SR,VILLANUEVA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por XCITANTDLC.
Aún recuerdo cuando deje de trabajar como edecán y decidí buscar otros rumbos sin duda había decidido ser una ejecutiva.
Un día tuve que quedarme a trabajar más del tiempo normal, los malditos papeles me encadenaron al escritorio.
Por dentro maldecía hacerlo aunque tenía que ponerle cara linda a mi jefe, un cuarentón bien parecido, divorciado y para quien la vida era solamente su oficina, un teléfono, un fax y una computadora.
Hablábamos muy poco al cabo del día, simplemente charlas laborales, apenas sabíamos sobre la vida del otro, sólo los chismes de la gente de la oficina.
Unos decían que su mujer lo había dejado aburrida de la rutina, otros, que ella era una retraída y quien se había cansado era él.
Estaba agotada pero aún quedaban algunos documentos para terminar, el Sr.
Villanueva debía cerrar un negocio al otro día y los necesitaba a primera hora.
Un poco de música me haría bien, coloqué el cd en la computadora para apagar el silencio que trajo consigo la noche.
Sonó el celular, era chuy.
¡Valery, aún estás ahí! te estoy esperando en casa, ¿te falta mucho? Hermanito, tengo al menos para una hora más, en ese caso, la película que traje la miraré solito mientras espero que llegues.
¿Película? No sé por qué pero algo me dice que no es precisamente una de ¿acción? No tontita, es una porno, las imágenes recorrieron mi cabeza, se erizó mi piel, quería salir ya de la oficina y solo atine en decirle: trataré de llegar lo antes posible.
Ok, hasta pronto.
Suena el intercomunicador me llama el Sr.
Villanueva, Valery, por favor, venga a mi oficina.
Llevé conmigo los documentos que ya había terminado, supuse que quería revisarlos.
Siéntese Valery: dijo sonriendo.
Me sorprendió, no era común ver una sonrisa en su boca, su gesto siempre era serio, opaco, gris como su traje.
Checo los documentos e hizo algunos comentarios sobre las condiciones del negocio del día siguiente.
Yo miraba el reloj de reojo, quería irme.
Cuando pensé que daría por terminado el trabajo, me paré.
Sr.
Villanueva, si ya no me necesita, me retiro.
Entiendo su apuro Valery, yo saldría corriendo ahora mismo por esa puerta si alguien me esperara en casa pronto para una noche de placer.
¡Señor! De qué habla, sabe que no soy casada.
No se asuste, oí sin querer su conversación, la puerta estaba entre abierta y alcance a escuchar lo que le decía Chuy, espero que no se moleste.
Es que, ya lo sé, estuve mal en hacerlo, pero confieso que casi muero de envidia.
¿Envidia? Sí, Valery, envidia de su novio, hace tiempo que me siento atraído por Ud.
pero nunca me animé a decírselo, temía que me rechazara y dejara el trabajo.
¿Y por qué lo hace ahora? Su conversación, sus piernas, su escote.
Sin decir más, se paró y se acercó a mí, pasó un brazo por mi cintura, me atrajo hacia él con fuerza y me besó.
Al principio sentí rechazo, hice fuerza para alejarme, no me dejaba.
Volvió a besarme, cuando acercó más su cuerpo al mío noté la brutal erección que tenía.
Su lengua escrutaba mi boca, lamía mis labios lentamente, sus manos recorrían mis caderas, mis muslos, mis nalgas.
Dejé de resistirme, ese hombre sabía lo que hacía, comencé a responder a sus caricias, ya no era el mismo hombre gris y envejecido de hacía unos minutos, el brillo de sus ojos, la humedad de su boca, su lengua, su respiración, todo provocó un cambio notable en él.
No decía nada, sólo acariciaba todo mi cuerpo, embelesado.
Yo me había entregado al placer de sentirlo, cerré mis ojos intensificando mis otros sentidos.
He soñado con esto desde que estás trabajando aquí Valery, levantó mi falda, se retiró unos centímetros para observarme de lejos, ese día yo llevaba una tanga blanca con portaligas.
