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Incestos en Familia, Lesbiana

SELVA Y MI HERMANA INGRID EL PRIMER INTENTO

Continuacion de como segui avanzando en mi ataque para hacerla mia mia .
SELVA Y MI HERMANA INGRID  EL PRIMER INTENTO

 

El caso es que desde ese día, la obsesión por mi hermana fue creciendo. Y en un momento dado de esa semana que transcurrió a continuación me propuse hacerla mía. No sabía cómo lo haría, pues yo no tenía experiencia ni nada. Quiso la casualidad que cayera en mis manos unas revistas porno que mi padre había comprado y que dejó debajo del colchón, para que yo no las viera, pero claro, al hacerle la cama, las vi.

En las revistas aparecían fotos muy claras de cómo una chica tiene que tratar a otra, a parte de algunos relatos que me parecieron algo bestiales. Me empapé de todo aquello, todas las mañanas me veía las revistas y no paraba hasta que no me masturbaba, cada vez con mayor intensidad pensando en mi hermana y en todas las cosas que imaginaba hacerle, hasta que las revistas desaparecieron

Comencé a cambiar de actitud con Ingrid. Procuraba quedarme a solas con ella. Un día entré al cuarto de baño mientras ella se duchaba, y me dediqué a hablar con ella y a observarla mientras se enjabonaba. Me pidió que le diera por detrás, y yo la enjaboné. Luego le alargué la toalla. ¡Qué magnífica mata de pelo negro cubría su sexo! Y en medio, se distinguía la hendidura que esconde a su clítoris. Qué lindos pezones, que estaban rugosos por el agua que le había caído y el frío que pasaba mientras le entregaba la toalla lentamente.

Comencé a tomar por sistema la medida de entrar en el baño cuando ella estaba, especialmente si no estaba Papá, que no lo hubiera visto bien. Un día escuché el chorrito de pipí a través de la puerta. Entré. Creía que me echaría una bronca, pero no me dijo nada. No le pareció mal. Comencé a pintarle las uñas de las manos, también la convencí para que se pintara las de los pies. Comencé a ayudarle a depilarse (Yo no me he depilado en mi vida). Indudablemente, le comencé a echar crema bronceadora y protectora donde no llegaba su mano.

Primer intento

Un día, la playa estaba vacía, ya que nos alejamos mucho de la gente, porque Ingrid quería hacer top less. Me dijo que le echara cremita por todo el cuerpo. Estaba tentadora. De espaldas al sol, me ofrecía un trasero redondo y moreno en parte. Comencé a broncearle las pantorrillas, mientras pensaba si hacer o no hacer lo que estaba pensando. Sus pantorrillas dieron paso a sus muslos. Los amasaba intentando inculcar una presión y un ritmo que le aseguraran a mi hermana que aquello era un reclamo sexual.

Le pedí permiso para darle crema en el trasero. Aceptó. Le dije que le apartaría el bañador para extenderla bien. No me contestó. Comencé a embadurnarle de crema las nalgas y el interior de los muslos. Me sentía excitada y mi respiración se aceleraba. Estaba segura de que si hablaba, Ingrid lo notaría, así que pasé a extenderle la crema por la espalda.

Mi mano se escurría por los laterales, deseaba tocarle los senos. Cada vez mis manos iban más hacia abajo. Esperaba que de un momento a otro Ingrid diera media vuelta, y me quitara el bote o me frenara de golpe de alguna manera. Pero en lugar de eso, se dio la vuelta, para que le extendiera la crema por la parte delantera.

Comencé por la cara, primero por la frente, luego por la mejilla, la barbilla y alrededor de la boca. Calculaba mentalmente los efectos que le produciría. Luego le di crema en el cuello y en los hombros, el ombligo, y finalmente, las tetas. Mi mano se llenó de crema que extendía sobre todo el pecho de Ingrid sin distinción. Luego comencé a rozar sus pezones con la palma de mi mano. Ingrid me miró con desaprobación.

