UNA FAMILIA a-TÍPICA – Parte 2 – Cálidas Bien-venidas
El día antes de Nochebuena fue de descubrimientos cada vez más excitantes sobre mi típica familia..
Un delicioso olor a panqueques y miel de maple me despertó de mi sueño.
– El desayuno preferido de mi hermosa Andrea. – Pensé.
Poco antes de querer abrir los ojos, estiré mi brazo para abrazar a Mary, aunque abracé únicamente el aire, dándome cuenta que su día había
empezado antes que el mío.
– Ni qué hacerle, A iniciar el día! – Pensé en voz alta, esperando que alguien me secundara mi afirmación, aunque sabía perfectamente que las gruesas paredes de piedra de la cabaña no dejarían pasar algún sonido hacia el resto de la casa.
Miré el reloj en la habitación: 8:15 de la mañana. Puse los pies descalzos sobre el tapete que rodeaba la cama y en seguida llegó a mí otro
olor agradable.
– Lavanda. – Pensé. – Qué generoso detalle el del dueño de la hacienda el aromatizar los tapetes.
Sentí en mis dedos de los pies lo suave del tapete mientras que, aún con los ojos cerrados, intentaba recordar lo que había soñado…
Mi hijo con un plug anal insertado en su culo, mientras lo movía salvajemente de adentro hacia afuera. Su verga se erigía gruesa y con la cabeza roja, y mi hija dejando el celular con la linterna encendida en la mesa del cuarto para colocarse sobre el regazo de su hermano, acomodando
con su mano la verga en el lugar justo para ser penetrada.
Poco a poco bajó su cuerpo para ser totalmente poseída por su propio hermano, mientras que lentamente comenzaba el vaivén en una danza sexual. Su cara reflejaba felicidad, una felicidad muy extraña a los 14 años. Me ví tomando a mi hija por las nalgas, en la entrada de su habitación, insinuando qué también la podría coger si ella lo quisiera…
A MI PROPIA HIJA!!!
Abrí los ojos de golpe… Eso no fue un sueño. Miré mi propio bulto, sentía como la sangre llenaba poco a poco mi verga. Alcancé mis pantuflas
y me levanté.
Me dirigí aún tambaleante hacia la cocina, en donde ví de espaldas un trasero redondo y marcado posado sobre las sillas altas de la enorme
barra de piedra que usaríamos como desayunador. Ahí estaba Mary sentada, presumiendo una pijama azul cielo que dejaba entrever una tanga roja con encaje negro que hace poco le regalé, misma que se había puesto el día anterior después de salir de bañarse. Su pecho era vagamente cubierto con una pequeña blusa de tirantes que mostraban sus pezones pequeños y negros a través de ella, dejando nada a la imaginación.
Mary giró levemente su cuerpo cuando iba entrando a la enorme cocina de la cabaña, dejándome ver un pequeño plato hondo en donde descansaban
frutas diversas peladas y picadas. Mi hambre matutina me terminó de despertar justo para oír la primera queja del día:
– Ayer no me llevaste ni la pastilla ni el agua.
– Ya estabas dormida, mejor te dejé descansar pensando que se te pasaría el dolor con el sueño. – Repliqué intentando esconder mi nerviosismo.
Al frente de la cocina estaba mi hermosa Andrea, ese angel de estatura sobresaliente y cabello negro y lacio. Traía puesta una camisa mía que
alguna vez me quitó del guardarropa y que presumía como su ropa para dormir. Como ya era costumbre, debajo de la camisa únicamente tenía un
calzón tipo bikini de color azul, el mismo que toqué ayer cuando la dejé en su habitación. Me acerqué y la abracé cariñosamente, terminando
mis buenos días con un beso en la parte superior de su cabeza.
– Buenos días, princesa. ¿Cómo dormiste?
– Buenos días, papi. No tan bien, me dormí bastante tarde porque escuchaba muchos ruidos de afuera.
Sabiendo que esto era una completa mentira, le hice un guiño rápido que mostró mi complicidad tácita.
– Seguro fue por eso. Habrá sido algún mapache.
Nos sentamos a desayunar 3 de los 4 integrantes de la familia, haciéndome preguntar dónde se encontraba Javi en ese momento.
