SUEGROS LUJURIOSOS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Hola de nuevo.
Como he dicho siempre, no sé de dónde pero desde que recuerdo he sido un calenturiento sin remedio. De chico pagaron la factura mis hermanas, primas y mi madre, de grande las mujeres de mis amigos, vecinas y mis suegras del momento jajaja.
Tratare de relatar algo que me paso con mis suegros, padres de la mujer con la cual más formalmente he convivido.
He acá lo que paso. Mónica y yo recién convivíamos juntos. A nuestros veinte y tantos años cogíamos a diario y de las más diversas formas. Según mi experiencia ella es con quien más he disfrutado el sexo.
Vivíamos solos en un pequeño apartamento de un dormitorio. Sus padres se habían separado, y la madre rentaba otro apartamento al lado nuestro, y su padre se había ido a vivir a otra ciudad. Era por eso que cuando este llegaba a visitarla tenía que quedarse en nuestra casa, dormía en nuestra misma habitación aunque en otra cama.
Mi mujer no por eso se limitaba a quedarse sin sexo. Apenas nos acostábamos, empezaba a toquetearme, sigilosamente se deslizaba y empezaba a mamarme la verga. Era una experta, lamia mis huevos, engullía todo el tronco y lengüeteaba haciendo un ruido que difícilmente se podía disfrazar para despistar que estábamos en plena acción sexual. Terminábamos casi siempre en un 69 perfecto, y yo excitado terminaba por darle lengua en toda su panocha mientras le metía los dedos en su culo que me tenía loco. Aun sabiendo que estaba su padre, finalmente terminábamos cogiendo como dementes. Nuestros gemidos podían escucharse aun afuera del cuarto.
Mi suegro trataba de darnos pistas de que estaba despierto, se movía en su lecho y carraspeaba como diciendo:
-Hijos de puta, aquí estoy yo.
Mónica parecía ignorarlo y me susurraba al oído, que siguiéramos. Según me decía, su padre era adulto y él sabía perfectamente que hacíamos.
Una de tantas noches en que vivíamos aquella situación, Mónica me dijo muy quedito:
-Oyes a mi papa, creo que se está masturbando.
Efectivamente podíamos escuchar sus gemidos, y en la poca luz que había veíamos el movimiento de algo que subía y bajaba. El típico ruido de una verga que estaba siendo pajeada llegaba hasta nosotros jajaja. Mi mujer, no sé si por morbo o maldad empezó a acercarse hacia el interruptor de luz y de un golpe la encendió.
Pudimos ver a Don Oscar (nombre ficticio) que se había quitado los pantalones, boca arriba y piernas abiertas. En su mano tenía su verga grande y gruesa llena de líquido pre seminal. De verdad tenía un buen trozo de carne a medio parar, se notaba que aquel instrumento era estaba a punto de explotar.
El y nosotros nos quedamos en silencio, aunque la escena era incomoda. Yo con mi verga al aire, mi mujer encuerada y el viejo con su cara de vergüenza. Yo rompí el silencio, y le pedí a Mónica que apagara la luz. Pudimos escuchar que el continuo su trabajo y minutos más tarde escuchamos su jadeos ante una eminente acabada. Mi mujer y yo también terminamos lo nuestro.
Lo que paso hizo que Mónica me contara algo de sus padres. Según supe ellos se habían separado porque Don Oscar no le cumplía a su mujer mi suegra. Según decía mi mujer, su madre era tan calenturienta como ella y él no le complacía por una supuesta disfunción eréctil fruto de su avanzada edad y estrés laboral. Según mi mujer, Doña Juana su madre en su conversación con ella le había manifestado su envidia hacia nosotros por nuestra agitada vida sexual. La cuestionaba sobre lo que hacíamos, donde, cuando y como. Según Mónica, mi suegra hasta le preguntaba sobre acerca de mis proporciones y medidas corporales. Según mi suegra yo debía ser un buen amante y debía poseer una buena verga para complacer a la fogosa de su hija.
Desde ese día Doña Juana dejo de ser otra mujer más en mi vida. Pude darme cuenta que a sus 50 años estaba bien conservada, tenía un culito respingón y un cuerpo que otras de su edad desearían. Su risa franca y unos ojazos enamorados me indicaron que podía hacer de nuestra relación algo más íntimo entre nosotros jejeje.
Aunque conversábamos de vez en cuando, nuestra relación era algo distante. Por eso desde ese día empecé a tratarla más cercanamente.
