Una familia muy normal – XVII
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sayago19.
Mariana se sentó nuevamente en la cama, tomé una silla y Lidia ocupó una almohada para acomodarse en el suelo, cerró brevemente los ojos y prosiguió con su historia:.
"Si recuerdas Ernesto no tuvimos fiesta de 17 años, nos fuimos los cuatro de viaje, nos sorprendió un poco a Ana y a mí que nos acompañara nuestra Madre, sobre todo después de un año de divorcio.
Nos hospedamos en un suite de un hotel en Puerto Vallarta, contaba con frigobar, cocineta, sala con pantalla plana y dos habitaciones con cama matrimonial.
Fue un día normal, como de vacaciones en familia, estuvimos en la playa, la alberca, fuimos al pueblo a curiosear, comimos en el mercado, regresamos al hotel, nos bañamos, mientras mi padre iba por una copa, mi hermana y mi madre a caminar, yo fui al spa y pregunté si había masajistas disponibles (estaba nerviosa y quería distraerme un poco).
Para mi fortuna la respuesta fue afirmativa y me condujeron a una cabina cuyo único mobiliario eran: una camilla de masaje, un perchero, dos sillas y un pequeño mueble con toallas.
Entra una chica como de 20 años, guapa, con buen cuerpo sin ser exuberante, viste un bikini azul agua (color institucional del hotel) y un pareo floreado atado en la cintura.
“Soy Janeth, ¿es la primera vez que tomas un masaje?”
“Hola Mariana y si, será mi primer masaje ¿se me nota?”
“no, solo es para saber si ya conoces nuestras opciones”
“¿cuáles son?”
“relajante, a dos y cuatro manos; especial, a dos y cuatro manos, pero puede ser con masajistas mixtos o del mismo género”
“¿también hay masajistas hombres?”
“claro, y no solo las mujeres toman masajes aquí” me dice con una sonrisa pícara “ o ¿buscas algo especial?” pregunta guiñándome un ojo
“solo relajarme, estoy un poco nerviosa e impaciente”
“¿a dos manos está bien?”
“si”
“por favor desnúdate y sube a la camilla en posición boca abajo.
”
Obedezco, mientras me desprendo de mi playera, short e interiores, Janeth pone una sábana blanca sobre la camilla, coloca dos toallas en una de las sillas (en la otra pongo mi ropa) y espera a que suba.
Me coloco tal como lo indicó y con rapidez cubre mi trasero con una toalla, la escucho frotar las manos y me llega un olor a flores.
Siento sus manos hacer girar mis pies, estimular su panta, dar un breve masaje a cada uno de los dedos, rotarlos, amasar los músculos de mis pantorrillas y muslos, después con mucha delicadeza les pasa por encima (muy despacio y apenas tocando mi piel) la yema de sus dedos.
“si, estas un poco tensa, seguro que cuando llegue a tus hombros lo voy a notar aún más; ¿te pasa algo?”
“si” me detengo un momento antes de continuar “hoy va a ser mi primera vez con un hombre”
“¿en serio?, felicidades; espero que sea con alguien que te guste y ames”
“si, gracias, y si lo es” (y si supieras quien es tal vez te escandalizarías, pienso sin decirlo) “de hecho él espero hasta que tuviera 17 para tomarme”
“que lindo detalle, eso ya casi no se ve; ahora la mayoría quiere encamarte desde la primera vez que te ve”
Sus manos evitan tocar la zona cubierta por la toalla y prosiguen en mi cadera, cintura, espalda; se mueven con firmeza y soltura sobre mi cuerpo; aplican la cantidad justa de fuerza para que no resulte doloroso ni tampoco cause cosquillas.
Toma mi brazo izquierdo, lo apoya en su hombro y comienza a darle masaje, la sensación es muy grata, después se encarga de mi mano, estimula la palma, cada uno de los dedos, y le da un pequeño tirón.
El brazo derecho sigue un tratamiento igual y la relajación es cada vez mayor.
Ambos brazos cuelgan a un lado de la camilla, Ella se coloca frente a mi; sus manos se encargan de mis hombros, bajan y suben a lo largo de mi espalda; recorriendo mi columna vertebral.
Accidentalmente, creo yo, sus senos tocan mi cabeza; son suaves y cálidos.
“estabas muy tensa, ¿te sientes mejor?”
“si, tienes muy buenas manos”
“gracias, y no solamente las manos; ji ji ji”
Su risa de ratoncillo me agrada, pero me pone alerta ¿me está coqueteando?; seguro es mi imaginación que está acalorada pensando en el encuentro con mi padre.
Me aplica otro aceite, con un olor distinto, en el cuello, nuca y espalda; comienzo a notar una sensación de grato calor; repentinamente sopla en las zonas que recibieron el líquido, lo cual me sorprende y me excita un poco.
“¿puedes ponerte boca arriba, por favor?” dice mientras me quita la toalla.
Obedezco, me apena un poco que mis pezones estén erectos, me acomodo y cierro los ojos.
