¿Ser o no ser dominada?
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LegiónOscura.
Cuando Kassandra abrió los ojos no pudo ver más allá del lienzo rojo que los cubría.
Alguien le había tapado la vista.
Sentía frío, movió las manos pero las descubrió atadas sobre su cabeza.
Se sacudió un poco nerviosa y no pudo encontrar su ropa.
Sentía su camisa de botones abierta, pero sus pantalones y botas estaban perdidos.
Había algo mullido bajo sus rodillas, una cama, pensó ella.
Estiró los dedos para arañar la cabecera que sujetaba sus muñecas.
No recordaba haber dormido así, semidesnuda y atada a una cama.
Recordaba la fiesta, recordaba los tragos y la música, pero no la cuerda o la tela que le cubría los ojos.
¿Dónde estaba?, ¿quién la había atado?, el motivo era más que obvio.
El sonido de una puerta abriéndose la puso en alerta, todo su cuerpo se tensó con fuerza y con los oídos bien atentos, intentó descifrar quien había entrado en la habitación.
Nada.
La persona había entrado con un mortal siguió y Kassandra sólo pudo saber dónde estaba cuando escuchó el crujir de los resortes del colchón.
Alguien andaba a gatas por la cama, acorralándola contra la cabecera.
— ¿Quien está allí? —preguntó la chica al aire intentando que su voz de escuchará todo lo firme posible—, responde —ordenó Kassandra, pero no hubo respuesta.
Un par de manos se posaron en los muslos desnudos de Kassandra, arrancándole a la chica un grito de miedo.
Los desconocidos dedos comenzaron a rasguñarla con ternura, trazando círculos sobre su piel.
— !Basta, quítame las manos de encima¡ —las manos retrocedieron dejando a Kassandra con una sensación de ansiedad.
¿Había sido suficiente?, Kassandra no escuchó la puerta pero aun así un grito como ese no habría disuadido a su atacante, por el contrario, las manos regresaron y está vez se internaron bajo su blusa.
Las manos eran suaves, hábiles en su camino por su abdomen, no perdieron el tiempo en buscar su ombligo o sus caderas, fueron directamente a sus desprotegidos pechos.
Los dedos pulgar e índice hicieron presa de sus pezones, los estiraron con fuerza, sacándole a la chica un gemido.
Los retorcieron ligeramente a la derecha y luego a la izquierda, los hizo subir y luego bajar, dándose toda clase de antojos con ellos.
Kassandra no quería decir nada más, tenía miedo de que estuviera armado y no pensaba darle el gusto de ver que lo disfrutaba tan solo un poco, solo cuando los dedos eran rudos con ella.
El misterioso atacante la arrancó la camisa a Kassandra y la enredó entre sus ya atadas manos.
Su cuerpo, desnudo completamente salvo por sus pantaletas, fue azotado por el frio.
Toda la piel se le erizó y sus pezones se pusieron vergonzosamente duros.
-¡No es…!, -ella intentó desmentir aquella reacción pero fue inmediatamente silenciada con un beso.
Fuerte.
Profundo.
La lengua de su captor se deslizó sin mucha resistencia dentro de la boca de Kassandra que apretó los ojos bajo la tela que los cubría.
No apestaba.
Había un ligero regusto de pasta dental en ella.
La lengua extraña comenzó a explorarla, bajo su propia lengua, entre sus mejillas.
Kassandra le devolvió el gesto torpemente, enredó su lengua con la del extraño.
Sintió el ligeramente amargo sabor de la saliva mezcladose con la suya y bajando por su garganta.
Hilos de saliva se desprendieron de su barbilla cuando la otra boca se apartó y Kassandra aprovechó para respirar apresuradamente.
-No quiero –alcanzó a decir la chica con un tanto de temor, pero las manos había vuelto al ataque.
La tomaron por las axilas mientras la boca le mordía un pezón.
El derecho.
Con fuerza, los dientes se hundieron profundamente en la delicada piel de sus pezones.
Los estaban literalmente masticando, primero usando los dientes delanteros, haciendo círculos lentos y luego mordisqueando levemente.
