Un regalo de mi suegra
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por jarillero.
Lo que voy a narrar sucedió el verano pasado. Con mi mujer, mi hija de solo 6 meses y mi suegra, fuimos a pasar las vacaciones a la playa. Mi esposa es una mujer hermosa con un cuerpo sensacional aunque como secuela del parto, tenía unos kilitos de más. Mi suegra, divorciada de 58 años, era un retrato de su hija aunque con el ligero desgaste que producen los años. Alta y delgada, con un busto importante para su cuerpo y un culo que no se destacaba por su gran tamaño, pero si por su redondez y firmeza.
Una mañana me levanté de muy mal humor porque no había podido tener sexo con mi mujer, a pesar de mis caricias y franeleo, no hubo caso. Ella había cambiado mucho desde el nacimiento de nuestra hija y ahora se mostraba más fría y reticente a los juegos del amor. Esta situación, como se comprenderá, me tenía muy mal.
Encontré a mi suegra en la cocina quien se ofreció a prepararme el desayuno pues mi esposa, según me dijo, se había marchado al supermercado y llegaría cerca del mediodía porque además iba a pasar por la peluquería.
Tal sería mi cara, que observándola, mi suegra Mabel me preguntó:
• Qué te pasa Oscar que te has levantado con una cara de pocos amigos.
• Nada Mabel, bueno, nada que pueda contarse.
• Por qué?
• Es un problema que tengo con Cecilia.
• Que pasa, es grave?
• Para mí sí, pero para ella parece que no.
• No entiendo. Te podes explicar mejor.
• Podría, pero como es un tema muy íntimo entre tu hija y yo, me cuesta asumirlo y mucho más contarlo. Y menos a ti que eres su madre.
• Vamos hombre, tal vez yo como soy su madre pueda hacer algo para remediarlo.
• No lo creo. Mira, me da un poco de cosa contarlo porque tiene que ver con nuestra más profunda intimidad.
• Conmigo vergüenza? No te parece que tenemos confianza después de tanto tiempo?
• Bueno, te lo voy a contar pero no quiero que se lo digas a Cecilia que te lo conté. Sucede que desde que nació nuestra hija, Cecilia ha cambiado mucho en lo que se refiere a nuestros momentos de intimidad. Ya entiendes a que me refiero, no?
• Si, ya me imagino de que va. Y que es lo que cambió que te tiene tan enojado. No te satisface en la cama?
• Realmente no. Nuestras relaciones sexuales cada vez son más espaciadas y complicadas.
• Complicadas porque?
• Siempre tiene una excusa para cerrarse de piernas. Cuando no está cansada, es porque la niña necesita atención, y si no, como anoche porque tú podías escuchar nuestros movimientos.
• Vaya, vaya.
• Además y me cuesta un poco decírtelo, pero se niega a ciertas cosas que a mí me gustan mucho y me deja con mis deseos incompletos.
• No acierto a entender a qué te refieres.
• Mira Mabel, y perdóname por lo la forma brutal con que lo voy a contar. A mí me gusta mucho cuando tu hija se lleva mi verga a su boca porque lo hace de maravilla, pero yo no logro que acepte que yo, con mi boca me deleite con su concha. Me dice que es algo asqueroso. No puedo entender que lo que ella me hace esté bien y que lo mío no pueda ser.
• Realmente no lo entiendo. Mi hija es una estúpida o le falla la cabeza porque eso que tú pretendes es lo mejor del sexo para nosotras las mujeres porque nos da un placer infinito e inigualable. Algún recuerdo me queda de cuando mi ex se ocupaba de esos menesteres. Nomás pensarlo se me pone la piel de gallina. Qué no daría yo por volver a vivirlo!
• Mabel, es en serio lo estás diciendo?
• Por supuesto. Más te digo si encontrara alguien que se animara con esta pobre vieja ya se lo estaría pidiendo.
