Todo queda en familia II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por shizu.
-Fue en el cumpleaños de tu padre, cuando andabas de viaje y, bueno, la noticia de que no podía tener hijos me devastó.
No sé si fue por irá…solo, perdóname.
Esas fueron sus palabras hace unos meses.
Esas mismas palabras me daban vuelta en la cabeza a diario y ya se conmemoraría otro cumpleaños de mi padre, una celebración donde pensé que sería una humillación, donde todos sabrían que hizo mi mujer y me mirarían mientras murmullan como ella, como mi esposa folló con dos tipos.
-¡HEEEEEEEY! Muchacho, Catalina, pasen, por favor pasen – Mi padre nos daba la bienvenida a su fiesta de cumpleaños mientras leía la etiqueta del vino que le había comprado- Un “Montes Purple Angel“ mmmm “Carmenere”; Digno hijo mio, te lo agradezco.
Vamos, están casi todos en el salón -nos guio con su mano en dirección hacia un salón iluminado por soles artificiales que iluminaban la sonrisa cínica de todos los invitados.
¿Ellos sabían todo?
Saludos cordiales, abrazos, risas espontáneas, familiares lejanos, cercanos y ella, mi hermana.
Hermosa como siempre, reluciendo entre tanta gente, mostrando su curvilínea figura, su largo cuello, sus piernas perfectas, su elegancia al mirar, un cabello suelo el cual con ternura acariciaba por el costado derecho de su cabeza un hombro dejando expuesto el lado contrario dejando así a la vista un pendiente blanco que moría en el inicio de su delicado mentón.
-Hola idiota -me saludó elevando su copa para luego ofrecerme una.
Tan natural, tan ella en su hablar.
No podía borrar lo que hicimos hace meses, la forma en que gemía, sudaba, el olor de su piel, el sabor de su boca, la presión de sus dedos, todo eso, pero sin frutos.
-Hola imbécil- le correspondí el gesto recibiendo el ofrecimiento.
-Veo que este año viniste -elevó su copa hasta sus labios rosados – te perdiste el anterior, y tan innovador que fue -bebe un poco y me mira con sus verdes.
¿Ella lo sabe?
-Si, este año vine a celebrar con papá y su séquito de corbatas grises -era una forma que teníamos de tratar a todos los compañeros empresarios de papá – no me podía perder las historias sobre los hoteles para perros y viajes al sudoeste asiático para encontrar su espíritu animal -le sonreí.
-Bueno, salud por papá y su pandilla de viejos que si pudieran se la mamarían ellos mismos -da un paso, se inclina a mi oído y con suave voz me susurra- esta podría ser una noche para intentarlo nuevamente.
Me guiña el ojo y la veo alejarse mientras contonea sus caderas.
La noche trascurría, la cena fue tranquila, llena de risas, charlas, historias sobre aventuras en países inhóspitos y su convivencia con “gente particularmente salvaje” en algunos casos (no eran más que criadores de ovejas que no hablaban inglés y un caso donde uno de esos criadores intentó apuñalar al más “aventurero” de ellos por creer que quería comprar a su hija), como van los negocios, bueno, típicas charlas vacías.
Empezaron los brindis, discursos de felicitaciones, relatores de historias pasadas.
No era lo mío -Voy al baño y vuelvo -le dije al oído a mi esposa.
Me puse de pie, me excuse con mis cercanos en la cena y caminé por pasillos hasta una habitación alejada de todo.
Sólo quería silencio y calmar mis pensamientos.
-Hola nuevamente – por las cortinas se creó una figura
-¡Concha de su madre! -di un brinco de susto- carajo el susto que me diste, sales de la nada -sentí mi cara roja y el corazón latir fuerte
Una risa coqueta y burlona me hizo saber que mi hermana había conseguido lo que quería: asustarme
-Pues, te veías divertido asustado.
Y es raro, casi consensuado que estés en esta habitación, ¿tu esposa te conto que acá folló con papá y su amigo? -me miró con seriedad, pero como si contase una anécdota
No sabía que decir, que pensar ni qué hacer.
-no… ¿no sabías? -me miraba perpetua- perdón, yo -tartamudeaba- yo pensé que ella te contó todo, por eso aceptaste hacerlo conmigo…es que -se acercó y me abrazó – perdona, no quería que te enterases así.
Mi mente trabajaba a mil.
No entendía bien, ¿o sí? – dijiste… ¿papá?
-Si, ella… pues…
– ¡Ya dilo!
– Pues ella se veía triste esa noche, papá la invitó a esta habitación para compartir un trago, comenzaron a hablar, luego llegó el amigo con el que ella había venido con la excusa de que la estaba buscando.
Se pusieron a beber, hablaron, rieron, se veía mejor que cuando llegó.
Yo estaba, al igual que hoy, escondida en el balcón cuando los escuché llegar.
Papá empezó a acariciarla, le decía que todo iba a estar bien y de un momento a otro se empezaron a besar, ella decía que no estaba bien, papá le contradijo y que solo se dejase llevar, que el lo iba a tomar como un regalo de cumpleaños de su nuera y bueno, las cosas pasaron a mayores, el amigo de ella se les acercó mientras ella…ella…estaba, bueno, ella estaba de rodillas frente a papá y…ya perdón, pensé que ella te contaría todo
-Sigue -le pedí con rabia- termina la puta historia
Me miró, bajó la cabeza y prosiguió- pues el amigo de ella se les acercó, se desnudaron y lo hicieron sobre este escritorio.
Ya basta, te hace mal -se acercó y me abrazó con fuerza para empezar a hablarme al oído- ella no te merece, no te puede dar un hijo, yo si.
