Testimonios
Recopilación de testimonios que me han ido llegando a mi correo, con muchos de los cuales he ido escribiendo todos mis relatos……
Habíamos ido a pasar un día de playa, mi hijo y yo, con mi hermana, su marido y su hija Celia. Mi sobrina estaba entrando en la adolescencia y su cuerpo empezaba a formarse de ese modo que resulta perturbador para un adulto, que no puede evitar empezar a fijarse en ella morbosamente.
Mi hijo era un poco mayor que ella, pero sin mucha experiencia con las chicas todavía, aunque ya se masturbaba a causa de esa calentura permanente típica de la edad.
Al llegar a la playa, ya me di cuenta de lo guapa que se estaba poniendo mi sobrina, que a pesar de ser una niña todavía, llevaba un bikini con braguita de tanga, que dejaba al descubierto sus nalgas, por lo que al andar por allí, atraía todo tipo de miradas de hombres morbosos que fijaban su vista en ella, e incluso se quedaban cerca mirando como jugaba en el agua con su primo.
Yo no sé si sus padres eran conscientes de ello, pero mi hermana si mostraba su malestar porque la niña quisiera ponerse esos bikinis, a lo que le respondía su marido:
—Está en la edad de querer presumir. Hay otras niñas que los llevan también y no pasa nada, mujer, estamos en la playa.
—No sé, otras niñas no llaman tanto la atención….
—Eso es porque Celia está muy guapa y ya va teniendo un buen cuerpo —dije yo, para calmar los ánimos.
—Ese es el problema, que por eso la miran más —me contestó mi hermana.
—Bueno, pues que miren…, mientras no hagan otras cosas….. —dijo mi cuñado, a quién yo creo que le gustaba ver así a su hija.
Durante nuestra estancia en la playa, tuve ocasión de recrearme mirándola y de jugar con ella en el agua, donde tuve erecciones por el contacto con su cuerpo, abrazándola y tocándola lo que pude, aunque no todo lo que yo hubiera querido.
Pero el caso que quiero contarte, sucedió durante la vuelta a casa, en el viaje en coche, de más de una hora. Después de cenar allí, se nos hizo de noche y estábamos cansados, por lo que mi hermana, que iba en el asiento de delante, se quedó dormida y mi sobrina se tumbó en el asiento de atrás sobre nuestras piernas, las mias y de mi hijo, que íbamos atrás con ella, con ganas de dormirse también.
En esa postura, con su cara encima de mi polla y con sus piernas a la vista, nos ofrecía una visión demasiado morbosa como para que yo no me empalmara al momento, aprovechando para acariciar con mis manos esos muslos que tenía a mi alcance.
Mi hijo iba más distraído, pero yo creo que también le turbaba esa visión de su prima, que teníamos medio en penumbra por la oscuridad de la noche, lo que a la vez podía ser nuestra aliada para tocar a la niña sin que sus padres se dieran cuenta.
Empecé a palparle su culo y sus muslos con mis manos, sin que ella dijera nada, ya que permanecía adormilada y mis caricias le estarían causando una sensación agradable, pero mi polla se había puesto demasiado dura y ya me molestaba dentro del pantalón haciendo presión contra su cara recostada sobre ella, por lo que en ese momento, llevado por la calentura, me abrí la bragueta y dejé salir mi polla fuera frente a los ojos de mi sobrina, que los abrió sorprendida, pero sin llegar a mostrar cualquier desagrado para nada, lo que me animó a rozarle la cara con ella y por sus labios.
Al sentir mi polla junto a sus labios, mi sobrina abrió instintivamente la boca como queriendo lamerla, lo que me sorprendió, porque daba la impresión de que ya había tenido una polla en ese lugar y me imaginaba de quién podría ser, pero en ese momento no quise pensar en ello, porque lo único que deseaba es que se decidiera a pasar su lengua por mi glande y poder meterla en su boca para que me la chupara completamente, lo que fui consiguiendo poco a poco ante mi sorpresa y excitación, a partes iguales.
Cuando tenía la polla en la boca de mi sobrina, que la chupaba golosamente, mi hijo se dio cuenta de lo que estaba pasando y me miró con una cara, como diciéndome:
—¿Qué estás haciendo?
Yo le hice una señal para que no dijera nada y seguí dándole polla a la cría, mientras le subía más el vestido para poder tocarle la vagina, apartándole ligeramente el tanga que llevaba.
Mi hijo seguía mirando con asombro, pero él también empezaba a tocarle las piernas, permitiendo ella, con las piernas abiertas, que le tocáramos el coño los dos con más facilidad. Al final dejé que los dedos de mi hijo fueran los que hurgaran en la rajita de su prima, llena de jugos, excitándose de tal forma también, que se sacó la polla para masturbarse mientras lo hacía.
Era una situación muy excitante que me tenía al borde de la eyaculación, pero ante la actitud cómplice de mi hijo, quise que disfrutara completamente de ello también y le indiqué a mi sobrina que se cambiara de posición para poner su cabeza sobre las piernas de su primo, y al tener la boca de la cría junto a su polla, se la metió igualmente, para que se la chupara.
Supongo que sería la primera vez que a mi hijo le chupaban la polla, lo que ella estaba haciendo con mucho agrado, poniendo a mi hijo al borde de la corrida también, por el placer que le estaba causando, algo que no pudo evitar momentos después, echando todo su semen dentro de la boca de su prima, que nuevamente, con gran sorpresa para mí, se tragó todo el semen que le salía, aunque cayera algo por la comisura de sus labios.
Mi sobrina estaba hecha toda una viciosilla, porque a pesar de la corrida de mi hijo, ella seguía chupándola sin sacársela de la boca, y yo seguía sobándole el coñito, masturbándola hasta hacerla correrse entre mis dedos, lo que hacía que yo casi no me pudiera creer la situación que estaba viviendo, algo que había empezado como un gesto por mi parte de sobar a mi sobrina para darme el gusto con ella, aprovechando la oscuridad de la noche en el viaje de vuelta a casa, me estaba dejando estupefacto al ver como esa cría, que era una niña todavía, se desenvolvía en esos actos sexuales que estábamos teniendo.
Todo esto había pasado sin que mi cuñado se percibiera de nada, supongo que por el ruido que metía el coche y la oscuridad que nos protegía en el asiento de atrás, mientras mi hermana seguía durmiendo en el asiento delantero, así que tras comprobar como mi sobrina había sido iniciada sexualmente, seguramente por su padre, yo decidí ir un poco más allá y la coloqué sentada sobre mí, para intentar meterle la polla a ver si podía follarla, por lo que nuevamente le corrí el tanga para dejar libre su vagina y poner mi polla en ella para que se la metiera dentro, lo que sucedió, una vez más, con mayor facilidad de la que yo esperaba, volviendo a pensar para mí:
—¿Será posible que mi cuñado se esté follando a su hija ya, a esa edad…..?
Celia empezó a moverse sobre mí, subiendo y bajando su culito encima de mi polla y fue en ese momento en el que mi cuñado miró un poco hacia atrás, supongo que extrañado por los movimientos de su hija de un lado a otro, y le dijo:
—Celia, deja de molestar, porque no te duermes como tu madre…..
Eso me hizo gracia, que su padre le dijera que nos estaba molestando, pero también me alertó para que fuera más cuidadoso al follarla, para no volver a llamar su atención, así que hice que se agachara un poco y que sus movimientos fueran más lentos, porque me estaba dando mucho placer igualmente, y era como un sueño, tener mi polla metida en su cálido coñito.
Mi hijo seguía tocándose la polla mientras nos miraba como follábamos, y cuando iba a llegar su orgasmo tuve que taparle la boca con mi mano para que no se oyeran sus gemidos mientras se estaba corriendo. Poco después de eso, yo tampoco pude aguantarme y me corrí, igualmente. Intenté sacársela para correrme fuera, pero algo le cayó dentro también y me preocupó el que se quedara embarazada, aunque pensándolo por otra parte, no sabía si su padre se corría dentro de ella o usaba preservativo para joderla, porque estaba claro que aquella cría ya no era virgen.
Como ya estábamos llegando a casa, lo dejamos, con los tres bastante satisfechos y con esa sensación de haber empezado el día con una imagen de mi sobrina totalmente distinta a la que tenía de ella una vez terminado, e incluso después, le pregunté a mi hijo si él sabía que su prima fuera tan puta, pero él me dijo que no tenía ni idea, aunque últimamente la había notado más caliente de lo normal, presumiendo de su cuerpo y mostrándose más provocativa ante las miradas que recibía.
