Soy la puta de mi Abuelo – I
El amor es entrega y la entrega es placer..
Soy hija de una madre soltera muy especial, tan especial, que siempre sospeché y ahora sé, que mi verdadero padre es mi abuelo, el propio padre de mi madre, que ha sido siempre su amante y prácticamente su esposo. Mi madre era preciosa, alta, guapa, inteligente, economista, trabajadora y más puta que las gallinas. Nunca escondió ante mí, sus relaciones con mi abuelo y con otras muchas personas de ambos sexos, además, ¿cómo iban a hacerlo viviendo juntos y follando por cualquier lugar de la casa?
Aunque mi madre no era su única amante ni mucho menos, pero si la de uso muy especial. A mi abuelo le gustaban toda clase de mujeres sin importarle edad, raza o estado, siempre que fuesen putas y viciosas, y posiblemente, la mejor entrenada de todas las putas pervertidas, era mi madre, su hija. Y en ese ambiente sexual me crié yo. Entre el gran piso de la ciudad y la casona del pueblo, allá arriba en las montañas.
Entre mi madre y mi abuelo, además de a otras muchas jovencitas y maduritas, hicieron puta a mi prima, la hija de una prima hermana de mi madre y que pasaba temporadas con nosotros ¡Cómo envidiaba yo a mi prima! A sus recién cumplidos catorce años venía a mi casa, follaba con mi abuelo y mi madre, vestía supersexi, calzaba taconazos (se cambiaba en mi casa la ropa que llevaba de la suya), fumaba, se maquillaba como una adulta ¡yo ya deseaba ser como ella a los nueve años!
Siempre me preguntaba, el por qué mi abuelo le metía hasta el fondo de sus agujeros su enorme y gruesa polla y los llenaba de leche, y a mí, su querida nieta, solo me tocaba mis próximas tetitas, jugaba con mis pezones, acariciaba mi chochito hasta correrme, me dejaba masajear, mamar su polla, tragarme su leche, me enseñaba a fumar de su puro y nada más ¡no me follaba!
El día que mi prima cumplió quince años, mi abuelo la prostituyó oficialmente a través de una agencia de contactos de una amiga, y él mismo quiso ser su primer cliente. Y en su primera noche, folló con otros cuatro clientes, así que ella follaba constantemente y yo no. Y más aún la envidié, cuando antes de cumplir los dieciséis años se quedó preñada y abortó cuatro meses después ¡ya era una verdadera mujer y yo seguía siendo una cría virginal! ¿Cómo iba yo a quedarme preñada sin que me follará nadie?
Pero la vida es cruel. A punto estaba yo de cumplir los catorce años, cuando en un mes de Mayo cargado de Primeras Comuniones, fuimos a una de ellas en el pueblo, a 40 km de la ciudad. Terminamos tarde la celebración del banquete y mi madre decidió irse rápidamente con su prima, la madre de mi envidiada puta-prima, y con esta, a otra fiesta «muy privada y mejor pagada» en el coche de ellas… y a solo 5 km del inicio del viaje, el coche derrapó en el barro, dio varias vueltas de campana y cayó a un pequeño barranco. Mi madre, mi tía y mi prima fallecieron.
Todo esto y muchas cosas más, lo he ido pensando yo, una y otra vez, desde que me lo dijeron. Si habéis oído que el tiempo pasa aprisa, no es así. Desde que me dijeron lo de mi madre y mi prima, el tiempo se detuvo para mí, y mis pensamientos no había forma de detenerlos. Mi cerebro era un auténtico tornado que lo arrasaba todo y con una velocidad endiablada. Pensaba en mi madre y mi prima, en mi abuelo, en cómo se divertían desnudos follando los tres una y otra vez, sin limitaciones, sin ética, sin moral.
Fui consciente que los cuerpos solo sirven para usar, pasarlo bien y disfrutar de ellos. ¿Cuantos miles de hombres y mujeres follaron con mi madre entre sus catorce y treinta y tres años, y eso que solo follaba después del trabajo en la empresa de mi abuelo? O mi prima, que presumía a sus diecisiete años, de haberse acostado con más de 1.200 hombres, solo después del cole y fines de semana. Y de haber hecho 11 pelis porno. Pero yo ahora ¿qué? Y mi pobre abuelo ¿con quién pasaría él las noches? ¿quién le haría feliz y disfrutaría de su pollón? Me hundí totalmente y fue en esos días cuando deseé ser una sumisa.