– Se fue a correr desde temprano. Dice que quiere correr los 10 km que corre en sus entrenamientos.
– ¿13 años y se levanta a las 7 de la mañana para correr 10 km? Allá él… Se perderá de sus panqueques calientitos.
Nos pusimos a desayunar y platicamos lo que haríamos ese día apenas nos alcanzaran los abuelos, tías y primos…
*DIIING DONG*
Los 3 dimos un sobresalto. Pusimos los platos sobre el fregadero y mandé a Andrea a ponerse algo de ropa decente. Miré el reloj de la cocina, eran las 9:30 de la mañana. Nos dirigimos al recibidor.
Mary abrió la puerta para recibir a Leti, mi hermana mayor: Una hermosa mujer de 1.80 de altura. Su blanca cara mostraba ya pequeños signos de envejecimiento, pero no dejaba de ser una mujer bella. Su cabello castaño llegaba a sus hombros. Sus senos bastante grandes y su trasero pronunciado y bien formado dejaban ver que siempre fue una niñota.
– ¿Como están, familia? – Le dio un abrazo a Mary y fue posteriormente a abrazarme.
Inmediatamente después se bajaron mis sobrinos: Jaime primero, un muchacho de 13 años alto, un tannto rellenito, y más pálido que hacía 2
años que lo ví por última vez, seguramente producto de su poca disposición para salir a jugar al exterior o hacer ejercicio. Su cara me recordaba cada vez más a la del abuelo. Entró como bólido buscando a su primo…
– Se fue a correr desde temprano, Jaime. – Comentó Mary, mientras que mi hija iba llegando de su cuarto al recibidor.
De la Suburban negra que manejaba mi hermana se bajó a continuación la hermosa Mirell. Una niña bastante alta para su edad, de tez blanca ligeramente apiñonada y con una cara angelical iluminada por dos ojos verdes enormes, y adornada por un pelo muy ondulado y de color castaño que caía formando caireles. Sus labios carnosos y rosados nos contestaron la bienvenida con un beso en la mejilla a cada uno. Tenía un cuerpo delgado y sus senos incipientes no eran más grandes que un par de limones. Vestía un pantaloncito de mezclilla y un top que mostraba de
manera muy difuminada sus muy pequeños pezoncitos y un abdomen plano. Su trasero no mostraba mucho, al final es una niña de casi 11 años.
Mis papás se bajaron a continuación: Primero Doña Leticia, una hermosa señora de 57 años, de estatura media.
Su cabello lacio ya era por completo de un color plateado brillante, pero su amorosa cara permanecía bella con el tiempo. Su cuerpo aún presentaba curvas, mismas que me provocaban a menudo un deseo carnal y terminaban haciendo que me masturbara a escondidas pensando en ella.
A continuación se bajó Don Manuel, mi papá. Un viejo lobo de mar de 60 años. Un roble de 1.95 de cabello castaño aún poblado. Nos abrazó a los 3 que estábamos en la cabaña y bajó sus maletas.
A lo lejos divisé a Javi volviendo de su carrera matutina, con el torso descubierto y dejando ver lo atlético de su cuerto y el fruto de su entrenamiento periódico. Saludó brevemente y se fue con la misma carrera a darse un baño templado.
Nos pusimos a platicar en el salón principal mientras Jaime se iba al cuarto a esperar a su primo y Andrea le daba un tour por la cabaña a su prima Mirell. Así pasamos buena parte de la mañana.
*DIIING DONG*
Volvió a sonar la campana. El reloj marcaba las 11:00 de la mañana cuando todos se pararon al recibidor, excepto por mi hermana Leti y yo,
quienes nos quedamos en el salón principal.
– ¿Qué tienes, hermano? Te noto algo nervioso.
– Nada importante, estos muchachos me vana sacar canas verdes.
– ¿Van mal en la escuela? O Por qué lo dices?
– No me hagas caso, fue algo que pasó ayer en la noche que me causó consternación, pero no le prestes importancia, estamos bien.
Noté en su cara una leve sonrisa, como si supiera exactamente lo que me tenía que contestar…
– Es dificil saber que a tus hijos les encanta el incesto, ¿verdad?
¿QUÉ DIJO? ¿ESCUCHÉ BIEN? ¿CÓMO SABE?
– ¿Perdón? No te escuché.
