Su hija, su mascota
Un hombre le presenta su mascota a un amigo. Perdón, quise decir «su hija».
Gerardo y Marcelo son compañeros de trabajo y también buenos amigos. Ambos rondan los 35 años. Llegado los viernes, salen de la oficina y se dirigen a un bar cercano. Se la pasan entre 2 y 3 horas allí. Beben, conversan, ríen, hablan de sus vidas, cuentan anécdotas, comentan sobre mujeres, miran de reojo a las jóvenes rondando el bar y cuchichean y vuelven a reírse.
Gerardo mira su reloj y dice:
-Ya nos tenemos que ir.
-Sigamos en mi casa.
-No sé. Estoy cansado.
-Sólo unos tragos más. Tengo cerveza. Esta noche hay boxeo.
-No me gusta el boxeo.
-Pero te gusta la cerveza.
-Ya he tomado mucho.
-Tengo algo en casa que te puede gustar.
Gerardo lo mira y hace un gesto. Simula consumir cocaína.
-También tengo de esa -dice Marcelo. Había entendido la referencia-, pero es otra cosa. Algo mejor.
-No sé qué puede ser mejor que eso. Entonces bueno. Vamos.
Ambos llaman a una mesera, piden la cuenta, pagan, se levantan de los taburetes y salen del local.
Llegan a la vivienda de Marcelo. Ya es de noche. Las luces de la fachada de la casa están encendidas. Marcelo abre el enrejado, entra y luego abre la otra puerta, la de la casa. Gerardo lo sigue.
Ya adentro, el dueño de casa enciende todas las luces, invita a su amigo a sentarse en el comedor y luego le lleva dos porrones de cerveza.
-Lucía -grita Marcelo-. Ya llegó papá.
Desde un pasillo, una voz infantil contesta:
-¡Bueno!
-¿Tenés hija? -pregunta Gerardo.
-Así es.
-¿Cómo es que nunca me contaste?
-Vos nunca me preguntaste.
-¿Y la madre?
-Hace tiempo que se fue.
-No te lo puedo creer.
-¿Qué?
-Que no me contaras que tenías una hija.
-¿Y qué?
-Somos amigos. Bueno, hace ya como un año que te conozco. Ya te considero amigo, y nunca me contaste sobre ella.
-Hay mucho que no sabemos de nosotros.
-Sí, pero tener un hijo es algo importante, creo yo, un dato de importancia como para una conversación entre amigos.
Marcelo ríe y le da una sorbo a la cerveza.
-¿Qué edad tiene? -quiere saber Gerardo.
-10.
La noche transcurre y se la pasan bebiendo y observan la pelea de box. Pasa una hora y el peleador estadounidense le gana al ucraniano por puntos. Ambos ya están algo borrachos y empiezan a elevar la voz al conversar. Marcelo empieza a hacer zapping por los canales para hallar otra cosa para ver. En eso, se topa con una película porno.
-Uh, ¿y eso? -dice.
-Sacalo.
-¿Por qué?
-Está tu hija.
-Está en su pieza.
-Igual.
-Mirá, mirá.
Una chica está arrodillada frente al miembro de un hombre. El pene es colosal. Ella empieza a succionarle la cabeza y le pasa la lengua por todo el tronco. A Marcelo se le comienza a endurecer su verga bajo los pantalones.
-Qué ganas de coger -comenta.
Gerardo no contesta, pero ríe.
-Esta noche sí lo voy a hacer.
-¿Con quién?
-Con una mujer.
-¿Una prostituta?
-No necesariamente. Vos me vas a acompañar.
-No tengo plata para una puta. Igual ya tengo que irme.
-No hace falta una puta, ya te dije.
-Ya fue.
-Todavía no te mostré eso que te iba a gustar, ¿te acordás?
-Cierto. Me vendiste humo.
-Ahora te lo muestro.
-Mmm, ¿qué será?
-Te va a gusta mucho.
-¿Vos decís?
-Te va a calentar.
-¿En que sentido?
-¿Eso te calienta?
Ambos miran hacia el televisor.
-Y la verdad que sí. ¿Para qué te voy a mentir?
-Es algo así por el estilo.
-Te aclaro que no soy gay.
