Una chiquilla curiosa: Sexo pleno con mi nieta en la habitación matrimonial
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Dichosos los ayeres cuando todo el tiempo andaba con la reata parada y si era posible eso de “echar dos sin sacar” era casi una obligación.
Digo, porque esto de cogerme a Estefany ha empezado a afectar mi relación con su abuela.
Es que como bien he relatado antes, mi mujer es caliente y hasta el día en que nuestra nieta nos encontrara teniendo sexo cogiamos casi a diario.
Tiempos aquellos en donde mi gordibuena mujer y yo nos entregábamos en intensas sesiones de sexo apasionado, porque algo era claro, a mi vieja le encanta la verga.
Complaciente como ninguna, le gusta mamar hasta hacerme acabar en su boca aunque su delirio es montarme.
Dice que la vuelve loca sentir mis 17 cm perfectamente acoplados en su vagina.
También le gusta que le de por el culo, ese que a pesar de haber estado casada por años con su difunto esposo jamás le dio uso antes.
Algo lógico, pues aunque vivimos en tiempos “modernos” algunas prácticas sexuales en esta zona de México son consideradas inmorales y hasta contrarias a la naturaleza humana.
– Mi chiquito jamás va probar verga – me decía una amiga cuando me la cogi y la tenía hasta con los huevos adentro y le pedí regalarme ese otro tesoro suyo.
Incluso el sexo oral es considerado acto obsceno y digno de putas o mujeres inmorales.
Pero mi vieja con mi ayuda había superado esa etapa y ahora se entregaba a todo aquello que la hiciera sentir y gozar la sexualidad plena.
Eres lo más rico que me ha pasado – decía agarrada a mi garrote después de una buena follada.
La mayoría de las veces terminaba recostada sobre mi parte baja con su mirada fija en aquel pedazo de carne que la hacía tan feliz, lo observaba cómo queriendo adivinar el porque la hacía sentir tanto placer.
Que rica mi vergota – la escuchaba susurrar mientras se quedaba dormida.
Como bien dije al principio, últimamente el sexo entre mi mujer y yo había mermado.
Si antes lo hacíamos a diario, últimamente quizá una o dos veces por semana.
Muchas veces tuve que achacarlo al hecho de que estaba trabajando más, a responsabilidades extra por mi recién ascenso en la empresa.
La realidad era otra.
Desde aquel día cuando Estefany yo habíamos tenido sexo en el estacionamiento de la escuela, ella me buscaba a diario.
Tanto que muchas veces tuve a bien quedarme por ahí hasta llegada la noche cuando ya sus padres hubiesen ido por ella a la casa.
Caso contrario ahí la tenía, buscando el momento de quedar a solas conmigo y una vez más jugar al sexo.
Como negarle la verga a una niña de casi 13 años, aunque por su forma de actuar pareciera tener 30.
Experta en el arte de mamar verga, le gustaba engullir todo cuanto soportaba su garganta mientras me miraba con esos ojos inocentes aunque con un brillo de lujuria en ellos.
– Te gusta abuelo – preguntaba arrastrando las palabras.
Me acariciaba los huevos y con un acto de sadismo me los jalaba hacia atrás como si quisiera con ello dejar toda mi tranca fuera del estuche.
– Que rica abuelo.
¿Te gusta como te la mamo? – preguntaba de nuevo.
Si bebe – alcanzaba a articular yo prácticamente en otra dimensión -.
Estábamos solos, en la recámara donde una vez me descubrió dándole verga a su abuela.
Hoy era ella la que gozaba, sentada al borde de la cama me chupaba haciéndome sentir sensaciones hasta en el culo.
Quizá por el uso diario (No dejábamos de tener sexo desde hace más de un mes) mi verga se mantenía un tanto inflamada, tanto que hasta mi mujer lo había notado y se había alegrado por ello, porque la llenaba completa – decía –.
