Una familia muy normal – XV
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sayago19.
Lidia termina la narración sobre Alberto y concluye con su bebida, Mariana guarda silencio pero se ve la luz del deseo incrementado por el alcohol en sus ojos, me levanto para rellenar los tres vasos.
“por eso a Betito le gusta dar y recibir, aunque más lo segundo que lo primero” dice finalmente Mariana.
“yo creo que aún está procesando todo eso” le respondo mientras le entrego el vaso “hace dos años lo desvirgaron, hace uno le toca estar en un trio de hombres, pero ha tenido también sexo con mujeres y ahora con una “traviesa””.
“Y lo atendí muy bien, sobre todo por que tiene mejor arma que tú; lástima que no posee tus habilidades” comenta Lidia.
“eso si, eres mejor que él; aunque me gustaría tirarme a tu papá; seguro es muuuuy bueno” agrega Mariana y remata una carcajada.
“Tal vez y hasta mejor que el tuyo ¿o no?” le reviro
Calla, sus mejillas se encienden y tartamudea “mi, papá no.
.
.
él jamás”
“¿te inició solo a ti o a las dos?, porque por eso se divorció de tu mamá hace como cuatro años ¿o no?”
Lidia nos observa con la boca abierta y mirada expectante, Mariana se levanta y me arroja el vaso (por fortuna es desechable).
“Cállate, tu no sabes nada”
“Entonces, cuéntame”
Termina su desarmador, se sienta en la cama, mira la erección de Lidia (la cual no ha disminuido a lo largo de su crónica) y comienza:
Como sabes casi recién nacidas mis padres se mudaron a Michoacán, cada periodo vacacional regresábamos al DF (que tu Mamá y la mía sean hermanas y tu Papá y el mío mejores amigos era una gran ayuda para eso).
Nuestra infancia fue normal, pero al llegar a los 15 años nuestra curiosidad por el sexo era mucha, yo ya había escuchado (y visto a hurtadillas) a mis padres tener relaciones sexuales y encontré una película porno bajo la cama de ellos.
Un día que no tuvimos clases Ana y yo, por ser el último viernes del mes, despertamos después de las 10 de la mañana, estábamos solas en casa así que decidí mostrarle el hallazgo:
“mira lo que me encontré” dije mostrándole la portada en la cual se veía a dos mujeres desnudas besándose.
“¿qué es?”
“una película”
“¿de qué?”
“de como hacer el amor, ¿quieres que la veamos?”
“si”
“pero va a ser nuestro secreto, ¿de acuerdo?”
“claro que si”
Nos acomodamos en la sala y pusimos el DVD, durante casi una hora estuvimos viendo varios cortos: varias parejas heterosexuales pero lo que más nos llamó la atención fue el último en el cual aparecían dos mujeres en lencería y que comenzaban a besarse.
Posteriormente se acariciaban los pechos, se desnudaban y hacían un 69 cuando llegaba un hombre desnudo y erecto e iniciaban un trío.
Sentía mi vagina mojada y caliente, mi respiración agitada y la boca seca; Ana imagino que se sienta casí igual, así que se me ocurrió una idea:
“¿tienes sed?” le pregunte
“si, mucha” respondió.
No bien acabó de contestarme cuando le dí un beso en la boca, mi lengua inexperta tocó la suya y mis manos tocaron su pecho como lo había visto en la película.
Al principio trató de resistirse, pero cuando quiso sepárame sus manos apretaron mis senos y sintió mis pezoncitos endurecidos; fingiendo una experiencia que no tenía le musité al oído “tu solo relájate” y aproveché ´para darle unos leves mordiscos en su lóbulo.
Me retiré un poco y me quité el camisón quedando solo con mi pantaleta, la cual mostraba signos de humedad en su puente, Ana usaba una playera larga de algodón donde se marcaban sus pezones, así que sin dejar de besarla en los labios y el cuello, metí mis manos bajo la playera buscando sus pechos los cuales comienzo a acariciar con un poco de torpeza.
Ana quiere negarse, pero lo que está sintiendo es más fuerte, “espera” me dice y se despoja de la playera quedando completamente desnuda.
Miro hipnotizada su entrepierna, cubierta con una leve capa de vello, y dirijo mi boca hacia ella; recuerdo las imágenes difusas de mis padres y las explícitas de la película que aún está reproduciéndose y mi lengua toca tímidamente su clítoris.
Ella cierra los ojos y comienza a respirar con fuerza, me animo a meter poco a poco uno de mis dedos en su panochita desbordada de jugos y acaricio su interior (imagino que encontré su punto G ya que después de frotar con mis yemas una pequeña protuberancia su vagina se contrae rítmicamente, su lubricación aumenta y su cuerpo se relaja).
