Una familia muy normal -XII
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sayago19.
Después de beber un par de desarmadores cada uno, estando los tres desnudos y recostados en la cama del cuarto de hotel, le digo a Lidia:
“¿cómo es que conoces a Beto?”
Ella se puso cómoda en la cama y comenzó a narrarnos:
“La primera vez que vino por esta zona, estuvo preguntando por mí; cuando me encontró (como no lo conocía) le pregunté quién le había hablado de mí.
Respondió que entre las cosas de su hermano había encontrado una tarjeta, y si; efectivamente traía la tarjeta que te dí en alguna ocasión.
Lo traje al hotel, estaba un poco nervioso; se desnudó y le ofrecí un masaje para que se relajara.
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.
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“
Al escuchar su relato mi imaginación me permitió visualizar todo lo que ocurrió:
El chico, que me dijo llamarse Alberto, está desnudo y boca abajo sobre la cama del cuarto; únicamente tengo puesta mi lencería: una tanga y un bra de un cuarto de copa (rojos ambos).
Sin subirme a la cama comienzo a masajear sus pantorrillas, subo a sus muslos, tiene unas nalgas redondas y duras las cuales acaricio (en vez de masajear).
“separa tus piernas” le digo y obedece dócilmente.
Con las puntas de los dedos toco suavemente su escroto y noto un pequeño sobresalto de su parte.
“tranquilo, solo va a pasar lo que tu quieras que pase”
“gracias”
“¿Cómo conseguiste mi tarjeta?”
“mi hermano la tenía en el buró junto a su cama y la tomé”
Me siento a horcajadas sobre sus piernas, después de que las ha cerrado, e inicio un masaje desde su cadera hasta sus hombros; primero con un poco de fuerza y después con mucha suavidad casi con solo el roce de mis uñas.
“¿es tu primera vez?”
“con una transexual si”
“y ¿ya has estado con mujeres?”
“una vez y fue un poco raro”
“¿te gustaría contarme?”
Me despojo del sostén y paso mis senos redondos y duros por su espalda; despacio, disfrutando los estremecimientos que mi toque le ocasionan.
Imagino que su miembro ya ha despertado.
Desmonto y le pido que se ponga boca arriba.
Así lo hace y su erección se levanta firme e invitadora.
Finjo no verla, me coloco a su cabeza “para poder masajearte mejor el pecho”, pero la verdad es que quiero poner mis tetas a su alcance; Alberto no puede resistir y las toma para comenzar a besarlas.
Me pasa la lengua alrededor de los pezones firmes, me estiro un poco para tomar su miembro con mi mano e iniciar una serie de caricias en el; es más grande y grueso que el mío que por cierto también ya está parado y listo para dar batalla.
Me muevo un poco más, para atrapar con mi boca ese delicioso falo erecto, su sabor salino es delicioso, mi lengua juega con su glande mientras mis dientes muerden con suavidad su grueso tronco lleno de venas.
Alberto acaricia mi miembro sobre la tanga, primero con timidez, después me despoja de ella para recrearse a placer masturbándome.
“¿ya quieres darme papi o prefieres una rusa?”
“Una rusa”
El se levanta de la cama para que pueda acostarme boca arriba, se pone en cuclillas sobre de mi; pero le pido que se gire por que le tengo una sorpresa.
Un poco sorprendido obedece y queda viendo hacia mis pies.
Su fierro enrojecido se acomoda entre mis tetas, el comienza a moverse como si me penetrara; sin darle tiempo de nada mi lengua comienzo a jugar con su estrecho ano usando mi lengua (la cara de sorpresa y placer que se refleja en el espejo me confirma que lo está disfrutando) nuevamente sus manos se apoderan de mi pene la diestra lo recorre con deleite arriba y abajo mientras que la izquierda se desliza con lentitud acariciando mi lampiño escroto.
Ya con el culo bien lubricado con la lengua le inserto el dedo medio derecho, casi salta al sentir invadido ese pequeño espacio, sin embargo intensifica sus movimientos y se derrama en mi abdomen.
Se levanta y se acuesta a mi lado, me abraza y me comenta.
“¿quieres saber lo raro de mi primera vez con una mujer?”
“si bebé, mucho”
“Fue hace dos años, era mi cumpleaños; después de la fiesta en la cual no estaba mi Padre (debido a que tuvo que salir por cuestiones de trabajo al interior de la República) y cuando creí que todos se habían dormido bajé a la sala, sabía que allí encontraría sus películas XXX (ya que mis padres las veían ocasionalmente por tener allí la pantalla más grande, con mejor resolución y sonido).