Ahora solo faltaba que mi hijo la follara también, algo que sucedió la siguiente vez que nos juntamos con ellos, cuando su prima se las arregló para que acabaran en su habitación follando los dos sobre esa cama en la que tantas veces su padre se lo habría hecho también. Yo también seguí disfrutando de ella siempre que podía, pero todo esto fue algo que nunca comentamos, supongo que por la cuenta que nos traía.
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Yo daba clases particulares de matemáticas en las casas de las niñas y niños que me lo requerían, y a una de las que acudía, era a una niña de 12 años que tenía problemas con esa asignatura, así que en principio, se las empecé a dar de una forma normal.
Cuando iba a su casa, ella solía estar bastante ligera de ropa, con pantalones cortitos o camisetas escotadas que dejaban que yo recreara mi vista en ella, algo que solía agradarme en los casos de todas las niñas a las que daba clases.
En una ocasión, ella llevaba una camiseta más amplia de lo normal, y al no llevar sujetador, hacía que al inclinarse, yo pudiera ver en su interior sus pechitos con unos preciosos pezones, en los que fijaba mi vista mientras le explicaba alguna cosa.
Obviamente ella se daba cuenta de mis miradas y yo creo que le gustaba llamar mi atención por esa coquetería femenina típica de esas edades, que me mostraba igualmente en su actitud seductora conmigo.
Todo eso me tenía bastante nervioso, porque no sabía muy bien como actuar, ya que era mi alumna y no podía sobrepasarme con ella, aunque pareciera que me lo estuviera pidiendo, pero mi instinto era más fuerte y puse una mano sobre su muslo, lo que ella no rechazó en ningún momento, mientras yo seguía dándole la clase.
Pero había ocasiones en que sus pechos quedaban totalmente a mi vista y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no echarles mano, masajearlos y chuparlos a mi gusto, mientras ella parecía divertida con mi excitación. A las niñas de estas edades les gusta jugar con fuego hasta que a veces se queman y aquí me iba a quemar hasta yo.
Sus muslos me encantaban igualmente y muchas veces me imaginaba lo que habría en el medio de ellos, ya que a veces hasta se le marcaba en el short su rajita.
Durante una de las clases, ella estaba sentada con las piernas cruzadas y yo, con toda confianza, ponía mi mano sobre su muslo mientras le explicaba, pero ella no me decía nada y dejaba que mi mano lo acariciara levemente, Era una auténtica delicia sentir la suavidad de su piel en mi mano y mi erección se hizo inevitable.
A la vista de que ella me permitía acariciar su pierna libremente, yo lo hice de una forma más intensa, apretando incluso sus carnes con mi mano y llevándola más arriba, hasta su pantalón corto, mientras mi erección se hizo evidente y ella miraba con curiosidad el bulto de mi pantalón, momento en el que no sé como me atreví, pero cogí su mano y la puse sobre mi bulto que ella apretó para palparlo bien, y le pregunté:
—¿Quieres que me la saque?
Ella me indicó con la mirada que quería verla y yo bajé la cremallera y la dejé a su vista mi polla toda empalmada, por lo que me la agarró con la mano con firmeza, pero suavemente a la vez, como si no fuera la primera vez que tenía una polla en su mano, así que le pregunté:
—¿Has tenido alguna polla en la mano?
—Sí —me contestó con timidez.
—¿De quién era?
—De mi tío, que me la deja….
¡Mmmm!, el cabrón de su tío se estaba disfrutando aquella criatura y empecé a imaginarme lo que haría con ella:
—¿Y que te hace tu tío a ti?
—Me chupa las tetitas y aquí abajo, también.
Me estaba poniendo malo. Su tío se la estaba comiendo y yo estaba dispuesto a hacer lo mismo, si ella me dejaba:
—¿Te la mete también?
—No, eso no.
—¿Te gustaría?
—No sé. Me da miedo.
—Pero si se la chupas, ¿no?
—Sí, eso si.
—¿Te gustaría chupar la mía?
Se quedó mirándola con ganas y le dije:
—Hazlo sin miedo.
Ella bajó la cabeza y después de probarla con la lengua, se la metió en la boca, empezando a chupar como una Diosa, porque la mamada que me hizo me dejó al borde de la corrida, aunque primero quería disfrutar de su cuerpo y le quité la camiseta, el pantalón y la braguita, dejándola desnuda a mi vista.
Esa cría era toda una delicia que iba a saborear lentamente, Su mamá había salido y nos había dejado solos, así que teníamos tiempo para estar juntos. Primero besé sus labios buscando meter mi lengua en su boca, que abrió ligeramente para poner su lengua en contacto con la mía, lo que me excitó más todavía y mi polla se puso más duro todavía, pero ella seguía agarrándola con fuerza sin soltarla.
Luego bajé a sus pechitos y lamí esos pezones puntiagudos que me supieron a gloria, haciéndola gemir con mi comida de tetas y acelerando ella la masturbación que me estaba haciendo.
Me separé un poco de ella para seguir admirando su cuerpo. Abrí sus piernas y apareció ante mí un coñito sonrosado con gruesos labios vaginales que ya estaban mojados, lo que noté al pasar mi mano por ellos, mientras yo no podía quitarme de la cabeza todo lo que estaría disfrutando su tío con ella y tuve que preguntarle:
—¿Desde cuando tu tío te hace estas cosas?
Ella puso cara como de no saberlo, o al menos de no saber cuando empezó a tocarla y a excitarse con ella, lo que me excitó a mí más todavía, si cabe y me dediqué a chupar ese manjar que tenía entre sus muslos, degustando esos juguitos que salían al pasar mi lengua por su rajita, mientras seguía gimiendo sin parar en medio de pequeñas convulsiones.
Me dijo que no había conocido a su padre y que vivía sola con su madre, aunque estaba claro que su tío estaba haciendo de padre con ella y de todo, ya que me confirmó que iba a su casa casi todos los días, a cuidarla cuando era más pequeña y ahora seguía visitándolas igualmente con regularidad.
Durante todo el tiempo que estuve dando clases particulares a niñas como ella, siempre tuve mil fantasías con ellas, pensando si alguna vez podría darme el gusto con alguna y ahora, de pronto, estaba con la cabeza entre los muslos de esa belleza, sintiéndome en el paraíso, embriagado de placer.
Me preguntaba si podría follarla, ya que al contemplar esa maravilla, aumentaba mi deseo de hacerlo, así que sin preguntarle nada, me incorporé y puse mi polla sobre esa vagina que ya había abierto con mi lengua, pasándola arriba y abajo mientras presionaba para cada vez introducirla más en ella.
El simple hecho de hacer eso ya me causaba un gran placer y ella seguía gozando de todo lo que hacíamos. Es una sensación muy fuerte contemplar como una cría de esa edad puede disfrutar del sexo hasta casi el desvanecimiento y mi adrenalina estaba ya por las nubes, porque nunca había vivido algo así, aunque lo hubiera leído en miles de relatos, con los que solo me lo imaginaba.
El roce de mi polla con su vagina hizo que pudiera meter mi glande en ella y si seguía apretando podría metérsela dentro y desvirgarla. Un simple empujón y estaría follándola, algo a lo que era imposible de resistirme en ese momento, y así lo hice, escuchando unas quejas de dolor que pronto se transformaron en gemidos todavía más fuertes que aceleraban su respiración y la ponían al borde del orgasmo.
Estaba sobre ella en su cama sintiendo como su coño era demasiado caliente como para evitar correrme en poco tiempo, y casi a la vez que ella se corría, mi semen salió disparado hacia su interior, pensando que debía habérsela sacado primero, porque no sabía si esa niña ya había empezado a menstruar, pero ya no había remedio y su vagina estaba llena de mi leche, que le escurría entre sus muslos.
No sé como se tomaría su tío que yo me hubiera follado a su sobrina antes que él, pero ya se sabe, que cuando se lleva tiempo calentando a una putita cualquier cosa puede suceder y alguien se te puede adelantar, pero esa era la menor de mis preocupaciones, ya que su madre estaría a punto de volver a casa y teníamos que recomponernos lo antes posible.
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Durante una temporada estuve trabajando de repartidor de comida a domicilio y en uno de mis pedidos, llamé a una casa en la que me abrió una niña que me dejó prendado. Debía de tener 11 o 12 años y llevaba solo una camiseta larga bajo la que solo puede apreciar unas pequeñas braguitas que se le veían al andar.