Un día Mónica tuvo que atender unos pendientes en su negocio, y yo me quede solo en mi casa. Pude saber que su madre estaba fuera en el patio de su casa, y desde mi ventana podía ver cada movimiento que hacía. Me gustaba verla caminar en camisón y verle sus pechos notarse bajo el camisón que portaba. La vi acercarse a mi puerta y oí cuando a manera de pregunta a si misma se cuestionaba si estaríamos en la casa. Pude instruir que entraría por lo que rápidamente me quite mis pantalones y me quede en bóxer tirado sobre la cama. Era evidente que la vieja me llamaba a sexo pues mi verga se mostraba en forma de carpa bajo mis interiores. Cuando Doña Juana entro titubeo un poco al verme pero opto por pasar adentro comentándome que creía que no había nadie.
La note nerviosa y pude percibir que su vista disimulaba pero que estaba interesada en verme en plena pose sexual para ella.
-Dichosa las jóvenes – dijo-. Se ve que anoche no hubo acción o es usted un burro en primavera mascullo.
-Porque –pregunte—
-Mírese –añadió-. Se nota que si ahorita viene Mónica empezarían otra de sus tan famosas cogidas.
-Ah, es verdad –dije-, disimulando.
-Pero ya ve, ella no está y tendré que aguantarme un buen rato.
-Si dijo. No vaya a terminar como hace el sucio de mi ex marido, masturbándose como si no hubiera otras mujeres.
Entendí que Mónica le había contado lo de su padre y aproveche el momento para preguntar a quemarropa:
-Doña Juana. Y usted qué onda, teniendo a un hombre bien dotado y lo deja ir.
-Ay mi hijo –suspiro-. De qué sirve un arma si no dispara ni en defensa propia. No sabe que envidia me da cuando oigo a Mónica jadear cuando ustedes cogen. Se ve que esa vergota que usted se maneja, si la sabe usar.
Envalentonado ante el comentario y bajando mis calzones pregunte:
-¿Cree usted que es grande?
Doña Juana sonrió y dijo:
-Más de lo que yo pensaba.
Estábamos a pasos uno del otro. Yo acostado de lado en mi cama, ella parada en el centro del cuarto. Ella en camisón y yo semidesnudo. Casi instintivamente ella había caminado hacia mí y rosaba sus ropas justo a mis pies. La vi sentarse y dirigirse como hipnotizada hacia mi verga, La tomo en sus manos, descubrió la cabeza y suavemente me pajeaba. Sus labios se humedecieron y sus ojos brillaban de una manera especial, lujuriosa. Acerco sus labios y se introdujo gran parte de mi verga hasta tocar su garganta.
-Que rica –musito-.
Se lanzó sobre mi instrumento con hambre. Lamia todo, mis huevos, mi tranca, mi estómago, hasta llegar a mi cuello. Bajaba y repetía el recorrido, mientras empezó apartarse hacia un lado sus bragas. Con una mano masajeaba mi verga y con la otra se masturbaba. Pude ver como al borde del éxtasis se introducía casi todos los dedos en su concha. Se había bajado su camisón y balanceaba sus pechos, de vez en cuando los colocaba en mi rabo y me masturbaba con ellos.
Doña Juana gozaba. Movía su cuerpo en un rítmico baile sexual. Cabalgaba sobre un lomo de caballo imaginario y gritaba:
-Esta si es verga, no pendejadas.
Desde mi posición la hale hasta que su cosa quedo al alcance de mi boca. Tenía un olor a hembra que me excito como pocas veces. Podía sentir en los pliegues de su vagina un sabor a mujer ganosa y sedienta de sexo. Como ella se contraía podía ver su cavidad dilatada y enterrarle mi lengua y hasta mi nariz. Doña Juana subía y bajaba su cabeza sobre mi verga, apretaba sus labios y simulaba que su boca era una panocha bien lubricada. Prácticamente caía sobre mí, sus nalgas rebotaban en mi abdomen y reía nerviosa. Era la señal de que estaba vaciándose en mi boca, grandes cantidades de jugo salieron hasta rociarme la cara.
Mi verga se había hinchado. Las venas parecían reventar y al acabar en la boca de Doña Juana mis líquidos llenaron completamente su cavidad bucal. Podía ver como en la comisura de sus labios derramaban mi leche, mientras ella saboreaba con su lengua y la retenía para luego tragarse hasta la última gota. Me acariciaba, pasaba sus manos por mi pecho como anonadado y con su pierna rozaba mi verga que no se había rendido todavía. Seguía parada como esperando un segundo raund.
