Testimonios 2
Nueva entrega de testimonios que han ido llegando a mi correo.
Hola:
Te escribo para decirte que tus relatos me han cambiado la vida, me han enseñado a mirar las cosas de otro modo, a ver realidades diferentes que cuesta imaginar que sean verdad, pero me siento como volando en otro mundo cuando me introduzco en esas historias que cuentas.
También quiero comentarte el caso que me está sucediendo, que me tiene muy excitado y preocupado a la vez, por las consecuencias que pueda tener.
Se trata de la hija de unos amigos, que ahora tiene 10 años, morena, muy guapa, y con mirada de pícara, cuyo cuerpo está empezando a formarse, destacando en ella los pequeños bultitos que denotan sus incipientes pechos con unos pezones que se le marcan en las camisetas.
Cuando venía a mi casa con sus padres, me daba cuenta de que cuando me cambiaba de ropa, me espiaba y siempre intentaba verme cuando estaba desnudo, lo cual me producía morbo y hacía lo posible para que pudiera verme bien, e incluso alguna vez empalmado, haciendo como que no me daba cuenta de su presencia.
Aunque no me atrevía a mirarla directamente, percibía que eso la ponía muy nerviosa y que le excitaba, en cierta forma, aunque entiendo que está en la edad de tener curiosidad por el sexo y el cuerpo de los hombres y yo solo dejaba que disfrutara de todo ello.
Pero eso no se quedó ahí, ya que en una ocasión en que me quedé dormido en calzoncillos en el sofá, ella se acercó y metió su mano por la abertura por donde debía estarse viendo mi polla. Al sentir el contacto de su mano en mi polla, me costó hacerla creer que seguía dormido, porque me estremecí y se me puso dura al momento, por lo que abrí ligeramente los ojos para ver la cara de sorpresa que tenía, con la boca abierta, pero sin soltar mi polla de su mano, la tocaba y acariciaba a su gusto.
Puedes entender lo difícil que es para un hombre aguantar una situación como esa sin hacer nada, pero no quise asustarla y seguí haciéndome el dormido disfrutando de esa sensación que nunca había tenido en mi vida.
Cuando me moví para dejar que ella pudiera manosearme la polla con más comodidad, debió de tener miedo de que me despertara y se fue, dejándome con un calentón que tuve que masturbarme al momento.
Otro día que ella estaba en mi casa, me volví a hacer el dormido para ver si lo volvía a repetir, y efectivamente, al momento volví a sentir su mano, que esta vez con más confianza, agarraba mi polla moviéndola hasta dejar a la vista mi glande, que yo deseaba que llevara a su boca y a mi me llevara hasta el cielo, pero no pudo ser, y después de estar un rato tocándomela y los huevos también, volvió a dejarme al borde de la eyaculación, por lo que lógicamente después tuve que desahogarme con una buena paja.
En esos momentos no sabía que hacer, si tomar yo algún tipo de iniciativa, o hacerle ver que me gustaba lo que me hacía, que no pasaba nada por ello, y que podía seguir haciéndolo siempre que quisiera, pero sentía que a ella le daba mucha vergüenza el verse descubierta y tenía miedo de que dejara de hacerlo, pero a la vez, tenía muchas ganas de seguir avanzando y que ella pudiera disfrutar de todo eso con total confianza.
Ella cada vez era más atrevida y buscaba estar conmigo para seguir haciendo eso que tanto parecía gustarle, e incluso, en una ocasión llegó a preguntarme:
—¿Te vas a dormir hoy?
Parecía una clara incitación por su parte para que yo me dejara tocar otra vez, pero sin atreverse a decírmelo claramente, lo que llegué a entender por su parte, porque era una niña y con su ingenuidad trataba de gestionar esa situación.
Así que otra vez volví a hacerme el dormido y al instante sentí como su mano se metía dentro de mi pantalón y empezaba a manosearme la polla hasta ponérmela dura, momento en el que empezó una ligera masturbación sin que nadie la hubiera enseñado, como algo instintivo por su parte.
Su mano se estaba volviendo cada vez más experta y si no fuera porque a veces me apretaba demasiado, ya me hubiera hecho correrme, por lo que casi sin darme cuenta, llevé mi mano a la suya para guiarla en sus movimientos y aunque ella se asustó un poco, viendo que yo parecía seguir dormido, dejó que yo le enseñara como debía de tocarme, hasta provocar mi corrida, porque esa vez ya no podía más y acabé eyaculando.
Al sentir como salía mi semen, ella retiró la mano un poco desconcertada, y pude entrever que miraba sus dedos con restos de semen, que incluso llegó a oler, porque le parecería algo extraño y enseguida fue a lavarse, supongo que un poco confusa con todo eso.
En la siguiente ocasión que pudimos estar solos, la noté un poco nerviosa o ansiosa, como deseando que yo me quedara dormido para volver a hacer lo mismo otra vez, y esta vez no la hice mucho esperar y se lo dije:
—Me voy a dormir un poco, ¿vale? —como si eso fuera una especie de consigna secreta entre nosotros.
Yo creo que ella sabía perfectamente que no dormía, pero en su interior sentía que podía manosearme la polla sin que yo la viera, para no sentir esa vergüenza lógica en una niña de esa edad.
Y así empezó a hacerlo, recreándose en esos manoseos y disfrutando como me ponía la polla dura mientras a la vez masajeaba mis huevos, lo que parecía gustarle especialmente, haciéndole sentir una especie de turbación que ponía sus mejillas sonrosadas elevando la temperatura de su cuerpo.
Ella cada vez lo hacía mejor, siendo ya casi una paja en toda regla, lo que continuó hasta provocar mi corrida, que esta vez no le sorprendió tanto y siguió pasando su mano por mi polla llena de semen, ahora con más suavidad debido a la lubricación y no sé si esperando a que saliera más semen todavía, como si eso no tuviera un final.