Kassandra no sabía si el extraño podía leer su rostro, pero cuando la mordió con fuerza, la chica apretó las piernas y dejo salir un gemido que ni siquiera ella sabía que podía hacer.
Una mano se sujetó de sujetó de su pecho izquierdo y la boca continuó dándole mordidas a su pezón derecho.
Las piernas de Kassandra apretaban con mucha fuerza y su respiración se había agitado tanto, que el pecho le dolía por la velocidad a la que se llenaban sus pulmones de aire.
Dientes.
Dientes duros contra la piel de su pezón.
Luego la lengua, jugueteando con el con fuerza, enredándose como si quisiera arrancarlo de su lugar.
Finalmente toda la boca atrapó su pecho, haciendo una fuerte succión.
Las pantaletas de Kassandra estaban arruinadas, completamente empapadas por la lubricación que le fluía y baja por sus muslos hasta la cama.
Quería bajar los brazos para tomar control de la situación, aquella estimulación no la hacía tener un orgasmo y aquello resultaba desesperante, pero no importaba cuanto jalaba de la cuerda, simplemente esta no cedía.
Insegura de su posición pero con demasiado deseo acumulado, Kassandra por fin relajó sus castigadas muñecas.
Su compañero se sentó sobre sus piernas dobladas, pasando las suyas por sus costados, luego la agarró por el cabello y con un violento tirón la hizo mirar hacia arriba para poder besarla con la misma intensidad que antes.
Ambas manos en sus pechos y un violento beso taladrándole la boca, su mente comenzaba a ponerse en blanco pero el descanso de un orgasmo nunca llegaba.
Aquel secuestrador la llevaba cerca del éxtasis y siempre se detenía antes de que ella terminara, como si verla suplicando en silencio por que la liberara de aquel suplicio lo excitara.
-¿Qué es lo que esperas? –la desesperación hizo presa de Kassandra que provocó a su compañero a ponerse serio- ¡No tengo todo tu tiempo! –la única respuesta inmediata fue una mano deslizándose por dentro de su pantaletas.
Tres dedos acariciándola directamente.
Kassandra gimió en medio de una sonrisa pero le arrebataron otro beso.
Dos de aquellos hábiles dedos abrieron sus finos labios vaginales, y un tercero, el medio por lo lejos que Kassandra lo sintió llegar, se introdujo rápidamente dentro de ella.
Círculos.
Círculos precisos en su zona erógena la pusieron de mejor humor.
La sensación de tensión que tenía desde el principio en su abdomen se fue retirando para dar paso al deseo caliente y bochornoso con que una persona disfruta de algo prohibido.
Los giros y los empujones dentro de su vagina ponían a su cabeza a dar vueltas.
Quería correrse; no, necesitaba correrse.
El orgasmo venia en su auxilio cuando aquellos dedos se retiraron completamente empapados.
-¡No! –gritó Kassandra-, ¡no pares! ¡Me importa poco quien eres, no pares ahora! –la otra persona metió sus dedos a la boca de Kassandra, dándole a probar sus propios jugos y ella los limpio gustosamente.
Kassandra tenía la sensación de haberlo escuchado reír, pero fue tan fugaz y ella estaba demasiado distraída como para recordarlo.
Una vez sus dedos estuvieron limpios, el misterioso compañero de Kassandra la tomó por la cadera par girarla y dejara sobre sus rodillas, sus manos aún estaban colgando de la cabecera pero Kassandra sostuvo todo su peso con sus rodillas.
Las manos le agarraron las nalgas que apuntaban vergonzosamente hacia el atacante.
Todos los dedos al mismo tiempo llegar a estar sobre los glúteos de Kassandra.
Le arrancaron su ropa interior, con un tirón controlado pero potente y los pocos pedazos que se salvaron quedaron colgando del muslo de la chica.
Unos labios le besaron la espalda a la amordazada chica que respingó ante el tibio contacto, empezando por la base de su cuello, aquella persona le hizo una línea de salvajes chupetones siguiendo su espina dorsal hasta plantarle un beso en cada nalga.
