Una familia como la nuestra
Aquí tenéis otro de mis relatos. Muchos pensaréis que son solo ensoñaciones de un mundo irreal, pero otros sabéis que son historias que cuentan casos reales que seguramente conoceréis, e incluso habréis experimentado…. De un modo u otro, son solo historias para disfrutar leyéndolas sin hacer mal a.
A causa del trabajo de mi marido, nos habíamos cambiado a otra ciudad, donde todo era nuevo para nosotros, ya que no conocíamos a nadie, pero esperábamos que nuestras hijas se adaptaran bien e hicieran amigas en el nuevo Colegio.
En nuestra nueva casa, pronto conocimos a nuestros vecinos, ya que tenían una hija de la edad de las nuestras y un niño más mayor, de lo que nos alegramos, porque así se harían amigas y podrían jugar juntas, pudiendo empezar nosotros una relación de amistad con sus padres también, que parecían muy agradables y abiertos.
Y así fue, porque nada más presentarnos, nos invitaron a su casa para tomarnos algo y para que las niñas siguieran jugando juntas porque habían congeniado muy bien, a la vez que nosotros podíamos conocernos mejor y tener una buena relación entre vecinos, lo que suele ser fundamental en estos casos para estar a gusto en un nuevo lugar.
Al principio la conversación entre nosotros era la normal de dos familias que se acaban de conocer, pero ellos lo hacían facil porque les agradecía lo especialmente abiertos y cariñosos que estaban siendo con nosotros, por lo que les dimos las gracias por su acogida, a Esteban y Marisol, que era como se llamaban:
—Muchas gracias por vuestro recibimiento y amistad.
—Nos alegramos mucho de tener como vecinos a alguien tan agradables como vosotros, porque nuestros hijos estaban un poco solos y así van a tener con quien jugar en el patio.
Seguíamos charlando animadamente en medio de la comida y el vino tan rico que nos habían preparado, del que casi sin darnos cuenta bebíamos copa tras copa, lo que nos hacía estar más relajados, por lo que no nos sorprendió especialmente cuando vimos como la hija de nuestros vecinos, Rebeca, se sentaba mimosa, encima de su padre, pidiéndole un pico, a lo que Esteban respondió pegando su boca a la de su hija, que pícaramente sacó su lengua para meterla en la boca de su padre, que la degustó con deleite, provocando las risas de la niña, por lo que su madre se intentó justificar con nostros;
—¡Ay!, que cría esta, siempre está igual. Desde que aprendió a dar picos, no para con su padre.
A lo que le respondí:
—Eso es porque a ella le gusta y disfruta de ellos.
—Quien disfruta de ellos es su padre, que buenos morreos le mete a la cría.
Al sentirse aludido, su marido también intentó justificarse:
—Sólo jugamos, mujer. Además tú también le has enseñado al crío a dar picos y yo no te digo nada.
Al ver todo lo que nos estaban contando nuestros nuevos vecinos sobre su forma de comportarse con sus hijos, intenté que no se sintieran incómodos con la conversación, y busqué una cierta complicidad dando pié a entrar en temas más intimos:
—Marisol, yo creo que todos los papás son iguales con sus hijas. A todos les gusta disfrutar de ellas.
—¿Tu marido también tiene esos juegos con las niñas?
—Sí, también, a veces. Ya lo puedes suponer. Mi marido también les da unos buenos morreos a las crías, que les encanta porque las calienta bien con tanto toqueteo. Además, son ellas las que le buscan…, ya me entiendes……
.- Sí, me imagino, como Rebeca con su padre. En cuanto me descuido, ya está encima de él. Pero me sorprende que ya les guste que las calienten así.
—¿Y qué vas a hacer? Están en la edad de experimentar y descubrir nuevas sensaciones en sus cuerpos, que son muy ricas para ellas.
—Y tanto. Mi marido se aprovecha bien, y le mete unas buenas sobadas a la cría y claro, ella se excita como una loca y hay veces que acaba hasta meándose de gusto.
—¿Eso no será….? Quiero decirte que no será que la cría se corre con esos juegos…., porque a la mía mayor si le ha pasado.
—Supongo que alguna vez le habrá pasado, pero no lo había pensado, aunque ahora que lo dices, es verdad que la cría se queda muy relajada cuando le pasa.