• Y si ese alguien fuera yo, que dirías?
No hubo respuesta, sino una cara de sorpresa primero y luego una sonrisa de complacencia que me animó a acercarme para abrazarla y darle un suave beso en los labios. Como no hubo rechazo de su parte entendí que mi propuesta era aceptada. La tomé de la mano y la llevé a su cuarto.
Siguió callada. Su mirada era de sumisión y entrega mí. La despojé de su camisón, y liberé sus tetas quitándole el corpiño. Sus tetas habían sido víctimas de la ley de gravedad aunque todavía se veían atractivas. Redondas y coronadas por aureolas rosadas que remataban en unos pezones ligeramente marrones que ya estaban tiesos denunciando la calentura de Mabel. A pesar de mi estado de excitación me di tiempo para chuparlas y morderle los pezones durante unos minutos. Caricias que mi suegra recibió con mucho gusto. El siguiente paso, siempre en silencio, fue quitarle sus bragas para descubrir su entrepierna y el culo.
Ante mí apareció un coño rodeado de una pelambre enrulada de color negro que subía por su pubis en forma abundante y desordenada. Con calma le pedí que se sentara en la cama para facilitarme el trabajo, cuando me detuvo diciéndome…
• Cariño te pido un favor muy grande.
• De que se trata Mabel?
• Antes que nada quiero ver y tocarte la verga.
• No hay problemas.
Sentada en la cama y yo de pie, me quitó el pijama, y me bajó el bóxer. Mi picha ya estaba al palo y dura. La tomó con suavidad con sus manos y retirando el prepucio, le dio unos besos a la cabezota en la cual ya asomaban las primeras gotas que Mabel se ocupó en tragar. Me acarició los testículos con ambas manos y con su lengua los repasó varias veces. Luego, abriendo bien grande la boca se metió la verga y empezó a mamarla con un entusiasmo digno de una quinceañera. Sus labios recorrieron una y otra vez mi garrote, su lengua no dejaba de lamer cada sitio en donde se posaba regalándome un placer inmenso. Con sus manos prendidas al falo, mientras seguía mamando, me hacía una paja deliciosa. Estuvo unos minutos en esa faena y casi logra que me corra.
• Discúlpame, me dejé llevar por mi calentura. Hacía mucho tiempo que no veía una pija, y la tuya es una belleza, aunque es tan gordita que mete miedo.
• Si te gusta tanto y tenemos tiempo nos podemos dar el gusto con un 69, no te parece? Pero vamos a lo mío ahora, de acuerdo?
Me arrodillé frente a ella y sentada como estaba, abrí sus piernas para tener el mejor panorama posible. Sería por la calentura y el antojo de comerme una concha que esa me parecía la más bella del mundo. Mi pasión por las vaginas se vio compensada al descubrir, que pese a sus años, mi suegra tenía una vulva perfecta, de labios exteriores delgados en forma de mariposa y un interior de un rosado intenso. Me abrí paso en su pelambre y mi lengua empezó por lamer las paredes vecinas de su concha. Tan solo eso y Mabel empezó a tensarse. No bien puse la lengua en su vulva dando un par de pasadas en sentido vertical, dando un quejido profundo se corrió en mi boca entregándome sus jugos, algo ácidos pero deliciosos a mi paladar. La dejé recuperarse por unos segundos y acometí nuevamente. Mi curiosa lengua no dejó rincón por merodear y hasta pude entrar en su cavidad doblando la lengua como si fuera un pene. Mabel no dejaba de acezar y gemir cada vez más profundamente y no bien gatillé mi primer toque en su clítoris me hundió la cabeza en su entrepierna y volvió a correrse tan brutalmente que su cuerpo se sacudió como una poseída.
Este es mi vicio. Chupar conchas me enloquece y esta vez la estaba enloqueciendo a Mabel. No me detuve, seguí chupando, lamiendo y hasta mordiendo ese rincón deseado. No quería terminar porque a la vez que le daba un inmenso placer a Mabel, yo también gozaba intensamente.