– Si me escuchaste, Manu, pero te lo repito. – Dijo en voz baja. – Que a tus hijos les encanta cogerse uno a la otra.
En ese momento se me heló la sangre… ¿Cómo era posible que lo supiera? ¿Por qué me lo dijo con esa naturalidad? ¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN ESTA
FAMILIA?
– ¿A qué te refieres con eso? ¿Quién te dijo?
– Ay, hermanito. Seguido le reviso a Jaime su celular sin que él se de cuenta. No tienes idea de las cosas tan enfermas que se platica con
su primo, y de los videos que se mandan. Hoy en la mañana, cuando se estaba bañando, leí la plática de ayer en la noche con Javi, que se volvió
a coger a su hermana. Le envió el video en donde apareces atrás, escondido en la puerta. Le comentó que los sorprendiste, pero que esperaste 10 minutos para ver lo que estaban haciendo, o más bien para admirarlos. En el video se ve cómo entras al cuarto, y sales con Andrea.
Sin dar crédito a la naturalidad con la que decía todo, le pregunté su opinión al respecto, haciendo cada vez menos creíble la situación.
– El incesto siempre ha estado presente en nuestra familia, Manu… ¿Cuándo me has conocido un novio? Ve a Jaime y a Mirell, ¿a quién se
parecen?
Notó cuando mi semblante cambió de asustado a pálido.
– ¿A nuestro papá?
– Papá me cogía desde que tenía 12 años. Tú nunca te diste cuenta porque estabas muy pequeño o porque nunca estabas en la casa. A mamá le gusta ver que papá disfrute, le encanta participar en nuestros tríos y estar al pendiente de que los tres lo disfrutemos. Mis hijos son de él, pero por supuesto ni ellos ni nadie más lo sabe. La sangre llama, Manu, y sabía que el incesto algún día florecería contigo y tus niños.
– ¿Estás loca? Jamás podría hacerle esto a mis hijos.
– Pero lo hiciste, te quedaste viendo todo lo que hacían con un morbo evidente. Actuaste únicamente porque Andrea se dió cuenta de que estabas
ahí. El video no miente, hermanito.
– ¿Lo sigues haciendo con ellos?
– ¿Vivo con ellos, tú qué crees? Solamente hay dos reglas: La primera es que haremos lo que queramos hasta que alguien diga que no.
– ¿Y la segunda?. – Dije, ya un poco más curioso que horrorizado.
– La segunda es que mis hijos no se meten con ellos. Si en un futuro planean hacer travesuras entre ellos, ellos lo tienen que descubrir…
Como le pasó a los tuyos.
– Entre más me dices, menos puedo creerlo, Leti.
– Creo que ya entraron con July, pero te propongo algo: Como cada quien va a estar en su habitación, incluyendo los niños, asómate a la habitación de nuestros papás a la media noche y lo verás.
No podía dar crédito a lo que acababa de pláticar, y mi cara lo hacía notar totalmente… Fue en ese momento cuando una mano sobre mi hombro
me hizo volver al mundo.
– Levántate y saluda, grosero, que tiene tiempo que no me has visto!
Voltée y vi a mi hermana Julieta, de 22, a pie del sillón. Mi hermana es idéntica a mi madre, de mediana estatura, con curvas bastante llamativas y con una buena cantidad de cabello ondulado y negro, como solía estar mamá hace muchos años.
La abracé cariñosamente y le di un beso tronado en la mejilla.
– Qué gusto de verte, Mini Puchi. – Le dije, nombrando el apodo que le puse por ser menor que nosotros por muchos años.
Voltée a mi derecha y pude ver a Mary cargando una preciosa niña morena. Cuando estuvo junto de mí, la cedió para que se me pudiera subir
ahora a mí.
– Mira quién te vino a saludar. – Dijo Mary.
– Hola, tío!
Sentí en ese momento cuando se me trepaba encima una hermosa niña negra de cabello rizado, con ojos negros como obsidiana y labios carnosos
de un rosado intenso. Portaba un vestido de flores amarillas que, al echárseme encima, me hizo sentir su cálida entrepierna en mi estómago.