Parecía que estaba sola en casa y eso me intrigó:
—¿Estás sola?
—Sí, mi madre está trabajando.
—¿Entonces me firmas tú la entrega?
—Sí, vale.
Mientras ella hacía un garabato, yo contemplaba su belleza, con una larga melena tirando a rubia y unos ojos claros que miraban con esa picardía que denotaba que esa niña estaba acostumbrada a estar sola y que sabía más de lo que por su edad se podría suponer.
Finalmente me marché con la pena de no poder seguir con ella, pero después de hacer mi último encargo, seguía con su imagen en mi cabeza y me inventé una escusa para volver, y al volver a llamar a su puerta, le dije:
—Es que se me olvidó recoger el recibo de la entrega. ¿Lo tienes por ahí?
—No sé, no vi nada. Ya me lo comí todo.
—¿Puedo entrar y lo busco yo?
—Bueno, entra.
Me llevó a la cocina, donde todavía tenía la caja y el envoltorio de la comida, por lo que aproveché para hacer como si estuviera buscándolo y al no encontrar nada, le hice saber mi preocupación:
—Es que si no llevo el recibo puedo tener un problema en la empresa. No sé que hacer.
—Voy a buscar en la basura, a ver si está ahí —dijo ella.
Al agacharse pude ver su culito, que dejaba a mi vista por llevar un pequeño tanga, y le pregunté:
—Tienes un tanga muy bonito. ¿Ya te dejan usarlo?
—A mí mamá no le gusta que me lo ponga, pero me los compra mi papá.
—¡Ajá!, ya, tendrán su discusión entre ellos, ¿no?.
—Ahora ya están divorciados, así que cada uno hace lo que quiere. Me los pongo cuando estoy sola en casa o voy a casa de mi papá.
—Claro, y los luces allí con él. Le gustará verte con ellos puestos. Tienes que estar muy linda.
—Sí, jaja, ¿quieres verlo?
—¡Eeehh!, bueno, si, si me los enseñas…..
La niña se levantó la camiseta y pude verla por delante y por detrás, mientras caminaba para que yo los viera bien:
—Estás preciosa, de verdad. Eres una niña muy guapa —estaba para comérsela, realmente.
Ella me sonrió para agradecerme el piropo, y yo aproveché el momento para seguir aumentando nuestra confianza y que siguiera contándome más cosas:
—Con lo guapa que eres, tendrás muchos novios que quieren estar contigo.
—Sí, pero los niños son tontos, me gustan más mayores.
—¡Ah!, ¿si? ¿Y como de mayores?
—Pues mayores, como tú, o como mi papá.
—No me digas…. ¿Yo te parezco un buen novio para ti?
—Jaja, no sé…. Mi madre no me deja tener novios todavía.
—Claro, todavía tienes que crecer para eso y aprender muchas cosas….
—Yo ya sé todo eso que hacen los novios, ¡eh!
—¡Ah!, bueno, pues demuéstramelo, yo seré tu novio, si quieres, pero será un secreto entre nosotros.
—Vale, pero tenemos que desnudarnos entonces —dijo ella, decidida.
No me lo podía creer, esa niña se iba a desnudar ante mí y yo me mostraría desnudo ante ella. Los dos empezamos a quitarnos la ropa y pude observar su cuerpo totalmente desnudo, con unos pezones que ya despuntaban y esa vaginita sin pelos, en la que podía observarse su rajita en medio de una vulva ligeramente abultada y con un tono de piel más oscuro que el resto de su piel, por lo que resaltaba todavía más.
Ella miraba de reojo mi polla, ligeramente empalmada esperando a sus cuidados para ponerse bien dura. Yo estaba sentado en el sofá y ella se acercó a mí, por lo que la abracé para besarle en los labios, momento en el que ella abrió su boca para dejar pasar mi lengua en su interior, deleitándome con el rico sabor de su lengua que se rozaba con la mía, a la vez que su mano estaba consiguiendo poner mi polla en su máximo tamaño,
Esa niña se comportaba como una mujer experimentada en las artes amatorias, siendo cierto todo lo que decía sobre que ella ya sabía muy bien lo que hacían los novios, pero en ese momento no quise preguntarle como había aprendido todo eso, aunque ya me había insinuado sus prácticas con su papá, al que le gustaba vestirla con ropa provocativa.
Mientras la besaba, acariciaba todo su cuerpo, deteniéndome en su culito, agarrándola para sentarla en mis rodillas y poner mi polla en contacto con su coñito, pudiendo comprobar lo mojado que estaba ya, al pasar mis dedos por él.
Así, abrazado a ella, seguí besándola, mientras buscaba con mi polla su huequito para meterla, sin saber todavía si esa niña era virgen todavía, pero antes de eso, ella misma se bajo y se puso de rodillas para lamerme la polla, ofreciéndome una imagen de máxima perversión, que me hizo exclamar:
—¡Dios!, que maravilla, que rico lo haces…..
Se notaba que ella disfrutaba haciendo eso, y poco más podía yo indicarla, ya que sabía desenvolverse perfectamente en el arte de la mamada y yo sentía que en cualquier momento iba a correrme en su boca, así que esta vez fui yo el que la levanté con mis brazos para poner su coño a la altura de mi boca, y sentándola sobre mis hombros, me dedique a saborear esa vagina infantil que rezumaba jugos sin parar., pudiendo meter mi lengua completamente en su interior, ya abierto para mí.
Todo eso era una auténtica locura que no me hubiera creído que pudiera pasarme, por mucho que me lo hubieran dicho, pero estaba decidido a disfrutar lo máximo posible de ese momento mágico, preguntándome todavía si podría follarla o todo quedaría en estas prácticas orales mutuas, así que me tumbé para hacerla sentarse sobre mi boca para seguir con mi deliciosa comida de coño, pero al poco rato de estar haciendo eso, ella se quitó y se sentó sobre mi polla, agarrándola para ponerla en su chochito e irle introduciendo poco a poco, mientras cerraba los ojos por el placer producido, comenzando una follada en toda regla, en la que ella me cabalgaba a un ritmo cada vez más rápido, con fuertes movimientos de cadera, que hicieron que yo explotara finalmente dentro de su coño y mi semen se derramara fuera de él, debido a mi abundante corrida.
La cría se quedó tumbada sobre mi pecho, recuperándose del orgasmo tenido y yo cuando fui consciente de lo que había pasado, me vestí rápidamente y me marche de allí, antes de que alguien llegara a aquella casa y toda mi vida se hubiera acabado.
Algunos de mis compañeros me habían contado que en alguna ocasión, había tenido una aventura con alguna de las mujeres a las que llevaban sus pedidos, pero nadie me comentó nada sobre niñas, como es lógico, y muchas veces después, cuando pasaba por la casa de aquella cría, me quedé con ganas de volver a llamar a esa puerta, pero pensé que eso ya sería tentar a la suerte, y quizás el mantener la cabeza fría me libró de algo que no volvería a ser tan bonito como lo que me había sucedido.
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Durante mi adolescencia tenía las típicas fantasías con mi madre, imaginándome que follaba con ella mientras me masturbaba, como tantos otros chicos a esas edades, supongo. Mi madre estaba separada y aunque tenía sus aventuras, no volvió a tener una relación estable con ningún hombre. Yo creo que seguía enamorada de mi padre, a pesar de que él se hubiera ido con otra mujer.
En esa época me fascinaban las mujeres maduras y entre ellas, mi madre me la ponía muy dura, aunque tuviera remordimientos de conciencia por ello, pero alguna vez había tenido la suerte de poder ver las tetas de mi madre, e incluso, su coño lleno de pelos, por lo que esas imágenes habían quedado fijadas en mi mente y motivaban en ocasiones mis pajas diarias.
Cuando ella salía con alguien, a veces solía beber demasiado y llegaba a casa en no muy buenas condiciones, por lo que se iba directamente a la cama, pero en una ocasión, yo mismo tuve que ayudarla a llegar a su habitación y a quitarle la ropa que llevaba para acostarse.
