Sombras del Deseo
En medio de un vibrante y caótico panorama, yo, Ricardo me ví envuelto en un mundo nuevo e inmoral. Tenía un hijo llamado Santiago, de 16 años y una hermana, una mujer hermosa de poco más de cuarenta años, con un cuerpo que parecía el de una joven de veinte, siempre había sido, a mi parecer, una .
Tras descubrir aquel mundo oculto, una intensa erección me recorrió, y el deseo de dominar se encendió dentro de mí. Mientras observaba cada uno de los objetos, mi mente comenzaba a llenarse de imágenes incontrolables. Sin embargo, el pensamiento de mi hermana me detuvo un momento; la línea entre la curiosidad y lo que aquello representaba me parecía borrosa. Aun así, mi pene palpitaba casi al borde de estallar con cada idea que cruzaba mi cabeza.
De pronto, el sonido del teléfono rompió la tensión. Era ella.
—Hola, ¿estás en casa? —su voz familiar y despreocupada resonaba en mis oídos, ajena a lo que acababa de descubrir.
—Sí, ¿qué necesitas? —respondí, tratando de mantener la calma, aunque mi respiración aún era pesada.
—¿Podrías hacerme un favor? Necesito que me ayudes con algo que dejé en el auto —dijo con su tono relajado, como si todo fuera completamente normal.
Mi cuerpo aún estaba tenso, pero su llamada había roto el hechizo. Me alejé de sus cosas con una sensación ambigua, entre la adrenalina del momento y la necesidad de apartar esos pensamientos.
—Claro, en un momento bajo. —Colgué el teléfono, tomando aire profundo, mientras intentaba recuperar la compostura antes de enfrentarla cara a cara.
Cuando mi hermana llegó con mi hijo, Santiago, me apresuré a ayudarlos con las bolsas que traían, luego nos sentamos un rato a conversar y olvide por completo el desorden que había dejado en la planta de arriba, solo caí en cuenta cuando veo bajar a mi hermana con una extraña sonrisa en su rostro, bajaba con una pequeña caja que estaba entre las cosas que yo le había encontrado. Se sentó con nosotros y la abrió, había unas esposas y un juguete sexual femenino, -estabas viendo esto Ricardo? No supe que contestarle, – no pasa nada es parte de quien soy y no tengo porque ocultarlo y menos en mi casa, del fondo de la caja sacó unas fotos y se las paso a Santiago que las vio con emoción, – se que son unas fotos interesantes que podrían gustarles.
Las primeras imágenes eran provocativas pero contenidas: ella posaba en vestidos ajustados, mostrando poses sensuales y miradas coquetas. Santiago observaba las imágenes con creciente interés.
A medida que avanzaba en el álbum, las fotos se volvían más atrevidas. Mi hermana aparecía en lencería, en poses sugerentes que resaltaban su figura con un desinhibido esplendor. Santiago seguía mirando, sin mostrar sorpresa, como si aquellas imágenes fueran una parte natural de nuestra vida cotidiana.
Finalmente, el álbum llegó a las fotos más explícitas: mi hermana completamente desnuda, en poses artísticas y descaradamente eróticas. El impacto de ver esas imágenes, combinado con el recuerdo del cajón que había examinado antes, me dejó en un estado de inquietud y fascinación.
Mi hermana, con una sonrisa cómplice, me miró mientras pasaba las fotos.
—¿Qué te parecen? —preguntó con un tono ligero, pero cargado de un desafío sutil.
Santiago: —¿Y tía? ¿Tienes alguna foto con algún amigo especial?
—(con una sonrisa juguetona) ¿Amigo especial? Bueno, sí, tengo algunas fotos así. Pero ¿estás seguro de que quieres verlas?
Santiago: —(asintiendo con entusiasmo) Sí, claro. Me da curiosidad ver cómo son.
—(mirándome) ¿Qué opinas? ¿Debería mostrarle algunas fotos más?
Yo: —(dudando, pero tratando de ser comprensivo) Bueno, si él está interesado y tú te sientes cómoda, supongo que no hay problema. Pero asegúrate de que él entienda la naturaleza de esas fotos.
—(dirigiéndose a Santiago) Está bien, pero recuerda que lo que vas a ver es algo muy personal. ¿Estás seguro de que quieres verlas?
Santiago: —Sí, estoy seguro. Solo tengo curiosidad.
—(saca las fotos del álbum más pequeño y empieza a pasarlas a Santiago) Bueno, aquí tienes. Estas son fotos que he tomado con algunos amigos especiales. Recuerda, son muy personales y no suelen mostrarse a cualquier persona.
Santiago: —(mira las fotos con atención) ¡Wow! Estas son bastante diferentes a las que vimos antes.