Comenzó a desvestirme, seguía en silencio, la falda cayó al piso, detrás la chaqueta y la blusa.
Déjame verte, date vuelta, muéstrame ese culo hermoso que insinúas con cada ropa que te pones.
Giré y volví a mirarlo, estaba despeinado, la cara enrojecida, los labios húmedos, la respiración agitada.
Me acerqué, tiré del nudo de la corbata para desatarlo, desabroché la camisa pero no se la saqué, bajé las manos, sentí la erección de su verga, aflojé el cinturón, bajé la cremallera de su pantalón.
Metí mis manos y lo acaricié.
Seguí besando su cuello mientras mis manos se apoderaban de su verga, lamí su pecho, mordí sus pezones.
Sigue Valery, no pares, apretándome más contra su cuerpo.
Tomé la corbata que había ido a parar a su escritorio, até sus manos por detrás de su cuerpo.
No se resistió, creo que presentía que eso lo haría gozar muchísimo.
Separé sus piernas y me arrodillé frente a él.
Ahora vas a saber lo que es una mamada señor, lamí su entrepierna, sus huevos, su ano.
Él gemía, tensionaba sus piernas, apoyado en el escritorio dejaba todo su sexo a disposición de mi boca.
Deseaba esa verga, la metí de golpe en mi boca, gritó de placer, yo seguí chupando.
La sacaba de mi boca lentamente, y volvía a meterla hasta que alcanzaba mi garganta, una y otra vez.
Daba pequeños mordisquitos al glande, jugaba con mi lengua alrededor y volvía a chupar.
¡Acabo! Gritó; quiero que te tragues toda mi leche.
Parecía que no terminaba, seguía brotando leche, salpicó mis pechos, mi cuello, mi boca se llenó.
Tragué, lamí, saboreé.
Eres magnífica, la mejor mamada de mi vida, desátame, déjame hacerte gozar.
Una vez libres sus manos, vino hacia mí, quería comprobar si estaba mojada.
Creo que se sorprendió al ver que mis jugos ya bajaban por mi entrepierna alcanzando mis muslos.
Tomó la tijera de su escritorio, cortó mi tanga a los costados.
Hundió sus manos en mi sexo.
Sus dedos jugaban con mis labios vaginales, empapó su mano con mis jugos y recorrió desde el ano al clítoris una y otra vez.
Subió su mano hasta meter sus dedos en mi boca, olía a hembra, los chupé deleitándome con mi propio sabor.
Me sentó sobre el escritorio, hizo que apoyara los talones sobre el borde, mi concha estaba ahí, a su disposición.
Su lengua me dio placer, alternaba entre mi concha y mi culo, me penetraba con ella y con los dedos, apretaba el clítoris con los dientes hasta el borde del dolor.
Exploté sobre su boca, un orgasmo interminable se apoderó de mi cuerpo.
Se puso de pie ¿Quiero cogerte? y sin más enterró su verga.
Cógeme duro, quiero toda tu verga.
Subió mis piernas hasta sus hombros, me cogía con fuerza, como con rabia por todo el tiempo perdido.
No demoramos en acabar otra vez, su leche corría empapando mi culo.
Se retiró, me miró, miró mi concha desbordada de leche.
Estoy seguro que esto te va a gustar, apoyó su verga en mi culo, lentamente comenzó a penetrarme, llevó mis manos hasta mi clítoris, no necesité que me dijera qué quería, comencé a masturbarme mientras su verga entraba y salía de mi culo sin dificultad pues con la calentura se encontraba dilatado.
No conté los orgasmos que tuve así, sólo sé que cuando acabó yo estaba agotada.
A partir de hoy trabajaras unas horas más, es una orden, dijo riendo satisfecho.
Me arreglé un poco y salí casi corriendo, pasada la calentura me sentía culpable, ¡mi hermanito esperándome en casa y yo cogiendo con mi jefe! Cuando llegué no fue necesario explicarle a Jesús lo que había sucedido, lo adivinó cuando metió su mano y notó que no tenía ropa interior.