Si hubiera seguido masturbándome puede que hubiera vuelto a correrme, pero ella se cansó y al oler su mano, puso un gesto de desagrado y curiosidad a la vez, y fue al baño a lavarse.
Después de todos estos momentos tan emocionantes para mí, estaba muy confundido, porque no sabía como empezar a llevar yo la iniciativa para que eso siguiera avanzando más rápidamente, ya que deseaba profundamente comerme enteramente a esa cría tan rica, pero a la vez tenía miedo de que ella pudiera decir algo a sus padres y eso me frenaba.
En la siguiente ocasión, estábamos viendo la tele en el sofá cubiertos por una manta, pero esa vez también estaban sus padres en la sala, muy entretenidos viendo la película todos.
Yo, a pesar de todo y al tener a la nena pegada a mí, deseaba que me lo hiciera otra vez y me hice el dormido, por lo que ella, al darse cuenta, llevó su mano a mi polla, que yo ya había dejado fuera del pantalón para facilitar las cosas y empezó a manosearla, como siempre, pero esta vez, aprovechando que estábamos tapados a la vista de los demás, llevé mi mano a su vagina para acariciarsela y fue algo delicioso el encontrarme esa humedad caliente que facilitaba casi que metiera mis dedos en ella.
De todas formas, de una forma curiosa, ella necesitaba en su interior que yo me hiciera el dormido, aunque no lo estuviera, y me dijo:
—Estás aún dormido, ¿verdad?
—Si, sí, sigo dormido —le dije para tranquilizarla.
En su psicología de niña, eso la relajó aún más, para dejarse llevar en su placer y empezó a gemir más fuerte y temí que pudieran delatarnos, por lo que le hice una señal para que no gimiera tan fuerte y ella intentó reprimirlos llevando su cara a mi pecho para tapar su boca.
A pesar de eso, yo ví que era demasiado riesgo y para que no nos descubrieran y le quité su mano de mi polla, con todo mi dolor.
Pero la cría había descubierto que estando tapados con la manta, podíamos hacer más cosas, aunque hubiera alguien delante y otro día enseguida se puso a mi lado y puso la manta por encima para poder tocarme la polla con más tranquilidad. En ese momento, yo aproveché para presionar con mi pie su vagina, facilitando ella el contacto abriendo sus piernas, pero al poco rato se levantó, porque me dijo que tenía ganas de hacer pipí, aunque en realidad fuera el preludio de un pequeño orgasmo que iba a tener a causa de ese roce.
Cuando volvió, ya no estaban sus padres delante, y entonces a la vez que ella seguía tocándome la polla, yo pude dedicarme a masturbarla completamente, metiendole los dedos hasta provocarle quizás el primer orgasmo de verdad de su vida, porque casi llegó a gritar de placer y dejó mi mano completamente mojada, así como sus bragas.
Yo también llegué a correrme, por lo que temí que los rastros de nuestra sesión de sexo fueran demasiado evidentes y tuvimos que esperar el momento oportuno para lavarnos y eliminar todas las pruebas, hasta que la mamá de la niña le dijo:
—Anda, veámonos ya a casa, que es tarde y mañana tienes que ir al cole.
Ella se levantó y me despidió con un beso y una sonrisa, que le devolví, tras uno de los mejores momentos de mi vida.
Ya sé que debía de ser paciente y respetar los tiempos de la niña para que ella fuera avanzando según sus ritmos, pero a mí se me hacía muy difícil no agarrarla y empezar a besarla y lamerla por todos lados, especialmente su coñito, pero todo eso lo veía como un sueño en ese momento y por el temor a perderlo todo, decidí aguantar y esperar a que llegara el momento oportuno.
Si para mí, todo eso era un suplicio morboso y excitante, para la cría debía de estar siendo lo más emocionante que le había ocurrido en su vida y yo creo que se estaba enviciando para recrearse en esos instantes de placer a la menor ocasión que tuviera, por lo que buscaba cualquier excusa para estar conmigo y como supongo que sus padres veían que ella estaba muy a gusto en mi compañía, no tuvieron problema en dejármela un día en mi casa mientras ellos hacían unas gestiones.
Eso fue como la gran ocasión para mí de avanzar, a la vista de la receptividad de esa cría a todo eso que estábamos haciendo, aunque fuera de una forma inconsciente para ambos, ya que tampoco podría decirse que fuéramos amantes ni nada de eso, simplemente era una relación un poco extraña de esas que tanto pueden darse ante el desconocimiento de los demás.
Al estar solos en casa, enseguida empezamos nuestra rutina. Yo me hacía el dormido mientras ella empezaba a manosearme, pero esta vez mis manos también empezaron a acariciarla a ella bajo su ropa, llevando mis dedos a sus pezones, pellízcándolos ligeramente, haciéndola estremecer y turbarse ante lo que estaba sintiendo, lo que aumentó al llevar mis dedos a su vagina, que ya estaba muy mojada, mientras ella seguía pajeandome a su manera haciendo que mis líquidos preseminales salieran y facilitaran la tarea.
Ella se quedaba extasiada mirando mi glande rojo y brillante y yo deseaba que se lo llevara a la boca de una vez, por lo que puse mi mano en su cabeza para bajarla y que se decidiera a hacerlo, lo que hizo, supongo que llevada por la excitación que ella también estaba sintiendo, haciéndome sentir esta vez realmente en el cielo al contemplar como su lengua lamía mi glande y se iba atreviendo a metérselo todo en la boca.
En ese momento, yo ya la tenía prácticamente desnuda entre mis brazos, y esta vez sí, pude besar y acariciar a mi gusto todas las partes de su cuerpo, lo que nos llevó adoptar la posición del 69, con ella encima de mí, mi boca entre sus piernas y mi polla en su boca.