Al estar trepada en mí no hubieron muchos lugares de donde sujetarla, más que de su trasero, por lo que gentilmente pasé mis brazos por debajo
de su vestido para que se sentara en ellos. Sentí unas nalgas pequeñas, redondas, inmaculadas, protegidas por un calzón delgado y bastante suave.
– Hola preciosa Nicole. – Le saludé también dando un beso en sus mejillas.
Olí su colonia infantil de fresas que su madre le había puesto y la
bajé para saludar a Adrián, el ahora novio de mi hija.
– ¿Cómo has estado, cabrón?
– Muy bien, señor. – No hubo mucho más que agregar, evidentemente no era alguien de muchas palabras.
– Vamos a acomodarnos todos y a comer, que ya hace hambre.
Eran las 2 de la tarde. Las horas posteriores se pararon rápidas entre risas, juegos, la fogata encendida en el centro del enorme patio de la hacienda y los bombones al caer la noche. Realmente no pasó mucho.
A las 10 de la noche nos dispusimos a arreglarnos para dormir. Entramos al cuarto mi esposa y yo, y nos dimos un buen baño. Al terminar de bañarnos, y aprovechando nuestra desnudez, mi esposa me agarró de la verga y me condujo hasta la cama. La tomó con su mano y la metió entera a su boca, pues sabe que me vuelve loco que haga eso. Mi falo se empezó a dilatar y mi respiración a entrecortarse, pero mis nervios por lo que sucedería no me dejaban concentrarme bien.
– Espera, amor. Iré a ver si todo está cerrado. No queremos que se meta el mapache que andaba asustando ayer a Andrea.
– Anda, que yo te espero aquí.
Salí de la habitación hacia la de mis padres, pero escuché que se estaban bañando, al igual que Leti en su habitación. Entendí que aún era muy
temprano. Fui a la habitación de los muchachos, a quienes sorprendí tratando de «buscar alguna caricatura» en la televisión. No le dí mayor
importancia aunque noté su verdadero afán…
– No quiero sorprenderlos viendo porno, cabrones. – Les reprendí categóricamente.
– Y si lo ven, no vean cochinadas, ya están grandecitos.
Salí de su cuarto y entré en el de las niñas, ya dormidas cada una con su pijama. Comprendí en ese momento que estaba enfrente de dos mujercitas
súmamente hermosas. Cerré la puerta de su habitación. Pasé por la habitación de Julieta y Adrián, y escuché muy levemente un golpeteo y un sutil
gemido, por lo que entendí que estaban cogiendo. Intenté silenciosamente abrir su puerta, pero estaba cerrada con seguro.
– Ellos sí cierran su puerta. – Pensé.
Di un rondín por la casa y me aseguré que ventanas, cortinas y luces estuvieran cerradas. Volví entonces a mi habitación, donde encontré a mi
mujer esperando por mi con los brazos… O mejor dicho, con las piernas, totalmente abiertas.
El sexo fue muy extraño, para serles honesto. Con cada embestida pensaba en la plática que tuve con mi hermana. Me imaginé siendo mi papá y tomando a esa niñota de 12 años por las piernas blancas y gruesas que tenía. Imaginé viendo su vulva blanca que apenas mostraba unos pocos vellos castaños. Me imaginé metiéndole la verga y diciéndole: Me voy a venir, Leti hermosa, mientras descargaba todo mi semen dentro de ella.
Me di cuenta que, entre más pensaba en eso, más excitado me ponía, pero menos me podía venir.
– Qué pasa, amor? No puedes venirte?
– Ando nervioso, no quisiera que alguien nos escuchara, mucho menos los muchachos o las niñas. – Mentí descaradamente.
– Está bien. Ya en casa me lo compensarás.
Nos dimos un buen beso y dejamos las cosas por santa paz. Nos acostamos a dormir cuando el reloj marcó las 11:35 de la noche, aunque sabía que
debía aguantar esos 25 minutos simulando estar dormido.
El tiempo pasó demasiado lento, pero pasó. Voltée a ver el reloj, apenas visible por la luz de la luna que entraba por la ventana: 11:55 de la noche.
Me paré disimuladamente esperando no despertar a Mary. Fui exitoso. Salí de la habitación y la cerré de manera silenciosa. Recorrí esos 5 metros que separaban mi puerta de la de mis papás, esperando que toda aquella plática fuese una broma pesada, pero con una curiosidad al 1000%.
