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Incestos en Familia, Lesbiana

SELVA Y MI HERMANA INGRID

Mi historia de como fui haciendo todo para hacerla mia, aunque a ella no le gustasen las mujeres .
SELVA Y MI HERMANA INGRID

PARTE 1

Mi nombre es Selva, esta historia ocurrió hace algunos años, cuando estaba en plena adolescencia y es mi propia historia. Desde que he sido muy joven me he dado cuenta que siempre me he sentido atraída hacia las mujeres por su manera de ser y  de actuar, cuando fui creciendo, comprendí que los chicos no me llamaban en absoluto la atención, y no puedo negar que, sobre todo al principio, me pusiera a salir con alguno, pero era más bien por intentar ser como mis amigas y para cubrir las apariencias.

En cambio, qué decir de las chicas. Siempre me han gustado. Me metía en el baño con ellas para verlas mejor, todo su cuerpo, me empapaba de sus desnudos en los vestuarios. Siempre me controlé. No quería que nadie supiera de mis inclinaciones. Así llegué hasta los quince años.

Tengo que decir que la culpa de todo lo que pasó en esta historia es de mi hermana Ingrid. Vivíamos en el interior junto a mis padres. Cuando yo tenía quince  años, ella tenía veintidós. Les  llamará la atención esta diferencia de edad. Se debe a que fui lo que se llama «un descuido». De todas formas, no somos mas que nosotras dos. Ella era muy distinta a mí. No solo físicamente, sino también en carácter.

Ingrid y yo somos de pelo rubio  y ojos verdes, yo soy más alta que ella ahora, pero entonces éramos casi iguales. Eso sí. Yo a esa edad  era un palo de delgada, y ella ya era una mujer desarrollada, pues tenía sus  formas  muy bien puestas. Yo solía vestir con ropa de deporte, pues me ha gustado mucho tener fuerza y estar ágil y he hecho siempre deporte. Ella era en cambio muy coqueta, aunque siempre con elegancia y  le gustaba sentirse admirada.

Yo siempre he usado una melena que no me cubra el cuello, mientras ella luce siempre una cabellera que ha veces suelta y otras veces con coleta, falda por encima de la rodilla, camisas que desabrocha, zapatos de medio tacón.

La coquetería de Ingrid no está tanto en su forma de vestir como en su carácter. Le gusta que la mimen, ser el centro de atención, sentirse admirada. Siempre ha tenido un montón de pretendientes, y siempre ha jugado con ellos, como quería  jugar conmigo

Como quiera que fuera, como tengo un carácter tímido, no me atreví, en un principio a buscar mi media naranja dentro de mi mismo hemisferio. Mi hermana era muy femenina. Se paseaba frecuentemente en braguitas delante mía. Sólo en braguitas, o en un camisón que siempre se me antojaba trasparente. El cuerpo de mi hermana era totalmente distinto a los que había visto en los vestuarios. Era una mujer hecha y derecha.

Empecé a masturbarme pensando en los senos que se le veían a través del camisón, o cuando al salir de la cama, se ponía una camiseta. En las nalgas contenidas por las siempre inmaculadas y blancas bragas, que temblaban al pasear mi hermana por el pasillo, en los muslos que le asomaban cuando se sentaba a mi lado en el sofá.

Como me gustaba quedarme desnuda, acariciando mis tetas muy despacito, que mis pezones se endurecieran y que a cada toque sintiera un calor cada vez mayor,   muy pronto esa sensación  bajaba hacia mi vagina y me hacía estremecer como una loca, mi otra mano debía calmarme y mis dedos se introducían en mi agujerito, allí comenzaba un lento vaivén para calmar mi enorme calentura, que placer ¡!!!! Mi clítoris hinchado, rogaba hacerme llegar, ya que mi estimulo ahora eran mis pezones y mi concha, trataba de alargar tanto goce, pero el pensamiento que Ingrid era la que me acariciaba, me hacía llegar de una manera desenfrenada, entre gritos ahogados y chillidos, también sentía un enorme calor en mi ano, pero como todavía era virgen, no me animaba a buscar placer por ese lado.

Corría un  verano de 1995 tuve que quedarme en mi ciudad, preparando el ingreso a la facultad, y después de correr, cuando estaba en la ducha, me masturbaba, pensando en mi hermana, allí buscaba nuevos estímulos  y me la imaginaba agachada chupándome, teniéndola a mi merced, mientras su lengua me hacía acabar, me  divertía pensar que le infundía a Ingrid el mismo placer que yo, lo cual me producía mayores deseos de hacerla mía.

Cuando mi padre y yo íbamos a la playa, yo era una esponja que absorbía todo lo significaba sexualidad en Ingrid. Sus top-less. Sus paseos con una toalla alrededor del cuerpo, las noches con nuestros amigos comunes. Cada gesto, cada movimiento me excitaba.

Un fin de semana coincidimos mi hermana y yo, que iba con mis amigas, en la misma discoteca. Era una discoteca cercana a la playa. Yo la vi a ella y me disponía a saludarla cuando me di cuenta que se le acercaba un chico con el que parecía mantener una relación «especial». Yo lo conocía. Era Osvaldo, un amigo suyo de hacía tiempo. Era claro que estaban saliendo.

Mi hermana estaba dando un espectáculo delante de mis amigas. Se besaban a brazo partido y dejaba que la toqueteara por todas partes. Yo estaba roja de vergüenza… y de celos.

– La muy turra. Se lo voy a decir a mi madre nada más llegar.- No paraba de repetirme y de decirles a mis amigas. Mis amigas la disculpaban. Pero sabia que esa noche no pararían de hablar de ello y de reírse de mí, por mi hermana.

En un momento dado salieron de la discoteca. Yo, los seguí. Les dije a mis amigas que iba a pedirme una cerveza a la barra, pero lo cierto es que lo que hice fue seguirlos  disimuladamente. Se metieron en el coche, pero en lugar de arrancar, vi que seguían besándose.

No debí hacerlo, pero tras estar espiándole un rato, comencé a acercarme, primero deprisa, pero conforme estaba más cerca, me iba parando hasta divisar la cabeza de Ingrid. La de Osvaldo  no aparecía por ninguna parte. Me interesó lo que sucedía, así que di una pequeña vuelta para acercarme mucho sin que me vieran. Allí estaba. ella tenía la camisa abierta y el corpiño s desabrochado. Sus pechos desnudos aparecían como manchas claras en la penumbra. El  tenía la cabeza entre las piernas. No pude ver si mi hermana se había quitado los panties o no, pero sí que Ingrid  tenía el pene, que asomaba en la bragueta desabrochada, en la mano y lo frotaba de arriba a abajo.

No quise seguir espiando y sali corriendo, esa noche lloré al llegar a casa. No tenía más motivo para hacerlo solo  los celos. Ingrid lo notó y quiso averiguar el motivo de mi angustia, pero no le dije nada.

CONTINUARA…..

11 Lecturas/5 noviembre, 2025/0 Comentarios/por dondon
Etiquetas: amigos, baño, hermana, madre, mayor, mayores, padre, playa
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