Sexo entre gemelos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por HazakyAracely.
Hola, mi nombre es Alexa, tengo 21 años de edad. Soy una joven de cabello castaño y ojos verdes, igual que mi hermano gemelo, Arturo. Vivimos en Mexicali, ambos rentamos un departamento desde hace un par de meses. Nuestros padres están separados, además de ser muy desatentos a nuestras necesidades, por lo que decidimos que mudarnos juntos, al menos por ahora, seria la mejor opción.
Arturo trabaja casi todo el día, yo en cambio, estudio en casa debido a la economía. Últimamente estuve notando grandes cambios en mi hermano, tal vez maduro mas de lo que esperaba, tiene un aspecto bástate atrayente para las mujeres, y claro, yo no era la excepción. Un día por pura curiosidad, y ya que el y yo teníamos una comunicación muy buena, se me ocurrió preguntarle si tendría sexo conmigo. El se rio, me miro un momento y negó con la cabeza. Jamás volvimos a tocar el tema, pero desde ese día, las cosas cambiaron poco a poco.
Cuando tenia la oportunidad, siempre me abrazaba desde atrás, me pegaba su duro pene en el culo y me apretaba las tetas descaradamente. Jamás me queje, todo lo contrario, me inclinaba un poco y me frotaba más en la firmeza de entre sus piernas. Nunca pasábamos de eso, por desgracia. El tiempo transcurría, 3 o 4 meses, la rutina me tenia cansada y seguramente a el también. Salí a comprarme alguna linda prenda sexy para provocar a mi hermano, y sin dudarlo al estar de nuevo en casa, lo modele frente al espejo. Tenía unos pechos de buen tamaño y unas caderas amplias. No tenía mucha cintura, pero se formaba una linda silueta en mi cuerpo. Sin contar claro, mis hermosas y largas piernas. Lo que llevaba puesto eran unas pequeñas bragas negras debajo de una falda muy aniñada, y sobre el busto un top ajustado que hacia resaltar la redondez perfecta y natural de mis pechos.
Estuve buscando excusas baratas todo el día, excusas que pudiera utiliza una vez que Arturo llegara del trabajo y me viera así. Sin embargo, estuvo de más. Apenas el dio un paso adentro y cerro la puerta tras de si, me miro fijamente, recorriendo con vulgaridad todo mi cuerpo con su mirada. Estuve a punto de hablar, pero el me interrumpió diciendo…
-¿Pero que haces?
– ¿No te gusta?
Le respondí de inmediato. El hizo una mueca de desaprobación y negó con la cabeza. Dio un par de paso hacia mí y me sujeto firmemente por la cintura.
– Si me gusta, pero ¿por que llevas puesto eso? ¿Tendrás visita?
Negué solo con un ademan. Ambos solíamos llevar compañía a casa para tener sexo. Cuando esto ocurría, el otro tenía que salir de la casa. Esta vez era diferente. Rodee muy lentamente mis brazos en su cuello y sin dudarlo un solo momento, le bese los labios. El pareció sorprendido, sin embargo, no me rechazo. Me sujeto con mas firmeza por la cintura y recorrió sus largos dedos en mis caderas, acariciándome muy tiernamente mientras me correspondía el beso. Dio un par de pasos al frente llevándome consigo, recargo mi espalda contra la pared y con torpeza, busco a ciegas el cierre de mi falta para abrirla y dejarla caer. Metió dos de sus dedos dentro de mi ropa interior y acaricio sin pudor alguno mi vulva, que a estas alturas, ya estaba muy mojada.
No perdí el tiempo ni deje que se me adelantara. Separe ligeramente mis piernas para darle el espacio que necesitaba mientras desabotonaba su camisa y pantalón. Lentamente, nos desvestimos el uno al otro hasta quedar desnudos. Sujete con mucho cuidado el miembro de mi hermano, que ya se encontraba tan duro como una roca y comencé a masturbarlo. Baje mis labios a su cuello y lo mordisque un poco. Se dejo hacer, le oí suspirar profundo, le gustaba. Siguió acariciando mi húmeda vagina, metiendo y sacando sus dedos de mi interior. De ves en cuando de sus labios escapan palabras que me hacían hervir la sangre “estas tan mojada… que cálida estas aquí dentro… ¿Cómo no habíamos echo esto antes?” Yo sonreía satisfecha sin parar de masturbarlo.
Con ambas manos, me tomo de los hombros y me giro para que le diera la espalda. Sentí su caliente pene repagarse entre mis nalgas. Las abrió con sus dedos y acaricio mi ano con la punta de su miembro. Hizo presión, me dolió, gimotee y me queje. El se rio, y lo hizo con cuidado. Tan pronto hubo metido la mitad de su pene, comencé a disfrutarlo. Le ayude con mis manos para separar bien mis nalgas, y el me sostuvo por las caderas, dando un fuerte empujón para metérmela por completo. Grite y me mordí los labios, estaba tan grande y tan dura. En un principio tenia miedo de que pudiese lastimarme, pero mi culito estaba demasiado dispuesto a disfrutar de ello como lo hacia yo.
Sin esperar más, comenzó a moverse. Hundía sus dedos en mi piel, aferrándose a mi cuerpo, tirando de el al momento que empujaba con sus caderas para penetrarme. Sus gemidos retumbaban en mis oídos y los míos chocaban contra la pared. Mis pechos se mecían al ritmo acelerado que tomaban sus embestidas, me dolía, vaya que si, pero me encantaba, mis jadeos intentos y mis suplicas por que fuera mas rápido así lo sugería. El me obedecía, aumentaba el ritmo y la rudeza con la que lo hacia, se podía escuchar el choque de nuestros cuerpos con cada movimiento. Sentía como el líquido de mi vagina se escurría por entre mis muslos, deslizándose despacio hasta tornarse frio.
Así estuvo cogiéndome por el culo un buen rato hasta que sin previo aviso sentí como su leche comenzó a salir… Estaba tan caliente, me lleno el intestino. Siguió moviéndose un par de segundos más hasta que la saco. El semen broto de mi interior, manchándome las nalgas y las piernas. Volvió a girarme para tenerme de frente, se hinco frente a mi y enterró su rostro en mi entrepierna. Su lengua recorrió mi vulva con habilidad, limpiando todos mis jugos. De ves en cuando mordió mi clítoris, succionándolo, metiendo su lengua caliente dentro de mí, deleitándose con ese manjar mientras yo lo tomaba por el cabello con mis manos, gimiendo a mas no poder.
No tardo mucho en hacer que me corriera también. Sentí el violento orgasmo llegar sin previo aviso, gemí muy alto y con debilidad, me sostuve de sus hombros para no dejarme caer…
El resto es historia. Tras una ducha juntos, nos fuimos a la cama. Y claro, al día siguiente repetimos el acto… y al siguiente, y al siguiente.
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