Abrí la caja de cartón semi oculta por varios DVD´s musicales y tome una de nombre Taboo; subí a mi cuarto pero al pasar frente a la habitación de mi madre vi luces y la puerta entreabierta.
Me asome por curiosidad, allí estaba ella con una bata transparente, a medio muslo y abierta dejando ver su ropa interior, seguramente el alcohol que había bebido en mi fiesta estaba haciéndole efecto.
Su pantalla estaba encendida y veía un canal porno en el cual dos lesbianas hacían un 69 sobre el césped de un jardín, no sé si fue la sorpresa o el estar solo con bóxers puestos pero sin poderlo evitar estornudé.
Me fui lo más rápido posible a mi cuarto, me acosté (poniendo la película bajo la almohada) y me cubrí con la sábana, unos momentos después llegó Ella.
Me preguntó si estaba bien y entró a la habitación, aunque se había cerrado la bata con un cordón al caminar se veía fugazmente su tanga negra y sus senos dentro del sostén se veían apetitosos por su escote.
Llegó a la cama, se sentó y puso su mano en mi frente; pero al apoyarse en la almohada para levantarse sintió la película, la sacó del escondite y sonrió al ver la caja.
“Niño travieso”, me dijo, “esto es para grandes, pero te voy a dar un regalo mejor”.
Antes de que pudiera contestar levantó la sábana, se despojó de la bata y se acostó junto a mi.
Comenzó a besarme el cuello y acariciarme el pecho, haciendo descender su mano, llegó a mi estómago y después (sobre el bóxer) acarició mi pene erecto.
“Ya no eres un niño, te sientes como todo un hombre”, me besó en los labios (pude notar un ligero gusto a alcohol en ellos, especialmente en su lengua que exploraba la mía).
Sin esperarlo siquiera desabotonó mi bóxer liberando mi erección y procedió a engullirla, para mi sorpresa y placer, se interrumpió un momento para preguntar:
“es tu primera vez Betito”
“Si Mamá” respondí con voz temblorosa.
“te voy a dar un regalo de cumpleaños que jamás olvidaras”, después de ello usando técnicas que solo había visto en videos de internet sus labios ordeñaban prácticamente mi miembro a la par que su lengua jugueteaba con la abertura en al cabeza del pene.
Sus manos jugaban alternativamente con mis bolas y con mis nalgas, acercándose poco a poco a mi ano.
“ponte boca arriba” me ordenó
Obedecí y ella procedió a montarme, moviendo su cadera de manera circular, haciéndome disfrutar ese acoplamiento como nada de lo que había experimentado antes.
Era una dicha celestial sentir como sus movimientos estrechaban mi pene a la par que sus tetas se balanceaban seductoramente ante mis ojos.
No pude evitarlo y termine copiosamente dentro de Ella, Inés (mi madre) sonrió; me besó nuevamente en la boca y se retiró a su cuarto.
Después de esa ocasión siguió visitándome por las noches, cuando mi papá salía de la ciudad debido al trabajo, con ella aprendí a comerme una panochita, disfrutar una rusa, sentir un black kiss y a darlo.
Todo estaba muy bien hasta mi siguiente cumpleaños.
Al llegar a ese punto Alberto interrumpió su narración y fue por su mochila, sacando una pequeña hielera con un six de newmix; destapó dos y me dio una.
La bebió toda de un solo movimiento, destapó una lata más y procedió de igual manera.
“¿tiene que ver con tu primera vez con un hombre?” me atreví a indagar.
Sin decir palabra, asintió con la cabeza y bebió una tercera lata de newmix.
“¿quieres desahogarte contándomelo?” inquirí.
Tras un momento de silencio, sacudió afirmativamente la testa y volvió a recostarse; si bien lo que me había estado contando me había mantenido excitada (como el lo notaba al ver mi pene erecto) tenía el deseo sincero de ayudarlo.
Suspiró profundamente y continuó con su relato:
Esto pasó hace poco más de un año, mi madre me había prometido un regalo aún más especial en ese cumpleaños.
Veía con ansia que el reloj avanzaba despacio, moría en deseos de que llegará la noche y terminara la celebración de mi cumpleaños (donde no estaría mi padre nuevamente) para disfrutar el cuerpo de mi madre.
Llegó el momento y poco antes de la media noche, ella llegó a mi cuarto; yo la esperaba desnudo y erecto bajo la sábana; Inés apareció solo con una tanga puesta y dos vasos en la mano.
