Tercero. 4ta parte.
Disfrutando del sexo anal .
– Vas a salir esta noche – me preginto mi hermana.
– No, estoy cansado, voy a estudiar un poco y después a dormir – le respondí.
– Ah, y mañana sábado? –
– No lo sé, no creo – le dije. Lo que no le dije es que tenia un acuerdo en que nos juntariamos una vez al mes y yo no estaba muy seguro de ir nuevamente.
No es que no me haya gustado, todo lo contrario, era precisamente por éso, me había gustado demasiado.
Había pasado una semana y ya los echaba de menos, mi cuerpo los necesitaba, a los dos.
Al día siguiente por la noche mi hermana volvió a preguntarme lo mismo. Le dije lo mismo, que estaba cansado, que no pensaba salir.
– Podemos ver una película – dijo.
Nos acomodamos en el sofá con unas cervezas y un bol con un paquete de papas fritas, los papás ya se habían acostado.
– Que rico es estar así – dijo ella apoyando su cabeza en mi hombro. Yo la abrazaba con mi brazo derecho y mi mano en su hombro. En la otra mano tenía una botella de cerveza.
Ella tenía en su mano derecha la botella de cerveza y la otra mano entre mis piernas, acariciando la cara interna de mi muslo.
Su mano fue subiendo y la mía bajando, ella acariciaba mis testiculos mi mano acariciaba su pezón.
– Sácatelo! – me dijo en un susurro al oído. Con todas las caricias ya tenía una erección total. Desabrochando y pantalón y bajando el cierre saqué mi miembro con no poca dificultad.
Ella había dejado la botella sobre la mesita de centro y comenzó a masturbarme lentamente, como si lo disfrutará
– Te gusta – una pregunta que le había hecho muchas veces.
– Me encanta – decía con su cara en mi pecho mirando mi miembro a la luz del televisor.
– Tu sabes que he tenido 3 novios. Al primero no se la vi ni se la toqué, anduve con él para demostrar que podía andar con el que yo quisiera, a los meses habíamos terminado.
Al segundo si se la vi, insistió tanto que le dije que me la mostrara. Yo le había dicho que nunca había visto un miembro erecto.
Después se puso cada vez más pesado y a los tres meses terminé con el.
Al tercero la misma cosa, sólo que éste lo tenía más bonito y se lo toqué, lo masturbé varias veces, pero cuando empezó a insistir en penetrante, incluso la última vez trató de hacerlo aunque le había dicho que no.
Ahí se terminó todo. Eso fue el año pasado, el único que me gusta, me fascina es éste – dijo agachándose y metiéndolo en su boca.
– Vamos a la cama – dijo levantándose y llevándose las botellas a la cocina.
Yo me arreglé los pantalones y me fui a mi dormitorio, me desnudé y me acosté. Antes de cinco minutos llegó ella con una camiseta. Abrí la ropa de cama, ella se sacó la camiseta y se acostó a mi lado.
Nos dimos unos besos suaves mientras su mano apretaba mi miembro. Luego se subió arriba mío y poniendo mi miembro en su vulva se sentó lentamente, después se inclinó apoyando su pechos en mi pecho.
– Ay que rico, te siento entero dentro de mí –
Doblé las rodillas y apoyándome en las plantas de mis pies comencé a penetrarla rítmicamente.
Se quejaba muy despacio en cada estocada a fondo. Comencé a contar, una, dos, tres… cada vez que se lo metía. Lo hago así cada vez que lo estoy gozando, para evitar una eyaculacion precoz o antes que ella.
– Espera, espera – deteniéndose, en el número 184, no quiero terminar, no todavía – recuperando el aliento.
– Ya, ahora sigamos – y comencé todo de nuevo. Por el número 200 perdí la cuenta y me fui con todo, ella me sintió y también comenzó su orgasmo.
– Tengo cosquillas en todo el cuerpo – dijo acostándose encima mío.
– Yo también – le dije, hasta en mi ano sentía cosquillas. Ella soltó una risa ahogada que me obligó a taparme la boca. Los movimientos estomacales de la risa, hacia que su vagina diera apretones a mi miembro que quedó a medio camino.
– Que rico sentirte dentro – me susurró al oído.
– Que rico sentir como me aplastas – le dije de igual forma.
– No me quiero ir –
– Pero tienes que hacerlo, estamos muy mojados –
– Sí, en realidad –
Se levantó lentamente hasta que mi miembro cayó sobre mi pelvis, en puntillas salió del dormitorio dejándome ver sus hermosos glúteos blancos.
Había evitado contarle mi aventura como tercero en una relación de pareja.
Qué cachondo relato! Me prendió!