Una Familia Feliz
Un joven matrimonio empieza a disfrutar del sexo, pero esto va cambiando y subiendo de tono, haciendo partícipes a los demás….
Todo empezó cuando me casé de 23 años de edad con el hombre y padre de mis 3 hijos; Mariana, Jose y Loana. Él tenía 26 años, era alto, musculoso, moreno, ojos marrones y joven policía destacado, de padres colombianos pero nacionalidad española. Yo soy francesa, y aún conservo mis atributos de joven; ligeramente alta, de cabello rubio, senos medianos y un culo formado y llamativo, no fenomenal, pero sí formado y paradito. Conocí a mi esposo en Madrid y nos casamos allí mismo, decidimos vivir en Valencia debido a su trabajo, pues lo ascendieron como Jefe de Inteligencia, y yo por mi parte no tenía problemas, era profesora de colegio.
Estaba claro que teníamos muchísimo sexo cuando éramos novios, pero todo cambió cuando empezamos a vivir juntos. Él llegaba del trabajo por la noche, muy tarde, 10 de la noche a más, mientras que yo llegaba a las 6 de la tarde, pues acababa mi jornada muy temprano. Entonces empecé a sentirme sola y muy cachonda a la vez, mi esposo salía temprano a trabajar y ya no teníamos tiempo de los polvazos que solíamos tener, sólo almorzábamos juntos y se despedía. Me di cuenta que necesitaba de él, me volvía loca de ganas en ese lapso de tiempo en el que lo esperaba.
Una tarde terminé mi jornada en el colegio y llegué al departamento, como la rutina de siempre, dejé los libros en la mesa, las llaves y mi cartera, luego me senté en el sofá para sacarme los tacos que llevaba, solía usar una falda blanca hasta las rodillas, unas pantys transparentes, cabello recogido, el típico peinado de secretaria y una blusa sueltita por el calor que hacía; y sucede que cuando empecé a desvestirme para ir a la ducha, me excité demasiado, caí en el sofá y empecé a masturbarme, no aguantaba más, una mano mía estaba tocando mi seno y la otra frotando por encima de mis bragas, mi vagina húmeda y caliente, estaba agitada y mi rostro rojizo, tocando mis pezones y jugando con ellos, logré soltarme el cabello, necesitaba la polla de mi marido, su cuerpo, sus brazos fuertes y seguros acorralándome, su calor, olor y su voz me venían a la mente una y otra vez, hasta que logré venirme en el sofá.
La tenía clarísima, ¡debía hablar con él! me sentía sucia y que mi relación se iba al carajo, me duché, hice la cena y lo esperé. Esa noche conversamos mientras cenábamos, y me dijo algo que me dejó impactada, a él también le ocurría lo mismo, sucede que el trabajo lo consumía muchísimo, entonces decidió cambiar de turno. A partir de ese momento, todas las tardes las tenía libres.
Me recogía del colegio y nos íbamos directo a follar, me encantaba tocar sus músculos, sentir su enorme polla entrar en mí, comérmela y ahogarme con ella, ver su rostro de placer me hacía sentir la mujer más dichosa de la tierra. En muchísimas oportunidades terminaba en mi boca, como también en mis pechos o dentro de mi vagina, es una sensación maravillosa.
Una tarde subimos de nivel, estaba con mi falda puesta y sin brasier, encima de su polla saltando y gozando de placer. A él le encantaba verme con el rostro rojizo, cabello rubio suelto y en posición de cowgirl encima de él. De pronto hicimos la 69, la cual era lo que más me encantaba, y empezó a lamer como siempre, mi vagina, su lengua llegaba a cada rincón de ella, mientras que yo entre gemidos lograba meter su enorme polla en mi boca. En medio de todo ese momento exquisito en el que me encontraba, mi esposo empieza a subir su lengua entre mi vagina y ano. Nunca en mi vida me había pasado algo así, ni tampoco habíamos hecho eso, decidí no decir nada y empezar a experimentar ese pequeño cosquilleo que sentía. Pero la pasión fue incrementando, y sus manos presionaban mis nalgas blancas que al final terminaban rojas, de pronto su lengua logra entrar a la puerta de mi pequeño ano, y su dedo a masajear ligeramente, yo estaba muerta del placer por lo que hacía en mi vagina, pero también ese cosquilleo en mi colita empezó a subirme de tono aún más, es decir, realmente lo disfrutaba, lo hacía muy bien, suave, masajeando mis caderas y nalgas.