Cuando empecé a lamer su coño, ella empezó a retorcerse de gusto y tuve que sujetarla con fuerza para seguir haciéndoselo. Comerle el coño a una cría de esa edad es una especie de delicatessen que supongo pocos habrán probado, pero es algo realmente embriagador, porque te deja como borracho de placer y con ganas se seguir metiendo tu lengua en esa pequeña cavidad hasta desfallecer.
A causa de todo eso, la cría empezó a soltar pequeños chorritos, fruto de su orgasmo o pequeños orgasmos que iba teniendo y que iban mojando mi cara, a la vez que ella seguía chupando mi polla con más determinación, llegando a morderme en ocasiones, pero no me importó, porque acabé corriéndome en su boca, aunque ella acabara escupiéndolo después.
Después de eso, a ella no le importó que yo estuviera o me hiciera el dormido para no sentir vergüenza y ahora cada vez que nos vemos a solas lo repetimos, haciéndome sentir que se está convirtiendo en una pequeña putita, pero todavía no me he decidido a penetrarla, aunque lo deseo más que nada, pero de nuevo mis miedos y prevenciones me frenan debido a su edad, y supongo que de momento será mejor así, disfrutando de todo esto que me ha dado la vida y que nunca hubiera soñado.
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Me llamo Montse, tengo 45 años, casada desde hace años, pero no tenemos hijos. Somos un matrimonio de mente abierta que nos encanta el sexo, el morbo de todo tipo y hemos tenido experiencias swinger que nos hicieron conocer a otras personas como nosotros, que nos fueron introduciendo en ese mundo en el que parece que siempre queda una puerta por abrir.
En una ocasión, mi marido trajo a casa a unos amigos suyos, que ya me habían follado alguna vez en esas reuniones de intercambios de parejas, pero esta vez mi marido me tenía preparada una sorpresa, ya que había organizado una “Glory hole”, para darme gusto en la práctica de esa fantasía que yo tenía, pero lo que me extrañó es que ellos habían venido con sus hijos, que tenían entre los 10 y los 13 años, aunque él me aclaró:
—No te preocupes por los niños. Nosotros subiremos al piso de arriba mientras ellos estarán entretenidos jugando abajo.
Como yo estaba muy excitada y con ganas de tener esa experiencia, no me importó mucho, e incluso le añadió más morbo el que los hijos de ellos estuvieran allí mientras sus padres me follaban.
Después de charlar un poco y tomarnos unas copas, decidimos subir a la habitación, donde mi marido lo tenía todo preparado. Yo me recosté en la cama con los ojos vendados y mis piernas abiertas, exponiendo mi coño a las pollas que fueran a penetrarme.
Al no poder verlos, intenté adivinar quién me estaba metiendo la polla en cada momento, y por la forma de moverse y el tamaño de su miembro, me pareció sentir que el primero que me follaba era Leo. Su polla era normal, más bien delgada, y como habían estado lamiéndome el coño primero para lubricarlo, sentí como entraba con facilidad y aceleraba su ritmo para correrse dentro de mí, ofreciéndome la agradable sensación de como su leche tibia me llenaba por dentro.
Cuando se retiró, creí sentir entre mis piernas a Fabio, ya que su polla era gruesa, aunque no la más grande de sus amigos. Su cuerpo es musculoso y me hizo sentir la fuerza de sus acometidas en mi coño, que me hizo gemir más fuerte hasta que finalmente también se corrió volviendo a llenar mi coño de semen.
Luego quedaba Román, el más joven de todos. Se había casado hace poco con una chica jovencita y delgadita, y no sé si por eso siempre le decía a mi marido el morbo que le daba mi cuerpo, ya que yo tengo mis formas exuberantes que llaman la atención de cualquier hombre, con un cuerpo de esos para ser gozado sin parar, según algunos, sobre todo en esa posición en la que me había expuesto mi marido a sus miradas.
A Román le noté ansioso por satisfacerse y satisfacerme a mí. Yo había tenido ya mis orgasmos, pero como soy multiorgásmica podía seguir disfrutando de todas esas pollas que iban entrando en mi coño, que ya estaba lleno de leche cuando finalmente me penetró mi marido al que le daba un morbo especial joder un coño que ya había sido usado por sus amigos.
Cuando terminó, me dijo:
—Espera un momento, que todavía no hemos acabado.
Yo no sabía que más tenía que pasar, cuando sentí que me tocaban unas manos pequeñas, recreándose primero en mis pechos para acabar después dentro de mi vagina, cuando escuché como decían:
—Métesela ya —mientras sentía como unos dedos abrían mi vagina.
En ese momento empecé a percibir lo que estaba pasando. Tenía a un niño entre mis piernas, uno de los hijos de mi marido, que ante mi confusión, me aclaró:
—Cariño, los niños lo han estado viendo todo y ahora ha llegado su turno de follarte. ¿Les dejas hacerlo?
—Sí, claro contesté todavía confusa por la situación, aunque llena de morbo cuando mi marido siguió diciéndome.
—Empezará Fede, que se va a desvirgar contigo. Disfrútalo, amor.
Fede era el más pequeño, y con 10 años iba a estrenarse conmigo. Sentí su pollita cuando me la metió, como si fuera un dedo que se movía torpemente, pero con las indicaciones de los demás, fue haciéndolo mejor y tan solo del morbo de saber que tenía a ese crío follándome, ya me volví a correr.
Luego dejó su sitio al otro crío de 10 años, que la tenía un poco más gordita y pude sentirla mejor. Como todavía no se corría, estuvo bastante rato metiéndola y sacándola mientras me manoseaba por todos lados junto a los demás niños, ya que sentía muchas manos sobre mi cuerpo.
Estaba completamente a merced de ellos, cuando le dijeron a Charly que era su turno. Como tenía 11 años, su polla era mayor y me follaba con más fuerza hasta que sentí que al poco rato me echaba algo caliente entre el resto de semen que todavía tenía dentro de mi coño.