Me sentí un poco extraño desnudando a mi madre, pero cuando la tuve así ante mis ojos, antes de ponerle el camisón me recreé en ese cuerpo, con sus grandes tetas, que miraba con deseo y no pude aguantarme las ganas de manosearlas a mi gusto, para después separar sus piernas y poder ver bien su coño cuando estaba tumbada en la cama, llevándome la sorpresa de que se había recortado y arreglado sus vellos púbicos, permitiéndome ver su vagina en todo su esplendor. Me puse a tocársela y cuando metí mis dedos dentro de su coño, me pareció que no había llegado a follar con su cita, porque no parecía tener restos de semen, aunque si estaba muy mojada.
Después de tanto tiempo deseándolo, por primera vez podía tocar el cuerpo de mi madre a mi gusto, deleitándome especialmente con sus tetas, su culo y su coño, que masajeaba una y otra vez, mientras yo ya estaba completamente excitado y con ganas de sacarme la polla ante ella.
Pero ella parecía no enterarse de nada, aunque me decía cosas sin sentido que no lograba entender, mientras empezaba a gemir a causa de mis toqueteos por todo su cuerpo, cuando de pronto, escuché claramente la palabra, “fóllame”, repetida varias veces.
Yo me quedé un poco confundido, porque no sabía si eso era una invitación a que la follara, provocada por su estado o si realmente deseaba que su hijo le metiera la polla y le diera ese gusto que quizás su amigo no le había llegado a dar, y tuve que preguntarle:
—¿Quieres que te folle?
Ella pareció recobrar un poco la consciencia, y me contestó:
—Sí, ponte encima y jódeme, que ese pendejo me dejó bien caliente manoseándome, pero no se le ponía dura.
Ante eso, me quité el pantalón y me coloqué entre sus piernas abiertas para meterle la polla y follarla como siempre había soñado, aunque debido a la excitación que tenía, no sabía si podría durar lo suficiente como para poder satisfacerla.
Yo ya había estado con alguna chica, pero todavía era virgen porque nunca se la había metido a ninguna, y la sensación que me produjo tener la polla dentro del coño de mi madre, me pareció la mejor que había tenido en mi vida, nada comparable a las pajas que me hacía compulsivamente, y quizás gracias a eso, pude follarla durante un buen rato sin llegar a correrme, aunque cuando sentí que ella si se corría, ya no aguanté más y se lo eché todo dentro.
Mi madre, al sentirlo, y después de disfrutarlo, me reprendió:
—¿No te has puesto el condón?
—No, lo siento, no los tenía a mano.
—¿Cómo me haces eso? ¿Es que quieres preñar a tu madre?
—Espero que no, lo siento. Vete mañana a la farmacia a comprar la pastilla.
—Sí, eso haré. Es culpa mía por ser tan puta con mi propio hijo. Quizás no debimos de hacer esto.
—No te arrepientas de nada. Ha sido algo maravilloso. Has cumplido mis sueños.
—¡Qué vergüenza! Soy una mala madre, pero lo he gozado mucho también, y hasta se me ha pasado el mareo que tenía. Quédate a dormir conmigo esta noche, cariño. Bueno, y todas las noches que quieras, que creo que te voy a necesitar bastante…..
Nos echamos a reir y a partir de ese día empecé a compartir cama con mi madre y a todo ese sentimiento de culpa que podríamos tener, le ganó el deseo y el vicio que sentíamos el uno por el otro, porque no podíamos parar de follar hasta hacerme vacíar todo mi semen en ella con toda libertad, porque empezó a tomar pastillas anticonceptivas, para más tranquilidad.
No sé si nuestro caso será muy común y habrás recibido más testimonios como el mío, pero supongo que muchas madres e hijos lo harán sin decírselo a nadie, claro.
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Te escribo para consultarte algo que está pasando en mi familia, que no sé como resolver. Soy madre de un niño de 13 años y una niña de 10 y hasta ahora todo ha ido todo sin grandes problemas, con una buena relación entre ellos, aunque con sus lógicas peleas, también, en sus juegos de niños, entreteniéndose como hermanos que son.
Pero últimamente noto que mi hijo busca demasiado el contacto con su hermana, abrazándola y frotándose con su cuerpo, percibiendo en él una evidente erección cuando lo hace, mientras que para ella, inocente todavía, forma parte de un divertido juego.
A pesar de eso, no quiero comentarle nada a mi marido, porque no está mucho en casa, ocupado con su trabajo, y no quiero darle problemas familiares, ya que seguramente castigaría al crío creando en él un sentimiento de culpa, y prefiero arreglarlo por mi misma y con esos consejos que puedas darme, debido a tu experiencia en estos casos.
Yo le contesté que la actitud de su hijo, era en cierta forma normal, ya que sus hormonas le tenían en ese estado de excitación que necesitaba satisfacer o aliviar de alguna forma y después de una serie de correos en los que me contaba algunas de esas situaciones que habían pasado, le propuse que fuera ella la que calmara sexualmente a su hijo para que no tuviera esos impulsos hacía su hermana y no pasara lo que ella se temía, que sucediera finalmente, que ellos llegaran a tener sexo y que su hija pequeña se viera inducida a ello por la insistencia de su hermano. Una propuesta que en principio le escandalizó, porque no concebía que pudiera hacer eso con su hijo.
Pero las circunstancias se volvieron desesperadas para ella, cuando en un ocasión, escuchó ruidos por la noche y los descubrió juntos en la cama, desnudos y con su hijo encima de su hermana, lo que provocó una importante bronca para los dos, especialmente para su hijo, por ser el mayor, al que ya había advertido de que no podía hacer eso con su hermana, aunque viendo que su marido seguía dormido, y quizás pensando en lo que yo le había propuesto, empezó a masturbar a su hijo allí mismo, delante de su hermana, hasta que él se corrió y llenó su mano de semen, para decirle luego:
—A ver si ahora te quedas tranquilo y dejas en paz a tu hermana. Venga, a dormir los dos, cada uno a su habitación.
Pero lógicamente, esa no había sido una situación familiar normal y tendría sus consecuencias, primeramente en esa mujer, que se había excitado por el morbo de masturbar a su hijo, y no digamos por parte de él, que había visto y experimentado como su propia madre le había masturbado y esperaba que eso se repitiera en más ocasiones.
Pasaron unos días de cierta tensión familiar, por ese pacto tácito, sobre el que debían guardar secreto ante su padre y marido, creándose un sentimiento de culpa en esa mujer, que tenía miedo de no poder controlar esa situación ante los requerimientos de su hijo, en una edad, en la que era difícil satisfacerle plenamente.
Por lo que empezaron a ser frecuentes las masturbaciones y felaciones de la madre a su hijo, llegando un momento en el que eso ya no era suficiente, tanto para él como para ella, que necesitaba desahogarse de tanta calentura, por lo que empezó a dejar que su hijo la follara en esas ausencias de su marido, perdiendo ya totalmente el control de la situación, ya que no podía negarse a las continuas demandas de un chico en plena adolescencia para el que nunca era demasiado, y solo cuando se quedaba vacío y agotado, dejaba descansar a su madre.
Pero lógicamente, su hija pequeña acabó enterándose de todo esto y como ya había sido enviciada por su hermano, también demandó su propia satisfacción sexual y en un acto de desesperación, para que su marido no acabara enterándose de todo eso que sucedía en su casa, su madre aceptó incorporarla también a sus juegos sexuales, mientras todo esto lo mantenían oculto a su marido, teniendo que reconocer finalmente ante mí, que ese “sacrificio” que hizo para que su hijo no acabara follando a su hermana pequeña, no había servido para nada, porque ahora estaba follándolas a las dos.
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Uno de los testimonios más fascinantes que he recibido, fue el de un hombre que en cierta forma, atormentado por su pasado, necesitaba desahogarse conmigo, pero del que desgraciadamente, solo recibí unos cuantos emails, aunque plenos de intensidad, que guardo como un auténtico tesoro, porque son una muestra de historia viva de una época con unas palabras llenas de crudeza y sinceridad, que me han dejado marcada.
Este fue su testimonio:
“He tratado de contar mi vida a través de algún relato, pero no he podido a causa de esos recuerdos traumáticos que todavía no he superado, y después de leer tus relatos, he visto que eres la persona adecuada para hacerlo.
En los principios de los años 70, recién terminados mis estudios de Maestro, fui destinado a un pequeño pueblo de la Sierra de Cazorla, en la Andalucía profunda, donde descubrí un mundo muy diferente al que yo conocía, y al que tuve que adaptarme a marchas forzadas, asumiendo las costumbres del lugar.
La pobreza y muchas veces miseria que sufría aquella gente hacían que su único objetivo fuera la supervivencia al precio que fuera, ajenos a cualquier ley que no fuera la del más fuerte o del más adinerado.