—Bueno, es normal, no creo que sea malo para ellas. Es una forma de empezar a disfrutar de sus cuerpos y a estas edades les encanta jugar con los papás. Será puro instinto, pero las mías, en cuanto pueden, se vienen a la cama para estar con su padre.
—¡No me digas….! Me parece una maravilla que a tí no te moleste eso. No tenemos mucha confianza todavía, pero creo que tú sabes mucho de estas cosas y tenemos que hablar más sobre ello.
—Claro, cuando quieras. Pero tú con el crío…., supongo que también te pedirá esos mimos. Yo solo tengo niñas, pero otras mamás me lo cuentan……
—Sí, es verdad. Critico a mi marido, pero yo reconozco que hago igual con él.
—Eso tiene que ser muy rico, darse la lengua con el, según me dicen…..
—Sí que lo es, pero que no te oiga mi marido, jaja, que luego me lo echa en cara.
La conversación estaba resultando muy interesante y estimulante, pero ya se hacía tarde y las niñas tenían que madrugar para ir a la Cole, así que nos despedimos, quedando para estar juntos en otra ocasión.
Por la noche, estando con mi marido en la cama, no me podía quitar de la cabeza la conversación tenida con Marisol y se lo comenté:
—¡Oye!, ¿Tú crees que nuestros vecinos serán como nosotros?
—¿Por qué dices eso?
—Es que estuvimos hablando Marisol y yo, comentando lo que hacéis con las crías.
—¿Pero tú le contaste….?
—No, solo alguna cosa, pero también porque me contaba ella.
—Tenemos que tener cuidado, que no sabemos cómo piensan ellos.
—Ya, claro. Por eso te preguntaba si tú creías que eran como nosotros.
—Bueno, no sé. Esteban me comentó que le encantaban las crías y que las mías estaban preciosas. Además, tú ya viste también como Esteban estuvo sobando un rato a su hija ahí, delante de nosotros, y con esos picos que se dieron, me pusieron un poco caliente, jaja.
—Por eso te lo decía y por lo que hablamos entre nosotras, creo que Esteban debe estar metiendo a la niña en la cama con ellos también. Además, ¿te fijaste en que Marisol no le decía nada a su marido, cuando le metía mano a la nena?
—Ya me dí cuenta, pero quizás querían provocarnos para que dijéramos algo nosotros.
—No sé, pero Rebeca va a venir mañana a casa a jugar con las nuestras, así la podrás observar mejor.
—¡Ah, si! Estaré atento a ella.
Al día siguiente, llegó Rebeca a casa para jugar con nuestras hijas y allí estuvieron juntas en la sala mientras mi marido leía y las observaba, pero se dió cuenta de que Rebeca no hacía más que mirarle, lo que le puso un poco nervioso, porque daba la impresión de que la cría estaba como esperando a que él le dijera o hiciera algo.
Yo también empecé a observarla con curiosidad, ya que ví como se mostraba descuidadamente, con las piernas abiertas para que mi marido la viera con sus pequeñas braguitas que transparentaban su vagina, centrando la atención de mi marido, que no podía dejar de mirarla mientras se movía por el suelo, jugando con nuestras hijas. Además, cuchicheaban entre ellas y se reían, aunque no escuchaba bien lo que hablaban, pero seguramente serían picardías, porque a esa cría se la veía muy despierta.
Después de un rato, vi como mi hija pequeña, Elisa, se iba hacia su padre, sentándose encima de él, muy mimosa, empezando a darle besos en la boca, como estaba acostumbrada a hacer otras veces, pero lógicamente, sin la presencia de otras personas y en este caso, pareciera como si Rebeca le hubiera dicho que hiciera eso para ver como reaccionaba mi marido.
Yo no podía creerme que esa cría fuera ya tan perversa de maquinar esas cosas, pero por lo que me había contado su madre, se veía que tenía toda la picardía del mundo, de esas que pueden poner en apuros a muchos hombres en un momento dado.
Mi marido respondió a esos besos de su hija, mientras acariciaba ligeramente su culito, lo que hizo reír con malicia a mi hija mayor y a su nueva amiga, creándose una situación extraña, porque sentía que mi marido se estaba dejando manipular por esas mocosas, y un poco sorprendia por la actitud de mi hija pequeña, que parecía querer provocarle para demostrar algo delante de su hermana y su amiga, provocando en mi marido una excitación especial, y una erección bajo su pantalón, lo que parecía divertir a las nñas, que miraban la escena con curiosidad y su parte de morbo, también.