Todo eso estaba siendo una auténtica locura para mí, cuando les llegó el turno a los de 13. Escuché el nombre de Dani, que fue el primero que me hizo sentir su polla de verdad, casi hasta el fondo, donde empujaba enérgicamente, mientras escuchaba decir:
—Este ya sabe hacerlo, te va a follar bien.
Efectivamente, su ritmo y fuerza me hizo tener otro orgasmo, a la vez que sentí como se corría abundantemente dentro de mí.
Ya estaba agotada cuando el otro de 13 años, Tomás, empezó a follarme de una forma que demostró que ya tenía su experiencia también, y yo solo dejé que lo hiciera hasta correrse dentro de mí, pero mi coño estaba tan lleno de semen, que escurría entre mis muslos.
Y con esta fantasía cumplida, me fui a dormir con el coño lleno de leche todavía, dándole las gracias a mi marido por ese delicioso regalo que me había hecho, ya que fue muy morboso que se prestara para ser aun una experiencia mas única y prohibida para mi…, sin duda algo único el tener a niños vírgenes a tu disposición y que se estrenen contigo es algo maravilloso, te sientes mujer al saber que niños o hombres tan jóvenes se pueden excitar con tu cuerpo, el de una señora de 45 años.
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Otra mujer me envió un testimonio en el que recordaba una fase de su vida sucedida hace unos años, pero que desde luego, la cambió para siempre y descubrió el sexo de una forma que nunca lo había percibido, haciéndole ver hasta que punto se puede disfrutar de esas perversiones prohibidas que todos pueden tener:
“Soy una mujer madura, ya sin esa tersa piel de mi juventud, una vez pasados los 40, casada con un hombre que ya no me hace mucho caso, pero mis carnes si parecían llamar la atención de mi hijo, convertido a su edad en ese niño pajero, que frotaba su pequeño pene dominado por sus hormonas en ebullición.
Cuando empezó a sobarme con picardía, yo le dejaba manosear mis tetas, mi culo o mis muslos, que acariciaba sin disimulo, subiendo hacía arriba, para ir desnudando mi cuerpo, lo que yo le permitía complacida, como una especie de juego morboso que yo al principio veía inocente pero que acababa excitándome de una forma que me avergonzaba, aunque no podía dejar de hacerlo, porque me sentía la mujer más perversa del mundo, sintiendo como su manita entraba en mi raja mojada haciéndome gemir de una forma que a él parecía excitarle también, porque su pollita se ponía dura y palpitante como si tuviera vida propia.
En esos momentos, yo, muy excitada, se la agarraba con dos dedos y se la masajeaba para darle a él placer también. Cuándo hacíamos eso, su pollita echaba un juguito pegajoso que impregnaba mis dedos y que yo lamía de forma viciosa, no pudiendo evitar, llevarme a la boca ese pito brillante de hinchado glande para beberlo directamente de él, que sorbía hasta sacárselo todo. Él, enardecido y sobrexcitado, tiraba de mi vestido hacia abajo para dejar al aire mis pechos, que amasaba entre sus manos, apretando mis erguidos pezones, haciéndome suspirar de placer, lo que él detectaba divertido, para insistir más en ello, al tenerme a su merced, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo.
Yo no sé a quien acabaron gustándole más esos juegos, si a él o a mí, porque cuándo él no me buscaba, era yo la que intentaba provocarle, dejándole ver mi desnudez o poniendo mis nalgas sobre su cara para que la enterrara en ellas buscando mi raja con su lengua, que lamía entusiasmado embriagado por su aroma. Mis corridas acababan mojándole la cara sin que a él le importara, mientras sus pequeñas corridas cada vez se hacían más densas y blanquecinas, las que yo no desperdiciaba en ningún momento, sin dejar que una gota se derramara fuera de mi boca.
Me imagino esa sensación única que debía tener mi hijo al tener su pene en mi boca, siendo devorado por mi de una forma viciosa, porque acababa metiéndome también sus huevitos en ella. Yo no podía aguantar más mi excitación sin poder ser satisfecha, así que antes de que incluso su pollita tuviera el tamaño adecuado para joder a una mujer, le ponía entre mis piernas para frotarme con él hasta que mi orgasmo llegaba entre gritos de placer. Otras veces, le hacía meter su mano en mi coño para que me follara como si fuera un gran miembro que llegaba hasta el fondo de mi vagina, arrancándome esos orgasmos que ni siquiera con mi marido había conseguido.
No sé como pude llegar hasta eso, como me dejé llevar por ese morbo irrefrenable, quizás porque soy una mujer perversa, viciosa del sexo que disfrutaba pervirtiendo a mi hijo a una edad en la que tendría que estar pensando en otras cosas, pero yo le usé para mi placer y él descubrió un nuevo mundo que cambiaría su vida, convirtiéndole a su vez, en un hombre perverso que me lo demostraba cada vez que jodía mi raja sin contemplaciones, sabiendo que mi límite de placer no tenía fin y que podía hacer conmigo lo que quisiera.»
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A veces los recuerdos se acaban convirtiendo en fantasías o confundiéndose una cosa con otra, buscando afanosamente en nuestra memoria recomponer ese puzle de recuerdos aislados sobre hechos morbosos de nuestro pasado, como sucedió en el caso de mi amigo Roberto, que pieza a pieza, acabo completándolo, aunque con la ayuda de su hermana mayor.
Este es su relato:
“Yo tengo una hermana 7 años mayor que yo, que al llegar ella a la adolescencia, sobre los 13, 14 años, yo tenía 5, 6, no recuerdo exactamente, pero el caso es que ella, supongo que alterada por las hormonas, debió de parecerle una morbosa idea jugar a las mamás conmigo y me llevaba a su habitación, donde se quitaba la blusa y un sujetador blanco dejando sus tetas al aire, que yo miaba con curiosidad.