Cuando me detuve en un momento para llevar más aire a mis pulmones, Mabel, que estaba enloquecida de placer me pidió…
• Por favor Oscar, tu mamada me volvió loca pero ahora necesito que me la metas toda en mi concha. La quiero sentir dentro mío y que me acabes adentro. Quiero tu leche, por favor no me dejes así.
• Bueno, que siga la fiesta, ponte en cuatro que así resultará mejor la penetración.
• Bueno pero por favor hacerlo despacio porque tu verga es tan gorda que tengo miedo.
Como se imaginarán mi instrumento estaba tieso como nunca, apunté hacia su cueva y lo deslicé despacio. Como su concha estaba muy mojada por sus jugos y mi saliva, la picha se deslizó sin problemas más allá de la estrechez que se presentaba y que Mabel sobrellevaba con entereza por el dolor que debía sentir. Poco a poco fue entrando entre suspiros y quejidos de mi suegra que, cuando la tuvo toda adentro y sintiéndose cómoda y habiéndose habituado al dolor me pidió que le diera con todo.
No me hice de rogar y empecé a entrar y salir. La había tomado de sus caderas y el movimiento se hizo intenso y pronto sentí las ganas de acabar. Fue ahí que oí…
• Qué cosa más hermosa, como estoy gozando. Ya no me duele. Debo parecerte una puta, pero me estás dando un inmenso placer. Métela toda hasta los cojones, la quiero toda adentro. Qué cosa tal buena.
• Me encanta que goces tanto suegrita, realmente te lo mereces por haberme dado el gusto.
• Estoy por acabar yerno querido, lléname con tu leche, por favor.
• Yo también me derramo. Ahí va.
No recuerdo que antes de ese polvo hubiera derramado tanto esperma. Salieron varios disparos que inundaron la vagina de mi suegra con su beneplácito pues no dejaba de repetir lo mucho que estaba gozando.
Cuando retiré mi verga de su concha, Mabel la tomó en sus manos y llevándola a su boca chupó las últimas gotas. Tal era el estado de locura de esa mujer.
Miré el reloj y mi picha caída y vencida. Todavía había tiempo para seguir gozando. Nos tendimos en la cama tomados de la mano recuperando el aliento. Su otra mano buscó mi picha y la encontró muerta. Me miró y me dijo…
• Esto fue todo? Mira que tenemos tiempo para seguir jugando.
• Un poco de paciencia Mabel. Tienes que dejarme recuperar, aunque si a mí verga le das otra sesión de mamada es probable que se recupere más rápidamente.
• De acuerdo. Veremos si soy capaz de darle vida otra vez.
Se arrodilló y acercándose agarró mi miembro en sus manos para llevarlo a la boca y comenzar a darle caricias y mamadas. Puso mucho empeño en la tarea y pasados unos minutos el muerto empezó a resucitar. De a poco fue tomando rigidez en la boca de Mabel que continuaba mamando. Cuando estuvo lista para un nuevo embate le susurré…
• Que te parece si ahora me como el chiquito?
• Qué? Por atrás no por favor. Nunca lo hice porque me pareció sucio y doloroso. Con esa picha tan gorda que tienes me vas hacer daño. Estás loco?
• Vamos suegrita, no aflojes. Lo voy a hacer con cuidado.
• No por favor, es muy gorda.
• Te prometo que no te va a doler y que vas a gozar como nunca.
• Estás seguro? Si me duele no te hablo más.
Así, refunfuñando y todo, la pude convencer. Le pedí que se pusiera de espaldas tomándose las piernas con sus brazos para tener el mejor panorama. Me acerqué y le chupé el agujero anal, acción que evidentemente Mabel no esperaba pues pego un respingo. Mojando mis dedos en su panocha empapada por sus jugos y mi esperma, empecé el dedeo previo. Primero fue el dedo mayor que suavemente introduje a la vez que preguntaba…
• Duele Mabel?