-Ya sé que no. No es conmigo.
Marcelo se voltea y grita en dirección al pasillo:
-¡Lu!
-¡¿Qué?!
-¡Vení, mi amor!
De pronto, el corazón de Gerardo pega un salto. Se le hiela sangre. Después, en voz baja dice:
-¿Qué pensás hacer?
-Te vas a volver loco con lo que te voy a mostrar.
-¿Qué es?
-Tal vez te pongás nervioso, pero sólo es el principio. Somos todos hombres, humanos. Por más que lo ocultemos, somos seres sedientos, en el fondo todos somos iguales. Actuamos con instinto, pero las reglas sociales nos fuerzan a reprimir esa parte nuestra, no dejándonos ser libres. Nos quieren mantener a rajatabla.
Y ahí es cuando, en el umbral del pasillo, se asoma la niña. Está completamente desnuda. Tiene el cabello castaño y está recogido con una trenza. Es delgada, fibrosa. Los pechos son planos. Sus abdominales están tenuemente marcados. Los muslos son fornidos. Ella sonríe de forma pícara, también mezclada con un poco de timidez, con la mirada en los dos hombres. En su cuello hay un collar y del collar cuelga una cadena, que recorre el largo del torso de la niña.
-Vení -dice su padre.
Y la niña va. Ya a su lado, él la abraza por la cintura y se la enseña a su amigo, como si presumiera un trofeo. Gerardo está sin habla.
-¿Sabés por qué no te conté de ella? Justamente por esto. En otro contexto seguro me rechazabas sólo por presión, por querer quedar bien con la sociedad, pero ahora, acá en la privacidad de mi casa, seguro que tanto no me juzgás. Sólo a muy pocos le cuento de ella. Casi nadie sabe de su existencia. Ni siquiera la mando a la escuela y no tiene amigos. Es toda mía. ¿Verdad, mi amor?
La nena ríe y afirma con la cabeza. Marcelo sonríe y le da un beso en la cabeza. Toma la cadena y vuelve a dirigirse a Gerardo:
-¿Ves esta correa? Es como la de un perro.
Luego se voltea y mira un plato con agua y otro con comida que se encuentran en el piso, al fondo del comedor.
-Andá a comer.
La niña asiente y se pone en cuatro patas. Con las manos y las rodillas, avanza hacia esos platos. Los dos hombres la miran atentamente, en silencio. El único sonido oíble es el ruido metálico de la cadena arrastrándose en el piso. Lucía llega a los platos y empieza a comer como si fuera un perro. Inclina la cabeza y alzá el culito. Gerardo se encuentra obnubilado por esa escena. Fija sus ojos en las nalgas y en las plantas de los pies desnudos que se encuentran debajo, con los deditos sucios de mugre del suelo.
-Su madre murió hace tiempo. Sólo me tiene a mí. Y mirá cómo la tengo, domada. Así dejo que ande siempre, desnuda. Casi no tiene ropa; no le compro. Sólo la visto cuando la tengo que llevar al doctor o algo de urgencia.
Marcelo silba y llama a la niña como lo haría con un mascota.
-Lu, vení.
La niña regresa a su padre. Sigue avanzando en cuatro patas, sonriendo, con la boca toda húmeda y babeando. Se detiene frente a él. Marcelo se inclina y le acaricia la cabeza. Luego la alza y la sienta en su regazo, haciendo que mire de frente a Gerardo. Mientras lo observan con fijeza, el padre le acaricia las piernas a la nena.
-Es mi perra, mi mujer. Toda para mí. Seguro que tenés la pija dura, ¿o no, Gerardo? Yo creo que también la tengo. Fijate, mi vida.
La niña mantiene la sonrisa pícara y vuelve a afirmar con la cabeza. Se baja y se arrodilla frente a Marcelo. Le desprende el cinto, le baja los pantalones y los calzoncillos. Y he aquí el pene totalmente erguido, magistral, la hombría en su máximo esplendor. Los testículos están depilados e hinchados de semen y tocan la base de la silla en la que se encuentra sentado.
La niña, con sus pequeñas manos, sujeta el pene de su padre y comienza a masturbarlo. Mueve de arriba abajo toda la piel que recubre el tronco, todo hecho con suavidad.