Mi hermana me ponía en su regazo, como si yo fuera su bebé y empezaba a comerme la boca, besándome y juntando su lengua con la mía, haciéndome sentir una sensación extraña pero muy agradable. Yo era muy inocente y lo veía como parte del juego que me hacía jugar con ella, pero me gustaba mucho.
Ella se recreaba en esos besos, con suaves mordidas en mis labios, para después meter su lengua hasta el fondo de mi boca, que luego sacaba para dejarme respirar, mientras me decía:
—¡Así bebé, abre tu boquita!, ¿ves qué rico es esto?
Y luego seguí besándome y comiéndome la boca, ofreciéndome unas sensaciones muy placenteras para mí, que supongo que me harían empalmar mi pollita desde ese momento, aunque luego si recuerdo tenerla muy dura y palpitante cuando ella me la cogía con la mano.
También recuerdo que me decía que no le fuera a contar nada de esto a nadie, que ese sería nuestro secreto, yo nomás asentía con la cabeza y le decía despacito que si.
Luego me ponía para que chupara sus tetas, que yo las recuerdo de buen tamaño, o eso me parecía a mí a esa edad. Bajo su dirección, empezaba a lamer sus pezones, unos pezones gorditos que yo chupaba con deleite y que han quedado en mi memoria como fetiche para mis masturbaciones.
Mientras hacía eso, ella me decía:
—Come bebe, come.
A la vez, ella provechaba para coger mi pollita y masturbarme mientras yo la lamía como si fuera un bebé de verdad, haciéndome sentir un gusto muy rico, aunque a esa edad todavía no me saliera nada, pero si la tenía muy dura.
A veces llegaba a mordérselos, por mi entusiasmo, pero ella me indicaba como debía hacerlo para darle más gusto.
—¡No bebé, así no, no uses los dientes porque le haces daño a mamá, tan solo chupa, chupa fuerte y mueve tu lengüita!…
Mi hermana hacía unos ruidos con la boca, como respirando fuerte, que más adelante me dí cuenta que eran gemidos que yo le provocaba al mamarle las tetas.
Siempre que jugábamos no traía bragas, porque nunca recuerdo que se quitara nada, incluso siempre traía su falda puesta. Y mientras me daba a que le mamara las tetas, separaba sus piernas y llevaba mi manita, la que quedaba en la parte baja, la cercana a sus muslos y a su coño, para frotarla contra su raja, para luego dejarme que lo hiciera solo, pues como parte de ese juego sabía que eso era lo que tenía que hacer; recuerdo ese rincón de su cuerpo mientras le daba con la manita, caliente y húmedo, y por tal humedad y viscosidad, era fácil que metiera todos mis dedos dentro de esa húmeda y caliente cavidad, creo recordar que metía mis cuatro dedos. La verdad no lo recuerdo bien, pero por lo mojado de su raja y lo pequeño de mi mano lo más probable es que habrá sido así. Muchas cosas no las recuerdo, tan sólo intuyo cómo debieron de haber sido (por lógica).
Al hacer eso, sus respiraciones eran más rápidas y profundas, pero debido a mi edad, yo no entendía muy bien por qué hacía eso mi hermana conmigo, aunque sintiera que me gustaba y me excitaba, sin ser consciente de ello todavía.
De esta forma, iba alternando una teta con otra, mientras mi mano hurgaba en su vagina hasta que supongo que llegaría a correrse, porque de repente notaba mi mano muy mojada, mojándose también sus muslos, mientras se apretaba contra mí y temblaba y se estremecía, convirtiéndose esos gemidos en gritos de placer casi, que a mi me asustaban un poco, porque no comprendía lo que pasaba, pero yo seguía, porque instintivamente eso me gustaba mucho.
Cuando se recuperaba un poco, volvía a besarme en la boca, insistiendo en que eso no debía de contárselo a nadie.
Estaba claro que todo eso a ella debía de excitarle mucho, porque lo repetía siempre que tenía ocasión y en otras ocasiones me ponía sobre la cama desnudo y ella se colocaba encima de mí, para empezar a frotar su vagina con mi pollita, y aunque lógicamente no podía penetrarla, con esos roces ya provocaban su orgasmo y en mí una sensación como de ganas de orinar, aunque sin que me saliera nada.
Estos sucesos pasaron hace ya mucho tiempo y debido a mi corta edad, no los recuerdo muy bien, aunque a veces me vienes flashes a la mente, sobre todo cuando me masturbo pensando en ello, y recordó que en alguna ocasión, ella me comió la polla a mí también. Se la metía en la boca entera junto a mis huevitos, y yo también le decía como ella me decía a mí:
—¡Aquí, cómeme aquí que está más gordito!
No recuerdo exactamente cuando esos sucesos dejaron de pasar, supongo que cuando ella vio que yo iba creciendo y que iba a ser más consciente de lo que estábamos haciendo, o que ella se consiguiera algún novio para hacer todo eso de una forma menos comprometida.
Me hubiera gustado que ella siguiera haciendo eso conmigo siendo yo más mayor, porque lo hubiera disfrutado más, pero quizás ese era su fetiche, hacerlo conmigo a esa edad, lo que a ella le daba más confianza para hacer conmigo lo que quisiera.
Pero también pienso que quizás su gran fetiche sean los nenes pequeños y que actualmente siga practicándolos con otros nenes que tenga cerca, por lo que a pesar de mi gran deseo, no creo que pueda revivir esas practicas en la actualidad con ella, pero mis esperanzas siguen vivas.
Con el paso de los años te das cuenta de las situaciones tan morbosas que has vivido en tu niñez, a las que no le dabas la importancia que le puedas dar ahora recordándolo con tanto morbo y excitación, de modo que eso ha quedado fijado en mi memoria y habitualmente utilizo esos recuerdos para masturbarme.