Ella te engañó, ella ocupó como excusa su problema, tengamos un hijo, hazme tuya – Finalizó la frase con un beso
En ese momento sentía rabia, pena, un vacío en el estómago que necesitaba llenar con odio.
No entendía como me pudo engañar con mi padre, con mi propio padre.
La imagen superior, la imagen de padre se rompió en mil pedazos, se volvió polvo, me sentí inerme frente al relato.
El beso llevó a la pasión.
Mi hermana me besaba apasionadamente, soltando leves gemidos de placer entre beso y beso.
Con mis manos empecé a recorrer toda su silueta para a la par, conquistar la extensión delicada de su cuello con mi lengua.
Con ira la doy vuelta y apoyo su la mitad superior de su cuerpo sobre el escritorio para luego con una mano levantar su vestido hasta la cintura y notar que estaba sin ropa interior.
El suave tacto de la piel de sus nalgas, la suavidad al masajear con rabia en mis manos su trasero me excitaba más.
Me puse de rodillas y llevé mi boca a su humanidad.
Los gemidos empezaron a nacer sutilmente desde su garganta hasta mis oídos, mis manos separaban a la par sus nalgas para permitir a mi lengua una incursión profunda en su ser la cual mis labios eran fiel aliado.
Lamia, besaba, lamia, besaba, me intoxiqué con su sabor, me empapé de su humedad, me descontrolé con su textura.
Me puse de pie, la erección que tenía no daba más.
Bajé el broche de mi pantalón, dejé a la vista mi miembro para posarlo entre sus nalgas -Hazlo, házmelo.
Suelta tu rabia conmigo- me pedía – házmelo duro y vente dentro mío – sus palabras eran punzantes clavos que se incrustaban en mis oídos para excitarme más.
Con mi diestra tomo mi pene mientras introduzco sutilmente el glande.
Dejándolo allí, domino su cuerpo desde las caderas con ambas manos y presiono fuertemente hacia mí.
La penetro.
Mi pene se desliza hacia su interior con ternura y maquiavélico placer.
Mis manos presionan la piel de su cintura dejando huellas de pasión.
Ella gime, yo la penetro.
Empiezo a follarla fuerte, con ira.
La cólera me domina, las imágenes de mi mujer follada por mi padre me llenan de rabia, los pensamientos de gemidos de mi mujer en esa misma habitación me excitan, me domina el sentimiento de venganza.
Mas fuerte, más rápido, mas excitado.
Con una mano la domino por el cabello y con la otra le presiono el cuello; es mía completamente.
El sonido de las pieles chocar inunda la habitación.
El sonido del escritorio moverse con furia raspando el suelo de madera se vuelve viajante por el espacio.
Sus gemidos se hacen mas cortos y fuerte.
Mi esposa estaba igual: dominada por dos hombres, follada por dos hombres, penetrada por dos hombres.
Ella gemía como gemía mi hermana, ella gozaba como mi hermana, ella se movía como mi hermana, ella se mojaba como mi hermana, pero por dos hombres el cual uno era mi padre.
Esa imagen mental, esa escena de mi mujer abierta de piernas, siendo follada, manoseada, siendo penetrada por el hombre que me dio la vida, me gustaba y me producía cólera.
Imaginar como sus piernas se abrían de par en par para el mientras su boca mamaba a otro.
Volvía a mi realidad, mi hermana con el vestido a medio cuerpo, sus piernas separadas mientras la follaba por atrás, sus nalgas blancas rebotando con el dulce baile del sexo junto a mi cuerpo, su cabello enredado en mis dedos hacía presión para que su rostro se apretara a la cubierta del escritorio, su espalda desnuda al cuelo dominada por mis besos.
-No pares, sigue, sigue, eso – con voz temblorosa y casi a susurros mi hermana trataba de hablar- dame, dame, por favor…s…si…sigue -sus manos se unieron con fuerza al borde del escritorio, su boca se abrió hasta más no poder, sus ojos se cerraron y sus músculos empezaron a contraerse para dar pasos a espasmos involuntarios, el interior de su vagina se apretó volviendo una prisión orgásmica para mi pene: un orgasmo perfecto que me llevó a otro nivel.
La embestía con brutalidad, sus nalgas rojas, el sudor de nuestros cuerpos semi desnudos, el aire cálido de verano, el tiempo congelado y la pasión incestuosa eran la mezcla perfecta para volvernos animales.
Mi cuerpo se encorvó, mis manos palidecieron al presionar su piel, mi boca se abría dejando escapar gemidos, mis caderas se paralizaron dejando todo mi miembro dentro de ella mientras eyaculaba con fuerza llenándola de mi en cada rincón.
El respirar agitado de ambos era lo único que dejaba fuera el silencio del momento.
Mi cabeza se posó con cansancio sobre su espalda, sentía sus latidos, sentía su respirar.
Mi pene lentamente dejaba de bombear, su piel se pegaba a la mía, su interior era cálido.
La escuché reír suavemente, girar un poco su cabeza y decir – Creo que tuvimos público- miré hacia el mismo lugar y la vi, a mi esposa parada bajo el umbral de la entrada, mirando con ojos abiertos, piel pálida y una mano temblorosa que cubría su boca.
Me incorporé aún estando dentro de mi hermana, acaricié la nalga delicada y blanca que posaba frente a mí, miré a mi esposa a los ojos y con voz fuerte le dije: Entras o te vas, pero cierra esa puerta que aún no termino.
Gracias por sus muestras de cariño y apoyo con el relato anterior, si gustan seguiré.
Tengo muchas historias y tantas ganas de escribir, los quiero.
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