Tiempo a solas padre e hijo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por excentrico.
Mi nombre es Raul, tengo 45 años y soy correntino. Estuve casado por 16 años y hacia el final del matrimonio ya no nos podíamos ni ver con mi ex. El dinero nunca fue un problema ya que ambos somos dueños de grandes campos por lo que al final solo fue el desgaste de los años. El lado positivo es que habíamos criado un buen hijo, Maxi, que nunca nos trajo problemas a sus 15 años.
Luego del divorcio, decidí mudarme al campo. En ese lugar, alejado de la ciudad, tengo una casa modesta aunque grande y vivo tranquilo sin ninguna molestia. Incluso mis amigos me vienen a visitar y se quedan unos días cuando están hartos del cemento.
En una oportunidad, un amigo del trabajo con quien habíamos compartido muchos años, Marcelo, fue a pasar el fin de semana largo con Luis, su hijo más grande. Nunca pregunté las edades pero supongo que Marce es de mi edad y Lucho no superará los 20. Lo bueno de tener una casa tan grande y en el medio del monte es que cada uno hace su vida tranquilo y solo nos vemos para las comidas y tomar vino.
Una de las noches no podía dormir de lo pesado que me había caído el asado, asique salí a dar unas vueltas para despejar la cabeza. Al llegar al piso del medio, escuché un ruido y al acercarme no quería creer lo que escuchaba. ¿Estaban teniendo relaciones? Un gemido me lo confirmó. No sabía qué hacer, asique regresé a mi habitación y traté de dormir, aunque fue imposible.
Al día siguiente no pude evitar sentirme raro, pero extremadamente curioso. A la mañana temprano fuimos al río con Marce mientras Lucho dormía. Yo estaba corto de palabras asique nos tiramos a la orilla bajo el sol para tostar un poco el cuerpo.
– No te vendría mal pasarte la afeitadora- me dice mi amigo.
– Nunca, nací peludo y así voy a seguir
– Está bien, lo acepto, igual te reconozco que tenés muy buen físico, lástima la pancita de asado y vino
– Sí, bueno, no me molesta tampoco y a mi edad no me interesa matarme en el gimnasio.
Después quedamos en silencio. Tenía muchas ganas de preguntarle sobre lo que había escuchado la noche anterior. Lo pensé mil veces y al final dejé salir:
– Anoche pasé caminando por tu pieza
– Imagino que escuchaste algo, no?
– Sí, no te lo voy a negar
– Sí, me imaginé que era algo que podía pasar, aunque me confié del tamaño de tu casa. La verdad no tengo nada que ocultarte. Estaba teniendo relaciones con Lucho.
– Y así nomás me lo decís?
– Querés que sienta culpa? En absoluto, es la mayor expresión de amor que le puedo dar a ese chico. Estamos hechos el uno para el otro. El me buscó hace unos años cuando estábamos solos, y la verdad, si bien fue muy raro en un principio, terminó siendo una de las mejores experiencias de mi vida.
– No soy quién para juzgarte, no sabía que eran gays.
– No creo que lo seamos, simplemente disfrutamos el uno del otro. El tiene su novia y yo estoy casado. Y vos? Hace cuánto no haces nada?
– Yo ya me acostumbré a estar solo, imagínate que tomaría mucho trabajo traer a una mujer hasta acá y no tengo ganas de pagar por sexo.
– Que tristeza. Deberías buscar una solución a eso, la vida pasa una sola vez.
Después de esa declaración no pude evitar empezar a sentir que tenía razón. Que tenía que empezar a relajarme. Sin embargo, no pude evitar rechazar lo que él decía respecto a su hijo.
El año pasó volando, el verano llegó rápido pero yo no tendría vacaciones hasta entrado el otoño ya que trabajo en una agencia de viajes. Maxi iba a ir a casa cuando pasaran las fiestas asique tenía que tener todo listo para que se sienta cómodo.
El norte argentino es extremadamente caluroso. Es imposible no terminar con la camisa empapada al volver de trabajar. Luego de una hora de estar manejando por la ruta, llegaba a casa cansado y con la única intensión de tirarme a dormir una siesta.