La relación actual con mi hermana, ya casada y con hijos, sigue siendo de mucha cercanía y diría que hasta de intimidad, pero sin que nunca hayamos llegado a hablar de esos sucesos pasados, que quizás ella piense que yo no recuerdo ya.
Pero hay ocasiones en las que nos tumbamos en la cama para conversar y nos agarramos de la mano, en las que siento esa tensión sexual entre los dos, como si flotara ese deseo en el ambiente de volver a repetir esos juegos o experiencias pasadas, sin que ni uno ni otro se atreva a dar ese paso, pero en mi imaginación pienso que todo eso vuelve a repetirse y que podemos volver a disfrutar de todo eso, ya como adultos, para poder montar a mi hermana y joderle bien la raja hasta volverla loca de placer.
Un sueño que todavía no se ha cumplido, pero quién sabe si en algún momento pueda darme esa satisfacción……
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David llegaba a casa del Colegio, como todos los días, triste y cabizbajo, algo que no llegaba a comprender su madre Sara, preocupada por ello, ya que él no decía nada ni daba ninguna explicación, por lo que se lo comentaba a Martina, la criada negra que tenían en casa:
—No sé que le pasa a este crío. Llega del Colegio y se mete en su habitación malhumorado, sin querer salir a jugar ni nada. No es normal a su edad.
—Bueno, señora, no sé si decirle que puede ser por la edad, que ya está cambiando y haciéndose un hombre.
—¿Tú crees? Pero si solo tiene 11 años, es un niño todavía. Tenía que estar jugando en la calle con sus amigos.
—Quizás sea ese el problema, que no quiera estar con ellos por algún motivo.
—Pues no sé como voy a saberlo, porque si no me dice nada, no puedo ponerle solución. Ya no sé que hacer con él, porque cuando le pregunto me contesta mal y se pone peor. Muchas mañanas me dice que no quiere ir al Cole y tengo que ponerme seria con él para que se levante.
—¿Por qué no va a hablar con su maestra, a ver si le dice algo?
—Sí, tendré que hacerlo. Mañana mismo voy. Gracias Martina.
Al día siguiente Sara se presentó en la escuela para hablar con la maestra de su hijo, que al verla, le preguntó que hacía allí:
—Nada, hijo. Voy a hablar con tu maestra para que me diga como vas y si necesitas apoyo de clases particulares, porque este trimestre has suspendido tres.
—No necesito nada, mamá, solo que me dejéis en paz…—le dijo, mientras se alejaba enfadado.
Luego de eso, Sara estuvo hablando con su maestra, que le dijo:
—David se comporta bien en clase, aunque no participa mucho y a veces está distraído.
—Antes no era así. Últimamente lo veo muy triste y callado.
—Los niños pasan por fases. A veces se hacen bromas en clase y él se las toma mal, pero son cosas normales. Lo que les pase fuera, nosotros ya no podemos responder de ello.
—No sé, estoy preocupada. Tengo que averiguar que le pasa.
—Yo si veo algo extraño o que sea preocupante, le avisaré —le dijo la maestra para concluir la visita.
—Gracias —le dijo Sara, sin estar muy convencida de lo que le habían dicho.
Al llegar a casa, volvió a comentarlo con Martina, que le dijo:
—No se preocupe, señora. Yo voy a hablar con el niño, a ver que le saco.
Martina tenía mucha confianza con David, le había criado desde que nació y era como su segunda madre, así que empezó a preguntarle:
—¿Qué pasa, David, que te gusta alguna chica que no te hace caso?
—No, no me gusta ninguna.
—Eso no puede ser. A tu edad seguro que a alguna niña le tienes ganas.
—¿Qué dices? Son todas tontas.
—Por qué dice eso?
—¡Na!, cosas mías. A ellas les gustan los mayores y van detrás de ellos.
—¡Ah, ya! Y eso te molesta. ¿Por eso estás así?
—No es por eso. No te lo puedo decir.
—¿Cómo que no me lo puedes decir? A mí siempre me lo dices todo y yo te soluciono todos los problemas. Venga, cuéntamelo….
—Es que….., Rufo se mete conmigo, se ríe de mí y me llama “pito pequeño” delante de todos y todos se burlan insultándome.
—¿Quién es ese Rufo?
—Es de los mayores, ya repitió de curso dos veces.
—¡Ah, vaya! Un chico malo y abusón, pero por qué te dice eso, tú no tienes el pito pequeño, lo tienes como los demás niños de tu edad.
—Pero como él es mayor presume de tenerlo más grande y las chicas le ríen las gracias.
—Ya claro, alguna se lo querrá probar….
—¿Cómo dices eso? Si son unas niñas todavía.
—¡Ay, David! Eres muy inocente todavía. ¿No dices que a las niñas les gustan los mayores? ¿Por qué crees que es?
—Bueno, pues por eso no les gusto yo, porque tengo el pito pequeño.
—Pues ya te crecerá, cariño, cuando crezcas, y lo tendrás como todos….
—Pero ahora no y se ríen de mí. El otro día, Rufo me bajo el pantalón delante de todas las niñas y cuando me lo vieron se rieron.
—¡Ay, pobre! A ese Rufo hay que darle una lección.
—¿Qué vas a hacer?
—Tú déjame pensarlo a mí, pero de momento tú tienes que aprender lo que tienes que hacer cuando estés con una chica.
—¿Y quién me va a enseñar?
—Ya veremos…. Tú ahora deja de estar triste porque esta negrita te va a ayudar con tu problema. ¿Me oyes?
—Gracias Martina. Eres la mejor. Te quiero.
—Eres un cielo y para mí eres como mi hijo Gabriel. ¿No sabes que cuando tenía tu edad también se reían de él?
—¡Sí? Por qué?
—Pues por lo contrario que a ti, por tenerla más grande que los demás niños, jaja.
—Pero eso era bueno. No tenía que apenarse.