Perra, estuviste cogiendo y me dejas, déjame explicarte: le conté lo sucedido, cuando creí que iba a comenzar a gritar e insultarme, mi hermano bajó su bóxer, sacó su verga totalmente erecta, empezó a masturbarse y me dijo: La próxima vez, quiero que pongas una cámara en su oficina, quiero verlos cogiendo, pero ahora, ahora ven que te voy a enseñar quien es tu dueño.
Y me besa, su boca devora la mía.
Sus manos recorren mi cuerpo, está ansioso.
Noto como tiene la verga dura, pegada a mí.
Por favor, desnúdate.
Quiero que cojamos en la sala, parada delante de él, me acaricio los senos, mis manos remarcan mis caderas, me relamo, pasando la lengua por los labios entreabiertos.
Cuando comienza a bajarse los calzoncillos, y veo su verga dura, en alto, deseando clavarse en mí, no puedo más.
Me abalanzo sobre él, y ansiosa lo tumbo.
Deja que te monte.
Coloco un pie a cada lado de su cuerpo y me agacho hasta que su glande entra en contacto con la puerta de mi rajita.
Le miro y en voz alta, casi gritando, le digo: Te amo.
Pues móntate de una vez, hermanita.
Con un gemido, me voy dejando caer.
Sujeto su verga para que entre en el guante de mi húmeda vagina.
Y siento como me penetra, bajo despacio, quiero sentir su deslizar en mi interior.
Estoy totalmente ensartada.
¡Qué gusto me das hermanito! ¡La tienes tan dura! Sí que sabes ser una putita hogareña, me muevo despacio, adelante y atrás, aun costado y al otro.
Sus manos van a mis pechos, los soba, los aprieta, me pellizca los pezones, con ansias, con furia, sin mimos.
Yo sin parar comienzo a tocarme el clítoris.
Estábamos ansiosos, muy excitados, gemíamos, no necesitamos mucho tiempo, mi hermano está en un sube y baja de sus nalgas haciendo que su verga golpee en lo más profundo de mí.
Yo me desato, gimiendo empiezo un galope tendido, siento el deslizar de su espada en mi chorreante funda.
Me doy cuenta que empieza a escupir su leche, yo me toco más rápido y grito como una loca cuando me llega el orgasmo como una explosión.
Me inclino con él dentro y le beso.
Un beso largo, sosegado, cargado de vida y amor.
Dejo que vaya perdiendo dureza hasta que sale de mí.
Me echo hacia atrás, le saco los calzoncillos, y me los pongo en la concha para que su semen no deje manche en la alfombra de la sala.
Luego me tumbo a su lado, sabes te vez gracioso con los calcetines puestos, deja que te las quite, te quiero desnudo; estoy harta de coger sólo en la habitación.
Me levanto y me arrodillo junto a sus pies.
Tiro de uno y luego del otro hasta que le quito los calcetines.
Tomo el pie derecho y lo apoyo en mi teta y agarro el otro y me lo llevo a la boca.
Le chupo los dedos, uno a uno ensalivándolos, después cambio de apoyo en mis senos y repito la operación.
Le miro con sonrisa perversa.
Déjate hacer.
Sus pies mojados acarician mis pezones sensibles que se alegran con el toque, poniéndose más y más duros.
Mis manos recorren sus piernas, no llego al final de los muslos, pero su pito comienza a revitalizarse.
Le comienzo a lamer los pies, luego paso a los tobillos, se ha abierto de piernas para que me coloque entre ellas.
Aprovecho para rozar mis pezones contra su vello.
Mi objetivo está más animado y comienza a levantarse cuando chupo y muerdo sus muslos.
Le agarro la verga y suelto mi saliva sobre ella que la envuelve al deslizarse sobre la carne endurecida.
Le masturbo con la derecha, con la izquierda me toco mi botoncito rosado, que está deseando que lo mimen.