En mi clase tenía niños y niñas de varias edades, que muchas veces faltaban porque eran requeridos por sus padres para el trabajo en el campo y a duras penas podía enseñarles las cuatro reglas y una comprensión lectora que les ayudara a abrirse un camino en la vida que no fuera repetir el sacrificado destino de sus padres.
Cuando llegaban a la adolescencia eran como animales salvajes que se guiaban por sus instintos y no era extraño que a la salida de clase me encontrara a algún chico encima de alguna de las niñas, intentando sobrepasarse con ellas, pero cuando yo intervenía, ellas ni siquiera me lo agradecían y lo veían más como un fastidio, porque eso era parte de su forma de vida.
La población gitana en aquél lugar era numerosa, y condicionaba en gran manera la vida de ese pueblo, que vivía en dos mundos paralelos que pocas veces se mezclaban aunque estuvieran condenados a ello por múltiples circunstancias, como la que me sucedió a mí, ya que me enamoré de una muchacha gitana de gran belleza, que llamó mi atención a pesar de sus 15 años, cuando yo tenía 23, pensando que ella tuviera una edad parecida a la mía, por su cuerpo, su desparpajo y el fuerte carácter que mostraba.
Pero en realidad, la causa era que ella había tenido una vida bastante intensa, que cuando me la fue contando supuso un fuerte shock para mí que me costó años asimilar, pero ya era tarde para escapar de sus redes, porque me había quedado prendado de su cuerpo y de su personalidad.
Lo primero que me contó fue que a los 7 años la expulsaron de la catequesis, porque se enamoró del cura que la daba, y aunque en principio él no le hacía mucho caso, un día la encerró en la Sacristía, la desnudó y le hizo experimentar su primera felación, pero cuando se corrió en su boca, la echó de allí, echándole la culpa a ella de lo que había pasado, acusándola de haberle tentado por tener el “diablo en el cuerpo”, por lo que ella sintió su primera decepción amorosa, mostrando su incomprensión porque él la hubiera tratado así, después de utilizarla sexualmente.
Cuando su madre se enteró de eso, le dio una paliza, enfadada más que por el acto sexual en sí que había tenido, debido a que su hija ya tenía su experiencia con familiares y vecinos, sino porque había perdido la oportunidad de recibir una educación por parte de la Iglesia y cualquier acto sexual que tuviera que hacer, se consideraba obligado y necesario para ello, sin que eso les causara mayor escándalo.
Me contaba que ella desde niña, ya había sido bastante “calentuca” y había tenido muchas experiencias, pero en una ocasión, su padre la pilló cuando estaba con uno de esos chicos en la cama, ya que había estado espiándola y a la mañana siguiente la cogió por detrás, sobándole las tetas y preguntándole si se lo había pasado bien por la noche, pero a pesar del morbo que sintió, su enfado era mayor y como castigo, la puso a trabajar en una Whisquería, que era el bar de alterne de un amigo, poniéndose a servir copas en la barra con 14 años, pero en aquella época no eran muy mirados con las edades, y aquellos burdeles de pueblo eran visitados por todo tipo de gentes, incluidos el cura y autoridades locales, que a veces se encontraban con la sorpresa de que en alguno de esos lúgubres cuartos hubiera niñas menores, incluso de 10 años, con las que no tenía ningún reparo en satisfacerse con ellas, al considerarlas como unas putas más, a pesar de ser todavía solo unas niñas, con una vida bastante desgraciada, supongo.
Pero pronto los clientes empezaron a fijarse en ella y a requerir sus servicios, y el dueño la obligó a acostarse con ellos, pudiendo de esta forma, llevar más dinero a casa, que fue la razón de que su madre aceptara también que su hija tuviera ese trabajo.
Así se las gastaban los gitanos en aquella época, con la complicidad de los payos, que se aprovechaban de todo ello, jugando cada uno su papel.
Cuando yo la conocí, acababa de dejar ese trabajo, porque su padre le había levantado el castigo a cambio de ofrecerle esos servicios sexuales de forma privada, a espaldas de su mujer, aunque supongo que lo aceptaría igualmente, dado el carácter sumiso que tenían las mujeres gitanas en sus matrimonios.
Mi amor por esa chica hizo que yo aceptara también eso, e incluso llegué a justificar a ese padre por sentirse atraído por la belleza de su hija, pero al enterarse su familia de mi relación con ella, me vieron con recelo por ser payo, aunque acabaron aceptándome por el estatus que podría dar a su hija, aunque a cambio, yo también tendría que adaptarme a sus costumbres, a lo que mi mujer fue ayudándome, sobre todo cuando nacieron nuestras hijas y tuve que aceptar ciertas normas que imponía el Patriarca, como cuando la mayor cumplió 8 años y él me la pidió para uno de sus sobrinos, que ya tenía 40 años, a lo que yo me negué horrorizado y aunque mi mujer me apoyó, me dijo que a cambio debía aceptar que la niña le hiciera “visitucas” al Patriarca, con todo lo que ello suponía.
Mi mujer me explicó que simplemente jugaría con ella y la sobaría, pero sin llegar a follarla, porque tendría la esperanza de que yo acabara cediendo y pudiera entregarla en matrimonio a su sobrino.
En realidad el Patriarca podía disponer de todas las niñas y mujeres del poblado que quisiera y dada su edad, sabía controlarse para conseguir sus propósitos, e incluso llegó a tentarme a mí con poder disfrutar de la niña que me apeteciera para que yo acabara entregándole a mi hija.
Mi otra hija acabó casándose muy jovencita también, con un payo, y yo creí que sería su oportunidad para salir de ese mundo tan perverso, pero me equivoqué, porque resultó ser un maltratador que acabó matándola con total impunidad, la que había en esos tiempos, dejándome con una pena de la que no me libraré en mi vida.
Por otra parte, sí bien es cierto que los gitanos tienen el tabú de la virginidad, que para ellos es inviolable, no quiere decir que no busquen otras formas de complacerse: sexo oral, anal, tocamientos……. Los hombres gitanos mayores, los cabeza de familia y no digamos los que son reconocidos como “patriarcas” tienen derecho a todo y a todas las mujeres, no importa el parentesco o edad. Las mujeres de la familia no discuten eso y lo viven con absoluta normalidad. En parte, creo porque esas situaciones quedan atenuadas por el hecho de que ellos sean tan protectores y preocupados por el bienestar de la familia.
Cuando estás inmerso en un mundo como ese, acabas perdiendo la consciencia de la realidad y te dejas llevar por las circunstancias que tienes a tu alrededor, aceptando hacer cosas que ni imaginarías en otros contextos.
Tengo que reconocerte que de este modo, acabé follándome a varias niñas como mis hijas, aunque a ellas siempre las respeté, pero siempre había alguna puta para desfogarme con ella, unas niñas a las que llamaban “putas”, que el Patriarca me ofrecía para doblegar mi voluntad, pero no eran las típicas niñas asustadizas y atemorizadas por las manos de un adulto, sino que te miraban de una forma sensual y provocativa porque ellos mismos las habían enviciado para tener sexo precozmente, dentro de sus conveniencias e intereses, y a las que difícilmente podías resistir la tentación de disfrutar de ellas, teniendo que ir en contra de esas convicciones morales que tenía, como tantas veces he tenido que asumir a lo largo de mi vida.
En otras ocasiones, tan solo me la mamaban, en ese ambiente sensual que se creaba como un acto cotidiano que veía a mi alrededor con otros hombres del poblado, algo que mi mujer sabía y asumía como parte de esas costumbres en las que había sido educada y que ella misma había sido partícipe de ellas, por lo que nunca me decía nada, pero como era consciente de mis contradicciones de conciencia, intentaba ayudarme para liberarme de esa culpa con la que tenía que lidiar.
La vida en ese poblado era muy diferente a la que yo conocía y allí conocí a otra mujer soltera que se prostituía ella y hacía lo mismo con sus hijas, de 14 y 7 años, algo a lo que se veía abocada como forma de supervivencia, supongo que como tantas otras mujeres de la época, que vivían en los márgenes de la sociedad, al margen de esa gente de bien que también se aprovechaba de la miseria de otras, cuya actitud xenofoba debería ser más duramente juzgada que la actitud consentidora de esa madre que permitía a esos payos usar a sus hijas a su voluntad.