—Claro, eso le dije yo y se lo demostré.
—¿Cómo?
—Enseñándole como satisfacer a una mujer.
—¿Y cómo se hace eso?
—Enseñándole a ser un hombre, como te voy a enseñar a ti.
David se quedó muy intrigado con esas ultimas palabras de Martina, pero al menos se puso más animado con la esperanza de solucionar su problema con Rufo.
Martina le contó toda esta conversación que tuvo con David, con su madre, que la escuchaba muy sorprendida:
—Nunca me imaginé que el problema de mi hijo fuera ese, pero que tonta soy, tenía que haberme dado cuenta.
—No es culpa suya, señora. Los niños crecen y las madres no nos damos cuenta de ello.
—¿Y como vamos a arreglarlo, Martina? ¿Se lo voy a contar a la maestra?
—No, ella no va a solucionar nada. Dirá que eso no es asunto suyo.
—Claro. No es un problema escolar, pero a mi hijo le están haciendo Bullyin.
—Tengo una idea, señora, si a usted le parece bien.
—Sí, claro, dime….
—David tiene un problema de autoestima. Creo que su pollita es muy pequeña y eso le avergüenza, pero tenemos que demostrarle que la tiene muy rica y que a cualquier niña le gustaría mucho. Perdone que se lo diga así.
—Sí, no pasa nada, pero no entiendo a donde quieres llegar.
—No sé si va a aprobar esto, pero con mi hijo Gabriel resultó y ya nadie volvió a meterse con él.
—Sí, ya me contaste que empezaste a meterlo en tu cama y en la de sus tías, jaja. No le dejaban descansar al pobre….., pero ¿quieres hacer eso con David?
—Es la mejor solución, para avergonzar a ese abusón y que se haga valer con las niñas. Usted es su madre y puede que tenga pudor, pero yo estoy dispuesta a ayudar al niño.
—Gracias Martina, pero como madre, yo también tengo que colaborar.
—Estupendo, lo haremos entre las dos, pero tiene que aceptar todo lo que yo le vaya diciendo.
—Sí, estoy dispuesta a todo por ayudarle.
En esos momentos, la madre de David se puso a las órdenes de su criada Martina, lo que descubrió en ella esos deseos escondidos de ser dominada, estando sometida a la voluntad de otra mujer, en este caso, que le fue indicando:
—Lo primero que tenemos que hacer es motivar al crío, que empiece a vernos como dos mujeres por las que empiece a sentir deseos.
—¿Y cómo hacemos eso? Él me ve como su madre y no va a sentir otra cosa por mí.
—Pues eso tiene que cambiar. Tenemos que hacer que David la vea como una mujer deseable y excitante para él —le decía en tono convincente, mientras la seguía hablando— Tenemos que empezar a vestir de una forma diferente, mostrando más nuestros cuerpos, usando medias con ligueros, zapatos de tacón y maquilladas como putas.
—¡Ay, por Dios! Qué cosas dices, Martina. Va a pensar que nos hemos vuelto locas.
—Lo haremos poco a poco, observando sus reacciones.
En los siguientes días, David estaba un poco extrañado por la ropa que usaban su madre y Martina, con unos vestidos más ceñidos y cortos de lo habitual en ellas, mostrando sus muslos con unos ligueros que los hacían más deseables.
En el caso de Martina, debido a su trabajo en la casa, tenía que agacharse en muchas ocasiones, por lo que David podía ver sus nalgas apenas tapadas por un pequeño tanga, lo que hizo que empezara a excitarse con ella, sobre todo después de lo que le había contado que hizo con su hijo Gabriel.
También empezaba a sentir un extraño morbo con su madre, pero algo le frenaba a desearla igualmente cuando se ponía a masturbarse pensando en ella.
En una ocasión que David estaba en la ducha, entró Martina en el baño, y le dijo:
—¿Quieres que empecemos ya con las lecciones?
—¿Ahora? —contestó David dubitativo y temeroso de lo que iba a pasar.
—Claro, es el menor momento. Yo te voy a ayudar, ya te lo dije. Primero me voy a quitar esta ropa para estar más cómoda.
Martina se quitó la bata que tenía de trabajo y se quedó en ropa interior ante la asombrada mirada de David, que todavía abrió más los ojos cuando Martina le dijo:
—El sujetador fuera también, para que ese pito se levante del todo.
En efecto, ante la vista de las grandes tetas de su criada, David se empalmó al instante, un poco avergonzado, por lo que intentó taparse, pero Martina se lo impidió.
—¡Ey! Quita la mano de ahí, que la tengo que poner yo.
Martina agarró la pollita del crío, iniciando un suave masaje que estremeció de gusto a David, que ya empezaba a secretar un líquido preseminal que le iba mojando la mano y dejando el glande brillante y apetitoso para una buena lamida, que no se hizo esperar ante la sorpresa del niño, que no se lo esperaba, pero el placer que empezó a sentir acabaron de relajarle completamente, atreviéndose a manosear esas tetas que tanto le atraían, por lo que Martina le animó:
—Sí, tócalas todas, toma, apriétalas a tu gusto —dejando de mamarle la polla, porque parecía estar a punto de correrse.
Excitada también por la situación, Martina se quitó las bragas y se metió en la bañera con David, que miraba con curiosidad la mata de pelos de la criada que tapaba su vagina, por lo que la mujer abrió bien las piernas y abrió con sus dedos los labios vaginales para enseñar su coño al crió, invitándole a tocar el primer chocho de su vida:
—¿Te gusta?
—Sí, está suave y mojado.
—Ahí tienes que meter los dedos para darles gusto a las niñas, y moverlos así, ¿ves? —mientras guiaba la mano de David.
Y siguió preguntándole:
—¿Alguna de las niñas del Cole se deja meter la polla ya?
—No sé. Dicen que alguna de las mayores sí.