En cualquier otra ocasión en la que no estuviera la hija de nuestros vecinos delante, mi marido, ante eso, seguramente habría desnudado a nuestra hija y mientras se besaban, le habría puesto la polla entre las piernas, pasándosela por la rajita una y otra vez hasta que se hubieran corrido los dos, pero con Rebeca delante, no se atrevió a hacer eso, porque seguramente ella se lo hubiera contado a sus padres y no sabíamos lo que hubiera pasado, ya que no les conocíamos lo suficiente todavía, así que esto quedó así, con un buen calentón para mi marido y supongo que también para nuestra hija y las demás, aunque para ellas, todo esto era un juego más de los que tenían entre ellas.
Al día siguiente bajé con mis hijas al parque y allí me encontré con Marisol, que estaba con Rebeca también y me senté a hablar con ella en un banco, mientras nuestras hijas estaban por allí, y empezó diciéndome:
—Aquí en el parque, a veces me gusta morbosear con Rebeca. Siempre hay alguno que se queda mirándola y ella ya sabe cómo hacer.
A mí me sorprendió un poco lo que me decía, y le pregunté:
—¿Qué hace la cría?
.- Se muestra, como hizo en vuestra casa, y supongo que a tu marido le pondría a 100, jaja.
—¡Ah!, si, jaja ¿Te lo contó tu hija? —le pregunté un poco avergonzada
—Sí, ella me lo cuenta todo.
Cómo ya iba dándome cuenta de la perversión de Marisol y de su familia en general, seguí insistiendo en el tema:
—¿Y esos hombres que la miran, se conforman con eso?
—Algunos sí, porque no se atreven a decir nada, pero otros se acercan con cualquier excusa, me dicen que la nena está muy bonita, que si es mi hija y que si yo elijo esa ropa para que se la ponga. El otro día se sentó un señor mayor a mi lado y después de hablar un rato, me pidió permiso para poder tocarla.
—No me digas…. ¿Y le dejaste?
—Sí, claro, algunos no se pueden aguantar y lo hacen. Este le metió la mano por debajo y estuvo acariciándole el coñito un rato mientras la cría se retorcía de gusto hasta que se corrió en su mano y luego él se chupó los dedos.
—Estaría encantado el viejo. Pero eso lo harán cuando no haya nadie cerca, ¿no?
—Sí, nos ponemos donde no nos ven, aunque alguna también me daría morbillo que alguien mirara.
—¡Ah, ya!, jaja. Ya voy viendo lo perversa que eres. Ese viejo fue afortunado al encontrarse contigo.
—Ya ves. Me lo agradeció mucho y estuvo contándome que eso se lo hacía a su nieta, hasta que su mujer le pilló y ya no le deja acercarse a ella.
—Vaya, y ya no puede dejar el vicio…. Por eso ahora andará buscándolas en el parque.
—Sí, eso me dijo, míralo, ahí viene……
—Buenas, señoras…….
Marisol empezó a hablarle:
—¿Qué, dando una vuelta y buscando a alguna cría…..?
—Sí, jaja, estoy mirando a ver si está una que suele estar sola y que se deja meter la mano por una propina.
—¡Ah!, entonces ya ha estado con ella.
—Sí, es una putilla. Ya estuve metiéndole el dedo algunas veces. No sé con quién vivirá, pero ya debe estar follada. Voy a ver si la convenzo para llevármela a casa y follármela allí con tranquilidad. A ver si la encuentro por ahí y no está ya con otro.
Siguió su camino y luego se acercó una señora mayor que se puso a hablar con nosotras sobre las crías:
—Qué lindas están a estas edades. No me extraña que anden tantos mirones alrededor.
Yo suponía que ella se refería a algunos de los hombres que estaban también por allí, pero yo pensaba que serían los padres de otras de las niñas que estaban en el parque y le dije:
—Pero ellos son los papás de los críos que andan por aquí, ¿no?
—No todos, hay alguno que simplemente viene aquí a mirarlas y a lo que pueda, si tiene oportunidad.