Al final acabé comprendiendo que yo no podía juzgar a aquella gente, que su forma de vida era producto de su cultura y de sus condiciones de vida, y que allí las cosas eran así de crudas y primitivas, como en muchas ocasiones acaba siendo el sexo igualmente, y quizás ahora, con todos los adelantos y mayor cultura que tenemos, muchas de estas cosas siguen sucediendo igual.»
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Uno de los testimonios que más se han repetido, entre los que me han llegado, han sido esos que se referían a la fantasía más común de muchos hombres, sobre la posibilidad de tener sexo con una madre y una hija a la vez, a esas experiencias que parecen darse en todos los lugares del mundo, en las que una madre “consentidora” y sumisa, ofrece a su pareja a su propia hija para compartir sexualmente ese momento, no sé si por morbo, sometimiento o por cuestiones económicas, pero es un tema que he tratado ampliamente en muchos de mis relatos, intentando buscar esas causas o explicaciones de que algo así suceda tan frecuentemente, pudiendo darse en variadas formas.
Podemos pensar que en ciertas culturas, esa posibilidad fuera más real que en otras, pero he comprobado que lo único que cambia es la discreción con la que se hace o lo asumido que se tenga, teniendo finalmente un mismo resultado, en clases altas y bajas, en todo tipo de familias y circunstancias.
Muchas mujeres relatan ahora casos así, para sorpresa de todos, pero quizás la sorpresa sea más por el hecho que se cuente a que eso haya sucedido realmente, habiéndose convertido mi correo en buzón de muchos de esos testimonios que ahora se cuentan en las redes sociales, relatando hechos como estos: “Mi padre se metía en mi cama, con el consentimiento de mi madre, que me miraba de forma condescendiente mientras él se desahogaba conmigo, como diciéndome que debía asumir mi condición de mujer, aunque tan solo fuera una niña”.
Otras veces, ese “consentimiento” era más activo: “Mi madre me ofrecía la polla de mi padre para que aprendiera a chupar, algo que me serviría de mucho en el futuro, según ella, a la que vez que ella se masturbaba muy excitada mientras lo hacía, para complacencia de mi padre”.
Pero los propios hombres también reconocen esos hechos, muchas veces después de pedírselo a sus esposas o simples parejas, que en algún momento han acabado cediendo, inducidas por una excitación puntual o por ser incapaces de negar nada a sus maridos debido a una dependencia emocional o económica, que acaba convirtiendo su hogar en un mundo aparte del que no tienen que dar cuenta de unos hechos determinados a nadie más.
Como os decía, este tipo de testimonios han sido los más habituales y los que más he reflejado en mis relatos, en alguna de sus formas y sobre los que he tenido más conversaciones con todos los hombres y mujeres que me han escrito, viéndolo cada uno bajo su perspectiva y forma de vivirlo, lo que convierte cada caso en diferente de los demás, así como las formas de contarlos, tienen que ser distintas igualmente.
Quizás otro asunto a tratar sea el de analizar como todo eso influye o afecta a esas niñas sexualizadas de esa forma en su hogar, algo que muchas veces se expone como algo traumático que deja unas secuelas concretas en su sexualidad futura y como personas, lo que muchas veces es cierto, pero se tiende a olvidar u ocultar los casos en los que no ha sido así y no se hablan por ser algo polémico, aunque no se si habrá llegado a ser algo positivo en sus vidas, pero al menos, se han asumido como algo “normal” que les ha sucedido.
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Otro de los típicos casos que me han llegado son los de tíos con sobrinas, en sus diferentes variantes, igualmente. Aquí os cuento uno en concreto:
“Cuando mi hermana y su marido querían salir de cena a divertirse, solían dejarme a su hija en casa para poder estar tranquilamente hasta la hora que quisieran y supongo que tener la fiesta completa luego en casa, sin la presencia de la niña, por lo que esas noches mi sobrina se quedaba a dormir conmigo.
Era una niña y a pesar de estar yo en esa época de pajas diarias totalmente salido, mi sobrina no había despertado mis deseos libidinosos, pero fue creciendo formándose en ella ese cuerpecito de mujer sin dejar de ser una niña todavía, algo de lo que ella no era totalmente consciente todavía, despreocupada si lo mostraba más o menos, o si podría atraer esas miradas de hombres perversos.
Para entretenerla, yo solía ponerle vídeos de dibujos animados, pero un día se me ocurrió la idea de grabar en una de esas cintas partes de películas porno de las que yo solía ver, y me quedé observándola, ahí tumbada en mi cama, para ver como reaccionaba cuando salieran esas imágenes.
Cuando le salieron esas imágenes en la pantalla, de pronto se quedó sobresaltada, pero miraba fijamente esas escenas en las que una mujer chupaba una polla y luego se veía claramente como se la metía en el coño, haciéndola gritar de gusto, junto a otras escenas que iban saliendo, que supongo estarían sorprendiéndola mucho.
Mi sobrina no me dijo nada, ni tampoco sabía que yo la estaba viendo sin que ella lo supiera, así podía actuar con más naturalidad acorde con lo que le hacía sentir todo lo que veía, tan nuevo para ella y ahí se quedó, viéndolo hasta el final, pero lo que me hizo gracia, fue que cuando terminó la película ella misma rebobinó la cinta hacia atrás para volver a verla desde el principio, como para recrearse más en esas imágenes, una vez pasado su susto inicial.
Y para mi sorpresa, vi como mientras miraba, se metió la mano dentro del pantalón del pijama y empezó a acariciarse, supongo que para calmar el picor que estaría sintiendo en su vagina, al acumularse su sangre ahí, debido a su excitación, algo que siguió haciendo hasta quedarse tumbada y relajada, y sentir el que no sé si sería su primer orgasmo.
En ese momento, me dieron ganas de entrar en la habitación y ponerme a disfrutar con ella, porque yo mismo me había estado masturbando mientras la veía en esa situación, pero preferí aguantarme para seguir el plan y seguir, en cierta forma, pervirtiéndola hasta que ella acabara cediendo a todas mis pretensiones, de modo que otro de los días que se quedó en mi casa, volví a ponerle esos vídeos con otros trozos de películas porno, a las que tanto parecía haberse aficionado, volviendo ella a masturbarse mientras los veía, pero en esta ocasión, si que entré en la habitación haciéndome el sorprendido y pidiéndole perdón por haberle puesto esos vídeos por equivocación, le dije, aunque ella me contestó:
—Da igual, me gusta verlos también.
—¡Ah!, ¿sí? No me digas…., pero estas son películas para mayores, tu no deberías verlas.
—Sí, tío, déjame verlas, porfi.
—Bueno, te la dejo, pero no se lo digas a tus padres, ¡eh?
—No, no les digo nada.
Yo me puse junto a ella en la cama y le puse ya una película completa de las que yo tenía para pajearme. La abracé, sintiéndola a mi lado como se le aceleraba la respiración viendo esas escenas y como se tocaba su coñito bajo el pijama. Era una situación muy excitante para mí, en la que me daban ganas de hacerle de todo, pero preferí controlarme y aprovechar para comentar la película y preguntarle:
—¿Qué es lo que más te gusta de lo que ves?
—No sé, ver lo grande que se les pone y como a las chicas les gusta chupársela. ¿Sabe bien eso, tío?
—No sé, yo no las he probado, jaja. Si lo hacen, supongo que les gustará, además se nota que lo disfrutan, pero tú podrías probar si a tí te gusta o no.
—¿Yo? ¿Como?
—Bueno, con la mía, yo te dejo.
—¿Sí? Es que me da vergüenza…
—No pasa nada, no se lo voy a decir a nadie. Será nuestro secreto.
—Vale.
Yo le enseñé mi polla y se quedó sorprendida mirándola:
—Está muy grande también, como en las pelis, jaja.
—¿Te gusta?
—Sí —mientras la agarraba con la mano y la movía con curiosidad.
Por su reacción, me imaginé que era la primera polla que tenía en su mano, pero le pregunté:
—¿Has tocado más pollas así?
—No, nunca. Solo se la ví a mi papá alguna vez, pero no la tenía así de grande.
—Bueno, se pone así porque estoy excitado y eres tú quién me la pone así de dura.
—¿Yo? ¿Por qué?
—Porque estás muy rica y me gustaría hacer contigo lo que hacen en las películas?
—Pero yo soy una niña todavía y no sé si puedo hacer eso.
—Claro que puedes. Puedes chupármela, por ejemplo, por hacer eso no pasa nada.