—Primero tienes que aprender con las mayores y luego enseñar tú a las más pequeñas —le aconsejó Martina.
La masturbación que le estaba haciendo la criada surtió su efecto y David tuvo una abundante corrida, ante lo que Martina no pudo evitar la tentación de volverse a meter esa polla en la boca para saborearla completamente y sacarle hasta la última gota.
Después de eso, Martina le contó a Sara lo que había hecho con su hijo, escuchándola muy sorprendida y excitada, porque ahora le tocaba su turno y no sabía como iba a ir la cosa, así que su criada le dijo:
—Esta noche le dice a David que duerma con usted, con cualquier excusa y ahí, en la cama, ya empieza con los toqueteos y ya verá que bien va todo. David ya sabe lo que estar con una mujer y usted lo disfrutará mucho.
—¿Ay, que nervios! Es que hace mucho que no estoy con nadie, y ahora, con mi hijo….
—Lo que tiene que pensar es que va a ayudar a su hijo y usted se lo va a pasar muy bien, también.
Esa noche Sara se puso un camisón corto y escotado, un tipo de prenda que no solía usar, pero esa ocasión lo merecía, y siguiendo los consejos de su criada Martina, llevó a su hijo a su habitación, que la miraba un poco extrañado y excitado a la vez por la visión que le estaba ofreciendo su madre.
Martina ya había advertido a David de lo que podría pasar con su madre, así que no tuvo miedo cuando empezó a tocarla estando en la cama con ella, algo que a Sara empezó a excitarla y ya sin ningún reparo, correspondió a esas caricias de su hijo y empezó a tener sexo con él de una forma que nunca hubiera imaginado.
La pollita de su hijo no podría satisfacerla como la de un hombre adulto, pero el morbo que estaba sintiendo superaba todo eso, y se lanzó a metérsela en su boca para disfrutar de esa sensación tan especial, que le había contado Martina que se sentía, sobre todo, cuando su hijo empezó a segregar ese líquido seminal, que aún no tenía todavía la consistencia, pero su sabor la extasió hasta querer chupar más y más, mientras su hijo se entretenía en sobar esos grandes pechos de su madre, aunque le sorprendió ver que ella se había rasurado el coño para que él disfrutara más de esa relación y pudiera contemplar en todo su esplendor su vagina abierta para él.
Sara pudo comprobar como su hijo podía darle todo ese placer que llevaba tiempo sin sentir, llegando a provocarle varios orgasmos con su cabeza metida entre sus muslos, lamiéndola sin parar y hasta llegando a penetrarla tanto vaginalmente como analmente, donde podía sentir mucho mejor esa presión sobre su pequeña polla hasta correrse dentro del culo de su madre, que igualmente disfrutaba especialmente de esa sensación.
David pudo disfrutar como nunca de esa noche y de muchas más con su madre y con Martina, de una forma en la que se había evaporado toda su inseguridad y complejos, porque había tenido unas experiencias que seguramente ninguno de sus compañeros había tenido.
Había llegado el momento de la venganza sobre ese compañero abusón que le humillaba delante de sus compañeras, y para ello, su madre y Martina tenían preparado un plan que iba a acabar de una vez con ese bulling que sufría.
Rufo se había fijado en como la madre de David había cambiado su forma de vestir y cuando Sara le invitó a su casa, como un intento de que hiciera las paces con su hijo y que dejara de meterse con él, aceptó desconociendo lo que le esperaba en esa casa.
De este modo, cuando entró en la casa, Martina comentó:
—Así que este es Rufo, el valiente que se ríe de David. ¿No te da vergüenza meterte con un niño más pequeño que es más hombre que tú?
—¿Por qué dice eso? No es para tanto. Es un llorica.
—Pues que sepas que David ya es todo un hombre que nos da gusto a su madre y a mí.
—Jaja, pero si su polla es muy pequeña, ¿como va a hacer eso?
—¿Es que la tuya es mejor? A ver, enséñala.
Rufo dudo un momento ante la directa proposición de Martina, porque nunca había estado con mujeres tan mayores y se sintió un poco intimidado.
—Ante las insistencias de la criada, y para no quedar como el cobarde que le llamaban, se bajó el pantalón y le enseñó una polla que no estaba nada mal a la mujer, pero los nervios hicieron que no se pusiera dura, lo que provocó las risas de Martina y de Sara, que se había sumado a ellos.
—Con eso no puedes hacer nada, niño. No les vale ni las putitas de tus compañeras con las que presumes tanto. Cuando sepan todo lo que David sabe hacer ya, se irán con él y todos se reirán de ti.
Rufo, cada vez más nervioso y humillado por la situación, se marchó de la casa, pero al día siguiente, cuando fue al Colegio, empezó a pensar que todos le miraban de una forma rara y se reían a sus espaldas, pero todo era producto de un miedo y una inseguridad que estaba naciendo en él, a causa de lo sucedido en la casa de David, aunque con el paso del tiempo, esa percepción si se fue convirtiendo en realidad, cuando se corrió la voz de lo que había pasado y la fama de David empezaba a crecer entre sus compañeras.
Después de eso, el avergonzado empezó a ser Rufo, que no quiso volver a ese Colegio y su madre tuvo que cambiarlo a otro, seguramente sin entender tampoco las causas de todo lo que había pasado.
Deliciosos y excitantes testimonios de tus seguidores. Con ese toque extra de perversión que sabes imprimirle a tu narrativa, e introduciéndonos con tu lectura a esos paraísos imaginarios de placeres y gozos prohibidos.
Felicidades querida escritora.
Me pareció un excelente relato como todos los que escribe esta excelente escritora, pero en particular el que más me gustó por múltiples y especiales razones, fue el relato de la hermana pervertida que sexualiza de manera morbosa a su pequeño hermanito, ese fue mi preferido.. De cualquier manera todos son excelentes, como todo lo que escribe esta talentosa chica.