Al poco tiempo ya tenía la casa habitada. Si hay algo que me reconforta, es que cada vez que vuelvo de trabajar baja corriendo a abrazarme. Al distar unos 20 cm de mis 1.80, siempre apoya su cachete en mi pecho y eso me hace tremendamente feliz. Ojalá no crezca nunca y yo esté siempre ahí para protegerlo.
– No, hijo, salí que estoy todo traspirado.
– Bueno, no importa, ¿vamos a comer?
Después de eso solo nos dedicamos a pasear por el monte a la siesta bajo los árboles para esparcir la cabeza. Del calor que hacía se sacó la remera y me sorprendí de ver como tenía pelos que le salían del ombligo y avanzaban hacia la pelvis: mi hijo está creciendo. Me desprendí la camisa porque no daba más y seguimos caminando.
– ¿Será que voy a ser tan peludo como vos?
– Seguro, pero vele el lado positivo, no te vas a quedar pelado
– Sí, pero con el pelo gris como vos
– Bueno, pero peor es ser pelado. Y además la barba más oscura me disimula bien el pelo, no me cargues. Che Maxi, tengo sueño, me voy a tirar por acá en el pasto a dormir, vos seguí si querés.
– No te hagas drama, yo también tengo sueño. Me tiro un rato con vos.
Me saqué la camisa y la puse como almohada en el suelo y me acosté.
– ¿Te molesta si apoyo la cabeza en tu pecho? Mi remera no me sirve como almohada.
– Para nada.
Nos dormimos al instante y empecé a tener una pesadilla. Estaba en la pieza y veía como Marcelo abrazaba a Luis por detrás y me miraban. Me invitaban. Cuando me acercaba a la cama era Maxi acostado. La excitación me volvía loco, me temblaba el pecho, las manos. Quería ir hacia él. Lo deseaba tanto. Quería mostrarle cuanto lo amo. Cuidarlo, protegerlo y someterlo.
Me despierto. Miro rápido y el seguía durmiendo en mi pecho, abrazandome. Un poquito de saliva chorreaba de su boca. Había algo que me preocupaba: el deseo no se me había ido.
El resto del día lo dejé solo. No podía dejar de pensar en todo lo que sentía y lo peor de todo es que por dentro no rechazaba la situación, al contrario, me parecía de lo más normal.
No se me ocurrió mejor idea que invitar a Marcelo y Luis a pasar un fin de semana en mi casa.
Al llegar no pude aguantar mucho tiempo asique le dije a Luis que fuera con Maxi, así Marcelo y yo podíamos charlar. Nos alejamos y nos metimos en una zona del monte donde no solía ir para evitar que los chicos nos pudieran escuchar.
– Marce, no te voy a andar con vueltas, estoy muy preocupado. Una tarde, mientras dormíamos la siesta con Maxi, tuve un sueño donde moría de ganas de hacerle el amor y ahora no me puedo sacar esa imagen de la cabeza.
– No sé por qué, pero me imaginé que esto te iba a pasar después que hablamos. Me parece que la pregunta que tenés que hacerte es si vos sentís que está mal.
– Si tengo que serte honesto, no, para nada, es lo que más quiero. Quiero hacerle el amor a mi hijo.
– ¿Y hace cuanto que no tenés relaciones con nadie?
– ¿Qué tiene que ver?
– Es un factor más… ¿hace cuánto?
– Un par de años
– Te voy a decir esto una vez: déjate llevar.
– ¿Que me deje llevar?
– Sí, déjate llevar. No hay forma de que dañes a tu hijo. Sos su padre, ¿quién lo cuidaría mejor?
– Pero… ¿cómo? No sabría ni como plantearlo.
– Ya veremos que se puede hacer… por lo pronto, vos tenés que estar relajado y seguro de que lo vas a hacer.
– No entiendo
– Claro, más allá de todo, acá se trata de que vos querés enseñarle a hacer el amor a tu hijo y de que es algo que tenés que hacer, por lo que de ahora en más tenés que pensar que lo vas a hacer sí o sí.
– Ok
– Entonces, ¿qué vas a hacer?
