Un Nuevo Mundo, parte 3
Cuentos húmedos.
De pie frente a mi prima Katherine, con una leve protuberancia debajo del short, ella da un vistazo fugaz hacia mí observándome de pies a cabeza mientras cruza la puerta, pensé que había quedado en evidencia.
— ¿Y, que tal se comportó?—dice mientras sonríe con amabilidad
—Bien, parece que ya no me ve como a un desconocido—digo disimulando inocencia
—Mi tio me quiee mucho—dice Elizabeth abriendo sus ojitos y con voz enérgica
— ¡Qué bueno! ¿Y tú quieres a tu tío? —dice su mami mientras la ve con alegría
— ¡Siiiiii! ¡Mu-cho!—dice la nena sentada en el borde de la cama dando saltitos de alegría
Al ver que mi prima no sospecha nada de lo que acababa de pasar con Elizabeth, comienzo a sonreír mientras las contemplo
—Que tal calor que hace—dice mi prima mientras comienza a amarrarse el cabello hacia atrás formando un moño— ¿Cómo haces para aguantarlo?
—A veces voy a la terraza, sobretodo en esta época… Ah! También hay un parque que esta por aquí—Hago una seña con el pulgar como apuntando en dirección hacia el parque que está a unas 4 calles— Cuando te dije para salir estaba pensando en ir ahí, sobre todo por Elizabeth.
—Aawww! Primito— dice con ternura mientras camina hacia mí, para luego abrazarme fuertemente deslizando sus brazos alrededor de mi torso, descansa su cabeza sobre mí y vuelvo a sentir su deliciosa figura presionando mi cuerpo, sobre todo sus pechos, esta vez pude sentirlos tan bien, como los apretada contra mí, los sentí tan grandes y suaves en ese momento—Estoy tan feliz de que estés aquí—noté algo de tristeza en tu tono, era la voz de alguien que se sentía sola y necesitaba ayuda
Respondiendo a su necesidad, la abrazo dándole la protección que necesitaba .Al llevar un vestido algo suelto, no me era fácil apreciar su figura, pero en ese momento mis manos llegaron hasta su espalda baja, al tenerlas presionando la tela de su vestido pude apreciar como sus nalgas resaltaban, mientras contemplaba semejantes curvas, de reojo veo a Elizabeth, ella sentadita mirándonos, por un segundo una idea pasó por mi mente, tomar a mi prima, tumbarla en la cama y hacerla mía, ahí mismo, con Elizabeth observándonos.
—No te preocupes primita, vas a ver que todo va a mejorar, yo te voy a ayudar en todo lo que necesites—deslizo una mano sobre su espalda, de abajo hacia arriba, una y otra vez lentamente, casi acariciándola—Pídeme lo que quieras—dándole un beso en la cabeza
Al instante ella levanta su cabeza, nuestras miradas se encuentran repentinamente a pocos centímetros de distancia, el silencio que invade la habitación nos hace darnos cuenta que algo está pasando ahí. Sabía que este era el mejor para hacerlo…
Sin decir una sola palabra me inclino hacia ella y presiono mis labios contra los suyos, al instante ciento como todo su cuerpo se tensa entre mis brazos. Pensando que ella me apartaría, hago un poco de presión y la atraigo firmemente contra mí, teniendo nuestros labios en contacto separo los míos ligeramente y la beso delicadamente, casi pequeños piquitos que me hacían saborear cada uno de sus labios.
Unos segundos después la tensión de su cuerpo comenzó a convertirse en entrega, ella comienza a cerrar sus ojitos mientras ambos nos entregábamos a nuestros deseos. Sentir la sedosidad de los labios de mi prima, saborear su frescura y presionar su carnosidad, hacían que mi cuerpo reaccionara y respondiera al calor del momento.
El sonido de nuestros besos era lo único en esa habitación, y el saber que la pequeña Elizabeth estaba ahí observándonos solo me hacía desear cosas que nunca antes en mi vida me hubiera atrevido siquiera pensar, continuo saboreando los labios de su madre y la veo con el rabillo del ojo, sentadita con su unicornio de peluche entre las manitos, sus ojitos redondos nos observan con una combinación de duda, curiosidad y sorpresa.
Poco a poco subía la intensidad de los besos, nuestros labios se entrelazan al ritmo de nuestras pasiones y la punta de mi lengua comenzaba a rozar la suya. Mi corazón comienza a acelerarse, siento mi verga levantarse y presionar contra uno de sus muslos, sabía que ella la estaba sintiendo, porque hacia pequeños empujones con su pierna contra mi bulto, casi lo frotaba.
Estuvimos así por varios minutos, nuestros labios súper cálidos y humedecidos, casi igual que nuestros cuerpos.