-Eso es -le dice Marcelo y le deja la mano sobre la cabeza y la acaricia tal cual cachorro.
Luego de unos instantes, el padre la levanta de la cadena, la alza y la deja en cuatro sobre la mesa. Le arrima el pene erecto a la boca y la niña le practica sexo oral. Marcelo estira un brazo para alcanzarle el culo y, con la yema de los dedos, le frota el ano. Empieza a hacer, con lentitud, movimientos pélvicos como si la cogiera por la boca. La cabeza del pene le toca el paladar. Gerardo los mira pasmado.
-¿Qué te parece, Gerardo? ¿Querés un poco?
Gerardo no mira a su amigo. Mantiene la vista centrada en la cara de la niña.
-Dale, parate.
Gerardo se para.
-Tenés la pija dura. Sacate todo eso.
Gerardo, sin apartar de la vista de Lucía, se desprende el cinto y se quita los pantalones y la ropa interior. Al sacarse esto último, su pene, erecto, salta y se mueve de arriba hacia abajo. Marcelo aparta la cabeza de la niña de su pene agarrándola del pelo y le dice:
-Atendé al amigo de papá, dale.
La niña cambia de dirección y se aproxima a Gerardo. Con una mano sujeta el pene y se lo mete a la boca. Sus labios aprisionan la punta del miembro. Luego, usando la lengua, empieza a hacer movimientos circulares por la cabeza. Gerardo mira hacia arriba y cierra los ojos. Mientras tanto, Marcelo se masturba y le manosea los labios vaginales a su hija.
De repente, Gerardo, dominado por la excitación, agarra a Lucía de la cabeza y, violentamente, le mete todo el largo del pene, tocándole la campanilla y llegando a la garganta. La niña tiene una arcada y rápidamente se zafa. De forma inmediata, él se da cuenta de que se propasó y le pide disculpas a Marcelo, pero este sólo responde con una carcajada y le dice que está bien, que no se preocupe. Entonces hace que la nena prosiga con la felación.
-Lu -dice Marcelo.
Lucía suelta la verga de Gerardo.
-¿Sí? -dice ella.
-Te la voy a meter, ¿sabés?
La niña dice que sí con la cabeza
-¿Cómo que meter? -pregunta Gerardo.
-Sí. Metérsela.
-¿Le entra?
-Claro que sí. La he estado preparando desde muy chica. Mirá esto.
Toma a Lucía de la cintura y la acuesta boca arriba, con las piernas extendidas a los lados. Pone sus huevos contra la vulva y apoya todo el largo del pene sobre el vientre de ella para que Gerardo compare los tamaños: el largo llega hasta la mitad de la barriga.
-¿Preparada? -pregunta Marcelo.
-Sí -responde ella.
Marcelo le acerca una mano a la boca.
-Escupí -le ordena.
Lucía escupe en la mano.
-Otra vez.
Ella vuelve a escupir. Entonces Marcelo se escurre toda la saliva por su pene y por la vulva. Luego toma el miembro por el tronco y desliza la cabeza por los labios. Encontrado el orificio, procede a introducirlo con lentitud.
-Respirá -le ordena a la niña.
La niña hace caso y respira profundamente, prepárandose. Entonces papá inserta su pene. Ella cierra los ojos. Él gime.
-Oooooh, ufffffff.
-Por Dios -exclama Gerardo, ya entregado totalmente a la excitación.
-¿Viste cómo le entró?
-Sí.
-Directo.
El pene solo alcanza entrar hasta la mitad. La vagina está totalmente colmada. Marcelo hace movimientos pélvicos de atrás hacia adelante, sacando y metiendo el tronco, sintiendo la calidez y la estrechez de su hija. Luego toma la cadena por el lado más cercano al cuello y levanta a la niña y le acerca la cara a la suya. Mientras la penetra, la mira directo a los ojos.
-¿Te gusta? -susurra.
-Sí -contesta.
-¿Te gusta cómo te trata papi?
-Sí.
Gerardo se masturba viendo la escena. Acaricia una de las piernas de la niña. Son tersas, suaves. Con las yemas de las dedos, le acaricia el pie, el empeine, los dedos. Luego se lo huele y se lo chupa.