Sé que aún no tienes edad legal para beber alcohol, pero no puedo esperar dos años más; así que vamos a brindar:
Tomo asiento en la cama (dejando la puerta entreabierta), bebió de uno de los vasos y en el otro remojó su erecto pezón café; inmediatamente comencé a chuparlo
Ella depositó las bebidas en el buró, arrojó la sábana al suelo y se puso de perrita:
“quítame la tanga y dale lengua a mi culito”
Nunca antes me había hablado así, pero sin dudarlo obedecí.
El sabor acre de su ano me excitaba y escucharla solo acrecentaba el deseo:
“¿te gusta mi chiquito?, lámelo como buen cachorrito; ahora dale a esta tu perrita por el culo, así quiero sentirte dentro de mi”
Escupí en mi mano y lubriqué mi pene, procedí poco a poco a introducirlo en el ano de mi madre; era una sensación diferente y muy placentera, la estreches de esa región apretaba mi pene como nunca lo había hecho la vagina de Inés.
La tomé de la cadera y con movimientos rápidos la penetraba, lo cual me enardecía cada vez más y a ella la hacía murmurar con pasión, mientras se pellizcaba los pezones con una mano: “que rica la tienes, es más gruesa que la de tu papá; eres mi semental, así mi cachorrito, dame más duro y más rápido, quiero sentir como me llenas el culo con tu leche”.
Me apoyé en su espalda para besarla en la nuca y decirle algunas guarradas al oído cuando de pronto, una mano me cubrió la boca y un pene intentaba sodomizarme.
Al intentar resistirme me movía frenéticamente, haciendo que Inés disfrutara aún más, “Así mi bebé, cógete a la perrita de tu mamá; rómpele el culo por zorra.
Así, más fuerte, Betito, así”.
Un grito fue la señal de su orgasmo, al igual que las contracciones de su ano en mi verga.
El invasor ya estaba dentro de mí, moviéndose con rapidez, una lágrima me escurría por la mejilla; parte por el dolor de la penetración y parte por el placer de estar dando y recibiendo sexo anal.
Una barba pico mi hombro, unos dientes mordieron suavemente mi lóbulo izquierdo; una lengua jugaba dentro de mi oído y la voz de mi padre se escuchó en volumen bajo:
“Bien Betito, ¿disfrutaste todas las veces que le diste verga a mi zorra?, por que ahora te toca pagar”
Me jaló del cabello y me besó en la boca, la mano que me había evitado gritar pellizcaba mis pezones y los retorcía generando un grato dolor que me hacía seguir exitado y erecto.
“Vieja” dijo Jorge (mi padre) “desenchúfate y límpiale la pistola como tu sabes hacerlo”
Ella obediente se separó de mí, y comenzó a chuparme el pene erecto, deslizando su lengua por mis bolas, el tronco, chupando con lentitud el glande enrojecido.
“Ahora a mí”, ordenó, extrayendo su miembro con un movimiento brusco e Inés como perrita en celo se lanzó a limpiarle su verga palpitante tal y como lo había hecho antes conmigo.
Estaba sorprendido y no sabía que hacer, me acerqué a Jorge (como me lo indicó por señas) y tomándome del cabello me dirigió a su pello velludo “chúpame los pezones, como se lo hacías a esta zorrita, ándale cachorrito”
Comenzé a seguir sus instrucciones, pero me sorprendió que mi madre ahora atendiera mi miembro, Jorge tomó mi mano y la llevó a su verga; comenzó a dirigirme para masturbarlo.
Era la primera vez que tocaba un miembro distinto al mío, se sentía caliente y resbaloso por la saliva de mi madre; pero su textura agradaba a mi tacto; apreté un poco más mi mano e incremente la velocidad con la que lo recorría.
Las venas de su tronco palpitaban en la palma de mi diestra, sin darme cuenta ya estaba jadeando de placer; Inés suspendió su sesión oral y apretó con fuerza la base de mi pene.
“ya casi termina el cachorrito” dijo a mi padre.
“Ya sabes que hacer”
Ella se acostó boca arriba, sin soltar mi miembro y dirigiéndolo hacía sus pechos; Jorge se colocó frente a mí y procedió a masturbarse “jalátela cachorrito, vamos a darle un baño de leche a la zorrita que esta aquí acostada”.
Obedecí, mientras mi madre acariciaba mi pierna, mis nalgas y finalmente estimulaba mi ano dilatado con dos dedos.
No pude aguantar más y terminé sobre ella, un poco después mi padre también eyaculó en el cuerpo de Inés.
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