¿SEXO PROHIBIDO?
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Podía sentir la sangre caliente fluyendo por dentro, no en una dirección específica.
Parecía que corría en círculos como si las venas no le fueran lo suficientemente amplias para moverse con entera libertad.
Mi verga era un mazo de venas y carnes palpitando entre mis manos.
El corazón me brincaba por dentro, mi respiración entrecortada.
Estar pajeandome en mi cuarto me estaba dando un verdadero placer.
Era media tarde y sabía que estaba sólo, mi mujer no llegaba hasta casi entrando la noche.
Mis hijastros habían salido a hacer tareas.
Mi nieta hoy de casi 14 estaba de vacaciones y se había ido a casa de sus abuelos.
Bendita niña, lástima que no estuviera para enterrarle mis 18 cm.
Cogérmela como Dios manda, tal como lo hacía desde hace más de un año.
A medio vestir sobre la cama, sin pantalones, sin bóxer.
Únicamente en camiseta deportiva.
Con la mano derecha rodeando mi polla, apretándola como si con ello quisiera sentir la estrechez de una vagina.
Subiendo y bajando el prepucio, imaginando que era alguna hembra quien me montaba.
Nadie en especial, mi mente barajaba muchas de las mujeres que hasta hoy se han comido mi buen pedazo de carne.
Increíble pensar que a pesar de los años, aún mis hermanas fueran parte de mi fantasía.
Como no recordar, si aquellos coñitos fueron los primeros en tragarse mi verga.
Aquel mar de pensamientos me excitaba al exceso, tanto que acelere mi paja.
Me sabía sólo, con los ojos cerrados acelere mi paja hasta poder escuchar el típico ruido de mi pene siendo masturbado.
Un leve gemido se escapó de mi boca y casi por instinto metí mi mano izquierda en busca de mis tetitas.
Las tenía duras, paradas, sensibles.
Tocármelas me daba un placer extra, tanto que pude percibir como mi verga se ensanchaba en mi mano.
Una mirada a mi pene hizo que sonriera.
Saber que con él había gozado a tantas mujeres hizo que me ganara la lujuria.
La imagen de mi nieta sentándose sobre mi y engulléndolo todo apareció sin que yo pudiera evitarlo.
Era una golosa al igual que su abuela.
Porque mi mujer a pesar de tener más de 40 era exigente de sexo.
Mi gordibuena esposa de ser posible quería palo todos los días.
Dispuesto a acabar me acomode en la cama, recostándome sobre el oso de peluche que un día le regalé a mi mujer por el día de San Valentín.
Abrí las piernas tanto como pude y siempre con la mano derecha baje centímetro a centímetro por todo el tronco hasta llegar al pegue.
Con la otra mano apreté tanto como pude mis tetas pero esta vez fui más allá.
Con la parte interna de mis dedos recorrí mi pecho hasta llegar al cuello, me acaricie como lo haría el mejor amante, sintiendo un has de electricidad por todo mi cuerpo.
Palmo a palmo regresé a mis tetillas y ahora seguí por el estómago.
Era excitante sentirme acariciado por mi mismo, tanto que seguí hasta que mis dos manos fueron a parar al mástil que era mi polla.
La tomé con ambas y subí y baje tan lento como pude, quería imaginar, fantasear, sentir lo que mi mente me estaba regalando.
Todo lujuria, erótico, prohibido.
Un leve gemido me saco de mi tren de pensamiento, ahí estaba ella.
La hija mayor de mi mujer, mi hijastra.
Aquella que alguna vez había fantaseado cogerme.
La madre de Estefany, mi nieta.
Estaba en la puerta entreabierta de mi cuarto, los ojos cerrados.
Una mano reposando sobre sus enormes tetas, la otra, entre sus piernas.
Era obvio que me había descubierto masturbándome y más obvio el que se había dejado dominar por el morbo, se acariciaba como si los la escena que acaba de encontrar la hubiera contagiado e igual hubiera sido presa del instinto sexual.
Instinto o no pareció darse cuenta que la había descubierto y ágil como pudo retiró las manos de donde se acariciaba y dándose la vuelta iba a retirarse.