Hermana: —(asiente) Sí, son un poco más… íntimas. No hay nada que ocultar aquí, solo momentos que quise capturar.
—(con una sonrisa juguetona) ¡Hey! ¿Te has perdido en tus pensamientos o simplemente disfrutando de las fotos?
Yo: —(sacudido de mi ensoñación) Oh, perdón. Estaba… bastante inmerso en lo que estaba viendo.
—(riendo suavemente) No te preocupes. Es fácil dejarse llevar. ¿Algo en particular que te llamó la atención?
Yo: —(mirando las fotos nuevamente) Es solo que… no me esperaba ver algo tan… intenso. Me sorprendió un poco.
Santiago: —(mirando a mi hermana) ¿Estas fotos son de hace mucho tiempo?
Hermana: —(pensativa) Algunas sí, otras son más recientes. He mantenido este álbum como un recuerdo de momentos especiales. Cada foto tiene su historia.
Hermana: —(pensativa) Me gusta la libertad de expresión que representan. Es una forma de explorar y compartir mi propia sexualidad.
Yo: —(con un tono nervioso) Perdón por la interrupción, pero… ¿qué es lo que realmente te apetece en este momento?
—(mirándolo con una mezcla de sorpresa y diversión) Para ser clara, en este momento lo que realmente me apetece es comérme una verga.
Yo: —(con una expresión de sorpresa) No esperaba escuchar eso
—(con una sonrisa desafiante) A veces, ser directo es la mejor manera de expresar lo que uno realmente quiere. No hay necesidad de rodeos.
Santiago: —(mirando a ambos con una mezcla de curiosidad y desconcierto) Esto es… interesante. No sabía que las cosas podían ser tan abiertas.
Hermana: —(mirando a Santiago con una sonrisa cálida) Bueno, en esta casa, valoramos la honestidad. Es importante decir lo que realmente deseas sin filtros.
Yo: —(asintiendo lentamente, aún un poco sorprendido) Supongo que eso es cierto. Es refrescante
—(con una sonrisa intrigante) Entiendo. A veces, el ambiente y las experiencias intensas pueden hacer que uno se sienta más abierto a ciertas cosas.
Ella notó que yo dudaba y que me había puesto cachondo, así que, con una mezcla de confianza y provocación, me pidió permiso para acercarse a mí.
—(mirándome con una expresión segura) Parece que estás un poco incómodo, pero también… excitado. ¿Te importaría si me acerco un poco más?
Sin esperar mucho, se arrodilló frente a mí, moviéndose con una sensualidad deliberada. El gesto fue tan inesperado como intenso, y mi mente se llenó de una mezcla de deseo y sorpresa.
Yo: —(tratando de mantener la calma) No, no me molesta… en absoluto.
Ella sonrió, satisfecha con mi respuesta, y se acomodó de rodillas frente a mí. Su proximidad era palpable, y cada movimiento que hacía solo incrementaba la tensión en el aire.
—(con voz suave y segura) Quiero asegurarme de que estés cómodo. Después de todo, el deseo puede ser complicado de manejar solo.
Colocó su mano sobre mis piernas con una calma deliberada y comenzó a acariciar mi bulto a través del pantalón. La sensación de su toque, tan inesperada y directa, me hizo temblar. A pesar de mi incredulidad inicial, el deseo comenzó a superar mi bloqueo, y mi cuerpo reaccionó de manera instintiva a su contacto.
—(con una voz suave y persuasiva) Relájate, Ricardo. A veces, lo que más necesitamos es simplemente permitirnos sentir.
Sus movimientos eran cuidadosos y precisos, cada caricia haciendo que mi mente se nublara y mi deseo se intensificara. La situación era completamente nueva para mí, y el contraste entre mi asombro y el deseo creciente en mi cuerpo era abrumador.
Yo: —(con dificultad, tratando de procesar lo que estaba sucediendo) Esto… nunca lo había imaginado. No sé qué decir.
Hermana: —(con una sonrisa tranquilizadora) No necesitas decir nada. Solo deja que lo que sientes hable por ti.
Mi miembro no tardó en reaccionar y rápidamente me desabrochó el botón y bajo mis pantalones y mis boxers hasta los tobillos y hundió su cara entre mis piernas y se empezó a comer todo mi miembro y a lamerme los testículos. Tras un par de minutos dejándome hacer, decidí tomar las riendas y agarrándola por su cabeza, comencé a follarle su boca hasta el fondo de su garganta y progresivamente, cada vez con más fuerza y más rápido. Note que le encantaba el abuso al que yo la estaba sometiendo. Hasta que me corrí dentro de su boca sin avisarle y sin dejarle que se apartará. 6 o 7 chorros que llenaron su boca de leche y que no le quedó otra que tragárselos.