Si, sentí la enorme necesidad de entregarme, de servir. En solo unas semanas me hice adulta. Mi cerebro se desarrolló inmensamente y procesé tal cantidad de datos que me rio de los ordenadores. Me di cuenta que había perdido dos de las tres únicas personas que amaba en el mundo, y la tercera persona, mi abuelo, había quedado tan solo y desolado como yo misma. Y mi madre no me había enseñado todavía a complacerle sexualmente.
Cierto es que las veía follar con él (y entre ellas) y hacerle unas mamadas que lo llenaban de gozo, pero mi madre siempre me decía que tuviese paciencia, que ella me enseñaría poco a poco y que cuando cumpliese los 14 años, me llevaría ella misma a la cama de mi abuelo y unos días después, al puticlub. Cierto es también, que tanto mi madre como mi prima, me habían enseñado mucha teoría que ampliaba con pelis porno, me enseñaron a masturbarme con plena satisfacción, a usar dildos de todos los tamaños, y con las dos, había tenido constantes relaciones lésbicas.
También había chupado en ellas la leche de mi abuelo y me habían enseñado a tragarme consoladores y dilatar mi culo, pero me habían dejado a medias y no sabía ahora quien me podría enseñar ese maravilloso placer de complacer a los hombres y olvidarme de mi virginidad vaginal. Mi abuelo solo me masturbaba y jugaba con mis tetas y pezones, y me dejaba masajearle y chupar su polla y tragarme su leche. Y nada más.
Las semanas siguientes y sobre todo los primeros días fueron horribles. Las monjas del cole y las otras profesoras, estaban siempre encima de mí y con el latiguillo de que rezase por mi madre y su eterna salvación ¿y mi adorada prima qué? Pero los ratos que yo pasaba sola en casa, ya que mi abuelo volvía a ser el director de su empresa, sustituyendo a mi madre que tanto tiempo libre le dejaba para ir «con sus otras putas», eran terribles. La casa se me caía encima y yo empecé a crecer y madurar hora tras hora y a masturbarme más y más, tal y como pasaban los días. Oía llorar muchas noches a mi abuelo y poco a poco empecé a entregarme mentalmente a él. Él me necesitaba y yo necesitaba desesperadamente entregarme a él.
Tomé posesión del armario donde mi prima guardaba su ropa sexi y empecé a buscar para usar. Los zapatos de taconazos de mi prima de 7 cm, eran un número más grande que los míos, pero les ponía algodón y me cabían de cine. Sus sujetadores y tangas los empecé a usar yo cosiendo unos pequeños pliegues para ajustarlos a mi tamaño y gusto. Y sus medias, y sus pantis… Y así vestida y calzada, paseaba por la casa para acostumbrarme y no hacer el ridículo ante mi amado abuelo cuando llegara el momento.
Así como cogí sus consoladores y los enormes de mi madre, y dilataba mi ano al máximo y me los introducía hasta el fondo de mi garganta. Desde los 8-9 años cogía el puro de mi abuelo y a veces, él me lo ofrecía, pero nunca fumé cigarrillos y ahora empecé a fumarlos para que me viese mayor, para provocar sus deseos. Vistiese como vistiese o saliese desnuda de la ducha, mi abuelo nunca me llamaba la atención por nada y además, al verme así vestida y maquillada, o desnuda, sonreía, pero no jugaba ya con mis tetas ni me ofrecía su polla para chupar, ni me invitaba a ser su pareja y compartir su cama con él.
Un día me decidí y por la noche, cuando le oí llegar a casa, puse a calentar la cena que nos dejaba la asistenta, que venía todos los días por las mañanas hasta las 15 o 16 horas, y después de poner la mesa, me quité el polo del colegio y me quedé con un sujetador rojo y negro, el más pequeño que encontré de mi prima y que resaltaba mis juveniles y ya desarrolladas tetas, y así me vio el abuelo al venir a cenar. Se puso rojo, me miró con unos ojos terribles, vi que su bragueta creció… pero no dijo nada. Cenamos en silencio y al terminar de cenar me ayudó a despejar la mesa y salió mirándome a los ojos, mirando mis tetitas y mirando mi cuerpo.
Se fue al salón, se sentó en el sofá, encendió la tele y uno de sus puros habanos. Yo tenía un poco de miedo por lo que estaba pensando hacer, pero lo hacía ahora o solo los dioses sabían cuando. Me senté a su lado, con la falda cortísima de mi prima y el sostén indicado. Cogí un cigarrillo de la mesita y lo encendí… y mi abuelo siguió en silencio con los ojos clavados en la tele y aunque yo le tiraba el humo ¡ni caso!