Empujé la puerta de mis papás por el pomo y me di cuenta de que en realidad estaba abierta, por lo que la abrí únicamente para poder ver lo que
estaban haciendo dentro. La luz de una lámpara de cama estaba encendida, por o que no tuve mayor problema en ver todo el panorama.
Mi madre estaba acostada en la cama con las piernas abiertas y mi hermana Leti estaba comiéndole el coño. Mamá estaba moviendo su cadera, mostrando el gusto por las lamidas que le propiciaba mi hermana. Al borde de la cama pude ver a mi papá tomando a Leti por atrás, y colocándola en posición de perrito, con la cara metida en su culo. Leti movía el trasero (lo que podía) de abajo hacia arriba. Así pasaron unos 5 minutos más. Mamá empezó a apretar las piernas, al parecer estaba llegando al orgasmo. Se estremeció y dejó notar los espasmos que tenía cuando se empezó a venir. Mi hermana siguió lamiendo su clítoris hasta que mi madre cerró sus piernas.
Mi hermana se deslizó hacia arriba de la cama y le acomodó un enorme beso de lengua a mamá.
– Te amo, hija.
– Y yo a tí, mamá. Te gustó?
– Me encantó. Eres magnífica.
Papá se hincó en la cama, aprovechando que mi hermana estaba de perrito, e insertó su verga en la vagina de mi hermana, empezándose a mover suavemente. Leti siguió besando a mamá, quien puso su mano en el clítoris de mi hermana para estimularlo.
En mi pijama la cosa se ponía seria. Sentí como mi verga empezó a hacerse grande de nuevo. La estimulé un poco, dándome cuenta que estaba mucho más erecta que de costumbre.
No sé cuanto tiempo habría pasado, pero en un momento en el que yo me estaba masturbando y el show que tenía en frente de mi era lo más excitante, mi hermana paró en seco la embestida de papá y volteó su cuerpo para apuntar hacia la puerta.
– Ven, hermano… Pasa.
Mi papá volteó incrédulo y mi mamá se tapó la boca. No supe qué hacer. Abrí la puerta y entré, cerrándola con seguro detrás mío. Ambos papás vieron mi verga asomándose por la pijama, por lo que sonrieron.
– Ven, hijo… Por fin entraste al club.
Me acerqué dubitativo con mi madre, quien de dos movimientos me quitó pijama y camiseta. Leti se paró de la cama y se llevó a papá, por lo que
mamá y yo éramos los únicos que la disfrutábamos. Mamá tomó mi verga y la puso con una mano en la entrada de su vagina, mientras con la otra tomaba mi cabeza y me daba un beso muy, muy apasionado. Insertó su lengua y empezó a jugar con la mía, mientras con sus piernas rodeándome me apretaba hacia ella para que le metiera más y más la verga.
No les mentiré, fue la sensación más deliciosa que he disfrutado. El estar follando con la mujer que me dio la vida me abrió un panorama nuevo y fenomenal. Mi verga estaba como roble, mientras sentía las paredes vaginales húmedas de mamá con cada embestida. Voltée un momento para ver a Leti ser penetrada por mi padre en el sillón de la recámara mientras me sonreía con cada sentón que le daba al poste de su progenitor.
– Eres el mejor hijo del mundo. – Me dijo al oído mi madre, mientras seguía con el bombeo.
– Cambiamos, ponte abajo.
Me recosté sobre mi espalda y ella se puso a horcajadas arriba de mí, insertándose mi verga de un solo golpe.
Noté como el movimiento del sillón paró en ese momento. Mi madre se acercó a mi boca y me dió otro beso delicioso, que me hizo alucinar. Cerré los ojos y dejé que mi vieja hiciera lo que mejor sabía: Coger como nadie.
Sentí algo de movimiento alrededor de mi cabeza y abrí los ojos para ver una vulva grande, blanca y bien rasurada, con un clítoris prominente y con unos labios gruesos y suculentos a 10 centímetros de mi cara. Entendí que Leti se había puesto sobre mí para que la estimulara con mi lengua. Di un par de lamidas y sentí su sabor muy ligéramente ácido, su aroma particular bastante dulce, completamente diferente al de Mary.