Marisol me dijo:
—Ves, lo que yo te estaba contando……
Y la señora siguió hablando:
—Ahora mi hija es mayor ya, pero cuando venía con ella ya pasaban estas cosas, aunque creo que ahora es más todavía y de forma más descarada, porque lo que he visto últimamente, no se veía antes.
—¿Que ha visto? —le pregunté intrigada.
—Pues alguno se pone a hablar con las madres y no sé como las convencen, porque a veces les dejan que soben a las nenas aquí delante de todos. Antes se hacía con más discreción. A ver, yo sé que esto siempre lo ha habido. A nosotras nos pasaba a su edad también y nadie decía nada.
—Si, ya entiendo, en las casas, en la intimidad —le dije yo, al ver que esa mujer sabía de lo que hablaba.
—Claro, así era. ¿Vosotras ya habéis echado a las crías con vuestros maridos?
Yo no estaba muy segura de lo que nos preguntaba y supongo que al ver mi cara, insistió:
—A ver mujer, que si las habéis metido en la cama con el padre.
Al ver el compromiso en que me había metido esa mujer, Marisol le dijo:
—A la mía no hizo falta que la metiera, se metió ella sola, jaja.
—¡Ah!, ya, claro, muchas lo hacen, es normal. Ahora están muy espabiladas, mucho ma´s que nosotras a esa edad.
Al darse cuenta de quienes eran mis hijas, esa mujer me dijo:
—A ti, seguro que te ha pedido ya a la mayor, porque está muy rica y la pequeña querrá enseguida también.
Yo, ante la respuesta que le había dado Marisol antes, no tuve más remedio que reconocerlo también:
—Sí, con las dos ya ha tenido algo.
Pero esta mujer era muy descarada y no se conformaba con cualquier respuesta:
—¿Ese algo que es? Vamos, con nosotras puedes ser sincera. Si está en la cama con ellas es normal que se haya follado a la mayor por lo menos. Eso no es malo, así aprenden lo que es tener a un hombre entre las piernas.
—Sí, es verdad, supongo que será algo inevitable que acaben metiéndosela —le respondí un poco azarosa, porque no sabía ni que decirle.
—Claro, mujer. A mi hija la mandaba con su padre a dormir la siesta mientras yo hacía las tareas de la casa y salía todas las tardes follada, jaja.
—¿Y a usted le parecía bien eso?
—¿Y qué quieres que te diga? Hay mucha hipocresía, todos dicen que eso está mal, pero a mí me pasó lo mismo y a muchas que conozco, igual, así que ya ves, los hombres son hombres y si tienen ganas, les da igual que sea su hija o no y luego, cuando somos madres, seguimos consintiéndolo con nuestras hijas. Mi madre tenía mucho respeto a mi padre y lo máximo que se atrevía a decirle era que dejara a la niña, pero él se reía mientras no paraba de sobarme las tetas.
—Bueno, eso es verdad, a muchas nos han pasado cosas parecidas y vemos que con nuestras hijas sigue pasando lo mismo.
Después de esa interesante y un poco surealista conversación con esa señora, era ya tarde, así que avisamos a las niñas para irnos a casa, pero ellas no querían separarse, por lo que Marisol nos invitó a cenar a su casa para que pudieran seguir un rato más juntas.
Avisé a mi marido y nos reunimos en casa de Marisol y Esteban para la cena, en la que seguimos hablando de las anécdotas que teníamos con nuestros hijos durante la cena, en la que comentamos lo precoces que eran ahora para el sexo, hasta que en un momento dado Marisol le pidió a su marido que nos contara cuando descubrió a su hija con el vibrador de ella:
—Pues veréis. Eso fue tremendo. Pasó hace unos tres años. Al pasar por la habitación de Rebeca, escuché un ruido que me parecía familiar, por lo que me asomé para ver lo que era y me encontré a mi hija tumbada en la cama con las bragas bajadas y el vibrador de su madre entre las piernas, con la potencia a tope pasándoselo por la rajita arriba y abajo mientras ella tenía cerrados los ojos, gimiendo y retorciéndose de gusto. Me quedé pasmado, ¿cómo era posible? Pero sí, ahí estaba mi hija a esa edad disfrutando del sexo, como si fuera un juego más. No supe que hacer, si interrumpirla y decirle algo, pero me quedé mirando, porque me dio mucho morbo verla haciendo eso.