Yo me acurruqué contra él y apoyé mis tetas contra sus poderosos brazos, pero él ni se inmutó. Al terminar el cigarrillo lo apagué y fui a la mesita a dejar el cenicero, me di la vuelta, me despasé el sujetador y lo dejé caer al suelo y con los pezones muy endurecidos, y a punto de correrme de la excitación del momento, dejé caer mi faldita y me quité lentamente mis braguitas, y así, totalmente desnuda, me abracé a él y besándole le dije:
– ¿Ya no te gustan mis tetas abuelo? Mira cómo han crecido y que duros están los pezones, son grandes. Desean que los retuerzas como tantas veces lo has hecho jugando conmigo. Y fíjate en mis tetas, que son las más grandes de todas mis amigas, y que desean ser tuyas para siempre, como yo también lo deseo. Deseo ser follada por ti, deseo pasar mis noches contigo y ser follada una y mil veces cada día… Si me enseñas, puedo complacerte en todo lo que desees para siempre, y no me quejaré por mucho que me duela al principio. Y podrás llevarme al puticlub para ser puta, tu puta más querida.
– Claudia, no tienes ni idea de lo que me estás pidiendo. A tu madre y a tu prima no solo las follaba, las pervertí al máximo. Jugaba con ellas a todo lo que me apetecía y no hay animal en mi masía que no se las hayan follado. Han sido usadas constantemente, azotadas, vendidas para orgías salvajes, y no solo no han protestado nunca, sino que pedían más y más vicios y placeres. Fueron las mejores putas que he creado.
– Enséñame abuelo y nunca te arrepentirás ¿no ves en mí ganas de complacerte? Jamás te diré que no a nada, dime que deseas que haga y lo haré con agradecimiento. Además y bien lo sabes, los dos nos necesitamos -le dije al sentarme a su lado y abrazarle- Y no solo quiero ser tu puta, sino también tu sumisa, tu esclava sexual.
Y noté como mi abuelo dejaba de ser inmutable. El bulto del pantalón empezó a crecer y al notarlo no lo pensé más, mi mano derecha se apoyó en ese bulto y empecé a masajearlo lentamente. Dejé de hablar y pasé a besarle directamente en los labios y notaba como seguía creciendo su bulto y hasta yo misma me asustaba del tamaño que estaba cogiendo y mi abuelo empezó a moverse lentamente. Me devolvía los besos e instantes después, su lengua penetraba en mi boca y empezó a jugar con la mía. Con mis dos manos despasé su bragueta y sin ninguna oposición las metí dentro y pronto pude coger su pollón.
De repente, me di cuenta que no era lo mismo jugar con esa polla o ver como ese pedazo de carne entraba en los usados agujeros de mi madre o de mi prima, que tenerlo entre las manos y notar su calor y dureza e imaginarme cómo podría entrar eso dentro de mí. Lo deseaba, pero por primera vez, tuve miedo, verdadero miedo de sentir toda esa pasión y deseo a mi edad, pero era feliz de desearlo ¡sinceramente lo deseaba todo dentro de mí, costase lo que costase!
Mi abuelo, ya con la polla fuera, terriblemente grande y dura, se destapó como lo que realmente era: un depredador sexual. De repente, me cogió sin contemplaciones de mis pezones, me movió como un juguete y tiró mi cuerpo sobre él, de forma que mi boca estaba encima de su polla ¡dioses del Olympo, qué polla! Era una inmensa mole de carne entre marrón y granate con grandes venas a todo lo largo y una enorme cabeza triangular que al intentar meter en mi boca pensé cómo aquello podría entrar en mis virginales y estrechos agujeros. Cierto es que la había chupado innumerables veces, pero ahora ya no era solo «chupar».
También por primera vez en mi vida, agradecí a los dioses el tener una boca entrenada por los consoladores usados en los últimos años. Sabía lo que tenía que hacer. Lo había visto centenares de veces como se lo hacían mi madre y mi prima, así que empecé a chuparla lentamente, sin ninguna prisa, dando largos lengüetazos sobre el glande y apartando poco a poco la piel que lo cubría a la vez que mis manos la movían arriba y abajo. Tal y como lo iba haciendo, fui asimilando su sabor y sobre todo su tamaño y poco a poco, en lugar de ir chupando mi lengua el cabezón de la polla, me lo fui introduciendo en la boca, mientras empezaba a jugar con sus peludos huevos.
