SEMILLAS DE INCESTO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
SANDRA, CARMELA, SU PAPÁ Y YO
Les narrare las vivencias de cómo forme mi familia.
Vi la mirada de Juan triste al arrimar a su finca a pedir trabajo, pues me encontraba en mala situación económica.
– Miguel, yo si necesito quien me ayude pero de forma permanente, no como los temporeros que solo vienen a recoger la cosecha de café, aquí va a tener techo y comida y creo que el dinero que le puedo pagar es un buen sueldo para un muchacho soltero como usted, ¿Qué dice?
– Gracias Juan, yo si le acepto, vera que no le voy a quedar mal.
– Sandraaaa, llamo a su hija, y cuando vino le dijo que nos trajera algo fresco para tomar.
Sandra nos trajo sendas tasas de mazamorra de maíz con leche y panela picada en trocitos.
Después le dijo que arreglara la alcoba que ocupaba ella porque esa iba a ser para mí.
– Y yo ¿Dónde duermo papá?
– Con tu hermanita o conmigo.
Poco a poco fui integrándome en la familia, por ejemplo me entere que la mujer de Juan lo había abandonado hacía 4 meses dejándole las 2 niñas, Sandra próxima a los 10 años, muy linda con un cuerpecito bien formado, inteligente y alegre y Carmela 8 años y medio, muy cariñosa con su papá, juguetona con su hermana pero tímida al hablarme y estudiaban en una escuela rural por las mañanas.
Por eso comprendí la tristeza de Juan, incluso su mal genio, pero a unos 2 meses del 10º cumpleaños de Sandra Juan empezó a cambiar, se veía más enérgico, más alegre, ya no regañaba tanto, desde que Sandra me había cedido la habitación se había pasado a dormir a la cama matrimonial con Juan, empecé a escuchar en las noches risas y juegos de Juan con sus hijas lo cual se me hacía normal.
Había relegado varias funciones en mí, como ir a hacer mercado al pueblo los domingos, transmitir órdenes a los trabajadores temporeros incluso pagarles los sábados previa firma de un recibo, también llevaba bultos de café seco en la camioneta Willis y vigilaba el pesaje en la compra venta de don Pablo, en fin era como un capataz y su hombre de confianza.
Recuerdo en especial un domingo en que después que terminamos los oficios obligatorios en la finca Juan armo paseo para el río, empacamos comida y lo necesario para el baño, al llegar a un paraje muy bonito el río formaba un charco de aguas cristalinas y frescas con una playa de arena suave nos dispusimos a refrescarnos y a pasar la tarde, Sandra y Carmela se metieron al agua con solo tanguitas, pues no tenían vestido de baño.
En Carmela no se vislumbraban aun asomos de pechitos pero a través de sus braguitas mojadas se veía su vagina gorda y lisa partida por su rajita, en cambio a Sandra ya se le notaban las teticas en crecimiento y su vagina más grande.
– Papá, Miguel, métanse ya, nos llamó Sandra.
Me metí al agua no tanto por que me llamaron las niñas sino antes de que se me parara por un cosquilleo que empecé a sentir en mis partes.
Juan a pesar que las niñas lo llamaban no se movía de la playa, al rato comprendí el porque: lo tenía parado mirando a Sandra, en un momento que yo estaba jugando con las niñas el se metió a lo hondo donde le daba el agua al pecho, Cuando se calmo jugamos con una pelota después merendamos y pasamos la tarde muy agradablemente, de regreso yo me adelante con Carmela y el se quedo atrás con Sandra, pero tuve una corazonada y me regrese un poco, a través de unos arbustos vi que le tenía la blusa levantada y le estaba mamando las teticas a su hija y acariciándole la chochita pelada, sin hacer ruido alcance a Carmela y sin decirle nada seguimos caminando hasta llegar a la casa.
En los días que las niñas no tenían que ir a la escuela Sandra se colocaba unas minifaldas que hasta yo empecé a admirarle sus piernitas largas y delgadas, Juan ni se diga la miraba con lujuria.
Una noche yo no podía conciliar el sueño y empecé a escuchar unos gemidos en la alcoba de Juan, no se porque aquellos murmullos se me hicieron sospechosos, y aguce el oído:
– Si papito, si quiero, es lo que alcancé a entender de la voz de Sandra.
La curiosidad por lo que allí pasaba se me despertó y me levante sigilosamente para tratar de acercarme a una ventana de la alcoba de Juan que daba al corredor diagonal a la que yo ocupaba, pero tenía que pasar por el frente de la de Carmela que no tenía puerta solo una cortina, pero supuse que por ser tan tarde la niña estaba dormida, paso entre paso me fui acercando y los murmullos se fueron haciendo más nítidos.
– Mi amor primero le meto la cabeza como la vez pasada y luego se lo deja meter todo como me prometió.
– Si papito pero chúpemela primero y métame el dedo.
– Hija, pero procure no gemir tan duro que nos puede oír Miguel.