– Le voy a hacer el amor a mi hijo.
Esa noche hicimos un asado. Debo reconocer que estaba mucho más relajado. Ya en mi cabeza no pesaba nada, solo tranquilidad. Sabía que en algún momento eso iba a pasar.
Tiramos toda la carne al asador y comimos como hacía tiempo. Después de la cena, se me acerca Maxi y me pregunta si podía tomar un poco de vino, a lo que le dije que sí, que estaba en familia. A la hora estábamos todos riéndonos de anécdotas que contábamos Marce y yo. En un momento, en medio de las risas, Marcelo pregunta:
– Che Maxi, ¿y ya probaste tener relaciones?
– No, che, todavía no se ha dado
– Epa, y ¿para cuándo entonces?
– No sé, estoy esperando a alguien especial
– Estoy seguro de que puede aparecer en cualquier momento, puede estar en frente de tus ojos
– De eso estoy seguro
“De eso estoy seguro” ¿Qué habrá querido decir? ¿Fue una indirecta o mi cabeza interpreta lo que quiere? Decidí no concentrarme en eso y seguir disfrutando de la cena.
Las horas pasaron y se hicieron las 4 de la mañana. Estabamos todos ebrios y con el viento de afuera los 30 grados no se sentían.
– Llegó la hora de irse a dormir para mi- dije.
– Si nosotros también creo que ya estamos por hoy- dijo Lucho, y al momento ya se había ido.
– Bueno yo me voy con vos, papá
Yo me quedé perplejo.
– ¿Por qué querés venir a dormir conmigo?
– No sé, quizás es la borrachera, pero quiero estar con vos
– Nada me haría más feliz
El corazón me palpitaba. Sentía que podía decir o hacer cualquier cosa y que nada importaba. Que bendición es el alcohol. Me acosté con la camisa medio desabrochada y sin los zapatos y Maxi se quedó en calzoncillos.
– Gracias por dejarme dormir con vos, pa.
Apoyó su cabeza en mi pecho y me abrazó. Quedó dormido al instante. A los minutos yo ya me estaba durmiendo y Maxi se empezó a poner un poco inquieto. Le acaricié la cabeza y se calmó. Después de un suspiro dijo “yo también te deseo tanto, papá”. Mis oídos no daban crédito a lo que escuchaba. Mi corazón latía a mil por hora. Mi hijo me deseaba.
Ya había tomado la decisión de relajarme y dejarme llevar por esa mezcla de sentimientos y calentura irrefrenable. Por lo que empecé a liberar mis ratones e imaginar mil situaciones diferentes de placer. Finalmente, pensé un plan que quería llevar a cabo sí o sí.
Supuestamente yo me debería haber ido a trabajar ese lunes, pero llamé temprano mientras Maxi dormía y dije que estaba enfermo y que por unos días no iría. Me fui de la casa a pasear y hacer tiempo, para que pensara que él estaba solo en casa.
Como lo sospeché, se levantó cerca del medio día y, como todo buen adolescente, se paseaba desnudo por el frente de la casa y buscaba un lugar nuevo para masturbarse. Un lindo chico, flaco, con unos pelitos en el pecho y uno cordoncito de pelos por debajo del ombligo. Abdominales de deportista joven. Pelo largo hasta la nuca.
Esperé a que se alejara de la casa y entre los árboles me deslicé hasta entrar. Para asegurarme de no arrepentirme me tomé dos vasos de whisky puro para estar completamente desinhibido. Me saqué toda la ropa y me dejé solo el bóxer. Por un segundo me quede parado frente al espejo. Mi vida en el campo me había ensanchado el torax y la verdad se veía bien con los pelos y los brazos grandes. Tenía pancita, pero bueno, viene con la edad. Fui hasta su pieza y con todo abierto, esperé a que subiera nuevamente.
A los minutos volvió y subió las escaleras. Al empujar la puerta se quedo congelado. Yo estaba ahí, sentado con la espalda sobre el respaldo de la cama y las piernas abiertas. Me había estado masajeando mi pene previamente para que estuviera en su máximo tamaño (y después de dos años no tardé mucho en conseguirlo).