Doña Juana sutilmente me susurro al oído.
-Hoy vamos a descubrir si realmente eres como dice Mónica.
Se lanzó sobre mi pecho y se quitó sus ropas, se paró y abrió sus piernas de espaldas hacia mí empezando a bajar en dirección a mi verga. Pude ver que sus manos me ofrecían su ano, con sus dedos habría ese culo bien formado por el que varias veces me había hecho una paja. Prácticamente se ensarto en mi tranca y comenzó un galope rítmico mientras chupaba mi dedo gordo del pie. Esa hembra sabia como moverse teniendo una verga adentro.
En la misma posición se recostó sobre mi pecho y pude ver que mientras le daba por el culo ella se metía los dedos en su cosa. Se masturbaba como loca, fuerte y acariciándose los pechos, el cuello y mis piernas lo que la llevo a lograr el mayor orgasmo que yo haya podido ver en una hembra. Prácticamente me inundo las piernas con sus fluidos y sus gritos se escucharon hasta fuera de los apartamentos donde estábamos.
-Ahora quiero que me coja como perra –dijo-.
Se colocó y al sentirme tras ella tomo mi verga y la coloco en su vagina y empezó a culiar tan fuerte que el plas de sus nalgas contra mi abdomen se retumbaba en el cuarto. Ella sostenida a la mesa del comedor, yo apoyado en sus caderas y una pierna subida en una silla. Estábamos acoplados tan perfectamente que mi verga entraba hasta el fondo de su vagina.
-Ahora en el suelo papi .me dijo-.
Se colocó de medio lado y yo tras ella. Doña Juana se movía en perfecto círculo para que mi verga le entrara hacia donde ella quería. Me empujo suavemente y me dijo:
Ahora déjeme sacarle hasta el último jugo, pero con la lengua.
Me tiro boca arribas en el piso y se metió entre mis piernas y verga en mano empezó a lamerme desde donde comienza mi culo. Podía sentir su lengua húmeda rosar mi entrada, mas siempre terminaba en la cabeza de mi verga. Doña Juana se llevó unos 15 minutos hasta que logro que de mi instrumento salieran una serie de chorros de leche que le escupieron la cara, el pelo y sus pechos.
Estaba exhausta. Sus carnes temblaban y sus ojos parecían cansados, pero con un brillo de felicidad de mujer que ha recibido lo que buscaba.
Se levantó y me dijo:
-Mónica no va venir, sino hasta la tarde. Déjeme ir a prepararle algo que merendar porque este día va ser uno de esos en donde usted va presumir que echo más 6 polvos con una mujer.
Se vistió y dándome un rico beso de lengua se fue a su casa. Yo me quede tirado en la cama, mi verga semidormida sabía que tenía una dura tarea por delante y la deje así descubierta. Esta se movió dándome señales de que no me fallaría. Cuando mi suegra regreso, antes de comer nos fuimos al baño y echamos un polvo mientras nos refrescamos. La señora sabía como disfrutar el sexo aun en los lugares donde no imaginábamos.
Era de noche cuando llego mi mujer. Me conto que las cosas se le habían dado, y misteriosamente me dijo que estaba cansada y que este día me daría vacaciones.
-Mañana será otro día –dijo-.
Guiño un ojo y me dijo. A veces hay que hacer pequeños sacrificios para que otros se sientan felices.
Sonreí y dije:
Hoy mi mujer viene filosófica jajaja. Está bien, si vienes cansada apaga la luz y duérmete.
-Buenas noches –dijo- mientras me besaba la punta de la verga.
Desde esa época ocasionalmente me cogí a mi suegra. Nos íbamos a moteles en donde hacíamos lo que ella quisiera. Don Oscar termino casándose con otra mujer y no volvió a llegar a mi casa. Según supe también lo dejo por falta de cumplir como Dios manda.
Mi mujer siguió fogosa como siempre, y me comento que su hermana mayor también le hacía comentarios sobre mí. Según me dijo, esta sabia un secreto mío, pero que me lo diría personalmente algún día. Sonrió y me dijo:
-A saber que quiere Edith. A mí me tiene sin cuidado.
Sonreí y pensé:
-(Algún dio me dirá tu culona hermana que es lo que desea de mi)
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