Todas mis primeras veces (Cap 1 / parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ignition.
Capitulo 1
Anoche cumplí mi última fantasía pendiente. Ahora estamos desayunando con mi mujer y con la chica que compartimos la cama las últimas horas. Vero, mi mujer, tiene 25 años. Si existiese tal cosa, ella sería el amor de mi vida. Por fin, a mis 35, puedo decir que encontré la felicidad en la pareja. Vero multiplica mi vida. Nuestra vida juntos, desde hace tres años, es como vivir muchas vidas a la vez y nos ocupamos cada día de que eso no se pierda. Anoche fuimos pura lujuria. Recién, preparando el desayuno, éramos todo ternura. Ahora, desayunando en la cama con Ivana, cuando decidí contarle mi secreto más importante, somos tan cómplices como dos mejores amigos.
Anoche fue su primera vez en un trío y está feliz. Pero no fue mi primera vez en un trío, fue otra cosa para mí y necesitaba generar el clima adecuado para contarle de qué se trataba. Entonces, decidí sacar un tema de conversación que me ayudase a llegar a donde quería llegar.
“Contemos nuestras primeras veces en el sexo”, dije.
Ivana, con sus 18 años, hizo un gesto ambiguo y dijo:
“No tengo tantas, la verdad.”
Vero le dio un piquito en los labios y agregó:
“Bueno, yo tampoco. Por lo menos, al lado de Martín, –dijo guiñándome un ojo con picardía- pero algunas cosas puedo contar. Menos lo de anoche que ya lo sabemos todos”.
Estábamos los tres desnudos en la cama, sentados en posición de loto, y solamente con recordar lo que había pasado hace unas horas, comencé a excitarme y no pasó desapercibido para nadie. Ivana dijo que había alguien que parecía no poder olvidarlo, y Vero rió al ver como mi verga, a pesar de estar exhausta, crecía un poco recostada sobre mi muslo. Esto hizo que Ivana tome coraje y dijera que contaría sus primeras veces, pero si comenzaba yo contando las mías. Entonces, a Vero se le ocurrió que comenzáramos con nuestro primer beso y que así fuéramos en orden contando nuestras experiencias. Dudé de si mi primera experiencia había sido un beso, pero recordé así había sido.
“Fue algo muy ingenuo. No recuerdo cuántos años tenía, pero era un niño. Era el cumpleaños de un tío lejano de la familia. Después de cenar, los chicos nos fuimos al sótano dónde mis primos solían jugar. Era enorme: había un scalextric, una mesita de pool y cosas así. Pero éramos un grupo grande de primos y primas y las chicas no querían jugar a esas cosas. La mayoría de ellos era mayor que yo y ya estaban en la edad de tener los primeros bailes e intentar dar los primeros besos. Así que decidieron jugar a la botellita. Cuando me explicaron de que se trataba, yo quise irme a mi casa. Me moría de vergüenza. Pero más vergüenza me daba que pensaran que era un crío, así que disimulé.
Ellos, mis primos y primas, se miraban con un morbo que solo entendí años después. Tengo fotos de esa noche, y la verdad es que mis primos eran los típicos adolescentes desgarbados y con cara de tontos. Pero mis primas ya mostraban sus primeras curvas y a mis primos ya se les iban los ojos en medio de un morbo un poco incestuoso, un poco iniciático. Lo cierto es que cada vez que me tocaba a mí, elegía el color verde que correspondía a un beso en la mejilla. Hasta que mi prima Lorena, eligió rojo. Rojo era un beso en los labios de 30 segundos. Los perversos de mis primos, viendo mi incomodidad, decidieron que a partir de ese momento los besos debían ser de un minuto. Así que fuimos al baño del sótano, que era donde se daban los besos “rojos”.
Sin que pudiera pensarlo demasiado, tenía los labios de Lore sobre los míos mientras intentaba entender qué era lo que debía sentir. Después del primer impacto, pude darme cuenta que no sólo estaba sintiendo en los labios: en mi entrepierna estaban empezando a suceder cosas. Tenía piel de gallina y, no entendía por qué, sentía una fuerza interior que me llevaba a pegar mi cuerpo al de ella, aunque la reprimía. Uno de mis primos iba contando los segundos hasta que se escuchó un ruido y cerraron la puerta del baño. Mi tía había bajado a traer bebidas. Cuando nos encerraron, Lore dejó de besarme y se quedó como estatua tratando de oír lo que pasaba. Yo no entendía nada de nada, por supuesto, pero aproveché a mirar hacia mis pantalones para ver si se veía algo de lo que estaba sintiendo ahí abajo. Por supuesto que no se veía nada, pero sentía una presión parecida al dolor aunque muy placentera.
Cuando ella entendió que no corríamos peligro, se subió un poco el vestido y me dejó ver su bombachita. No sé si me daba cuenta de qué era lo que estaba viendo, pero entendía que había algo de prohibido en eso y un temblor me recorrió la espalda y la presión en mis pantalones aumentó. Cuando notó mi reacción, Lore fue más lejos y se levantó el vestido hasta el cuello y, por primera vez, pude ver unas tetas. Las recuerdo perfectamente: eran pequeñas y redonditas, con unos pezones pequeños y oscuros. Se ve que ella estaba orgullosa de sus pechitos, pues sonreía mientras con su mano libre tomaba la mía y la acercaba para que se los toque. A esa altura, ya no sabía por qué temblaba pero era un manojo de nervios. Por suerte o desgracia, en ese momento abrieron la puerta.
