Tensión bajo el Techo Compartido
Elena era práctica y directa, pero eso no disminuía el impacto de su presencia. Su figura curvilínea era la de una mujer que se cuidaba, y su perfume era un aroma fresco de gardenia y cítricos que invadía el ambiente rápidamente. .
Lucas (16 años) era un estudiante que viví en la casa de su madre Elena (43 años) La casa era un adosado en una zona tranquila: funcional, cálida y, sobre todo, pequeña. Los espacios compartidos (la cocina, el salón con un sofá de dos cuerpos y el único baño) significaban que el roce era inevitable y constante.
Elena era práctica y directa, pero eso no disminuía el impacto de su presencia. Su figura curvilínea era la de una mujer que se cuidaba, y su perfume era un aroma fresco de gardenia y cítricos que invadía el ambiente rápidamente.
La sala tenía un sofá de tela simple, gastado, pero cómodo. El espacio era tan reducido que la televisión estaba casi pegada a la butaca de lectura de Elena.
Lucas encontró a su madre en el pasillo estrecho. Llevaba ropa de casa: unos pantalones de felpa gris holgados y una sudadera de algodón que, irónicamente, se ajustaba a su pecho de forma sorprendente. La comodidad de su vestimenta solo hacía que su feminidad madura pareciera más accesible y real.
Lucas vestía una camiseta de propaganda de su universidad y pantalones de mezclilla desgastados. Cuando se dieron el habitual beso mañanero en la mejilla mientras cruzaban el pasillo, el espacio era tan limitado que Lucas tuvo que inclinarse ligeramente.
La mano de Elena era suave pero firme, marcada con una pequeña cicatriz que Lucas no pudo evitar sentir. El roce de sus antebrazos fue inevitable en ese pasillo angosto. El calor de ella, la proximidad forzada, hizo que Lucas sintiera un escalofrío. Ella no retiró su mano de inmediato, manteniendo el contacto con una naturalidad que a él le resultaba alarmante. debido a que nunca había notado tal sensación al acercarse a una mujer tan bella y mucho menos con su madre, era evidente, debido a su adolescencia sus hormonas estaban floreciendo y obligándole de forma inconsciente a sentir nuevas sensaciones corporales.
El Descuido Diario en la Cocina
La cocina era el corazón de la casa, un lugar donde el desayuno se preparaba en turnos, y los cuerpos competían por el espacio en la encimera. Era una mañana de sábado. Lucas estaba preparando café. Elena acababa de levantarse.
Elena llevaba Una camiseta de tirantes de algodón blanco y unos shorts de pijama cortos de franela a cuadros. La camiseta se había arrugado ligeramente mientras dormía, y la línea de sus bragas de algodón se marcaba sutilmente bajo la tela fina. Su pelo estaba recogido en una coleta alta, lo que acentuaba la curva de su cuello. Por su parte Lucas. Sólo pantalones de chándal grises, sin camiseta.
Lucas estaba de espaldas a ella, concentrado en la cafetera. Elena se acercó para alcanzar el pan que estaba guardado en el armario encima de Lucas.
Para alcanzarlo, Elena tuvo que estirarse, presionando involuntariamente su torso contra la espalda desnuda de Lucas. El contacto fue total, instantáneo y electrizante. El calor suave de su pecho contra su espalda, el olor a su piel recién levantada y el roce fugaz de su vientre contra sus riñones.
Elena se disculpó con un susurro, pero se quedó quieta un segundo más de lo necesario. Lucas contuvo la respiración. Sus manos se tensaron en el borde de la encimera.
«Perdón, es que no hay espacio,» dijo Elena finalmente, retirándose con un rubor visible en el cuello.
«No te preocupes,» respondió Lucas, con la voz más grave y temblorosa de lo normal. La tensión era tan palpable que el ruido del café goteando en la jarra sonó exageradamente fuerte.
Lucas se giró. Sus ojos se encontraron, y él vio cómo ella mordía su labio inferior. La camiseta blanca y fina de ella, ahora marcada con una gota de humedad del vapor del café, atraía peligrosamente su mirada a los grandes pechos de su progenitora. sin saber que todo estaba a punto de comenzar a salirse de control….


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