Estefany no había dicho nada, pero su boca asumía el cambio, aquella polla negra apenas si le cabía en su cavidad bucal.
Había llegado el momento cumbre, le quite su ropa dejando ver ese cuerpo de niña con vulva de mujer, porque cierto era que tenía 12 pero igual quizá por el mucho uso, su vulva se le había hinchado, los labios vaginales estaban gruesos y su pepa se dejaba ver grande y vigilante de la polla que quisiera invadir aquella cueva rica, por demás jugosa, caliente y adicta a la verga.
– Colócate de perrito – le pedí mientras me masturbaba un tanto, más para preparar a mi buen amigo en la aventura que iba a vivir dentro de aquel coñito.
Se la metí sin mayor dificultad, aunque pude sentir como mi pene se abría paso en aquella vagina ardiente.
Estefany gimió intensamente, sus manitas buscaron aferrarse al cubrecamas, sus ojos cerrados como si con ello quisiera vivir más intensamente el estar ensartada en aquella verga que no era otra que la de su abuelo.
Porque me había confesado, que era conmigo con quien más rico sentía.
Con Andrés y con Johan no termino Abue- decía refiriéndose a que sus tíos de 15 y 17 también tenían sexo con ella – Es que la tienen muy chiquita y terminan muy rápido – aclaraba -.
La culeaba despacio, ella parada en el piso sostenida en la cama.
Yo detrás aferrado a su tierno trasero, Igual parado en el piso y ligeramente agachado porque ella era mucho más baja de estatura que yo, porque sin ser un gigante la familia de mi mujer apenas y sobrepasa el 150 de estatura.
De hecho, en la zona donde vivimos el estándar de altura es esa.
La mayoría de las personas son de origen indígena, los hombres son los más altos, 160 cuando mucho y su pito es corto.
Quizá por ello mi mujer presume de tener a su vergudo, aunque para ello tuvo que casarse con alguien que no nació en su país.
¿Te gusta bebe? – le preguntaba a Estefany entre jadeos- ¿Te gusta como te coge tu abuelito? ¿Te gusta sentir mi verga adentro amor? Si abue – alcanzaba a decir – Me gusta, me encanta abue.
Me gusta tu vergota, me gusta cómo me llenas mi cuevita.
Las palabras parecían sobrar, quizá los jadeos de ambos proyectarán mejor lo que sentíamos.
Gemíamos los dos, la respiración como si corriésemos alguna carrera olímpica.
El sonido de nuestros cuerpos chocando era el acompañamiento perfecto en aquella velada de sexo, mi verga estaba morada de tanta sangre acumulada en su interior.
La sentía palpitar, mi culo otra vez sintió aquella sensación, era como si desde dentro emanará corriente y se desplazará luego a mi parte baja y de ahí por toda la extensión del pene.
Me subo abue – dijo casi suplicando mi nieta- y cómo si en ello nos fuera el final feliz de lo que hacíamos, rápidamente nos desenchufamos y ahora fue ella la que tomó la iniciativa.
Me cabalgó como tantas veces lo había hecho.
Ella misma se colocó mi verga en la entrada y sin perder tiempo se la enterró sin dejar un ápice fuera.
Sentir su calentura y aquella sensación de fuego hizo que igual yo le diera con más fuerza, mis caderas prácticamente en el aire culeando hacia arriba.
Ella igual moviendo su culito de de atrás hacia adelante como bailarina de samba brasileña, gimiendo, contorsionándose como si aquello que sintiese fuera algo que no podía asimilar.
Sentí su vulva contraerse una y otra vez, abrió su boca y emitiendo un prolongado ahhhhh termino.
Un líquido caliente empezó a resbalarse por mi tranca y fue entonces que empuje una, dos y tres veces hasta acabar yo también.
Sentí como mi verga vomitaba grandes cantidades de leche caliente.
Quede exhausto, ella también.