Y ahí empezó mi problema, por mi inexperiencia, como no quería hacerle daño con mis dientes, puse mis dientes encima de los labios y claro, mis labios abultaron más y me tapaban parte del hueco de la boca, por lo que me arriesgué, saqué el trocito de polla que estaba en mi boca y volví a hacerlo de nuevo, y esta vez sí empezó a funcionar.
Como estaba tumbada boca abajo sobre él, el propio peso de mi cuerpo me ayudaba a introducirla. Poco a poco el glande fue entrando en mi boca y ocupando mi cavidad bucal y ahí se me presentó otro problema, con ese grosor del cabezón dentro de mi boca ¿cómo poder mover mi lengua para darle placer y que fuese realmente una celestial mamada y no solo una follada por la boca?
Poco a poco su polla siguió entrando dentro de mi boca y yo me sentía feliz porque mi abuelo, tal y como empezó a respirar de placer, casi relinchaba como los caballos, y mis tetitas las masajeaba con sus manazas haciéndome un daño terrible. Eso quería decir que yo no lo estaba haciendo muy mal, es más, que le gustaba a pesar de mi inexperiencia y eso me trajo otro problema, mi boca estaba llena y mi lengua apenas podía moverse, pero esa polla se iba metiendo hacia dentro y yo empezaba a tener arcadas y me daba perfecta cuenta que al menos, casi la mitad de su tamaño estaba aún fuera de mí.
Mi prima me enseñó, jugando con consoladores, a tragármelos totalmente, pero aunque eran largos, no eran tan gruesos como la polla de mi abuelo. Intenté aislarme del mundo para concentrarme en lo que estaba haciendo, y poco a poco, bastante lentamente, esa polla fue entrando y llegando a mi garganta aguantando mis ganas de vomitar. Mi concentración y mi entrenamiento anterior con los dildos, me salvó.
Pero mi abuelo estaba consiguiendo un placer mayor que el mío. Me puso su mano directamente sobre mi virginal y estrecha rajita por encima de mis glúteos, y sus dedos empezaron a jugar con mi sexo. Todo lo torpe que yo era mamándole la polla, en él era al revés, era un experto dando placer a las mujeres y apenas empezó a tocarme y meterme sus dedazos, me corrí. Eso, además del placer que me dio, nos dio ánimos y confianza a los dos para seguir con lo nuestro.
Mi abuelo siguió masajeando mi cuevita y mi clítoris y metiendo dentro sus dedazos, que empezaron a darme un placer salvaje y desconocido. Los separaba y los juntaba abriéndome el coñito y dilatando mis inexplorados músculos vaginales. Por mi parte, yo casi desencajé mi mandíbula para dejar entrar su polla que ya estaba clavándose en mi garganta, cosa que mi abuelo notó perfectamente, tan perfectamente, que cogió con su otra mano mi cabeza y aplastándola para abajo, hizo que su polla entrase casi totalmente dilatando mi boca y mi garganta, como jamás creí que se pudiesen dilatar.
Pero como todo tiene sus limitaciones, ya no pude aguantar mis arcadas, quité rápidamente su polla de mi boca y levantándome con rapidez, vomité en el suelo. Mi abuelo sonrió al ver esos restos estomacales, y viendo que ni él ni yo estábamos manchados, se quitó totalmente el pantalón y cogiéndome en brazos me llevó al baño, me limpió la boca y me preguntó:
– Bien, estoy seguro que tienes alma de putita pero ¿estás segura que quieres seguir? Porque si es así, voy a destruir totalmente tu virginidad, te va a doler, y por mucho que grites, no voy a parar hasta que no me canse. No veré en ti a mi nieta, sino a una cría que quiere ser mi puta. Aguanto durante horas y voy a enseñarte un poco lo que te va a esperar. Nunca sustituirás ni a tu madre ni a tu prima, pero junto con una amiga mía, podríamos hacer de ti algo parecido a ellas dos ¿estás segura de querer sufrir? Porque te aseguro que vas a sufrir esta noche y en el futuro.
– Si abuelo, hace tiempo que deseaba compartirte con ellas y ahora las necesitamos los dos, pero también nos necesitamos nosotros. Haz de mi tu puta y no te arrepentirás. Te aseguro que te obedeceré en todo lo que me ordenes. Y ya que no has podido tener hijos con mi prima, yo te daré todos los hijos que quieras y cuando quieras.