Se separó de mí y solo me miraba. Su expresión era una mezcla de sorpresa y satisfacción. Había una intensidad en su mirada que reflejaba tanto el poder del momento como la conexión que habíamos compartido.
—(con voz entrecortada pero tranquila) Eso fue… intenso. No esperaba que fuera así.
Ricardo: —(tratando de recuperar el aliento) Yo tampoco… No sé qué decir.
—(sonriendo suavemente) No tienes que decir nada. A veces, las palabras no son necesarias para comprender lo que acaba de suceder.
Yo: —(con voz que intenta ser suave, pero con un toque de urgencia) ¡Ven, preciosa!
Le ordené seguirme. La llevé a la cocina, mientras Santiago permanecía inmóvil en la sala. Mientras caminábamos le dije que me gustaba su cuello y con cierta lujuria la besé justo ahí. Entonces estando tras de ella, comenzaba a sobarle las nalgas, con tal rudeza que mis dedos frotaban su ano por encima de su ropa. Santiago se acercó a nosotros desnudo de su cintura para abajo mientras se masturbaba.
—(con una sonrisa juguetona) ¡UUUUUUUUUy, Santi!
Santiago, sonriendo y aún en la misma actitud, se acercó a ella. En un momento de confianza y deseo compartido, la besó suavemente. Rápidamente me deshice de sus pantalones y su ropa interior y me enderecé para restregarle mi miembro nuevamente erecto en su cola. La escena que se desarrollaba frente a Santiago era algo inesperado y cargado de intensidad.
Santiago: —(con voz baja y algo vacilante) ¿Esto… está bien?
La pregunta flotó en el aire, mostrando su sorpresa y la confusión ante la situación. La respuesta de los otros dos parecía determinar el curso de los eventos, creando un momento de pausa antes de cualquier próximo movimiento.
Cuando ella sintió el miembro tocando su culito se movió hacía adelante, pero la tome con fuerza y le entro la cabeza y despacito se dejó hacer hasta que entro más de la mitad.
—(con voz temblorosa y con un tono de dolor) Así duele, mucho duele…
Yo: —(con voz suave pero decidida) Aguanta, bebé, ya está adentro. Solo falta un poquito más. Dale, sigue despacito.
—(con un tono que mezcla queja y alivio) Ouuuugh, ouuuuugh, uff, uff, uff. Ay, duele un poco, no tanto, pero dueleeee…
Su expresión mostraba un esfuerzo por adaptarse a la situación, mientras intentaba sobrellevar el dolor con un toque de resignación. La tensión en la habitación seguía siendo palpable, con cada uno tratando de manejar sus propias emociones en el momento.
Ella: —(con un tono de satisfacción) Síii… me gusta mucho cómo lo haces.
Santiago, de frente a ella, podía ver la expresión de esfuerzo en su rostro mientras le metía el miembro. Se acercó a su boquita abierta y comenzó a lamerla suavemente. Ella, buscando consuelo, lo abrazó con ternura.
Santiago: —(con una mezcla de deseo y determinación) Yo también quiero.
Yo sonreí mientras empujaba suavemente, haciendo giros y masajeando su interior con cuidado. En ese momento, no podía creer que ella estaba haciendo el esfuerzo por agacharse y recibir el miembro de Santiago en su boca. Su determinación y la manera en que se movía reflejaban tanto su deseo de complacer como de ser dominada. Mi miembro comenzó a penetrarla más y más profundamente. La sensación era intensa, y cada movimiento incrementaba la carga emocional y física del momento.
Después de un rato, su interior se sentía cálido y placentero. Tras 15 minutos, yo estaba al límite, sintiendo el aumento de la humedad. Me acercaba al clímax, y ella también lo estaba alcanzando, ya que tuvo que enderezarse mientras sus gemidos se intensificaban.
Estaba tan absorto en mi excitación que seguí moviéndome hasta alcanzar un clímax intenso, descargando una copiosa cantidad dentro de ella. Ella también tuvo su orgasmo, y me mantuve dentro mientras me venía, moviéndome lentamente para asegurarme de dejar el semen profundamente adentro.
Me quedé un rato dentro de ella mientras ella abrazaba a Santiago y lo besaba nuevamente, tomando la iniciativa. Luego, la saqué y ella fue al baño para limpiarse. Después, me dirigí a Santiago y le expliqué que lo que había pasado no era algo común y que debía quedarse entre nosotros.
Cuando ella volvió, le di un beso en la frente. Ella me miró y simplemente me dijo que estaba bien, sin problema.
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