-Es…la zona…más sensible – Le dije con la voz entrecortado por la excitación, queriendo aclararle  lo que sólo podía explicarse de otra manera bien distinta. Si mi hermana hubiera sido de otra manera, me hubiera quitado la crema y me hubiera mandado al carajo, pero es una calentona. Le gusta sentirse admirada y deseada, y aunque no dudo que aquello era nuevo para ella y la tomo desprevenida, actuó así para calentarme.

Pasé a extenderle la crema en las piernas, pero por delante. Evidentemente, ella estaba tumbada con las piernas entreabiertas. Mis manos le acariciaban la parte interior de los muslos, cada vez más cerca del conejito, hasta que la rocé un par de veces con la muñeca. Mis manos incluso se posaron y pude sentir la calidez de su sexo. Comencé a darle con el dedo en la ingle, hasta que conseguí mi objetivo: introducir un dedo a través del bañador. Yo jadeaba de excitación. Ella se levantó de repente y se dirigió al agua. Me quedé sorprendida y caliente.

No tardé en seguirla Había cierto oleaje, y ella se divertía esquivando las olas, a lo cual me sumé yo. Intentaba acercarme a ella, y cuando estaba cerca, abrazarla, pero me eludía  siempre. Yo insistía. Conseguí tocarle un par de veces la suave piel de las nalgas. Hasta que me gritó:

-¡Selva!¡Basta! ¡Déjame tranquila de una vez!-

Salió del agua, cogió sus cosas y se fue. Me fui detrás de ella, pero dejando pasar el tiempo, quería ver si se lo contaba a mis padres, que me recibieran con toda la violencia que requería la situación. Lo que menos deseaba  hacer era verles la cara a mis padres, si se lo había contado o no.

Mi hermana no le contó nada a mis padres. ¡Qué alivio! Pero en cambio, hubo un cambio radical en su actitud. Se cerraba con llave al entrar en el baño, dejó de darse los paseos que tanto me excitaban. Incluso me hablaba con frases cortas. Estaba enfadada conmigo.

Me di un tiempo en la persecución a la que sometí a Ingrid. Seguí masturbándome mientras pensaba en ella, o viceversa. Pero al final del verano, mi mamá y Ingrid volvieron de la playa. Era mitad de agosto. Surgió un problema en los campos que tenemos en Córdoba y mi papá se vio obligado a ir hacia allá dos fines de semana seguidos. Comenzó entonces el acoso a Ingrid de nuevo.

Me ponía a ver revistas porno, aquellas que tenía escondidas papá, delante de ella. Me paseaba desnuda para que me viera, e incluso, más de una vez me pilló masturbándome. Lo empecé a hacer delante de ella, mientras clavaba mi mirada en sus ojos verdes. Ella se ruborizaba siempre. Una de las veces coincidió que yo estaba en el baño y ella entró. Comencé a hacerle posturas. Ella no quería mirarme, pero me miraba. Cuando salí de la bañera, ella se miraba delante del espejo, y al pasar a su lado, le di un apretón, y restregué mi cuerpo contra su trasero. Cerró la puerta tras de mí. Sentí la ducha. Salió en toalla hacia su cuarto. Si me abalanzaba sobre ella y se la  quitaba tras tirarla al suelo ¿Qué haría?

La seguí por el pasillo, encantada de observar el rítmico movimiento de sus caderas, hasta que entró en su cuarto y escuché cerrar el cerrojo. Pensé en ese momento que Ingrid nunca sería mía. Me acerqué al baño, desesperada y vi sus braguitas en el suelo del baño.

Las tome y las olí. Olían a sexo… y pude ver una manchita húmeda en la tela que tapaba su almejita. ¡Ingrid se excitaba al verme!

La gran lotería me tocó al siguiente fin de semana. El jueves, Ingrid, tras una larga conversación telefónica con Osvaldo, comenzó a llorar. Se encerró en su habitación. Fui a consolarla. Me la encontré sentada en la cama. Llorando.

-¿Qué te pasa, hermanita?- Le decía mientras me sentaba a su lado y le besaba la cabeza, triste yo también de verla de esa manera.