Marcelo empieza a acelerar las embestidas. Suda profusamente. Acelera su respiración.
-Así es como la tengo desde los tres años -le habla con la vez entrecortado a Gerardo-. Así es como la entrené. Día y noche toda para mí solo. ¿Querés que te la comparta?
-Sí -responde Gerardo.
-¿La querés?
-Sí, por favor.
-Lu, ¿vas a ayudar al amigo de papá?
-Sí, papi.
-Entonces ahí va.
Marcelo retira el pene, que está todo húmedo y sigue erguido, y se aparta de la mesa.
Gerardo se acerca a la niña y la pone bocabajo, con el vientre apoyado en el tablero y las piernas colgando. Tira todo el peso de su cuerpo sobre ella y le inserta directamente el pene por la vagina. Entra derecho, sin complicaciones. Acto seguido, se la empieza a coger. Su ritmo e intensidad es la misma como si lo hiciera con una mujer adulta. Las embestidas hacen temblar la mesa y los vasos que están encima. Gime de placer. Marcelo observa cómo se la dan a su hija y se masturba.
De pronto, Gerardo se deja llevar y levanta a la niña sin quitarle el pene. Le hace un llave metiendo los brazos por debajo de las piernas (para ser más preciso, bajo las corvas de la rodilla), las pasa por delante de sus bracitos y pone las manos detrás de la nunca. Con esa posición, alza a la niña y ella queda en el aire, con los pies colgando y mirando el piso. Gerardo comienza a penetrarla de forma desenfrenada, chocando contra el tope de útero. Las piernas y los brazos de la niña pegan saltos como si se tratara de una muñeca de trapo. Marcelo comienza a masturbarse a toda velocidad. Gerardo, con los ojos cerrados, gruñe y suelta gritos de placer. La niña está callada, pero tiene la cara ruborizada y los ojos en blanco. Ambos cuerpos se empapan de sudor. Los fluidos seminales y vaginales recorren el pene de Gerardo, alcanzan sus caderas y se le escurren por las piernas hasta llegar a las rodillas. Sin saber en qué momento preciso sucede, Lucía pierde el conocimiento. Marcelo se da cuenta de que está desmayada, pero no interrumpe el acto, al contrario, se masturba con mayor fuerza. Gerardo, sin percatarse, se está cogiendo una muñeca incosciente.
Al cabo de unos instantes, Gerardo se sienta en su silla, de modo que ella queda ubicada en su regazo, suelta de cuerpo, con los párpados cerrados y la cabeza ladeada sobre un hombro. Él sigue sin darse cuenta y se la continúa metiendo. La tiene abrazada por la cintura y por el pecho. El cuerpo de ella rebota una y otra vez. El choque del culo y las piernas contra los muslos de Gerardo resuenan por toda la casa. Luego él gime y eyacula en su vagina. El semen empieza a salir y enchastra la vulva y sus testículos. Marcelo acaba al mismo tiempo. Ensucia sus pies y el piso de la cocina con esperma.
Los dos terminan agitados. Gerardo toma aire, manteniendo abrazada a la niña. Luego la mira a la cara y al fin se percata del desmayo.
-¿Qué le pasó? -pregunta.
-Tranquilo. Está dormida -contesta Marcelo.
Así finaliza la noche. Gerardo deja a la niña en la mesa, se viste y se queda un tiempo conversando con Marcelo. Luego se despide y va camino a su casa. Marcelo apaga las luces y se va a dormir, dejando a la niña inconsciente en la mesa, confiando en que va a despertarse la mañana siguiente.
wow eso esta chidisimo me gusto un buen, ojala sea resal bueno claro tambien se da en la vida rea obvio, he sabido casos, pero que bueno que disfruten las cosas asi y compartan sus goces chido. ojala nos publique mas amigo saludos.
Woou que exitante relato me dejo con la verga bien dura y mojada. Agreguen soy nuevo aqui estoy conmenzando jeje saludos
me encanta este relato, lo e leído un montón de veces y sigue mojandome mucho
Lindo sería que esté vestida como puta y entregada aunque ella no quiera