No hubo tiempo de respirar, cuando el último fue dado, Kassandra recibió una fuerte nalgada que la tomó completamente por sorpresa.
Le gustaba la agresividad de aquella persona.
El golpe le mandó una sensación eléctrica y placentera por el cuerpo, lejos de que fuera dolorosa, había disfrutado de cada segundo de contacto.
-Dame otra –suplicó la chica sin importarle sonar demasiado desesperada.
Su suplica fue contestada por otra nalgada, una mano se apodero de su vagina nuevamente y dos dedos se deslizaron dentro de su chorreante cavidad con toda la tranquilidad del mundo.
Kassandra no tenía tiempo de concentrarse en aquellos pequeños y traviesos invasores, pues las nalgadas llovían por todos lados, sacándole gritos placenteros.
Cada nalgada era rematada por un beso sobre la castigada piel de sus nalgas mientras los dedos se abrían camino hacia las partes más secretas de la chica.
Partes que ni ella había logrado alcanzar.
En un descuido premeditado de su pareja, Kassandra había recibido una nalgada con demasiada fuerza, el golpe la mandó ligeramente hacia adelante y se golpeó la mejilla contra la cabecera de la cama mientras los dedos del misterioso atacante se clavaban en lo más profundo de sus ser.
La vagina de la chica apretó con fuerza; había sido nalgeada hasta el orgasmo más profundo de su vida.
Sus piernas perdieron toda su fuerza y cedieron completamente dejando a la chica colgando miserablemente de sus brazos aun atados a su cama.
Los dedos se retiraron de su vagina y nuevamente, como si le disgustara, la persona que tanto la había mancillado se limpió su lubricación de los dedos en la espalda baja de Kassandra.
-Quiero verte –dijo Kassandra entre resoplidos cansados-, déjame verte solo una vez –nadie respondió y no volvieron a tocarla por espacio de unos segundos.
Kassandra giró la cabeza hacia ambos lados, intentando escuchar, pero la habitación se había sumergido de nuevo en un sepulcral silencio.
-¿Dónde estás? –preguntó la chica con un poco de pánico-, no me dejes aquí –Kassandra no sabía dónde estaba, ¿Cómo saber que estaban realmente solos?.
La mente de la chica no tardó en pensar que bien podría estar siendo filmada o encontrarse rodeada de varios hombres.
Nada de eso le había cruzado por la mente.
-Desátame, sé que sigues aquí –nadie respondió- si me desatas puedes disfrutarlo tanto como yo –nadie dijo nada-.
Solo quítame la cuerda, no diré nada, no diré quien eres, ni a donde me trajiste –pero solo el eco de su voz rebotando en las paredes le hizo compañía.
Kassandra recobró un poco su fuerza y logró apoyar de nuevo su peso sobre sus piernas y justo estaba por estirarse un poco cuando un brazo delgado la rodeo por el vientre.
-Sabia que estabas escuchando –dijo la chica entre risas- ¿Si me vas a desatar? –preguntó con una voz seductora sin embargo, la respuesta que recibió fue una inadvertida penetración.
Algo, largo, frio y duro se deslizó sin aviso dentro de la vagina de Kassandra.
La sensación de sus entrañas siendo apartadas por aquel extraño objeto la hizo gritar, pero le cubrieron la boca con una mano.
Ni siquiera le dio tiempo de acostumbrarse a la sensación, las embestidas comenzaron con fuerza desde el principio.
Rápidas.
Certeras.
Violentas.
Salvajes.
Kassandra resoplaba como un animal bajo la mano del secuestrador cuya ligeramente agitada respiración le daba en la oreja a la chica.
Lo ha hecho sin avisar, maldito idiota, pensó Kassandra, no da ni tiempo de acomodar bien las piernas.
La volvieron a sujetar del cabello, le dieron un tirón para que levantara la vista al techo.
Se lo estaban haciendo mientras le tiraban del cabello.
