cada estocada cada vez más y más profunda en mis aún tiernas entrañas ya acostumbradas a su rica manguera de leche!
Él cubría nuestros empapados sexos extendiendo al máximo mi faldita, mientras me dedeaba mi clítoris abriéndome más y más mis labios vaginales para que me cupiera bien su verga, ya que por la posición, no terminaba de encajármela tan bien como pretendía.
Siempre quise manejar un auto, pero esa primera vez, se me olvidó por completo lo que hacía frente al volante; sólo gozaba de la nueva cogida que me estaba metiendo mi tío. Nunca había sudado tanto en mi vida, ya que manteníamos cerradas las ventanas… no me importaba, yo comencé a darme de sentones en su endurecida verga que estaba más caliente que nunca, deseando que me partiera ahí mismo en dos… ¡sí, me estaba viniendo como loca! Me apretaba contra su verga sintiendo como me pegaba a su bragueta que comenzó a magullarme dolorosamente mis nalguitas.
Nos hicimos a un lado de la calle y volteando, se fijó que nadie estuviese, sólo para levantarme un poco para desabrocharse y bajarse hasta las rodillas el pantalón y su truza, no sin dejar pasar aquella oportunidad y hundírmela por primera vez hasta el tope de mi pequeña naturaleza de mujercita…
-Ahora sí, Gracielita, te voy a coger como te gusta: ¡hasta el fondo!
Reiniciamos la marcha… m,m,m… que rico comencé a sentir: ahora sí que me la dejó ir hasta la garganta… mi vagina ya caliente y completamente abierta, chorreando ya por mi primera venida, el sudor de ambos, sus líquidos, su verga al 100, el movimiento del carro y el ritmo entre los dos… me sentía en el cielo!!!
-¿Qué tal, mamita, te está gustando la cogida que te estoy dando? –Decía a mi oído-. Y aún tengo otra cosa para ti.
Mi vagina chorreaba más de placer y deseo ante lo que escuchaba… ¿pero qué más me hará este cabrón? Me preguntaba excitada. No tuve que esperar más, cuando me dijo:
-Voltéate hacia mí.
Yo obedecí, y con destreza me acomodé. Lo único malo fue que en el movimiento se me salió su verga… pero la sorpresa fue mayor cuando sentí su glande en el botón de mi culito.
-¿Qué vas a hacer, tío? –Le dije preocupada, ya que lo sentía con insistencia tratando de taladrarme por el culo con su babosa cabeza que comenzaba a resbalarse, abriéndome dolorosamente el ano.
-Te va a doler tantito, pero después te encantará también. Chupa la zanahoria.
Yo cerraba los ojos y gemía de dolor y del punzante placer que comenzaba a experimentar.
Después de seguir intentándolo sin resultados, mi tío se desesperó y con un brusco movimiento trató de ensartármela de golpe en mi culito. Yo pegué tremendo grito y me le safé… eso no me había gustado… me había dolido. Él lo entendió y me dijo:
-Está bien… perdón. Intentaremos algo más. Ya no te dolerá. Déjame verte el culo
Regresé al asiento del copiloto y le paré el culo en flor, completamente abierta; él me lo revisó y con un rápido movimiento, ya me tenía pegada a él… m,m,m… me calmaba el ardor con su lengua y con sus ávidos labios hambrientos de mi sexo… en eso, de un certero lenguetazo, me la metió: mi culo ya estaba abierto y distendido lo suficiente como para recibir su amable lengua sin problemas, sin dolor, cosa que comencé a gozar.
Nunca me di cuenta, habíamos parado frente a una arboleda donde no había nadie. Siguió comiéndome el culito un buen rato, intercalando su lengua con sus dedos y con otros me los metía en la vagina, haciéndome sentir maravillas y ver estrellas… ¡me estaba viniendo otra vez, sólo que esta fue más intensa que la anterior! Me paró más de culo para beberse mis recientes fluidos y embarrarlos en y sobre mi culito que se abría ya solito a su experto toque; entonces tomó la zanahoria ¡y comenzó a metérmela lentamente por mi culito!… m,m,m,m,m,m,… que sabroso sentía. Supongo que fue mucha la que me metió, porque me dijo:
-Ya estás lista, mamita, ahora voy yo.
Encendió el carro, me sentó sobre de él con la vista al frente; comenzó a masturbarse, tocándome con su cabezota la vagina… me la metió de golpe hasta el fondo (yo jadeaba incontrolable); comenzó a cogerme como desesperado; tomó la zanahoria, me sacó su verga sólo para meterme ahora el rico tubérculo también hasta el fondo (comencé a sudar y pedir más, más).