– Te aseguro Claudia que vas a quedarte tantas veces preñada, que te arrepentirás de lo que acabas de decir.
Pero ninguno de los dos se ha arrepentido jamás. Me llevó en brazos a su dormitorio, me dejó caer sobre la cama y se quitó su camisa. Si antes me parecía un tipo impresionante por su mole, ahora que lo tenía a mi lado y todo para mí, infundía algo de miedo, pero por dentro, estaba loca por ser poseída y desvirgada por él. No era muy alto, posiblemente algo menos de 170, pero era robusto, fuerte, unos 95 kilos y extraordinariamente peludo.
Mi abuelo me miró detenidamente, levantó mis piernas, las separó, las juntó, y observó y tocó detenidamente mi coño y mi culo. Metió un dedo en mi vagina y luego dos y al mirarme le sonreí. Empezó a moverlos en rotación y en profundidad, como haciendo espiral, y aunque ese movimiento me dolía, no dejé de sonreír.
Y añadió un tercer dedo. Luego los sacó e hizo lo mismo en mi ano, me metió un dedo sin más lubricante que el que sacó de mis flujos vaginales y no me dolió porque el culo me lo había dilatado yo misma, pero cuando intentó meterme un segundo dedo, si noté un pequeño dolor, pero yo seguí sonriendo como si me pusiesen una pistola en la cabeza. Al verme así, el que sonrió fue el cabrón de mi abuelo mientras me introducía un tercer dedo que si me dolió terriblemente, y al ver mi nueva cara me preguntó:
– ¿De verdad estás preparada puta?
Llamarme puta mi abuelo y llenarme de un orgullo interno brutal y con deseos de ser follada indefinidamente y a lo bestia, fue todo uno. Se levantó de la cama y salió sin decir nada. Yo, tumbada como estaba con mis tiesos pezones apuntando al techo que era un enorme espejo, me veía reflejada y me gustaba el cuerpo que veía. Desde luego, era mucho mejor que el de mis amiguitas y de muchas del curso superior, y mis tetitas empezaban a ser ya unas tetas de verdad.
Vi entrar a mi abuelo que me apartó de mi posición en la cama, extendió un plástico bajo mí, me puso sobre él y separando mis piernas cogió la botella que llevaba de lubricante y me extendió una buena cantidad por mis partes bajas. Me masajeó toda esa parte con una fuerza y presión que me calentó tan a tope que me corrí, y volvió a meterme sus dedos uniendo mis fluidos con una generosa ración de aceite en el interior de mis dos agujeros.
Una vez todo a su gusto, se puso aceite en sus manos y en su polla. Toda su polla se puso reluciente y brillante y yo me puse a reír al ver el efecto de ese brillo en un corpachón tan peludo y sudado, mi abuelo también se rió y me puso por mi pecho una buena cantidad, masajeo mi cuerpo desde el cuello hasta la entrepierna y me dio tanto placer que me volví a correr estremeciendo mi cuerpo. Y me gratificó dándome unos maravillosos masajes en mis tetas, aplastándolas y tirando de mis pezones hasta casi levantarme. Sin decir una sola palabra, separó mis piernas, se arrodilló ante mí y sin dejar de sonreír vi como cogía su polla y la apoyaba contra mis inexplorados labios vaginales, hizo una ligera presión y noté como mis músculos vaginales externos se dilataban con un pequeño dolor ¡nada importante! Pero me cogió con sus manazas de mis aceitosas caderas y dejándose caer encima mío, me penetró totalmente hasta el fondo de mi coñito adolescente y de una sola vez.
Y cuando digo totalmente, es totalmente. Más de la mitad de su enorme y gruesa polla la enterró brutalmente hasta el fondo de mi matriz. Dejé de sonreír y apreté mis manos sobre mis mandíbulas y mis labios con una enorme voluntad de no gritar. Sentía sobre mí, los casi 100 kilos del peso de su cuerpo, pero sobre todo, sentía en mí un enorme dolor en la entrepierna y como una fuerza brutal que me quisiese romper en dos mitades. El dolor me llegaba desde el ano hasta más arriba del estómago, especialmente en el bajo vientre, era como si me abrieran la parte baja del estómago, y un gran mareo empezó a invadirme junto con un enorme calor.