El cuerpo de Kassandra se sacudía con violencia ante los impetuosos golpes de su compañero, que entraba y salía de ella sin ningún problema, sin encontrar la menor resistencia.
Por fin se cansaron de cubrirle la boca y la sujetaron con ambas manos del cabello.
Cada vez que Kassandra se alejaba, el misterioso individuo le jalaba el cabello para que se volviera a acercar.
-Puedo hacerlo -una embestida la hizo callar-, por mí misma, se un tanto más amable –suplicaba entre las embestidas.
Había soportado muy bien el juego agresivo y las nalgadas pero aquello era demasiado.
Le pecho le subía y baja a mil por hora y un ligero hilo de saliva le colgaba de la comisura del labio.
Ya había dejado de darle vueltas la cabeza, ahora sentía una aplastante sensación de calor, estaba sudando copiosamente y el olor de sus sexos se mezclaba llevándose el frio que tanto la había incomodado.
La posición la estaba lastimando.
Desde aquel ángulo, cada golpe le creaba un enorme vacío en su vagina y casi tenía la sensación de que sus entrañas se le saldrían si la empujaban demasiado profundo.
Le dieron unas tremendas ganas de orinar, pero se aguantó con valentía.
-Ya no… -alcanzó a suspirar.
Kassandra había mordido más que lo que podía masticar y estaba pagando las consecuencias.
Le volvieron a pinchar los pezones con fuerza.
Los giraron a la derecha y luego hacia arriba, con unas ganas muy honestas de arrancarlos de su lugar.
Kassandra clavó las uñas en la madera de la cabecera, pues le asustaba la fiereza de sus propias emociones.
Tenía miedo de correrse.
De que quedara inconsciente o que le diera un paro cardiaco.
El miedo le bajo como un sudor frio por la espalda.
Su compañero se aburrió un poco y le pareció buena idea meter su dedo pulgar en el ano de Kassandra y darle un leve tirón hacia arriba.
Eso fue todo para la chica.
Todos sus nervios se contrajeron al mismo tiempo, llevando la descarga del orgasmo a su congestionado cerebro.
Kassandra se contrajo con fuerza, arqueó la espalda al máximo y el característico grito mudo del éxtasis se hizo presente en su rostro.
Se sintió casi como una convulsión cuando su vagina se apretó con fuerza alrededor del miembro de su obligada pareja.
No sintió que se hubiera corrido dentro de ella.
¿Cómo es posible?, pensó Kassandra mientras caía hacia delante, completamente acabada.
Su cara no golpeo de nuevo contra la cabecera, la sujetaron por el vientre mientras la desataban con mucha delicadeza.
Tenía todas las piernas entumidas y mil agujas se le clavaban en los muslos.
No lo había escuchado gemir ni una sola vez, quizás solo resoplar al final, casi parecía no haber tenido un orgasmo.
No es posible, no después de esto, pensó Kassandra dudando de la humanidad de la pareja que la acompañaba, quizás no lo disfrutó, en ese pensamiento estaba cuando por fin la abrazaron para que descansara.
Su espalda no se topó con un pecho plano, sino con dos montes prominentes y firmes.
La quitaron por fin el velo rojo de los ojos y pudo ver la blanca cabecera y las sabanas negras con barbas rojas, el techo blanco y una pared roja atravesada por un enorme ventana biselada tras la cual se podía ver la nieve cayendo.
Miró un poco hacia arriba; hacia su amante.
Todo hizo sentido en un instante: faltaba la barba, en su lugar había una delicada y fina barbilla, unos labios pintados de rojo corrido por los besos, una piel ligeramente bronceada y un cabello largo y penetrantemente negro que le caía a Kassandra por la cara.
Ella no dijo nada, Kassandra tampoco mientras la chica le apartaba el cabello de la cara.
Lo que ella había confundido por un miembro de carne y hueso, era en realidad un juguete morado y enorme atado a la cintura de la chica que la sostenía en brazos.
Ella se acercó solo un poco pero Kassandra hizo el resto plantándole un beso en los labios y tirando de ella para que se recostara de nuevo sobre su cuerpo…
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