No pudo.
De un salto me había colocado a su lado, desnudo como estaba.
Únicamente con la camiseta que traía puesta y mis 18 cm al aire.
No se vaya – dije como si con mis voz quisiera matarle cual ápice de vergüenza.
Sus ojos clavados en los míos, mirándome como si intentara leer mis pensamientos.
Entre -dije como sin con aquella invitación la tentara a ser más que un confidente de su pequeña debilidad.
Perdón no sabía que estaba sólo – dijo como tratando de dar una explicación.
Mi mano en su brazo era más que dos cuerpos en contacto, era el termómetro que medía lo que debía estar sintiendo por dentro.
Un leve temblor descubría cuán nerviosa estaba.
Quizá sin caer en cuenta entro al cuarto y aunque la seguía sosteniendo pude saber que al escuchar el cerrojo tras de sí supo que ya no había vuelta atrás.
Una vez más nuestras miradas se cruzaron y quizá fue ahí donde decidimos calmar nuestra excitación.
Sin decir palabra alguna la tomé de los hombros y halándola contra mi pude sentir sus hermosos melones que tenía por tetas.
Suaves, cómodos como para recostarse en ellos al igual que el oso de peluche que indiscretamente nos observaba desde la cama.
Su respiración la delataba, era evidente que estaba caliente y con ganas de verga.
Que importaba que fuera la hija de mi mujer, que estuviera casada, que fuera la mamá de Estefany la nieta a quien hacía algún tiempo me cogía.
Esta gordibuena hoy se tragaría mis 18 centímetros.
En otra ocasión hubiera sido distinto.
Pero yo estaba caliente y por un instante pensé que pudiera cambiar de opinión.
Supe que debía actuar rápido y sin más le saque la blusa hasta dejar aquellas enormes tetas a mi disposición.
Se los mame al mismo tiempo que le desabrochaba su falda hasta tenerla desnuda completamente y dejarme ver aquel cuerpo un tanto pasado de peso, pero bien distribuido.
Nalgas grandes, gruesa de piernas y un chocho peludo como el sólo.
Por un instante pude leer algún pudor en su rostro, por lo que me espere en darle mi mejor lamida a sus pechos, mi mano derecha mientras tanto se fue en busca de aquella concha que yo adivinaba estaría húmeda por el deseo.
No me equivoque.
Estaba encharcada de tantos líquidos, sensible al contacto, tanto que al sentir mis dedos entre sus labios vaginales se retorció mientras cerraba los ojos y exhalara un intenso gemido de gusto que me hizo saber que definitivamente no había marcha atrás.
Paso a paso nos habíamos ido moviendo y la cama estaba ya a centímetros de nosotros.
Mis labios seguían degustando aquellas ricas tetas, pero ahora había empezado a bajar por todo su estómago hasta llegar al ombligo poniéndole la piel eriza como gallina.
Mis manos firmemente afianzadas en su gordo culo, su peludo chocho prácticamente frente a mí porque ahora estaba en cuclillas frente a ella.
Supe que debía dar el siguiente paso y sin darle tiempo a pensar la giré hasta quedar yo a su espalda, le rose la verga en su gordo culo y colocándose una mano en la espalda la incline hacia adelante hasta que se sostuvo con sus manos del borde de la cama.
Creo que adivino mi intención porque ella misma abrió sus piernas hasta quedar en posición para que yo pudiera cogerla desde atrás.
Agarrado a sus caderas me entretuve tanteando en su entrada.
Era una chocho enorme, rojo por dentro y con aquella aleta en medio que se me antojaba chuparlo, pero que decidí dejarlo para otra ocasión.
Tome mi polla con una mano, la otra cadera y empuje en aquel hoyo caliente como pocos había sentido.
No sabría decir si el morbo de saber que era algo prohibido, pero aquella vagina era algo sin igual.
Ella quizá sintió lo mismo, porque cuando la tuvo toda adentro emitió un prolongado ah de gusto que me dejó sorprendido.
Ni su hija cuando tenía 12 había reaccionado así cuando la cogí por primera vez.