Cubre mi vientre con la toalla, pero antes de colocar otra sobre mis pechos siento su dedo rozando mi pezón.
“que pícaro lunar, tan cerquita del pezón; seguro a tu novio le gusta jugar con él; perdón que igualada ¿proseguimos?”
Me cubre y comienza con el masaje, inicia nuevamente con mis pies pero su técnica ha cambiado, la fuerza disminuye y casi pudiera decir que acaricia más que masajear.
Toma mis tobillos, los coloca sobre sus hombros; me abraza por las rodillas y siento en la parte trasera de mis muslos sus acolchonados senos durante casi un minuto (comienzo a excitarme aún más)
Deja mis piernas sobre la camilla, separándolas, camina a un lado y comienza en mi estómago; sus dedos miman mi ombligo, lo rodean, se alejan; vierte un poco de aceite en la zona que lo circunda y en círculos comienza a aproximarse a el, cuando está casi a punto de tocarlo se aleja también en círculos.
Atiende ahora mis brazos, es muy grato sentir sus manos expertas en el derecho, coloca mi palma en su hombro y procede a masajear brazo y antebrazo, termina, toma mi mano y la baja poco a poco accidentalmente (quiero creer) la apoya un segundo en su pecho.
El izquierdo recibe el mismo tratamiento incluido el roce de seno.
Se coloca en la cabecera de la camilla, sus manos se ocupan de mis hombros, cuello, sienes; sus dedos juegan con el lóbulo de mis oídos; su aliento en mi oído dice lentamente:
“no te lo había dicho, pero tu novio pidió te diera un tratamiento especial” besa mi cuello y su lengua lo recorre hasta la oreja “ponte boca abajo por favor”; abro los ojos y la veo vestida solo con la parte inferior del bikini.
“pero.
.
.
¿novio?”
“si, el que está en la suite 69 contigo; por cierto que buen gusto tienes para los maduros”.
Pienso en salir corriendo, pero opto por obedecer; en esta ocasión Ella no me cubre, junta mis piernas y se sienta a horcajadas sobre mis cintura, se recuesta sobre mi espalda y lentamente se mueve, haciendo que sus rígidos pezones la recorran, la nuca, los hombros, mi columna, se desmonta y besa mis nalgas, sus senos se deslizan por una pierna, después por la otra, sus botones endurecidos recorren la planta de mis pies, después de besarla, separa mis piernas.
Avanza hasta la altura de mi cadera y sus manos ahora juegan con mis nalgas, las hace girar en sentidos contrarios, las oprime, las junta y luego las separa.
Vierte un aceite entre ellas y continua con sus movimientos, se detiene y me pide: “voltéate corazón, ¿por favor?”
Abro los ojos y obedezco, tengo completamente mojada la entrepierna, mis pezones duros y mis labios secos.
Janeth, mientras tanto se quita la última y breve prenda que porta, se coloca al pie de la camilla, separa mis piernas y comienza a besarlas iniciando en los tobillos y concluyendo en la ingle (alternando un beso a diestra y siniestra).
Estoy excitada y expectante, mi respiración es agitada, Ella coloca sus manos bajo mis nalgas y las levanta un poco, lo suficiente para que sus labios accedan sin problemas a mi vértice de placer (inundado ya en su mieles) y comienza a saborearlos como un manjar.
Su lengua juega con mi clítoris, se introduce en mi, acaricio mis senos y los estimulo, el placer es enorme y la excitación crece como una ola en mar embravecido.
Pasan unos minutos y se detiene, sube un poco y su boca ahora juega con mi erectos pezones, su diestra juega con mi flor íntima (ya enrojecida e hinchada por el deseo y la excitación).
“Bésame” le digo.
Sonríe, se acomoda un poco más arriba y nos besamos, nuestras lenguas se dedican a explorarse, sentirse mutuamente, recorrer la boca de la otra.
Nuevamente se detiene, baja de la camilla, me toma de la cadera y me hace girar para quedar boca abajo; coloca las toallas dobladas bajo mi cadera; separa mis piernas y comienza ahora a explorar con su boca mi región anal, la maestría con la que su lengua estimula y lubrica mi estrecha puerta trasera es mayor que la que posee mi madre.
Mientras tanto sus dedos no se olvida de entrar y salir en mi cuevita empapada de licor, poco a poco como las ondas en un lago la sensación del orgasmo llega a mi, se difunden por todo el cuerpo, inundándome de bienestar y una deliciosa languidez.
Janeth lo nota y se separa de mí, me cubre con una sábana limpia, me dice al oído; “espero te resultara muy grato, te dejo dormir un poco y regreso en media hora.
”
Apenas la veo salir del cubículo, imagino que con ese paso sensual y contoneando su cuerpo desnudo va a darse una ducha, tal vez desahogarse y después vendrá por mi.
Ahora estoy más tranquila, sin embargo sigo esperando con ansia el anochecer.
"
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