Repentinamente ella coloca sus manos sobre mis hombros y se aleja, aunque nuestras caderas aún siguen en contacto.
—Antonio, ¿Qué estamos haciendo?—murmura ella con mirada culpable
—No estamos haciendo nada malo—teniéndola firmemente tomada por la cintura
—Pero… Somos primos y hasta te doblo la edad
— ¿Y? A mí solo me importa una cosa—levanto mi mano derecha para luego acariciar parte de su rostro y cuello con el dorso de mis dedos—Me gustas Kathy, desde el primer momento que entré a la casa y te vi, me gustaste como no tienes idea, no quiero que te molestes conmigo—le doy un pequeño beso en los labios.
—Aaay primito—dice suspirando y girando su cabeza hacia Elizabeth, inmediatamente ella se separa de mí aunque sus manos siguen sobre mis hombros— ¿Hablamos más tarde, si?—dándome un beso en la mejilla—No estoy molesta—me susurra al oído
Me sorprendió que mi prima no haya dicho nada sobre Elizabeth, que ese momento nos estaba observaba con mucha atención, por alguna razón no se sintió avergonzada que su hija viera a su madre besando a otro hombro que no fuera su padre.
Casi al mismo tiempo ambos bajamos la mirada y vemos el bulto debajo de mi short, que en ese momento era como una pirámide, ya que no llevaba ropa interior.
—Guau!—exclama y luego sonríe— Mejor siéntate un rato… O… ¿Quieres salir así y caminar por la casa?
—Perdón—digo mientras suelto una sonrisa y me siento al borde de la cama al lado de Elizabeth
Ella no decía absolutamente nada, tan solo estaba ahí en silencio, abrazando su peluche y sus piececitos colgando y yo ahí con ella, sabiendo que ella fue quien inició esta erección.
—Es normal primo, no sientas pena—gira hacia la cómoda y abre un par de cajones—Con todo esto había olvidado lo que tenía que hacer
— ¿Qué cosa?
—Tu mami me dijo que puedo trabajar en una academia que está en la ciudad—dice mientras saca una blusa blanca y un traje sastre de los cajones
— ¿Trabajo de qué?
—Soy profesora de inglés—dice mientras revisa cada prenda
—Qué… Mi mamá no te quiere ver de ociosa por la casa—digo en forma irónica
—Jajaja!. Como eres con tu mami, fui yo la que le preguntó sobre el trabajo, es más, ella me va a acompañar—dice mientras camina y busca algo en las cajas apiladas—Antonio, ¿Puedo pedirte un favor?
—Claro, dime
— ¿Podrías ayudarme planchando mi ropa mientras yo me maquillo?—gira la cabeza y me mira— ¿Ya te puedes levantar?—sonriéndome
Esbozo una sonrisa girando la cabeza de lado a lado
— Pero si quiero ayudarte—le respondo
—Mmmm… Mira, voy a ir a bañarme, cuando regrese ya estarás bien
—Diciendo eso no me ayudas
—Jaja—me sonríe juguetonamente mientras saca una toalla blanca y una botella de shampoo de una caja—Ya vengo—dice saliendo de la habitación
Sabía que si intentaba algo con Elizabeth eso no me iba a ayudar para nada, simplemente esperé a que mi prima regresara mientras trataba de pensar en otra cosa. Encendí el viejo televisor y lo dejé en un programa infantil sobre animales.
Luego de unos minutos ella entra repentinamente, una toalla era lo único que la cubría, desde el pecho hasta la mitad de los muslos, la veo toda mojadita, su piel lucía más blanca que antes, hasta podría decir que estaba algo rosadita.
— ¡Ya! ¡Anda a planchar!—me ordena bromeando
Luego de tomar su falda, chaqueta y blusa me dirijo a la puerta, mientras lo hacía no apartaba la vista de ella, al pasar a su lado me doy con la sorpresa que tiene unas pequitas sobre sus hombros descubiertos.
—“Carajo, esta mujer tiene que ser mía… Y su hijita también”—pensé con lujuria
Hicimos todos como lo habíamos acordado, luego de dejarle su ropa planchada, voy al patio trasero que se encontraba justo al lado de la habitación de mi prima, un amplio espacio lleno de césped, cerca de una esquina, un viejo roble, que estaba ahí desde que tengo memoria, algunas macetas con flores adornaban varios espacios, una escalera de metal en forma de caracol que se extendía hasta la azotea y un pequeño cuarto que servía de lavandería, tomé asiento en uno de los muebles del jardín que se encontraban justo al centro del patio.