Me puso en cuatro y yo sólo esperaba a que me penetrara por allí, porque me había puesto tan cachonda que sólo dije: «hazlo despacio amor», su polla fue ingresando de a pocos en mi culo y me dolió en un inicio, pero poco a poco rozaba mi clítoris y me sentía en las nubes, millones de cosquilleos sentía en mí y cada vez gritaba más de placer. Agarrando las sábanas y mordiendo una almohada estaba en cuatro, sumisa y entregada a él completamente, sintiendo su enorme polla entrar y salir una y otra vez de mi precioso culo. Chocando con mis nalgas me repetía: «Eres mía, pequeña guarra». Yo sólo volteaba, con mi rostro muerto de placer y con los ojos excitados hasta más no poder, a verle su hermoso rostro de hombre. Hasta que finalmente sacó su polla de mí, y me la puso en la boca, yo tragué todo lo que me dio, todos esos chorros que se corrió me los tragué, me encantaba. Terminamos dormidos y abrazados, muertos de amor.
Y así continuamos nuestro romance y sexo desenfrenado, empezamos a implementar más cosas, como nuevas poses, sexo anal más seguido, pero también hubo una ligera implementación al momento de tener sexo: empezábamos a tomar el papel de padre e hija, o de madre e hijo, etc. Esto en el momento de tener sexo, claro está que me excitaba demasiado, pero luego me ponía a pensar acerca de ello. ¿Es normal? ¿será que nos estamos pasando un poquito?, a medida que lo hacíamos, más lo aceptaba como parte de nuestro placer y gozo sexual. Nuestras tardes eran maravillosas, luego de almorzar juntos, salíamos a caminar y finalmente al departamento a nuestro deporte, desde poses básicas hasta juegos de seducción y diálogos sexuales.
¿Te gustaría probar mi polla, hijita? -me dijo mi esposo.
¿Sabe rico papi?, contesté mamando toda esa gruesa y enorme polla. Me excitaba mucho hacer el rol de hija o de madre, lo disfrutaba mucho durante el sexo, y aquí comenzó el problema. Llevábamos unos meses viviendo juntos y experimentando nuevas cosas en el sexo, pero también empezó a gustarme un poco ese rollo del padre con la hija o la madre con hijo, el incesto empezó a rondar en mis pensamientos, así que decidí comentarle a mi esposo, me excitaba mucho esa idea. Mi esposo, obviamente, también pensaba en ello y le encantaba, me di cuenta que era el amor de mi vida, compartía todas las fantasías sexuales que yo, y nos volvíamos locos al momento de follar y de imaginarnos todas esas chorradas.
Pasados unos meses, empecé a tener náuseas, cansancio y un ligero dolor en los pezones. Decidí guardarlo y no decir nada, pero mi esposo lo notó por la noche cuando intentaba tocar mis pezones por jugar, pensé que se iba a molestar pero se preocupó por mí. Fuimos al médico y estaba embarazada, pensé que todo se iba a ir al carajo, no lo tenía planeado, ni si quiera pensaba en ello. Pero mi esposo estaba contento, me decía que todo seguiría igual, sólo seremos más responsables, y que esto no perjudicará nuestro romance, al contrario, será mejor. Yo no entendí esa parte de «mejor», decidí quedarme callada porque pensé que no era suficiente para él. Simplemente no estaba lista para ser madre, mis deseos eran exacerbados por el sexo y el placer.
En fin, así fue como Mariana empezó a crecer en mí, con mi esposo habíamos parado un poco, pero aún así le daba unas mamadas inigualables por las noches.
Pasaron los meses y Mariana nació. Yo estaba un poco preocupada por nuestro romance con mi esposo, pero aún así, él ponía de su parte, siempre me acompañaba, ayudaba, y aprovechábamos la noche para retomar nuestros polvos, claro, que la bebé regularmente se levantaba a pedir leche.
El tiempo fue pasando y Mariana creciendo en un hogar de amor, daba ya sus primeros pasos y nosotros siempre éramos cautelosos y muy responsables para que no nos pillara en pleno acto, pues no queríamos que se llevara esa escena a la mente a sus 4 años de edad. Hasta el momento ella dormía en la misma habitación pero en otra cama, al frente de nosotros.
Una tarde estábamos viendo una película en familia, y llevábamos una semana sin follar, estaba con muchísimas ganas. Estábamos los tres sentados en el sofá, mi esposo, yo, y Mariana a mi costado. Mariana ya se había acostumbrado a verme meter mi mano en los pantalones de su padre, pues creía que lo hacía de juego, cuando en realidad le masturbaba a mi esposo. Y eso mismo pasaba viendo la peli.
De pronto Mariana nos pregunta: ¿mami por qué mueves tu mano rápido?, ¿qué le haces a papá?
A lo que respondí: le estoy dando cariño, bebé
¿le gusta? -preguntó
Claro que sí, si le encanta -contesté. Jamás pensé que esa tarde nuestra pequeña se unía al juego…
Excelente relato espero la siguiente parte
Buen relato. Bastante origina la verdad.
Recuerda que las niñas deben tomar mucha leche para crecer bien xD
les ayuda a su desarrollo jajajaja
Prometedor…
que intenso relato
Cuenta la continuación porfavor
YA ME HABIA PICADO CON EL RELATO
Promete mucho… espero que continue
Una busca leer a la nena dejando brillosa la pinga del papá y el tipo no hizo más relatos. Un desperdicio de tan rico.