Una vez que tuve bien ensartada la zanahoria en mi vagina, me levantó y comenzó a darme, acomodándome al gusto su verga en ya mi dilatado y recién estrenado culito… este lo recibió con gusto, más cómodamente después del grosor de la verdura, abriéndose rico conforme era golosamente perforado por la candente e incontenible manguera de semen de mi tío, quien no herraba una sola de sus tremendas y profundas estocadas… mi vibrante culito se fue comiendo centímetro a centímetro la vara palpitante y venosa que me hacía temblar como nunca: ¡era la primera vez que me la daba en forma por el culo! ¡Estaba perdiendo también la virginidad de mi culo con él! ¡Y me encantaba! Gozaba como loca por tanto placer… ¡y doble! ¡Una buena zanahoria larga y gorda por la vagina y una hermosa y caliente vara de carne dura, maciza y palpitante por el culo! ¡Todo eso a mi tierna edad! Mi mente se nublaba a cada sentón; a cada embestida; a cada culeada que yo también le daba con mis orificios llenos de carne y verdura a mi tío… mis orgasmos llegaban uno tras otro y deseaba que aquello nunca terminara… me sentía una verdadera mujer lista para el sexo aún sin serlo y sin desear esperar a “crecer” para seguir disfrutándolo como lo estaba haciendo en aquel momento y desde hacía poco más de un año.
Ninguna en mi escuela sabría a lo que me refería, simplemente no lo entenderían… ni yo lo comprendía en aquel instante; yo tenía una amiga con la que convivía mucho; deseaba contarle lo que sucedía cada vez que mi tío y yo quedábamos a solas, pero había prometido que no lo contaría a nadie, ni nunca (hasta hoy); pensaba, y bien sabía que ella, a primera instancia, no lo entendería; luego me preguntaría más y más; se le mojarían sus calzoncitos de deseo (como yo cada vez que recordaba por las noches o en la escuela, las cogidas que me metía) y me preguntaría qué se sentía; yo le diría que sólo lo hacía con mi tío y terminaría invitándola con él… cosa que me llenaba de celos… lo quería sólo para mí… en fin, eso y otras cosas más pasaban por mi febril cabecita durante aquella tremenda cogida en la vía pública a bordo del carro de mi tío, hasta que una gran palpitación en el fondo, una descomunal y candente erupción más allá de mis sensibles esfínteres y en lo más profundo mi recto, me sacó del apoteótico trance en el que me encontraba…
-¡Ya! ¡Ya! ¡Ya mi reinita hermosa! –Gritaba mi tío a todo pulmón-. ¡Me vengo! ¡Que me vengo!!!!!!
Mi tío se estaba corriendo a chorros en lo más profundo de mi culito por primera vez, cosa que yo le respondí como buena hembrita viniéndome junto con él en una verdadera explosión del más intenso y puro sexo que jamás he vuelto a experimentar.
Me movía con el culo exprimiéndole toda la leche que no dejaba de fluir (lo sabía por las largas palpitaciones de su verga moviéndome e inundándome los intestinos y estomago).
Los dos sudábamos a cantaros, gozando al igual… Había sido mi máxima y quería que nunca terminara, así que comencé a moverme otra vez, al sentir por dentro de mí, como se iba bajando su erección, mas mi tío me dijo:
-Ya, detente Gracielita, que me va a dar un ataque al corazón. Por hoy fue suficiente.
-¿Pero no me vas a dar de tu lechita?
-¿Qué más quieres, reina? ¡Ya te la di toda!
-Pero a mí me gusta que me la des en la boca… sabe muy rica.
-Ya, se acabó por hoy… además, ya nos tardamos mucho y tu tía y tu mamá se van a preocupar. Otro día te la doy donde quieras ¿sí?
Bueno, en verdad había sido mucho por un cogidòn… pero a esa edad, todo se te hace poco.
Me desmonté de él, de mala gana, insatisfecha en verdad, en medio de un acuoso chasquido de mi culito al sacarme la babosa y caliente serpiente flácida, pero aún de buen tamaño de mi tío que seguía escupiendo semen… tuve que apretar al máximo mis bofos esfínteres adoloridos y muy, muy distendidos, teniendo que contener con mis manos una muy segura fuga de esperma recién ordeñado.
Una vez que contuve mis ansias de evacuar, sólo con tal de quedarme más tiempo llena de su caliente esperma, me saqué la zanahoria y me puse mis calzoncitos. En mi recto sentía un verdadero circo, cosa que aguanté golosa, reteniéndolos en mi aún inundado interior hasta llegar a casa.
Él bajó rápido a la tienda por lo del encargo y regresamos a casa, donde mi tía y las otras ya habían terminado de comer.
Los pretextos no faltaron y mi tío los explicó… ¿y yo? Bueno, únicamente conservaba la “rica zanahoria” en la boca, mi culito saturado de semen y un rico y desmedido recuerdo en mi mente.
Me senté con mi adorado tío a la mesa a comer.
De ahí, sin saberlo, se desprendió otra insospechada sesión de sexo en mi casa, ¡esa misma noche!, ya que “Floyd” mi perrito, fue el único en percatarse (supongo, por el tremendo aroma a sexo que se desprendía de mi vagina y colita) de una excelente tarde de domingo sexual-familiar en casa de mis tíos. Pero eso será en otro relato, ¿les parece?
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