Mí marido se imaginó toda esa situación y le dijo:
—¡Buufff!, vaya escena. Yo también pille a mi hija mayor una vez masturbándose cuando ni siquiera sabría lo que era eso, pero con los dedos, claro, sin ningún vibrador, jaja.
—Claro, eso es normal, imagínate. Yo tenía miedo de que quisiera metérselo y se hiciera daño, porque suponía que habría visto a su madre metiéndoselo en el coño y ella querría hacer lo mismo, así que finalmente entré en la habitación para hablar con ella, porque si no, hubiera acabado haciéndome una paja espiando a mi hija de lo cachondo que estaba.
—Jaja, cualquiera no…….
—Al verme, ella se asustó un poco y se tapó. Yo le pregunté qué estaba haciendo con eso, que era de su madre. Rebeca me contestó que estaba jugando, pero yo le insistí para que me enseñara lo que hacía con el vibrador. Ella no tenía ninguna vergüenza de que yo la viera desnuda, porque la había visto muchas veces, así que bajó la sábana y pude ver como tenía la vagina toda enrojecida de estar frotándose el vibrador con ella, e incluso un poco abierta, supongo que de intentar metérselo un poquito, y yo seguí preguntándole:
(—Cariño, ¿no te haces daño? Mira como lo tienes…….)
—Lo que aproveché yo para pasar mis dedos por su rajita, lo que la hizo estremecerse, así que seguí porque la tenía muy mojada y seguía saliendo líquido por su rajita del orgasmo que había tenido, por lo que le pregunté: (—¿Te gusta?). Ella me contestó que sí y yo estaba ya todo empalmado tocándole el coño a mi hija con unas ganas locas de comérselo todo.
En esto, le interrumpió Marisol:
—Cuando me lo contó a mí la primera vez, no me dijo que le estuvo comiendo todo el coño a la cría, solo lo que había pasado con el vibrador, pero más adelante me lo confesó todo, jaja.
—Sí, es verdad, como iba a decirle eso. Aunque siempre fuimos bastante liberales, en ese momento no sabía cómo iba a tomarse ella que le comiera el coño a nuestra hija, así que no le dije nada.
Dándole la razón mí marido:
—Es lógico. Yo tampoco le contaba a la mía todo lo que hacía con nuestras hijas, hasta que poco a poco ella lo fue viendo, como me hacían pajas, y ya luego, empezamos a jugar juntos los dos con las crías.
—Como tantos otros. La mayoría nunca llegan a hablar abiertamente de estas cosas con sus mujeres y siguen haciéndolo a escondidas. Por eso, nos alegra haberos conocido, porque sois muy parecidos a nosotros y podemos pasárnoslo muy bien —Nos dijo Esteban.
—Es verdad, somos bastante iguales y es una suerte que seamos vecinos y podamos hablar de estas cosas abiertamente —le contestó mi marido.
Lo que aprovechó Esteban para decirle:
—Yo sé que estás loco por estar con Rebeca. Si quieres, puedes quedarte a dormir con ella en su habitación. Tu mujer que duerma con nuestro hijo y nosotros con vuestras hijas, ¿Qué os parece?
A pesar de que la conversación estaba siendo de lo más abierta hablando d e todas nuestras intimidades, no me esperaba una invitación como esa y al ver mi cara de incredulidad, Marisol insistió:
—Que sí, mujer. Para una vez que encontramos una familia como nosotros, vamos a disfrutar de ello. Seguro que a ti te apetece encamarte con el crío, que te va a hacer mil delicias y vas a poder comerle el caramelito que tiene y nuestras hijas ya están folladas, así que ¿qué problema hay? Todos a disfrutarlo.
—Pues sí, tienes razón, para qué vamos a seguir disimulando si lo estamos deseando todos, pero nuestra hija pequeña todavía es virgen, porque mi marido todavía no se la ha metido y os pediría que Esteban no la follara como a la mayor —les dije yo, ya decidida completamente.
—No te preocupes, solo jugaremos con ella y no dejaré a mi marido que se la folle. Le dejaremos ese honor a su padre, jaja —me dijo Marisol, confiando en que controlara a su marido.
Por lo que yo, ingenuamente, se lo agradecí:
—Gracias. Al ver a su hermana follar, seguro que ella lo pide también, como hace con su padre, pero es todavía muy pequeña para eso.