Me encanta verle así, excitado, con ganas de mí, sabiendo que le provoco, que saco la bestia que tiene dentro.
Estoy sentada sobre su pierna derecha, mi concha valora la dureza de sus huesos restregándose, le mojo con el resto del semen y mis propios flujos.
Me masturbo tranquila, gozando del va y ven de mi pubis.
¿Te gusta tu hermanita? Nena eres una joya.
Sigue, mira cómo se está poniendo.
Muy dura, muy grande para comérsela.
Pues cómetela, putita.
Me la meto en la boca, uso mis labios como almohadillas que aprietan con suave firmeza su lanza.
Al principio es sólo el cabezón, luego parte del tronco, hasta que cabe entera.
Lo hago despacio, no quiero sentir arcadas, me llega al principio de la garganta.
Voy concentrándome en el ciruelo y la parte más próxima.
Me he restregado tanto contra su pierna que mi concha parece un charco.
Me pongo en cuatro, muevo la cola, estoy pidiendo guerra.
Valery eres una perra en celo, golfa ansiosa.
Métela hasta dentro, asiiiiiiiii.
Mientras hablamos me la mete hasta dentro, sin miramientos, aprovecha mis flujos que lubrifican la vagina, mi concha abierta de deseo y me la clava hasta el fondo, sus mete y saca son rápidos, potentes, profundos.
Se ha corrido hace poco y sabe que tardará tiempo en soltar su leche.
Yo me estoy acariciando el botón del placer mientras hablamos, mi hermano vuelve a su vaivén rápido, profundo, duro.
Empiezo a gemir como una perra en celo a la que cogen, él está callado concentrado en meterla con ansias, lujurioso, disfrutando.
Me conoce muy bien y sabe mi respuesta cuando me dice: Hermanita avisa cuando estés a punto de correrte.
Me queda un poquito, sigue así.
¡Qué lindo! Ay, aayy, aaayyy ¡Dios mío! qué bien coges.
Mis gemidos suben en intensidad, lo mismo que su mete y saca, me tiene agarrada por la cintura.
Aaahhhh, ya me vengo, mi hermano se para, deja que sea yo la que me mueva buscando que su verga este nuevamente adentro.
Y me da unas nalgadas, sus azotes no me duelen, me excitan aún más, hacen que explote y vea las estrellas.
Me paro dejando mi cuerpo muerto.
Ha sido sublime.
Él sigue dentro de mí con la verga dura.
Me deja descansar un minuto escaso, haciendo que vuelva en mí, me junta los muslos, ahora mis piernas están rodeadas por las suyas, y empieza a moverse despacio, casi la saca, se ha estrechado por la postura, y la envuelve como la media al muslo.
Apoya su verga en la puerta trasera, empuja abriéndola y entrando despacio.
Ayy, ¿Te duele? Un poco pero me gusta.
Está toda dentro, me molesta más que dolerme, se mueve tranquilo, no quiere hacerme daño, pero sí disfrutar de la estrechez de la funda que envuelve su verga.
Quiero darte placer y esa polla en mi culo me está volviendo loca, así, así, más duro, rómpeme ¡qué bien coges! quiero volverte loco.
Acelera las metidas, me siento perversa, me doy cuenta que me encanta que me encule, me empiezo a mover cada vez más rápido acompasando sus embestidas , haciendo que aumente su goce, que vea que soy suya, que soy su hembra, su perra, su amante.
Se ha vuelto salvaje, me grita, me dice palabras soeces, cada vez más sucias y a mí me excita, me hace feliz, sé que no voy a venirme, pero no es eso lo que busco, quiero que disfrute él, que se sienta mi macho, mi dueño.
Me agarra las tetas cuando se corre, las aprieta mientras su verga suelta toda su leche.
Se queda un rato dentro, luego nos desacoplamos.
Él se va a lavar, yo me quedo levantando su ropa, su leche me hace el efecto de una lavativa y marcho al baño, él ya se ha higienizado la verga.
Me da un beso y ambos nos fuimos a dormir.
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