– Papá, ¿qué haces?
– Shh, calmate. Hoy tengo algo nuevo para enseñarte. ¿Confiás en mi?
– ¿Qué?
– Que si confiás en mi.
– Si, supongo que si…
– Bueno, vení.
Se acercó despacio y se sentó al costado de la cama, en frente mío.
– Tocame
Mi bóxer estaba a punto de explotar. Los pelos salían por los costados del elástico y del calor que hacía ya estaba todo sudado.
– Acercate, olela- le agarré la cabeza suavemente y lo empujé despacio-… eso es el olor de un hombre
Maxi no decía nada, pero vi que su tierno pene ya estaba duro. Yo aproveché que estaba en esa zona y empuje la parte delantera del bóxer para abajo y dejé mi miembro al aire. El se quedó mirándolo.
– ¿Me va a crecer tanto como a vos?
– Seguramente
– Alguna vez la mediste?
– Debo confesar que si, con vergüenza tengo que reconocer con son 21 cm de largo
Nos quedamos mirándonos un rato. Los dos sudábamos del calor. De un impulso me acerque a su carita y le di un beso. Y el beso se transformo en algo apasionado. Estaba perdiendo los estribos y Maxi se dejaba llevar por mi locura. Empecé a invadir su boca con mi lengua. Le agarre la cabeza y se la empujé para mi pene. Primero le arrastré la cara sobre la ingle peluda y sudorosa. Cuando estaba por probar el sabor del glande, se frenó y me miró. Yo solo asentí y le sonreí.
En un segundo empezó a chupar la cabeza de manera desenfrenada. Yo temblaba de placer y gemía desesperadamente. Casi sin pensarlo, lleve una mano a su cola. Note que entre las nalgas estaba lleno de pelos. Me abrí paso y empezar a jugar con su agujero. Estabamos empapados de la transpiración. Yo no podía aguantar más las ganas de unirme a el.
Lo separé de mi miembro y lo arrodillé sobre la cama con las dos manos contra la pared. Primero me agaché y empecé a ultrajar ese orificio con mi lengua mientras Maxi gritaba.
– Gritá, nene, gritá de placer que acá nadie nos escucha.
Ya había llegado el momento. Su colita estaba lista.
Sin decir nada, y temblando de pasión, apoyé mi pija en la cola y empecé a empujar de a poco. Entro casi sin presión. El placer fue instantáneo. Los dos comenzamos a gemir como locos. Cuando me di cuenta que iba a eyacular lo di vuelta, me senté en la cama y lo hice sentarse a upa de manera que me pudiera ver a la cara. Lo empecé a alzar despacio en un principio, pero no tardé mucho tiempo en alzarlo y dejarlo caer.
Cuando ya no dabamos más de excitación, lo levanté y lo di vuelta. Lo hice acostarse boca abajo y me acosté encima de él abrazandolo con fuerza. Poseyendolo. Empecé a empujar con fuerza. El placer aumentó y todo era tan fácil con mi cuerpo resbaladizo por el sudor. De un grito empecé a bombear semen adentro de el. Sentía como salían chorros con fuerza de mi pija y descargaban adentro suyo.
Aun abrazandolo, nos di vuelta, y sin sacar mi pija lo deje pajearse acostado encima de mí. Con gemidos fuertes terminó eyaculando semen que chorreaba por su abdomen y caía sobre mi cuerpo. Despacio traté de sacar mi pija y noté como chorreaba semen sobre mi pelvis.
Nos quedamos un rato descansando, sin decir ni una palabra, mirando el techo cubiertos de sudor y semen. Finalmente había conseguido cumplir mi objetivo, y ahora lo haría todas la veces que quisiera. Pero mi mente y mi pija no pararon ahí, se me ocurrieron más cosas, más planes para llevar a cabo.
Nos levantamos y cada uno fue a darse una ducha. Me vestí y bajé a cocinar el almuerzo. Cuando Maxi terminó de bañarse, bajó desnudo y corriendo me abrazo.
– ¡Gracias!
Y se fue corriendo al sillón a ver televisión.
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