—Sí, lo entiendo, será mejor esperar un poco más por muchas ganas que tenga. Es lo que pasa al empezar tan pequeñas…….
—Una pregunta más. ¿Vuestros hijos han estado con alguien más que no seáis vosotros? Porque nuestras hijas solo han estado con nosotros —quise aclarar con ellos.
—No os preocupéis por eso. Tus hijas ya tienen confianza con nosotros y se las ve muy abiertas y Rebeca, ya sabes, la han sobado alguna vez en el parque y aquí en casa, unos amigos que tenemos que son muy morbosos, pero viven en el extranjero y solo estuvieron una vez. Les dejamos dormir con los críos y estuvieron disfrutándolos toda la noche.
A mi me parecía una locura todo eso que estaba pasando, pero yo ya estaba ansiosa por irme a la cama con el chaval, así que les propuse:
—Bueno, ya es hora de irnos a la cama, ¿no?
—Sí, todos lo estamos deseando —me dijo Marisol, entusiasmada, mientras se notaba el morbo que sentía por la situación.
Yo me llevé al hijo de Marisol a su habitación, mientras mi marido se iba a la de Rebeca y nuestras hijas se metieron en la habitación de nuestros nuevos amigos, pero yo estaba un poco nerviosa no sólo por poder estar en la cama con un crío de esa edad, para disfrutar de él todo lo que yo quisiera, sino también por dejar a nuestras hijas con Esteban y Marisol, aunque suponía que se lo iban a pasar muy bien e iban a ser tratadas con todo el cariño y delicadeza, pero eso ya me lo contarían ellas porque yo tenía que centrarme en lo mío.
Así que al entrar en la habitación, me desnudé totalmente viendo como el chaval me miraba con los ojos muy abiertos, y parece que un poco impresionado por mi cuerpo desnudo porque se quedó un poco parado, por lo que le ayudé a quitarse la ropa, viendo como al bajarle el pantalón, saltó su pollita como un resorte con una potente erección. Se la empecé a tocar con los dedos mientras pensaba para mí en la maravilla que me iba a comer y sin esperar más, pasé mi lengua por su brillante glande, lleno de sus líquidos preseminales que me supieron a gloria cuando me la metí completamente en la boca jugueteando con mi lengua en toda su extensión.
Mientras hacía esto, agachada ante él, me masturbaba con la otra mano, masajeando mi coño totalmente mojado por la excitación que tenía, a lo que también colaboraba el hijo de Marisol tocándome las tetas y sobándolas a su gusto.
Para estar más cómodos, nos tumbamos en la cama, y le puse encima de mí para seguir chupándole la polla mientras yo le ofrecía mi coño abierto para que empezara a darme placer con su lengua, algo en lo que tenía ya destreza, enseñado por su madre. Su lengua empezó a moverse hábilmente entre los pliegues de mi vagina, deteniéndose especialmente en el clítoris que apretaba con sus labios haciéndome estremecer de placer, pero yo seguí empeñada en extraerle esa primera descarga de su delicioso néctar hasta que por fin me lo echó en la boca coincidiendo con mi orgasmo también.
Para relajarnos un poco, me entretuve con él, besándonos y jugando con nuestras lenguas, hasta que su polla estuvo nuevamente en plena disposición para darme más placer y follarme como el hombre en el que se estaba convirtiendo. Le coloqué encima de mí, entre mis piernas, para que metiera su polla hasta el fondo, que aunque no la tuviera muy grande todavía, sabía moverse a la perfección para arrancar mis gemidos a un ritmo cada vez más fuerte hasta que nuevamente me hizo correrme antes incluso que llenara mi coño de su semen en una nueva descarga.
Aunque yo necesitaba un pequeño descanso, no quería desaprovechar ni un minuto de la oportunidad que me estaba dando Marisol de poder estar con su hijo, ya que tal como me había asegurado, era increíble como su hijo seguía con una plena erección para seguir dando placer a cualquier mujer y en este caso, era yo la afortunada de poder disfrutarlo y él mismo me sorprendió, pidiéndome el culo para metérmela por ahí, como suponía que haría con su madre también, así que me puse a cuatro patas y se lo ofrecí. Enseguida, él con una cierta facilidad, entró dentro de mí, notando como empezaba a moverse volviendo a sentir un intenso placer que acabaría llevándome a mi tercer orgasmo.
