Tarde de placeres
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Luisdub.
Tarde de placeres
Aun guardo los detalles de aquella tarde, le siento tan fresco, que parece que aún está a mi lado; puedo sentir en mi cuerpo el calor del suyo; ese cuerpo marcado por los años, un poco cansado por el peso de la vida, pero al mismo tiempo vigoroso e intenso, me sobrepasa casi por treinta años; sus brazos fuertes, gruesos, largos y llenos de vellos entra blanco y gris plata le hacen parecer más interesante y atractivo, su cuello grueso, sus cabellos blancos, la frente adornada por unas espesas cejas blancas como la espuma del mar, sus ojos negros que con solo mirarme me hacen experimentar miles de sensaciones al mismo tiempo.
No sé cómo explicar su mirada: sensual, penetrante, intensa, dulce pero al mismo tiempo atractiva y cautivadora, creo que es lo que más me excita cuando estoy con él, por eso siempre le pido que me penetre mirándome a los ojos, eso me lleva a otros límites.
Él me toma, me dirige, me ordena, me guía, es mi maestro, he aprendido todo lo que se gracias a él y es que a los catorce años este es un mundo que aún no debía conocer, pero que estoy disfrutando a cada minuto, cada caricia, cada mirada, cada palabra a veces tierna a veces sucia, me ha poseído al grado de tener mi voluntad absoluta a su antojo.
Esta aventura que ahora vivo, me eleva hasta el cielo y me hace caer a lo más profundo del infierno, pero no me arrepiento, me gusta, me motiva, me emociona en él encuentro lo que en chicos de mi edad nunca podría.
Su experiencia me tiene totalmente perdida, soy como arcilla en sus manos y dejo que me moldee a su gusto.
Hoy pasó por mí a la escuela, le he dicho a mis padres que tengo que estudiar con un grupo de amigas, nadie sospecha nada, él me ha enseñado el valor de la discreción en todos los sentidos y situaciones posibles.
Me espera a unas cuadras del colegio, solo al abordar su auto siento una descarga eléctrica desde los pies hasta la cabeza.
Antes de encontrarnos me ha pedido que me quitara la ropa interior, no pude deshacerme del sujetador, hubiera sido demasiado arriesgado, mi blusa blanca del uniforme escolar es de una tela algo transparente y mis pechos a pesar de no ser tan grandes llaman la atención de mis profesores y compañeros, haberlo hecho no sería una buena elección si de discreción se trataba, pero si pude deshacerme de mi bóxer, mi falda no sería problema y mientras no me descuidara al sentarme o en algún movimiento nadie notaría nada.
Subí a su auto y la primera indicación que recibí fue que me acomodara la falda a modo de que mis nalgas estuvieran en contacto directo con el asiento de piel y la tela de mi uniforme no se interpusiera entre mi piel y la piel de sus asientos; hacer esto me provocó una sensación mezcla de excitación, pudor y escalofríos, ya que el clima de su auto estaba algo fuerte y el frio del asiento me dejó erizada, avanzamos para tomar un rumbo que nos alejara del tráfico de la zona, ya estando fuera de la ciudad me ordenó quitarme el sujetador, no podía desobedecer, como dije, él tiene control total sobre mí; recliné lo más posible el asiento, desabotoné mi blusa y como pude me quité el sujetador, mis pechos se erizaron al sentir el frío del aire acondicionado y mis pezones quedaron duros, el morbo y la adrenalina se fusionaron en un segundo, ya que al estar haciendo esto con vehículos que venían de frente obviamente más de uno habrá notado algo extraño en nuestro auto, mientras me acomodaba la blusa de nuevo él pasaba su mano derecha sobre mi abdomen, el sentir y observar como sus manos ásperas y velludas acariciaban mi abdomen blanco y plano y como por momentos se detenía a jugar con su dedo índice en mi ombligo siguiendo una hilera de finos vellos claros que apenas empezaban a brotar en dirección a lo más íntimo de mí, me tenía súper excitada, por momentos sentía demasiado mojado mi asiento, estas caricias las alternaba subiendo y bajando, y cuando llegaba a mis pechos, me pellizcaba mis erizados pezones, primero dolía un poco, pero después se sentía rico, ya no me importaba nada estaba en un estado de trance tanto que jamás me percate en qué momento ni cómo llegamos a aquel apartado sitio solo podía sentir placer, un placer que me estaba llevando a caminos desconocidos.
– Cristina – exclamo, con esa voz gruesa y penetrante que es característica de un hombre de edad madura como él.
– Quiero que te quedes con la blusa abierta – esas fueron sus palabras cuando detuvo el auto.