• No, al contrario me da un gustito lindo.
• Ahora probaré con otro, si hay dolor me avisas
Dispuse que fuera el momento del índice el que acompañara al mayor para empezar los movimientos circulares necesarios para dilatar el esfínter. Iba todo bien por lo tanto el anular se acopló a la tarea. Siempre haciendo el masaje que Mabel decía disfrutar. Cuando presumí que el chiquito estaba preparado, puse la punta de mi verga en el agujero y comencé a penetrarla. Obviamente que lo hacía muy despacio esperando alguna reacción. Cuando de golpe empujé y el glande pudo superar la barrera de ceñido esfínter, Mabel reaccionó…
• Ay, Ay, me estas partiendo al medio! Pará por favor que me duele. Sácamela Oscar!
• Tranquila suegra, ya pasó lo peor. Ahora nos quedamos quietos para que tu ano se acomode. Vas a ver que el dolor se te pasa. Tienes que relajar los músculos y el dolor se pasa en unos segundos. Respira hondo.
Pasados unos tres o cuatro minutos donde nos mantuvimos quietecitos y callados, me dijo…
• Cariño ya casi se me pasó el dolor.
• Ya te lo dije, cuando ya no te duela va a venir lo mejor.
• Pues ya no me duele tanto pero estoy ansiosa por recibirte.
• Entonces vamos.
Y empecé a metérsela suavemente. De a poquito la verga se fue perdiendo en las profundidades de la tripa de Mabel, quien ya no se quejaba, sino empezaba a suspirar y gemir de placer. Cuando razoné que el ano de mi suegra ya había aceptado mi picha sin dolor, vino el mete saca de rigor, en medio de sus gritos de goce.
• Qué bueno, qué lindo, me gusta mucho. Tenías razón yerno querido esto es lo más.
• Me encanta que te guste y que goces. Parece que te has olvidado del dolor.
• Qué va, eso ya fue, ahora me encanta que me la metas hasta el fondo. Ah, espero que me llenes de leche otra vez.
No tardé mucho en complacerla. La intensidad del pistoneo y mi calentura me ayudaron a derramar en su culo el esperma que me quedaba. Lo hice gritándole…
• Me gusta tu culo putita. Que placer me estás dando mujer. Esto es una gozada brutal.
• Ah, te siento dentro de mí y me vuelves loca con esa verga.
• Gracias Mabel por sacarme las ganas. Eres maravillosa. Te juro que nunca gocé tanto con un culo como hoy.
Dejé que mi verga permaneciera en su conducto anal hasta que salió goteando totalmente inerme. Me volví a recostar a su lado no sin antes darle un profundo beso de agradecimiento. Así pasaron unos minutos hasta que calculé que no había tiempo para recuperarme para otra tenida. Mi esposa estaba al llegar. Nos vestimos rápido y volvimos a la cocina. Mabel me dijo…
• Lo siento por mi hija, pero si no se entera podríamos repetir lo alguna vez, no te parece?
• Por supuesto suegrita, yo soy materia dispuesta. Hay que buscar la ocasión porque nos quedaron algunas cositas por hacer, entre ellas un 69 que quedó pendiente.
La abracé y le di un beso de agradecimiento por el momento grato que me hizo pasar. Justo en ese momento sonó la bocina del auto de mi esposa anunciando su llegada. Salí a recibirla con beso y una cara de alegría que se notaba a primera vista.
• Se ve que has dormido bien anoche porque se te nota tranquilo y relajado.
• No solo eso sino que tú madre me sirvió un desayuno fantástico. Además estuvimos charlando de varias cosas.
• Me alegro que te lleves bien con mi madre.
• Yo también.
Mientras decía eso ya estaba tramando cuando volvería a encamarme con mi suegra.
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