—Vale, voy a probar….
Mi sobrina se inclinó hacia mi polla y con algo de precaución, pasó primero su lengua por mi glande, pero debió de gustarle, porque empezó a chupar con más confianza, hasta metérselo totalmente en su boca, haciéndome sentir a mí en la gloria.
En medio de mi excitación, intenté metérsela más hasta el fondo, pero ella se la sacó:
—No tanto, tío, que me ahogo.
—Bueno, hazlo poco a poco, pero fíjate en la película como se la meten toda en la boca.
Ella se quedó pensando si lo podría hacer, así que lo fue intentando hasta que yo sentí que llegaba a su garganta y ahí ya no pude aguantar más y me corrí, pero para no asustarla demasiado, preferí sacársela para correrme fuera y cuando ella vio como salí mi semen, se quedó muy sorprendida:
—Es como en las pelis, jaja.
Una vez desahogado, le dije:
—Ahora quiero darte gustito yo también.
Abrí sus piernas para dejar su vaginita ante mí y empecé a pasar mi lengua por ella, provocando sus gemidos que se iban acelerando a medida que mi lengua entraba más dentro de ella, haciendo que chorritos de su flujo salieran de ella de forma incontrolada, pero era una delicia para mí poder saborear esos dulces orgasmos que la tenían al borde del desmayo.
Su coño ya se le había abierto lo suficiente como para meter mi polla en él por primera vez, pero solo tenía 11 años y tuve miedo de hacerle daño, por lo que solo le froté mi polla por su rajita hasta que me corrí otra vez echándoselo todo por encima.
Después de esa primera sesión de sexo, mi sobrina se quedó muy cansada y nos quedamos dormidos hasta el día siguiente en que su madre vino a buscarla a casa, sin sospechar todo lo que había pasado y que su niña había descubierto el sexo de una forma deliciosa para ella, por lo que seguramente ahora querría venir a mi casa con más frecuencia, sin falta de que me la dejaran sus padres.
Y así fue como siguió viviendo para que le enseñara más películas y excitarse con ellas, mientras continuábamos nuestros avances en la cama, como en su estreno anal, lo que preferí hacer antes de metérsela por el coño y desvirgarla, aunque ella lo estuviera deseando.
Después de ver una de esas películas de penetraciones anales, y después de nuestros juegos habituales, la puse a cuatro patas delante de mí y aprovechando lo lubricado que ya tenía su culo por sus flujos y mis corridas, se la empecé a meter poco a poco, y aunque le dolía seguí insistiendo hasta romper esa primera barrera de su esfinter, que acabó relajado, permitiéndome una penetración más profunda que ya pudimos empezar a gozar los dos plenamente hasta que acabamos corriéndonos como nunca, pero ella seguía pidiéndome más, convirtiéndose cada vez en una niña más perversa, comportándose de una forma que nunca se imaginarían sus padres.
Para complementar nuestras sesiones de sexo secreto, le compré un pequeño vibrados para que se estimulara con él cuando estuviera en su casa, aunque debía guardarlo muy bien para que sus padres no se lo descubrieran y pudiera disfrutar de él todas las noches antes de dormirse, según me contaba.
También me dijo, que una vez en el baño, estaba tan excitada con él, que se lo metió hasta el fondo y ella misma se desvirgó con él, lo que me indicaba que ya estaba preparada para que la follara como la mujer en la que se estaba convirtiendo y en una de esas noches en mi casa, se lo hice. Me puse sobre ella y metí mi polla hasta el fondo de su coño, follándola sin tener la precaución de ponerme condón ni nada, a pesar de que ella ya había empezado la menstruación, haciéndome sentir tal placer que fui incapaz de sacársela antes de correrme, metiéndome el miedo en el cuerpo de haberla embarazado, pero por suerte eso no sucedió y las próximas veces ya me ponía el condón para follarla, aunque ella me pedía que alguna vez se la metiera sin él, porque le gustaba más.
En esa época, yo también empecé a salir con una chica y tenía que dosificarme entre las dos, aunque las folladas con mi sobrina fueran incomparablemente mejores que con mi novia, era consciente de que no la tendría para siempre y que debía disfrutar de los mejores años de mi vida, algo que ahora recuerdo agradablemente cuando estoy casado con esa novia de antaño, que nunca se enteró de mi doble vida, y ahora que mi sobrina está casada y con niños, y aunque no tengo mucho contacto con ella, supongo que para ella, aquellos años fueron también muy especiales.
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En muchas ocasiones me cuentan historias que nunca sabes si son verdad, porque nunca me ofrecen pruebas de ello ni me interesa pedirlas, ya que podría ser simplemente producto de la fantasía calenturienta de los que me escriben, aunque si es cierto que tratan sobre temas que existen o han existido en algún lugar, porque así han salido en los medios a lo largo del tiempo.
En este caso, uno me contó que un amigo le había llevado a una casa donde se prostituían niñas, que aunque suene así de crudo, no era el típico local de prostitución de mujeres que tanto abundan en todos los lugares, sino que era algo especial, ya que se las cuidaba como niñas que eran e interactuaban con los clientes de una forma diferente a la habitual.
Era una casa de dos plantas, no muy diferente de las demás y sin ningún signo que delatara lo que sucedía en su interior, y según me lo fue describiendo, al entrar les llevaron a una estancia donde estaban todas ellas, de varias edades, vestidas de forma sugerente y mientras hablaban entretenidas entre ellas, parecían ajenas a las miradas de los hombres que entraban allí, aunque esperando ser elegidas por alguno de ellos.
Ante eso, nosotros preferimos recrearnos con lo que estábamos viendo, hablando con las mujeres que estaban pendientes de ellas, que en ocasiones veíamos como acompañaban a alguna de ellas a una de las habitaciones con algún cliente.
Les preguntamos que de donde sacaban tantas niñas para dar esos servicios y ellas contestaban que había familias muy pobres que las llevaban allí para sacar algo de dinero, otras simplemente eran huérfanas o “niñas de la calle”, que tanto abundan en países sudamericanos, niñas abandonadas que tienen que buscarse la vida de la forma que mejor sepan, y allí al menos, eran recogidas, se las protegía y cuidaba, alejadas de los peligros de la calle, aunque tuvieran que ganárselo como si fueran mujeres adultas, pero sin forzarlas a nada, ya que al fin y al cabo, solo hacían lo mismo que harían fuera, pero ganando un dinero que las venía muy bien.
También nos enseñaron un catálogo con fotografías, del que nos dijeron que si se nos apetecía alguna, podían ir a buscarla a sus casas, e incluso, sacarlas de la escuela, si era necesario, para llevarlas allí.
Obviamente, preguntamos también, que si antes de estar en ese lugar al servicio de tantos hombres, tenían alguna experiencia en el sexo o estaban iniciadas de algún modo, contestándonos, que casi todas ellas eran iniciadas muy jóvenes en sus familias o barrios donde vivían, en los que el sexo era el pan cotidiano de cada día desde que nacían.
Para alguien ajeno a ese mundo, es algo difícil de creer hasta que no estás allí y lo compruebas por ti mismo, viendo como la mujer que hablaba con nosotros llamó a una de ellas para que se acercara:
—Lidia, ven un momento, por favor.
La niña, que no parecía tener más de 10 años, tenía una camiseta corta enseñando su cintura y en la que ya se apuntaban sus pezones, y una pequeña falda ajustada que dejaba ver sus bonitos muslos, a los que me quedé mirando, y la mujer nos dijo:
—Podéis acariciarla y tocarla lo que queráis. Es una niña muy cariñosa y sumisa.
Yo pasé mi mano por sus piernas, subiéndola hacia su culo por debajo de la falda, palpando sus nalgas y comprobando que llevaba un pequeño tanga. Luego levanté su falda para verla por completo, ante la mirada expectante de mi amigo, que exclamó:
—¡Que delicia! —mientras le echaba mano para acariciarla también.
Con el permiso de la mujer, también le quitamos la camiseta, dejando a la vista su senos hinchados y unos pezones preciosos que invitaban a chuparlos, mientras ella, mimosamente se dejaba hacer, gimiendo ligeramente cuando sobábamos todo su cuerpo, especialmente, cuando le bajamos el tanga y comprobamos que ya tenía su rajita humedecida y pegajosa al paso de nuestros dedos, que chupamos para comprobar su dulce sabor.