Luego de unos minutos escucho la puerta de mi prima abrirse, giro mi cabeza hacia la derecha y la veo vistiendo el traje sastre que planché, una cartera negra colgaba de su hombro hasta su cintura y en la mano izquierda sostenía un folder de manila. Estaba increíble, su falda y chaqueta le quedan a la medida, la observo de perfil y contemplo la forma redondita de sus nalgas y pechos, su cuerpo maduro la hace tan tentadora, sus pechos, cintura, cadera y trasero hacían una armonía perfecta en cada una de sus curvas.
A los pocos segundos es Elizabeth la que sale de la habitación, leggings súper cortito y apretadito color rosa pastel, una camiseta de algodón color blanco y en ella la figura de un grupo de mariposas que volaban de abajo hacia arriba formando una media luna hasta el cuello.
Mi prima toma de la mano a Elizabeth y ambas comienzan a caminar hacia mí, las dos están increíbles.
—Primito hazme otro favorcito—dice casi como una niña— ¿Puedes quedarte con Eli?
Esa pregunta me tomó por sorpresa, ya que pensaba que se iba a llevar a Elizabeth.
—Claro—respondo tratando de ocultar mi entusiasmo
— ¡Graaacias primito lindo!—exclama y se pone en cuclillas—Vas a quedarte con tu tío Antonio—se inclina y le da un besito exactamente en los labios—Pórtate bien
Por un momento eso me impactó, pero luego recordé que hay algunas personas que hacen lo mismo con sus hijos, aunque no es típico de ver por aquí. Pero para mí esa imagen fue algo muy excitante, imagine a ambas besándose, haciéndolo en serio, como amantes. Con esos deseos en mi mente, podía sentir como mi verga se comenzaba a levantar, aunque en mi mente trataba de contenerme, no quería que mi prima me vuelva a ver en esa situación, al menos no en ese momento.
—Anda con cuidado prima, suerte
—Gracias primito—dice mientras se levanta—Nos vemos al rato entonces—por un instante nuestras miradas se encuentran antes de que ella gire y salga del patio
No pierdo la oportunidad y contemplo sus curvas mientras ella se va moviendo ligeramente las caderas de lado a lado.
—“Que tal culito el de mi prima”—pensé mientras se aleja
Escucho el sonido de la puerta principal, Elizabeth y yo nos habíamos quedado completamente solos, por fin, algo que deseaba desde el momento en que saboreé sus labios inocentes. Ahora me doy el tiempo para observarla con más detalle, al llevar ropa ligera y sobretodo ese shortcito leggin, que apenas cubría un par de centímetros de sus muslos, casi parecía que solo llevaba puesto un calzoncito. Podía apreciar su figura de niña, un par de piernas carnosas, una muy ligera curva desde las caderas hasta su cinturita, la mejor forma de describirla físicamente es diciendo que tiene el cuerpito de una bebé que estaba pasando a la infancia.
— ¿Quieres que te lea un cuento?—pregunto mientras acomodo mis dedos en sus caderitas y las froto delicadamente
— ¡Shiiiii!—exclama sonriéndome mientras sacude su cuerpito de arriba hacia abajo, como dando pequeños saltitos sin despegar lo pies del suelo
—Espérame aquí, ahorita vengo—digo mientras me levanto
No tenía ningún libro de cuentos infantiles, pero se me había algo. Regreso con un cuadernillo rojo y un lápiz blanco en la mano, vuelvo a sentarme, tomo a Elizabeth por debajo de los brazos y la levanto hasta sentarla en mi pierna izquierda.
Sentir el contacto de sus nalgas gorditas sobre mi muslo hizo que se me formara un tremendo bulto debajo del short rápidamente. Teniendo la punta de mi verga en contacto con su muslo derecho.
— “¡Carajo! Esta niña me la pone más dura que su mamá”—pensé
Afortunadamente su inocencia no la hacía darse cuenta de lo que realmente estaba pasando ahí.
Como se lo prometí, comencé a contarle un cuento, usaba el cuaderno apoyado el mi muslo derecho para ir dibujando las cosas importantes mientras le contaba la historia, era “Los tres chanchitos”.
Por momentos dejaba el lápiz para reposar mi mano sobre su muslo, su piel de bebé me ponía como una roca. Acariciaba la piel de su muslito carnoso, suavemente la manoseaba mientras tiraba un poco para hacerla sentir la punta de mi verga, mientras me aprovechaba de ella, trataba de hacer todo lo posible de ir lento contándole la historia, aunque no le daba mucha importancia, ya que podía contarle otro de los tantos cuentos que había.
Recorría su inocente figura, una par de manos se deslizaban por su cinturita, frotaba su barriguita, sus pechitos, que en ese momento apenas eran dos puntitos, al llegar a la parte superior, comienzo a darle un suave masaje, cuatro dedos sobre sus hombros mientras que los pulgares hacían pequeñas presiones en forma de círculos en diferentes puntos de su espaldita, mi sobrinita se veía y sentía tan tierna, sentía que estaba jugando con una muñeca, pero ella era mi muñequita de 4 años.