Después de más de dos horas del sexo más morboso que había tenido en mi vida, nos quedamos dormidos y a la mañana siguiente, al levantarme, esperaba expectante que me contaran como les había ido a los demás. Primero me encontré con mi marido, que se puso a contarme que Rebeca era una niña increíble, que le había dejado prácticamente seco de semen y que había disfrutado mucho con ella, ya que era una cría llena de perversión en comparación con la mayor inocencia de nuestras hijas.
Yo también le conté todo lo que había hecho con el crío y lo que había disfrutado con él, de lo que se alegró mucho mi marido por mí, porque tenía ganas de que pudiera experimentar de algo así, después de todo lo que el gozaba con las crías.
Más tarde salieron de la habitación Marisol y Esteban con nuestras hijas, muy sonrientes y contentas, y les pregunté que tal les había ido. Las dos me contestaron que muy bien, y me fijé en que mi hija pequeña estaba especialmente feliz.
—¿Qué te pasa, cariño? Te noto demasiado contenta.
Antes de que contestara, intervino Marisol:
—¿Se lo contamos a tu mamá?
Mi hija hizo un gesto afirmativo, mientras Marisol me confesaba:
—Verás, lo siento, es que no hemos podido cumplir la promesa que te hice.
—¿Qué quieres decir?
—Que Esteban se ha follado a tu hija pequeña.
—Vaya, pero….. ¿Le entró la polla de tu marido en el coño?
—Se la tragó entera, ha sido increíble. Yo no me lo creía cuando la veía entrar sin que ella se quejara prácticamente, hasta dudé que la cría fuera virgen como me habías dicho, porque ni sangró siquiera.
—¿Cómo puede ser……? —me dirijí a mi hija—. A ver, cariño, dime la verdad, ¿ya te la habían metido antes?
Y mi hija, mirando a su padre, me lo confesó finalmente:
—Sí, fue papá……
Me quedé mirando a mi marido, pidiéndole explicaciones:
—Lo siento, tenía que habértelo dicho. Fue el otro día, cuando me quedé solo con ella. Empezó a calentarme, como siempre. Se puso desnuda encima de mí y empezó a frotarse con la polla hasta que se le metió dentro. ¡Uufff!, fue un gustazo increíble, menuda corrida me sacó. Le salió un poco de sangre, pero ni se quejó, se portó muy bien, como una mayor, porque me dijo que quería ser como su hermana.
—Y tanto, ya tengo a mis dos hijas folladas y la pequeña sin haberle venido la regla siquiera.
Marisol intentó consolarme:
—Bueno, mujer, era normal que pasara. Es que teniendo hermanas mayores, las pequeñas suelen ser más precoces, ya conocí más casos. Y esta noche, viendo a su hermana follando y disfrutando tanto, ella también se montó encima de mi marido para disfrutar como ella, y ya te digo, yo cuando vi cómo le entraba toda la polla, me quedé muy sorprendida, por lo que me habías dicho tú.
—Ya ves, y yo la última en enterarme, pero bueno, si las crías están contentas……, ya hablaré yo con mi marido, jaja.
—Ya sabes cómo son los hombres. Ya te dije que mi marido también me lo ocultó, pero es que a veces no te puedes creer que estas crías puedan ser tan putas y ya gustarles tanto la polla, más que cuando nosotras teníamos esa edad.
—Es que eran otros tiempos y éramos más inocentes también, porque no teníamos acceso a ver tantas cosas como ahora. Sólo veíamos una polla si nos la enseñaba nuestro padre o algún hermano y eso no les pasaba a todas, y las que tenían esa suerte, estaban tan asustadas que no sabían ni qué hacer con ella, jaja.
—Sí, habría de todo, pero la verdad es que ahora enseguida se las ponen en la mano y por eso salen así.
Finalmente Esteban nos dijo:
—Bueno, amigos, la noche ha estado genial, así que tendremos que repetirlo más veces.
—Claro, desde luego que repetiremos —dijimos todos a la vez, los críos incluidos.
excelente !!
ojala, veamos una 2da parte y porque no, una serie
Maravilloso y morboso relato. Con ganas de más aventuras entre familias, o lo que surja.
Genial, super morboso. Felicitaciones