Los dos estábamos realmente excitados, especialmente yo, que nunca había tenido a una niña así, entre mis manos, manoseándola a mi gusto por todos los lados, y mi amigo también, aunque él ya había podido disfrutar de alguna nena de esas edades y hasta las había follado, según me contó, ya que donde él vivía era relativamente fácil conseguirlas por las calles.
Le preguntamos a la mujer:
—¿Ya la han follado?
—Claro, aquí solo tenemos a las que pueden hacerlo, y aunque para algunas sean sus primeras veces, otras ya vienen bien folladas y están acostumbradas a aguantar una verga. Lidia ya ha cumplido los 11 años y lleva unos meses con nosotros, en los que ha aprendido mucho.
A mí ya me dolía la polla de la erección que tenía y estaba deseando llevármela a la habitación, por lo que pregunté a la señora que nos acompañaba:
—¿Puedo irme con ella ya?
A lo que mi amigo, que tenía más experiencia que yo en estas cosas, me respondió:
—Tranquilo, hombre, hay que aprovechar primero que estamos aquí, ¿no quieres probar a alguna otra antes?
—Sí, claro, es que me puede la ansiedad…..
Y la señora nos dijo:
—¿Que os parecen esas dos nenas, que son hermanas? —señalando a dos de las crías, con aspecto indígena, que les hacía parecer más exóticas.
—Preciosas también. La mayor está tremenda —le contesté.
—Se llaman Karely y Suni. Tienen muchos hermanos y su madre las trae aquí todas las mañanas para que no se queden en casa solas con sus hermanos mayores.
—Ya, jaja. Aquí ganarán dinero y en casa las follarán gratis —dijo mi amigo.
—Así es, es la vida de muchas de estas niñas. Por eso es tan importante nuestra labor con ellas y las autoridades nos permiten trabajar.
Las dos morenitas de pelo negro se acercaron a donde estábamos y yo cogí la mano de Karely, para que se quedara conmigo, mientras mi amigo sentó a Suni en sus piernas para pedirle un besito, que luego se alargó con el roce de la lengua entre ambos. En Karely resaltaban unas preciosas tetas que mostraba con su sujetador de encaje en el que se transparentaban las aureolas de sus pezones, y como estaba un poco gordita, su culo era toda una tentación para acariciar con las manos una y otra vez. Cualquiera que se la follara disfrutaría un montón con ella y cuando vi su coño todo abierto, me dí cuenta del tiempo que se la debían de estar metiendo, ya fuera en su familia o en esa casa.
Mi amigo también me mostró el coñito de su hermana Suni:
—Mira, esta no lleva ni braguitas, para que te la pongas encima y te la folles directamente.
—Eso en las habitaciones, aquí solo las presentaciones y algún acercamiento —nos aclaró la señora que las cuidaba.
—Pues yo ya tengo ganas de entrar, pero no sé a quién llevarme conmigo. Todas son muy tentadoras —le dije.
—Puede llevarse a las dos, a Lidia y a Karely. Es habitual que muchos estén con dos o tres niñas, aunque tengan que pagar más. Y luego, al salir, pueden seguir con otras el tiempo que quieran. Solo se paga por llevárselas a la habitación.
—¡Ah!, estupendo, pues me llevaré a las dos, porque son muy diferentes y debe ser una sensación distinta follarse una y otra.
—Eso suelen decir los clientes. A muchos les cuesta decidirse también, al poder elegir entre tantas. También, casi todos me preguntan las edades. Les da un morbo especial el saberlo. Karely tiene 13 años y su hermana 10.
Efectivamente, daba morbo saber ese dato, porque no todas tienen el mismo desarrollo y a veces podían engañar con su físico y forma de desenvolverse, pero a mi amigo le había encantado Suni y se la llevó con él, mientras yo le seguía con las otras dos niñas.
Cuando me quedé en la habitación a solas con Lidia y Karely, no sabía ni por donde empezar debido a mis nervios y lo primero que se me ocurrió fue besarlas, porque tenía curiosidad por comprobar como sabía la boca de una niña y degustar sus tiernas lenguas. Empecé con Karely y un estremecimiento recorrió mi cuerpo por esa sensación tan especial, pero luego la boca de Lidia me pareció de lo más dulce y me costó separarme de ella.
Les pedí que se desnudaran y se mostraron ante mí con sus dos cuerpos tan diferentes. Karely, con sus increíbles formas y el de Lidia, de más niña, que le daba más ternura e invitaba a tratarla con más delicadeza.
Era una gozada amasar las tetas de Karely en mis manos, con esa dureza y piel tan tersa por su edad, provocando unas ligeras quejas al morder sus pezones, aunque se notaba que le gustaba, a la vez que metía los dedos en su coño totalmente mojado y muy apetitoso a la vista, con esos pequeños pelitos que adornaban su rajita.
Como tenía a Lidia a mi lado, también deseaba disfrutar de ella, así que me puse a follar a Karely para echarle esa primera corrida acumulada, y en cuanto metí mi polla en su caliente coño, ya sabía que no podría durar mucho sin eyacular entre sus muslos, así que tras unos cuantos empujones, ya no aguanté más y me derramé en ese cuerpo, imaginándome que a pesar de su corta edad, ya habría recibido muchas corridas como la mía, porque estaba demasiado rica como para no aprovecharla como era debido.
Después de relajarme y recrearme un poco con ella, quise darme tiempo para empalmarme de nuevo, algo que fue rápido porque viendo a Lidia completamente desnuda al lado de Karely, era fácil hacerlo, porque tenía que follarla igualmente, aunque esta vez lo haría con más cuidado y delicadeza.
Empecé nuevamente con besos, caricias y lamidas a sus pezones y toda su piel, hasta sentir como se estremecía todo su cuerpo y como palpitaba su vulva con el contacto de mis dedos, que la frotaban buscando su clítoris, que sobresalía ligeramente al abrirla y era toda una invitación para ser lamido, lo que hice, poniéndome entre sus piernas y pasando mi lengua por ese botoncito del placer, que le hacía retorcerse a cada pequeño orgasmo que le venía.
Su vagina parecía ya lo suficientemente mojada y preparada para recibir mi polla, así que me coloqué en posición para penetrarla con toda la suavidad que requiriera la situación, ya que después de correrme con Karely, no tenía ninguna prisa y tan solo deseaba disfrutar de ese momento que la vida me brindaba.
Poco a poco, mi polla entraba en su coño, cada vez más, hasta que pude empezar a follarla con más continuidad, sujetándola por la cintura, mientras entraba y salía de ella, sintiendo como esa ajustada vagina envolvía mi polla de una forma que nunca había experimentado, así que de forma inevitable, mi segunda corrida fue para esa niña que parecía un ángel que me proporcionó un placer indescriptible.
Había pasado dos horas de placer en aquella casa, cuando después de follar a esas dos niñas, me quedé todavía un rato más jugando con ellas, acariciando sus cuerpos, deleitándome con sus lenguas y sus besos, así como recreándome al ver como se turnaban para lamerme la polla, para ponerla nuevamente en forma y seguir jodiéndolas hasta hartarme, un auténtico sueño que estaba viviendo en ese lugar.
Al terminar me encontré con mi amigo, que me estaba esperando después de disfrutar con la pequeña Suni y alguna más que se había encontrado por allí, así que salimos de allí compartiendo lo que habíamos hecho y preguntándonos cuando podríamos volver a esa casa.
A la vista de todos estos testimonios, mi función no es la de juzgar ni condenar a nadie, sino la de exponer una realidad que viven muchas personas y que otras muchas desean conocer, lo que yo hago a través de la Literatura, que según palabras de un joven Mario Vargas Llosa. “La literatura es fuego”, en su discurso pronunciado al recibir el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, 1967, “es una forma de insurrección permanente y ella no admite las camisas de fuerza. Todas las tentativas destinadas a doblegar su naturaleza airada, díscola, fracasarán. La literatura puede morir, pero no será nunca conformista. Solo si cumple esta condición es útil la literatura a la sociedad. Su misión es agitar, inquietar, alarmar, mantener a los hombres en una constante insatisfacción de sí mismos: su función es estimular sin tregua la voluntad de cambio y mejora, aun cuando para ello deba emplear las armas más hirientes y nocivas.”
Ufff, muy buen relato. Me ha encantado. Espero que haya más, sobretodo del tipo de el último relato de protitución de menores.
Hola como me encantan tus relatos más cuando son de niñas.que son iniciadas ya sea por el papá o tíos me excitan mucho