– Qué puta ¿te duele ahora? ¿Quieres que pare y lo dejamos? -me decía-
Y yo con mi cabeza lo negaba. Aunque me sentía terriblemente nerviosa.
Sentía como mi abuelo y su polla empezaba a subir y bajar, pero no todo el cuerpo, sino especialmente sus caderas, y ese frotamiento de su polla con mis paredes vaginales me producían unos efectos terribles de dolor y calor, y más tarde de placer al mismo tiempo. La habitación daba vueltas y las paredes no se estaban quietas. Mi cuerpo no podía moverse aplastado por el suyo, por lo que todo el movimiento sobre la cama era el que él producía. Realmente y aunque no era demasiado consciente, me sentía ya la puta de mi abuelo y aunque me rompiese en pedazos, deseaba que siguiese follándome.
Con una de mis manos cogí su cabeza y le llenaba de besos apasionados, lo que le hacía a él excitarse más y olvidarse que hasta unos minutos antes, ese agujero era virgen, porque su polla entraba y salía con enorme fuerza y abriendo mis músculos. Aunque en realidad no entraba y salía. Su polla era tan gruesa y mi coño tan inexplorado, que su polla estaba pegada a mis paredes a pesar de mis corridas y el aceite, y cada vez que la movía, todo mi coño y mi cuerpo se movían con ella.
Era como si arrancara mi matriz, proporcionándome una enorme mezcla de dolor y de placer extraño. Porque no todo el placer era suyo, otras dos veces me corrí antes de notar en mi abuelo un estremecimiento que yo nunca había conocido en él ¡se estaba corriendo, y por primera vez, eyaculaba todo su semen en mi interior! Se quedó unos instantes quieto, se levantó y me miró:
– Bueno Claudia, ya no eres virgen y no te preocupes, has sangrado menos de lo que esperaba y has aguantado muy bien el dolor. Por primera vez, tu coño está dejando salir el esperma de un hombre. Pero ahora voy a romper tu culo.
Yo me toqué y miré el coño y efectivamente, me estaba saliendo la leche de mi abuelo y otras cosas sonrosadas ¡y madre mía! Menudo coño más hinchado tenía. No me dejó ni respirar, me cogió de las caderas, me dio la vuelta, me puso boca abajo y mi culo se le ofreció totalmente. Dedicó unos minutos para introducirme dos dedos y al ver que no me quejaba, un tercer dedo, pero ¿cómo iba a quejarme, si lo tenía muy dilatado con el masaje anterior y con los consoladores de mi madre? Mi madre me hizo prometerle que con la boca y el culo podía hacer lo que yo quisiese con los dildos, pero la virginidad vaginal era un regalo para mi abuelo y así lo hice hasta ahora.
Viendo mi abuelo que el culo estaba bastante abierto, no tomó precauciones, de un solo empujón me clavó más de la mitad y con un segundo empujón, lo clavó tan profundamente, que casi me mete sus peludos huevos. Yo empecé a hacer lo que había visto hacer a mi madre y a mi prima, masturbarme mientras mi abuelo la metía y sacaba sin parar. Pero él, o tenía grandes deseos de follarme o estaba rabioso, porque me cogía de las caderas y movía constantemente mi cuerpo y sin ninguna delicadeza. Sus movimientos de frotación con mis intestinos y el agujero anal, me producían algún dolor, pero sobre todo un inmenso calor, posiblemente ayudado también por mi masturbación.
Yo estaba muy acalorada, cansada, sudando a mares y ligeramente mareada aún. Me volví a correr y ya no pude más, me apoyé con mis brazos en la cama, puse mi cabeza entre ellos y me abandoné a mi abuelo. Instantes después, mi abuelo se corrió en mi intestino. Al soltarme, me derrumbé en la cama y al verme mi abuelo así, me dejó, se fue a la cocina y volvió con un tazón de chocolate bastante calentito, me lo dio y al terminar de bebérmelo, me dio un beso en la frente y me dijo:
– Te quiero cariño, gracias por estos momentos imborrables. Ya eres mi pareja de baile. Ahora solo falta depravarte para que complazcas todos mis viciosos caprichos y los de miles de hombres y mujeres. Desde esta noche dormirás y follarás conmigo y antes de un mes, serás puta de quien te pague.
Y yo sonreí mientras me consideraba la nieta más afortunada del mundo ¡ya era la puta de mi abuelo!
Yo del abuelo la hubiese iniciado antes jejejej
Quiero un abuelo así