La cortina al caer dejaba un resquicio y se podía mirar para adentro de la alcoba que tenía la luz encendida, termine de acercarme y mire con cautela, Saque mi pene dispuesto a disfrutar del espectáculo.
Sandra con las rodillas dobladas y muy abierta de piernas dejaba ver su vagina bastante grande y de piel lisa y tersa formando un arco en donde al comenzar la rajita rosada sobresalía su pequeño clítoris paradito, se estaba entregando con deseo pero también con temor y eso se notaba en el rubor de sus mejillas y en el subir y bajar de su pecho como las olas del mar.
¡Juan se iba a follar a su hija de 10 años! Comenzaron besándose con pasión, luego Juan le mamó los pechitos que parecían de juguete, después le lamía la chochita a veces con la legua plana a veces con la lengua tiesa y ella empezó a gemir, él colocó su pene en la entrada y empujó, la cabeza entro fácil, ella con una manito se tapaba la boca y con la otra puesta en el estomago de su papá trataba de aminorar la fuerza de sus acometidas, él empujo más duro que las otras veces, vi cuando la niña abrió mucho los ojos, la boca bajo su manita se abrió como emitiendo un grito mudo, el miembro de Juan cada vez se hundía mas.
– ¡Papito me duele, hágame despacio! Y se puso a llorar.
Juan se detuvo.
– Mi tesorito, no llore que ya no le va a doler más.
Yo estaba tan concentrado masturbándome y viendo a Juan desvirgando a su hija que casi me delato con un grito al sentir una manito calida que cogió mi mano libre, había supuesto mal pues Carmela estaba despierta, se asomo y vio a su hermana ensartada por el miembro de su papá, miro por un corto tiempo y en silencio me haló para mi alcoba, ya dentro me dijo en voz baja:
– Miguel, tengo miedo.
– ¿De que Carmelita?
– De que mi papá me haga lo que le está haciendo a Sandra.
– Tranquila que yo te protejo.
– Pero es que usted también lo tienes parado.
– Si, pero no es por ti, ven metámonos bajo la cobija que esta haciendo frío.
– Carmela, ¿desde cuando tu papá le hace eso a Sandra?
– Desde el cumpleaños de mi hermana nos acaricia la almejita, la vez pasada nos metió un dedo a Sandra no le salió sangre, a mí me dolió y me salieron unas gotitas de sangre.
Nos quedamos en silencio escuchando al principio los quejidos, luego los gemidos de Sandra y los jadeos de Juan.
Me imagine a Juan, un hombre rudo de campo con un miembro considerable dentro de la almejita de su niña, esa rajita que yo le había visto en varias ocasiones y mi pene ansioso empezó a dar brincos.
Carmela se arruncho junto a mí con mi brazo izquierdo de almohada, sus ojitos muy abiertos concentrada en los jadeos de su hermana, yo un hombre de 24 años me veía raro con una niña de 8 años y medio entre mis brazos y tratando de comprender lo que ella estaba sintiendo, en un ataque de ternura la abracé fuerte y le di un beso tierno en los labios, ella no protesto.
– ¿Te gusto lo que te hizo tu papá?
– Es que las caricias son muy buenas, lo que duele es que le metan el dedo a una, dijo Carmela.
Seguimos escuchando y la niña acercaba su cosita contra mi pierna, yo la dejaba hacer sin decirle nada mas bien me acomode para que ella se encajara bien y sentirle su vaginita caliente y húmeda con mi pene.
– Miguel, tóqueme pero no me lo meta, dijo jadeando y con su carita sonrojada.
– Te lo prometo, no haré nada que tú no quieras y le baje las braguitas.
Le acaricie suave su tierna vaginita apretándole el botoncito del clítoris, con su respiración entrecortada y unos estremecimientos en sus caderitas se mojo, yo empecé a sobarle mi miembro en su rajita hasta que en borbotones la bañe con mi semen, se notaba que ya lo conocía porque al limpiarse con una toalla que le di no pregunto nada, oímos cuando Juan y Sandra terminaron con el quejido propio de la eyaculación.
– Mi amorcito, márchese para su cuarto sin hacer ruido, le dije a Carmela y si su papá la llama para hacerle eso, dígale que la deje quieta o si no me cuenta.
Al otro día yo miraba a Sandra con disimulo, lo único raro que noté era que a cada rato se sobaba la entrepierna como rascándose.
Una noche escuche los gemidos de Sandra y el grito final de su primer orgasmo.
Pasaron 2 años en los cuales sucedieron muchas cosas, Sandra se había convertido en una hermosa adolescente de 12 años, lindos pechos y caderas amplias, Juan seguía follando con ella casi todas las noches, como ya sabía que yo estaba enterado de todo, se comportaban como una pareja normal.