Tener aquel mujeron así totalmente enchufada era algo que jamás hubiera imaginado.
Seguíamos sin movernos, ella se había tirado de bruces como si con ello quisiera dejar sus caderas más levantadas y así permitirme un mayor rango de movimiento.
Adivine que había llegado el momento y se la saque casi toda y de nuevo se la empuje hasta otra vez sentir como llegaba al fondo de su vagina, luego una vez más y luego otra y así muchas veces en las que no hubo una en la que no dejó de pujar como si aquello le causará un gusto que no pudiera controlar.
Fueron minutos de placer exagerado, mi polla brillaba por los muchos líquidos que derramada aquella mujer que a mi juicio no debía tener buen sexo con su marido.
Era la única explicación a su manera de comportarse por tener una verga adentro, cierto que era la de su padrastro.
Sin embargo no era posible que aquel concierto de ahhhhhh mmmmm aaaaaaah ohhhhh ohhhhhh ohhhhhh no fuera por no estar bien atendida.
Mi polla estaba como palo, dura como piedra.
Gruesa como pocas veces, las venas dilatadas y de un color oscuro como si toda la sangre se hubiera ido a concentrar en ella.
La sentía adormecida quizá por el mucho tiempo de excitación, porque antes de esto ya había estado masturbándome un buen rato.
Una y otra vez hacía gozar aquella panocha golosa y a su dueña retorcerse de placer, una y otra vez se metía con fuerza mientras las nalgas de mi hijastra se movían como gelatina.
Una y otra vez saboreaba aquel sexo que cada vez más me acercaba al orgasmo.
Sudado y con la respiración al tope.
Sintiendo como los latidos de mi corazón se aceleraban y aquella sensación en mi espalda como de corrientes de energía.
Acelere mis embestidas, más fuertes.
Afianzado fuertemente al culo de mi hijastra que parecía estar en trance orgásmico entre balbuceos y gemidos.
Había sido cuestión de tiempo y había llegado, sentí como mis huevos dejaban escapar su carga, como se desplazaba pasando por toda mi verga poniéndola más hinchada para luego hacerla vomitar semen y semen una y otra vez.
No acabe dentro aunque bien me hubiera gustado.
Termine sobre sus grandes nalgas, en los cachetes de su culo, en la raja.
Mi hijastra pareció disfrutarlo más que yo, tanto que mientras le echaba leche encima no dejó de sobarse el clítoris con sus manos.
Para ser primer a vez había sido un buen polvo, tanto que agotado me tiré a la cama hasta quedar junto a Alejandra.
Los dos boca arriba, descansando y quizás meditando sobre lo que acababa de pasar.
Parecía como si ahora no quisiéramos vernos a los ojos como al principio.
Por hoy era un secreto nuestro y del oso de peluche que seguía atento a cuanto pasaba.
¿Qué decir? Nada.
Mi hijastra sabía lo felices que éramos su mamá y yo como pareja, que gozábamos del sexo que ella decía no haber vivido antes.
Yo aunque ciertamente en mas de alguna ocasión habría fantaseado darle verga, sabia que era una mujer casada con un hogar estable.
¿Volveríamos a repetir lo que acabábamos de hacer? Como saberlo.
¿Qué diría si supiera que hace más de un año me cogía a su hija? Quizá estábamos tan en sintonía que también ella se preguntó algo similar, porque se paró de un salto dejando su 170 de estatura frente a la cama y aquellas grandes tetas a mi vista.
No le vaya a decir nada a mi mamá -dijo mientras recogía su ropa del piso para luego dar la vuelta y salir casi corriendo por aquella puerta donde había entrado al pecado del incesto.
Otra vez quede sólo en mi cuarto o no tanto, acompañado de Taz el oso de peluche que un día regalé por el día de San Valentín.
La verga todavía semi erecta, pensando que en esta familia ya eran 3 chochos que me comía aparte del de mi mujer.
Por un no se que, me toque la polla, quizá en el fondo la felicitaba por tal osadía.
Lógico, ahí mismo decidí que está no seria la última vez.
Seguiré contando ….
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!