Al verla con los ojos cerrados cobre el sofá me quito la pantaleta y procedo a tocarme de manera similar a como lo hice con ella, el resultado fue el mismo a los pocos momentos siento una ráfaga de placer que me inunda (ya después supe que eso es el orgasmo) y me hace flotar entre nubes.
Me acomodo junto a mi hermana, la abrazo y beso su mejilla; estamos en un estado de somnolencia (por el placer experimentado) que no escuchamos abrirse la puerta, “¿qué pasas aquí?” grita mi Mamá, curiosamente no se escucha enojada sino un poco sorprendida.
“Pedí el día para que no se quedaran solas en casa y me las encuentro desnudas a media sala y viendo pornografía”
Ambas quedamos mudas, no encontramos palabras para defendernos, y Ella prosigue:
“Y además es de la colección de su Papá y mía, ¿a quién le pidieron permiso?”; por lo visto tendré que tomar medidas”
Coloca su bolsa de mano en el perchero y cierra la puerta con llave; se desabotona la blusa y se quita la falda, ya antes la habíamos visto desnuda (en las regaderas de los balnearios o tomando alguna ducha en casa) sin embargo es la primera vez que la miramos luciendo un sostén pequeño, tanga y liguero.
“Vengan a mi cuarto”
Llegamos a su habitación y con un gesto señala la cama King Sixe, en la cual nos subimos ambas, mi Madre se desnuda completamente y se sienta junto a nosotras.
seguramente ya están en edad de la curiosidad, de saber porqué les atraen los chicos y qué es ese calor que sienten en ocasiones, ¿cierto?” prosigue sin dejarnos responder “Las hormonas de su cuerpo les hacen exitarse y querer disfrutar los placeres del sexo, apenas tienen quince años, así que primero les enseñare algo de educación sexual.
“Primero siéntense son las piernas separadas, por lo que veo ya tuvieron sus juegos entre ustedes, ¿les gustó?”
Ambas asentimos con la cabeza.
Separo sus pierna y nos mostró su depilada vagina, con la mano izquierda abrió sus labios y con la diestra señalaba:
“labios mayores, labios menores, uretra, clítoris; este último es un excelente amigo: acarícienlo lentamente con las yemas de sus dedos índice y medio”
Al decir esto nos mostraba como hacerlo, poco a poco una sensación agradable comenzaba a renacer, un pequeño calor iniciaba su circulación y el pequeño botón rosado de nuestro clítoris tomaba fuerza y comenzaba a erguirse.
“mmmm, sigan así; ¿les está gustando? Si sienten un poco de líquido dentro de su vagina, conchita, coñito, palito, puchita o como ustedes le digan es normal y solo simboliza que su cuerpo se está preparando para placeres mayores”.
Su izquierda se alejó de su vientre y llegó a sus grandes senos ”con la otra mano acaricien sus pechos, jueguen con sus pezones, si están duritos es que lo están haciendo bien, pellízquenlos un poco y jalénselos, al principio parece doler pero después se disfruta mucho”
Obedecíamos disfrutando todas las sensaciones que corrían en nuestra piel, entonces Mariana (nuestra madre) dejó de masturbarse y se aproximó a nosotras, para nuestra sorpresa comenzó a acariciar nuestros senos; sus dedos acariciaban con maestría nuestros pezones erectos, los oprimía y los soltaba altaernativamente, estrujaba nuestros pechos y los amasaba con ternura y deleite.
Entonces aproximó su boca a mis tetas y sus labios se prendieron de mi seno derecho, sus dientes mordían con delicadeza mi pezón, los juegos de mi conchita manaba cada vez más y con mayor temperatura; suspendió sus caricias y procedió a hacer lo mismo con el pecho de Ana, sin poder evitarlo me encontré colgada de su busto tratando de repetir las caricias que ella me había prodigado.
Se irguió y atrajo a mi hermana hacia su otro seno, allí estábamos cada una disfrutando de las tetas de nuestra madre igual que de bebés pero ahora para aplacar otra hambre: la de placer.
Sus manos, que habían estado acariciando nuestra cabeza con ternura, no soltaron y apartando las nuestras de los coñitos mojados: primero sus dedos se encargaron del clítoris, jugaron con el; lo mimaron, lo rodearon y posteriormente se internaron dentro de nosotras, exploraban con lentitud nuestro mojado vientre hasta encontrar un pequeño montículo como a unos 5 centímetros de la pared anterior de la vagina, una vez ubicado movió sus índices, como si llamara a alguien, “ese lugar bebés, es el famoso punto G; disfruten todo lo que puedan” bastaron unos pocos movimientos para hacernos llegar a un orgasmo explosivo.
“Que rico nena” interrumpió Lidia “¿pero eso qué tiene que ver con tu Papá?”
“Necesito algo de beber para continuar” respondió parcamente.
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