Carmela se fue poniendo muy bella y por fin cuando tenía 9 años se dejo penetrar con un dedo, a veces dormía conmigo, estoy seguro que con conocimiento de su papá, a pesar de los muchos orgasmos que había sentido con mis caricias nunca la penetre con el pene respetando la promesa que le hice cuando vimos desvirgar a su hermana, cada día me sentía más enamorado y tenía planes de hacer vida marital con mi linda campesina.
Los paseos al río se volvieron costumbre y yo respetaba cuando Juan tendía una ruana tras unos arbustos y follaba con Sandra, como cosa normal la veíamos cuando se acercaba al pozo para asearse chorreando semen por sus piernas, en su vagina ya estaban apareciendo pelusas doradas como piel de durazno, también note que sus pechos se desarrollaron demasiado rápido.
Otras veces Sandra se le colgaba del cuello a su papá y Carmela del mío nos abrazaban la cintura con sus piernas y nos metíamos al charco con el agua tapando nuestros sexos, tendría uno que ser muy ciego para no ver cuando Juan le quitaba los calzoncitos a su hija, se sacaba el pene y la penetraba, lógico que yo me excitaba y Carmela sentía mi erección en su vaginita y me lo acariciaba hasta hacerme eyacular, una tarde en una excitación de esas yo también le quite los calzoncitos a Carmela y le metí el dedo suavemente, ella se quedo quietecita dejándose hacer y mirando a su papá con los ojitos adormilados, el se dio cuenta que yo estaba dediando a su hija menor por los movimientos y gemidos pero no dijo nada.
Un domingo Juan y Sandra fueron al pueblo y cuando regresaron estaban felices, nos reunimos en la sala y Juan destapo una botella de vino, sirvió 4 copas, abrazo a Sandra, miro a Carmela y le dijo:
– Vas a tener un hermanito…. brindemos.
Luego dirigiéndose a Carmela y a mí:
– Miguel, como yo se que ustedes dos se quieren van a ser los padrinos.
Seguimos celebrando y las copas empezaron a hacer su efecto, a eso de las 10 de la noche me despedí porque al otro día tenia muchos oficios que hacer.
No bien me desvestí cuando entro Carmelita a mi habitación, note en sus ojos el deseo como nunca se lo había visto, comenzó a desnudarse lentamente, primero descubrió sus teticas en flor, luego su falda se deslizo por sus piernas al piso quedando solo en braguitas.
– ¿Qué haces niña loca? Tu papá se va a dar cuenta, le dije.
– No importa, ya sabe que estoy aquí, me contesto tranquilamente.
En este momento mi pene estaba erecto a más no poder viendo a mi pequeña diosa campesina que con pasos cadenciosos se acerco a mí ofreciéndome sus labios, nos fundimos en un beso de aquellos que quitan la respiración, la metí dentro de las cobijas para compartirnos el calor lujurioso que emanaban nuestros cuerpos.
– Yo también quiero tener un hijo, me dijo cuando sintió mi mano acariciando su almejita por encima de la braga.
Quise reírme de su ocurrencia pero no lo hice por respeto a su inmensa excitación.
Es cierto que había sentido muchos orgasmos por mis caricias en estos dos años de relación aunque no la había penetrado con mi miembro, además ella no menstruaba a sus 10 años y medio.
Le quite las braguitas y siguiendo el ritual de calentamiento le mame su tierna vagina hasta hacerla sentir el primer orgasmo, luego chupe sus areolas hinchadas con los pezones duros, sabía que esa noche íbamos a ir hasta el fin, por eso le embadurne la rajita con vaselina, levante sus piernitas y mi miembro hambriento de sexo primero abrió su flor virginal y se fue hundiendo por entre sus paredes calidas, mire su carita sonrojada, sus labios entreabiertos y sus ojos entornados, rompí lo que quedaba intacto de su himen y aquel hayyyyyyyy gutural que exhaló fue música para mis oídos, mentiría si os dijera que estuve mucho rato haciéndole el mete y saca porque era tanta mi excitación que al cabo de un minuto me estaba descargando dentro de ella con espasmos que me parecieron interminables. Luego de un breve descanso sin sacárselo me concentre en hacerla gozar y estoy seguro que su papá y su hermana desde su alcoba escucharon los gemidos desaforados de mi niña campesina cuando le llegaron sus múltiples orgasmos.
Paso el tiempo y Sandra alegro la casa con un hermoso bebe que llamaron Juan Pablo y con Milena un año después.
Yo con la ayuda de Juan y algunos obreros construí una casita no muy lejos de la de ellos y me esmere que tuviese bellos jardines y Carmela a sus 14 años ya llevaba dentro de su ser la semilla de Sofía nuestra primera niña, luego llegaría Juliana y después Miguel Ángel, todos con un año de diferencia.
Mis hijas y su primo Juan Pablo heredaron el gen incestuoso de mi suegro en el cual nos involucramos todos inclusive Miguel Ángel cuando estuvo más grandecito pero esa es otra historia, quizá más candente que esta.
Ustedes estimados lectores juzgaran.
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