Nos quedamos así uno encima del otro, yo debajo sintiendo su cuerpecito relajarse poco a poco.
– Que rico Abue – me haces muy feliz.
Te quiero Abue …
Nos pusimos de pie, el semen le corría por la entrepierna.
Mi verga parecía satisfecha de lo que había hecho, todavía a medio empalmar con una última gota escurriendo de su trompa.
– Abuelo – dijo Estefany-
No me dio tiempo a hablar.
– Quiero tener un hijo tuyo.
Y como si también quisiera hacérselo saber a mi pene, lo tomo con una mano para luego decir:
– Rica vergota.
Quiero que me hagas un hijo.
Luego si decir más, se metió al baño a asearse.
Escuche cuando la regadera empezó a caer y como aquella chiquilla se puso a hablar con su habitual acento de niña jugando.
Absorto en lo último que había dicho Estefany, me puse unos shorts deportivos y cómo si quisiese olvidar o ignorar el comentario encendí la televisión para esperar que ella saliera y luego también yo darme un baño.
Fue entonces que escuche que tocaban a la puerta, era la madre de Estefany.
La hija mayor de mi mujer.
– Tefy – Así le dicen – Tefy, ya vámonos.
Se nos había pasado el tiempo.
Serían las 5 de la tarde, aunque normalmente llegaban a traerla entrando la noche, a eso de las 7 pm.
– Se está bañando – dije –
Un sentimiento de culpabilidad invadió mi ser.
Sabía que no era normal que su madre llegara a estas horas, pero supe que debía abrir rápido para evitar cualquier sospecha.
– Hola – dije percatándome que había salido nada más en short – Se está bañando.
Recién vino de la tienda y parece que se mancho con algo que compro.
Dijo que tenía calor y se entro a bañar.
– Ah.
Gracias.
¿Está mi mamá? – preguntó moviendo su cabeza como si quisiera cerciorarse por ella misma.
– No, no ha venido todavía.
Creí saber que mi hijastra olía el aroma a sexo que revoloteaba en el interior del cuarto.
Pude percibir que por un instante su vista recorrió mi cuerpo desnudo y hasta de manera fugaz mi paquete, porque a falta de interiores podía saber que se notaba en aquellos shorts.
– Tefy -dije – te busca tu mamá.
– Me estoy bañando Abue
– Apúrate bebe – dijo su mama – Gracias – dijo ahora dirigiéndose a mi-
– No hay porque.
Si gusta la espera dentro – dije dejándole el espacio por si quería entrar.
– No – dijo dándose la vuelta – La espero en la sala.
Pude ver su gordo trasero moviéndose de lado a lado mientras se alejaba e ir a sentarse al sofá que teníamos frente al televisor de la sala.
Por un instante creí saber que se sentía observada, que sabía que yo la miraba quizá con deseo, porque según me había dicho mi mujer no estaba satisfecha con el sexo que practica con su marido.
– Dice que tengo suerte – me había dicho mi vieja -que tengo suerte de haberme encontrado un hombre como tú.
Que dichosa yo por tener mi propio semental.
Ya os he contado, que mi mujer de manera inocente les había dicho a sus hijos que yo tenía una “anaconda” por paquete.
Por lo que ellos en secreto me apodaban con ese nombre.
Incluso su hija y mis cuñadas bromeaban y le decían que me preguntara si no tenía algún hermano disponible y soltero.
Por eso quizá es que yo en más de alguna ocasión había fantaseado con que alguna vez podía hacerlas parte de mi harem sexual.
Nota:
Los nombres acá utilizados son falsos, con la intención de ocultar la identidad de los protagonistas.
Los hechos relatados son lo vivido en los últimos 5 años.
Cuando iniciamos el juego de sexo con Estefany tendría 12, en la actualidad tiene casi 14.
Falta por relatarles lo que hemos en el último año, en donde se descubren más cosas del incesto en esta familia incestuosa.
Seguiré contando….
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