-Nada, que todos los chicos son iguales. Este cabrón nada más irme de la playa se engancho  con Pili, y me ha dicho que lo nuestro ha acabado.-

-Pero si estaban tan bien hasta hace unos días. Eso ha sido la zorra esa que se ha metido por medio-

Ingrid comenzó a llorar desaforada. Algo había detrás que no me quería decir. Le costó reconocer que no se llevaba bien con su novio. Había tenido sobre todo, un problema de relaciones sexuales. Lo habían estado haciendo durante el verano. Ella no se había corrido ni una vez. Era incapaz de llegar al orgasmo.

-Pero nena . ¿A quién se le ocurre ponerse a hacerlo en un coche a la salida de una discoteca?- Ingrid se quedó sorprendida de que supiera aquello.- Yo estoy segura de que en condiciones normales te corres como la mejor.

Ingrid me miraba desconsolada, pero ya no gimoteaba al menos.- ¿Crees eso realmente? ¿Cómo lo voy a saber yo? ¿Qué más me da ya, si Osvaldo me ha dejado?-

Yo, esto de los chicos lo he tenido siempre muy claro. Le dije a Ingrid.- Mira, tonta, Si ese te hubiera querido, te hubiera llevado a un sitio más romántico. Y no te preocupes, que detrás de ese vendrán más.- Comencé a besarle las sienes y la beberme las lágrimas que le caían por la mejilla. Mientras, mi mano se posó en su muslo. La respuesta negativa no se hizo esperar.

-Basta  Selva. tenes  razón, pero tengo que desahogarme. No me agobies- No lo hice.

Al día siguiente, seguía en el mismo plan lloroso por más que mamá se empeñaba en animarla. Mamá no sabía, lógicamente todo el problema. Yo me hice mi plan. Ingrid pasaba por un momento malo y yo me tenía que aprovechar. Ese fin de semana era vital para mí.

Pero por poco me lo arruina  todo papá, pues al ver la cara de Ingrid, se empeñó en que fuéramos todos a la casa de Córdoba. Yo insistí que tenía que estudiar para el ingreso. Al quedarme yo, por fuerza tenía que quedarse Ingrid.

Estuve toda la tarde del viernes con Ingrid. Estuvimos como en los viejos tiempos. La depilé las piernas. También le ayudé a hacerse las cejas, a pintarse las uñas de los pies. Yo pensaba que me iba a comer a un bomboncito la noche siguiente. Nos quedamos viendo la tele. Pusimos la película más erótica de la noche, pero fue suficiente para ver que Ingrid se divertía viendo aquellas escenas y no le daba ninguna repugnancia a las de lesbianas, aunque, eso sí, se ponía colorada.

Me masturbé pensando en las cosas  que pensaba hacerle a mi hermana la noche siguiente. No podía apartar de mi mente la imagen de su entrepierna, cubierta apenas con las bragas mientras le depilaba  su rajita. Hasta mi nariz llegaba el aroma de su sexo mezclado con el perfume de la ropa recién lavada.

Por la mañana me percaté de que Ingrid no cerró la puerta al meterse al baño. Entré y me ofrecí a enjabonarla. Ingrid se dejaba enjabonar todo el cuerpo, y tan sólo me apartó la mano cuando quería adentrarme con la esponja entre las piernas. Luego tome  la manguera y comencé a mojarle por las zonas donde tenía jabón. Por todos lados.. No opuso resistencia, hasta que su excitación fue ostensible

-Déjalo ya, Selva.- No quería presionarla, por no echarlo todo a perder. Le ofrecí la toalla, y ella vino a mis brazos a refugiarse de la frescura del ambiente, hubiese querido desnudarla y besarla por todos sus agujeritos, pero  debía ser prudente y dar la estocaba final, cuando todo estuviera preparado y segura que podría llegar la final sin que ella se opusiera.

CONTINUARA

39 Lecturas/11 noviembre, 2025/0 Comentarios/por dondon
Etiquetas: baño, hermana, hermanita, mayor, orgasmo, padre, playa, sexo
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