Así estuvimos por varios minutos, hasta que sin darme cuenta, me doy cuenta que había una pequeña mancha de humedad en la tela de mi short y mientras frotaba mi verga contra el muslo de mi sobrinita comenzaba a dejarle una manchita transparente sobre su tierna piel café. El ver su piel humedecida por mi líquido pre seminal hizo que mi mente volara.
Tomo a Elizabeth, la levanto y la acomodo sobre mi bulto, colocando la rayita que divide sus nalgas exactamente sobre el cuerpo de mi verga, todo esto lo hacía sin dejar de contarle una historia, en ese momento estábamos en “Caperucita roja”.
Mis manos al lados de sus caderas, la punta de mis dedos casi manosean sus nalguitas mientras la deslizo de adelante hacia atrás, una y otra vez lentamente. Era increíble, como sus nalguitas me frotaban, podía sentir perfectamente la división de sus cachetes gorditos presionando y frotando sobre la punta de mi verga, sabía que en cualquier momento podría venirme, pero aguantaba, como nunca antes lo había hecho con ninguna mujer para hacer que ese momento durara mucho más.
—Tio, ¿Qué ashes?—dice sorprendiéndome mientras gira su cabeza ligeramente, como queriendo saber que estoy haciendo ahí atrás
—N-Nada, te estoy dando un masaje, para que sientas rico ¿Te gusta?
—Mmmh… No she, shento algo en mi colita
—Eso es para darte mejor el masaje, poquito a poco vas a sentir más rico
—Ayaaa… Shigue cotannome e cuento
Estaba deleitado con lo fácil que era engañarla, su mente era un pequeño mundo que podía ser invadido por cualquiera.
Deslizo mis manos hasta sus muslitos, mientras la sostengo y acaricio, comienzo a empujar mi bulto contra sus nalguitas. Su cuerpito se levanta ligeramente en frente de mis ojos, cada punteada la hacía levitar sobre mi verga, esa imagen, combinada con el placer que me hacía sentir su culito de cuatro añitos me habían transformado totalmente, mi forma de pensar, mis necesidades carnales, era otra persona, y todo lo había hecho la preciosura de mi sobrinita.
Inclino la cabeza y comienzo a darle besitos en el cuello y hombros, mis labios recorrían su tierna piel de hombrito a hombrito sin descuidar su cuellito de muñeca. Mis manos y caderas continúan haciendo su trabajo y todo eso mientras seguía contándole cuentos infantiles, que por si se los están preguntando, en ese momento era “Blancanieves”
—Me guta tu beshitos—dice la pequeña encogiendo los hombros ligeramente y soltando una risita tierna
Sus palabras me llenaron de emoción, esa nena estaba comenzando a sentir placer, aunque ella solo se enfocaba en mis besos, yo estaba decidido en hacerla gozar en cada rincón de su cuerpecito.
—A mí también me gusta darte besitos—digo manteniendo mis labios en contacto con su piel café
Seguimos así mientras los minutos pasaban, luego de un buen rato de manoseos y punteadas, no pude más, tenía la verga latiendo a mil y las caderas casi temblando. Una corriente eléctrica hace que termine eyaculando, cinco chorros de semen comenzaron a mojarnos, mientras lo hacia la agarré firmemente de las caderas, manteniendo mi verga bien apretada entre sus nalguitas, latiendo y tensándose con cada chorro que disparaba debajo de ella. Gozaba sintiendo como la calidez y humedad se extendían entre mi verga y su culito
Llegué a soltar un par de gemidos, era el mejor orgasmo que había tenido en mi vida, un millón de veces mejor que los que tuve con mi novia
— ¿Tio te ha hecho pipí?—pregunta la nena
—No, yo tenía un vaso con agua y se me cayó un poquito, pero ahorita te limpio
—Aaaah… Yo penshe que ea pipí. Jijiji.
Mi aliento acaricia su cuello al tiempo que me recupero luego de tremenda descarga, aun la tengo sentada en mi verga que aún seguía dura, quería que mi semen la deje bien mojadita, sobre todo imaginando sus nalguitas bañadas con la lechita caliente de su tío.
Así que me decido a contarle un cuento más.
Continuará…
“Disculpen si sienten que la historia va muy lenta. Quisiera que conozcan mis experiencias tal y como las recuerdo, bueno, aun las sigo viviendo, aunque siempre trato de ser breve, pero les prometo que se vienen cosas mejores”
Gracias
Sigue contando por favor muy cachondo todo
Sigue así! Queremos saber más!!!
Súper el relató ojalá y podamos platicar