Mi tía se había ido y mis primos nos rescataron del escondite. Lore bajó rápidamente el vestido mientras mis primos se quedaban paralizados intentando no olvidar esos segundos en que habían visto, quizá por primera vez, unas tetas. Lore nos empujó a todos hacía donde estaban los demás, quienes decidieron que el juego se había vuelto peligroso y que mejor jugásemos al pool. Así fue que tuve mi primer múltiple primera vez: primera vez que besé, que vi unas tetas y te fui consciente de que mi pito se podía poner duro.”
A Vero le pareció muy tierna mi historia y me acarició la pierna. Tengo la piel muy sensible y sólo ese roce alcanzó para que mi verga tenga un leve respingo aunque estuviese en estado morcillón. A Ivana le causó gracia mi experiencia, pero lo único que dijo fue:
“Seguro que parada y todo era ni la mitad de eso!”, señalándomela. Reímos los tres. La verdad es que, sin ser la de un actor porno, la tengo gorda, cabezona y de un largo apenas superior al promedio. Podría decirse que me siento cómodo con mi verga. Y ella se siente bien con lo que le hago vivir.
Entonces fue el turno de Vero.
“Mi primer beso también fue tierno, pero también bastante perverso. Yo sé que estoy buena…”, ahí Ivana y yo estallamos en carcajadas por su poca modestia, pero era absolutamente cierto. “…ja, sí, bueno, pero en mi familia somos todos lindos. Pero mi hermano ya es demasiado. Es la persona más hermosa que conocí en mi vida.”
Ivana abrió los ojos y la boca sorprendida, pero sin censura, divertida. Más bien porque no esperaba de Vero lo que sospechaba que iba a oír.
“Yo tendría unos 13 años y mi hermano 12. En casa de mis padres dormíamos en dos camas paralelas y, a partir de cierto momento, apareció el pudor entre nosotros y ya no nos cambiábamos juntos, ni nos acostábamos en el mismo momento. Comenzamos a evitar la desnudez del otro. Pero un verano fuimos todos de campamento a las sierras y tuvimos que compartir la tienda.
La cosa es que a mí ya me gustaba un chico del club pero no me animaba a dar el primer paso. Y mi hermano, que aunque menor que yo ya había dado sus primeros besos, solía reírse de mí. Así fue que una noche, una vez calmados después de que se burlara un rato largo de mí, le pedí que me enseñara. La verdad es que no quería que me enseñara para hacerlo bien con el chico del club. Lo que quería era besarlo a él!. Pero eso no se lo dije, claro. Tiempo después me di cuenta que él también se moría de ganas de besarme, pero en esa época lo reprimía muy bien.
Lo cierto es que se hizo el estrecho un rato largo, tratándome de bestia, asquerosa, tonta y todo lo que se les ocurra. Pero, siendo mayor que él, siempre supe cómo manipularlo. Así que me hice la compungida. Le dije que tenía mucho miedo de dar mi primer beso con el chico que me gustaba por si lo hacía mal y a él no le gustaba, y todas esas tonterías que las chicas piensan de verdad. La cosa es que me creyó y acepto darme una única lección en ese momento. Pero claro, yo no quería la lección… quería besarlo a él con todas mis ganas!!. Y no quería que él se portara frío y pedante, quería que le gustara besarme. Así que rápidamente pensé en algo que me ayudara a lograrlo.
Le dije que, en mi fantasía, al chico en cuestión lo besaría en la pileta del club y que quería probar como se sentiría besarlo mientras me abraza con el torso desnudo. Me trató de estúpida, pero accedió. Así que salimos de nuestras bolsas de dormir y nos arrodillamos frente a frente. Él se quitó la remera y me tomó de los hombros para acercarme a él. Lo detuve y me quité la remera. Durante unos segundos se quedó helado y luego comenzó a insultarme. Pero lo calmé diciéndole que no tenía que verme más, que me bese y solo nuestros cuerpos se tocaran y el no vería mi cuerpo. Entonces lo abracé y lo besé.
Fui tan torpe que nuestros dientes se golpearon y el gritó. Pero luego se calmó y me mostró como girar las cabezas para no chocar las narices, como abrir la boca para poder respirar a la vez, y cuando sintió mi lengua en sus labios se animó a estirar la suya para jugar con la mía. No sé si él lo notaba, pero yo aprovechaba para acariciarle la espalda con una mano y la cabeza con la otra. La verdad es que yo estaba feliz y no quería que ese momento terminara.
Pero en cierto momento el comenzó a separarse y luego me apartó con un suave empujón y me dijo: “Bueno, parece que ya sabías bastante. Y si no, ya está bien así”. Pensé que se había enojado, pero estaba rojo como un tomate y no solo de vergüenza. Así que le agradecí y me metí así como estaba en la bolsa de dormir dándole la espalda. Escuché cómo se metía en su bolsa y, unos segundos después decía en voz muy baja: “A mí también me gustó, Vero”. Hice como que no escuché, pero me dormí con una sonrisa enorme.”
Me reí y le dije:
“Bueno, me quedo tranquilo: no fui yo el que te pervirtió!”.
Vero también se rió y, pasándose un dedo por la rajita y acercándomelo a la nariz, dijo:
“Qué va, mirá como me puse de sólo recordarlo!”.
No sé si fue la historia o lo que acababa de hacer Vero, pero los pezones de Ivana no podían estar más duros. Todo esto hizo que mi erección finalmente apareciera. El prepucio se abrió y la cabeza se asomó roja y brillante. La miré y dije:
“Bueno, parece que ya entramos todos en calor”.
Las chicas se rieron. Vero se acarició brevemente el poco vello que se deja sin recortar y se metió parte de un dedo en su montecito. Ivana sintió eso como una barrera que se abría y, así como estaba, se inclinó hacia adelante cayendo a pocos centímetros de mi pija y con un suspiro le pasó la lengua de los huevos a la cabeza. Entonces Vero reaccionó:
“Epa, pará un poco. Todavía te falta contar a vos!”.
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