– Pon tus manos en tu entrepierna y quiero que te masturbes para mí – exclamó, yo le obedecí sumisamente y en menos de un segundo mis dedos estaban jugando con mis labios vaginales acariciando ese botoncito que hacía poco él me había ayudado a descubrir, a potenciar, a acariciar.
– Eres una niña muy intensa, lo sabias – menciono mientras yo me masturbaba para él.
– Sabes que sigue, verdad – mencionó aflojando su cinturón negro de piel con hebilla de acero, lentamente desabotono y bajó el cierre de su pantalón, él tampoco traía ropa interior, tomo mi mano izquierda y la introdujo en el espacio entre su abdomen y su ya abierto pantalón.
– Que suave se siente tu mano – expresó – había deseado este momento desde que desperté – Yo estaba acariciando su miembro semierecto aun guardado en el pantalón, entrelazaba mis dedos con sus largos vellos púbicos, ya no resista más, quería admirarlo nuevamente, deje a un lado mi masturbación y me concentré con las dos manos en él.
– Espera – susurró, mientras se bajaba los pantalones y dejaba al descubierto mi tesoro más preciado hasta ese momento, solo de verlo mi excitación aumento si es que aun podía ser posible.
– Cristina, tu sabes cómo me gusta que lo hagas, moja el glande como te enseñe, aprieta fuerte y baja toda la piel para dejarlo descubierto, concéntrate en esta parte – me señalo con sus dedos.
– Cada vez lo haces mejor – concluyó, mientras yo seguía al pie de la letra cada indicación dada.
Tomé entre mis manos su verga, y lo hice como él me dijo, retiré hacia abajo toda la piel que cubría ese glande que parecía un champiñón, tanto por su color como por su forma, era un pene grueso de piel suave y caliente, me incliné hacia él para admirarlo mejor y entre caricias y besos lo fui engullendo, al principio fue tarea fácil, pero mientras más lo chupaba, mas crecía, hasta llegar al momento de convertirse en una tarea titánica.
Por momentos levantaba mi vista y le miraba con los ojos en blanco, señal de que estaba yo haciendo un buen trabajo, se la chupé por un buen rato, me gustaba el sabor de los fluidos que emanaban de su miembro, me gustaba ese aroma a hombre, me excitaba sentir sus vellos púbicos rozar mis labios y mi delgado y largo cuello, a ratos lo sacaba de mi boca y lo acercaba a mis pechos, había descubierto un juego muy rico, subía la piel de su prepucio y encerraba en el uno de mis pezones, se sentía caliente, pegajoso y repito sus vellos púbicos rozando ahora mis pechos me tenía pisando los primeros orgasmos de aquella tarde.
– Cristina estas olvidando algo – me dijo, tomo mi cabeza por detrás con su mano derecha, con la izquierda tomo su verga la levanto separándola de su escroto y dirigió mis labios hacia sus testículos, en ese momento tuve el primer orgasmo, me excitaba ser dominada, me gustaba que me dirija.
– No te olvides, aquí quiero sentir tu lengua, sabes cómo adoro el calor y la suavidad de tus labios en esta parte – callada, seguí sus órdenes, lamia, chupaba y acariciaba como si de eso dependiera toda mi existencia, ahora alternaba entre su verga y sus testículos.
– Me tienes flotando pequeña, ya no creo resistir más – me dijo entre gemidos y resoplidos.
– Estoy a punto de venirme, quiero hacerlo en tu boca, prepárate – estaba a punto de terminar, llevaba más de treinta minutos en mi tarea y el fruto estaba por llegar.
Recuerdo que las primeras veces no me gustaba sentir el sabor de su semen, me daba nauseas, pero en algún momento de estos encuentros prohibidos algo cambio y me volví adicta a él.
Tomó mi cabello con fuerza y sentí latir fuerte el tronco de su verga, esta era la señal inequívoca que estaba a punto de derramarse en mi boca, me preparé para recibirlo, succione con fuerza y en segundos su glande expulso gran cantidad de ese líquido blanco, espeso y caliente, cerré los labios con fuerza para no dejar escapar una sola gota mientras le acariciaba con la lengua el frenillo y la punta del glande, para mi esta era la vida que él me daba a través de su semen, aquí tuve otro orgasmo, no sé qué disfrutaba más, el modo como me trataba, el darle placer o el morbo de poder ser descubiertos, me separé de su miembro ya flácido pero aun hermoso, me acomodé la ropa interior y la blusa y nos dirigimos a la ciudad, la tarde había sido intensamente excitante.
Luis A.
“Fusionadas la experiencia y la inocencia pueden ser una intensa mezcla de placer indescriptible”
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!