Empecé a chupar su clítoris y ella empezó a mover sus caderas con mi cabeza atrapada entre ellas. Mi papá, por su parte, se acercó al culo
de mamá y apuntó su verga hacia el orificio anal, haciendo de ello un delicioso Menage-a-quatre. Empezó a embestir el culo de mamá, quien
gruñía lo mismo de dolor que de gusto, alzando la mirada apenas para besar de vez en cuando a su hija.
Leti empezó a estimular su clítoris, mientras yo me dedicaba a saborear la entrada de su vagina. Mi madre se movía disfrutando las dos vergas dentro de ella al mismo tiempo. Mi orgasmo no estaba nada lejos.
De pronto, mi hermana gimió más fuerte y más seguido, se estaba por venir. Siguió frotando su clítoris y pude sentir, en mi boca, las contracciones que su cuerpo tenía por el orgasmo y su lubricante natural, ligeramente salado, embarrando mi lengua. Pensé que se detendría en ese momento, pero siguió masturbándose, moviéndose más
frenéticamente con cada roce que hacía. Mi padre dejaba entrar toda su verga dentro del ano de mamá. La tomó fuerte por la cadera y empujó
con fuerza su cipote: Estaba eyaculando.
Mamá se quejó por el dolor, pero ya no había marcha atrás. Su segundo orgasmo de la noche estaba cerca, y no iba a desaprovechar la oportunidad
de venirse con las vergas de su esposo y de su hijo dentro. Me cabalgó cada vez mas fuerte mientras sentía como mi padre imploraba a los dioses aguantar un poco más. En ese momento algo súbito pasó, algo que desencadenó mi respuesta orgásmica: Mi hermana dejó caer una lluvia de squirt sobre mi cara.
No pude aguantar más, me vine dentro de la persona que me dió la vida. Sentí como mi verga empezaba a contraerse y sentí la carga de mis testículos entrando al canal vaginal de mamá.
Mamá se vino en ese momento, haciéndome ahora rogar a los dioses por aguantar dentro de
ella.
Leti se quitó de sobre mi con una sonrisa de oreja a oreja, solo para ver a mi madre con los ojos casi en blanco.
Mi padre sacó su polla del
agujero de mamá… Ya estaba flácida pero dio una guerra ejemplar.
Mi madre me miró, con la cara bañada en la eyaculación femenina que me regaló Leti, y me dió otro beso más.
– Gracias, mi amor. No sabes cuanto tiempo desée estar así.
Se quitó de encima de mi verga y se acostó a mi lado. Tomó un par de pañuelos desechables para limpiar el desorden de mecos que le dejamos papá y yo en ambos orificios.
Me paré de la cama y de nuevo el olor a Lavanda llegó a mi nariz, lo que me hizo sonreir como niño… Mi mente ahora estaba maquinando qué a gusto me sentí en ambas situaciones.
Me dirigí al baño de su habitación, me limpié la verga y me lavé la cara. Había sido una faena que jamás hubiese imaginado.
Volví con ellos. Solo hasta ese momento escuché la primera palabra de mi padre:
– Me enorgulleces, hijo. Te portaste como un semental.
Agradecí y me terminé de vestir. Miré el reloj del cuarto: 1:02 de la mañana.
Les desée buenas noches y me fui a mi habitación. Había que dormir bien pues mañana sería la cena de Noche Buena.
Llegué a mi habitación y me recosté en la cama. Mi esposa se giró, aún adormitada, y me preguntó:
– Donde estabas, papi? – Me dio risa su apodo, pero me aguanté.
– Salí a tomar agua, escuché algo que me despertó. Ese mapache anda con todo.
– Ya duérmete, mi rey. Mañana hay que ir por los regalos a la ciudad.
Cerré los ojos y me vi siendo bañado por la eyaculación de Leti, mientras llenaba el útero de mi propia madre con mi líquido seminal.
– Si esto es un sueño, es el mejor bendito sueño que he tenido.
Fin de Parte 2.
Me encanta esta historia, una hija sexy deliciosamente cogible, un hijo atlético con culito de mujer cogible, una hermana sexy que se cogen desde niña y mi parte favorita, la madre milf sexy deseosa.
Si lees esto autor-san Plis más ecenas con la mamá, cuando imagino que soy ella siento que mi chochito se pone como horno, quisiera tener un hijo para cogermelo