Una familia muy normal – XVIII
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sayago19.
Janeth regresó a los 40 minutos, despertándome de un agradable sueño; me vestí y me despedí de ella con un beso en los labios, antes de salir del cubículo me comentó: “también doy masaje a parejas, aquí o en su habitación; digo por si llegas a necesitarlo”.
Regresé a la Suite, estaba completamente sola; en la cama encontré una caja y un par de bolsas.
La caja tenía en su interior un par de zapatos de tacón alto (color negro) y una nota que decía:
“este es parte de mi regalo de cumpleaños, espero que el masaje que solicité para ti resultara de tu completo agrado; esto es lo que usarás en unas horas (deben ser casi las 19:00 hrs.
), tenemos reservación en el restaurante de cocina italiana a las 20:30.
Ahí nos vemos.
Tu Papá: Javier P.D. : la cena es para dos y es especial por tu cumpleaños, besos a mi hija menor (por 5 minutos)”
Una de las bolsas contenía un precioso juego de lencería: tanga y sostén (3/4 de copa) strapless, ambos de encaje negro.
La otra bolsa un precioso vestido azul cielo (mi color favorito), de brazos descubiertos, falda recta y a medio muslo.
El reloj marcaba las 19:00 horas con calma me vestí, pensando que algunas horas las manos de mi padre me despojarían (en esta misma habitación) de la ropa, pensar cómo sería sentir su respiración en mi nuca mientras baja el cierre del vestido, imaginaba su tibia lengua en mi cuello y sus manos liberando y acariciando mis pechos, la ansiedad y el deseo comenzaron a humedecer mi aún virgen cuevita.
Me perfumé ligeramente, tome mi bolsa de mano y vi que eran las 20:15; me dirigí al restaurante y ya estaba Javier esperándome; la siguiente hora fue un deleite, ni en mis sueños más románticos había imaginado un marco más esplendoroso.
Un violinista se acercó y tocó las mañanitas y al terminar una nutrida serie de aplausos de los meseros me arrancón lágrimas de emoción, los brazos fuertes de mi padre me rodearon y con un beso en cada mejilla las enjugó.
Eran casi las 22:00 horas y llegamos a la suite, no estaban ni mi madre ni mi hermana (o al menos eso parecía).
Entramos a la pequeña sala, y antes de que pudiera evitarlo lo abracé y lo besé.
Me levantó en brazos y me llevó al sofá, sirvió una copa de vino espumoso (que sacó del frigobar) y brindamos:
“por que tu cumpleaños 17 sea inolvidable”
“con tu presencia seguramente lo será”
La terminé de dos tragos, Javier mi padre me acaricia la mejilla con el dorso de los dedos, después me besa el hombro, la mejilla y termina posándose en mis labios.
Me toma en brazos y me lleva a la alcoba, me aferro a su cuello y reclino mi cabeza en su pecho disfrutando el olor a maderas de su colonia.
Con suavidad me deposita en la cama, cubre mi rostro de besos y me pregunta:
“¿quiéres que apague la luz?”
“no, así estaremos mejor”
Mientras me acomodo en el lecho, él se quita el saco y la corbata, mientras sigue preguntando:
“¿es tu primera vez?”
“con un hombre sí, antes estuve con mi madre y con Ana”
“Lo imaginaba ¿y tus novios?”
“solo caricias, besos y un poco de jugueteo, pero nunca hubo penetración”
Apoya una rodilla en la cama, me toma de la cadera y me hace girar para quedar boca abajo, sus besos caen como lluvia sobre mi nuca y cuello, sus manos deslizan el cierre del vestido con lentitud; cada centímetro de piel que aparece es cubierto por besos de mi padre.
La sensación es sensual y deliciosa, me levanto un poco para que él pueda despojarme del vestido, la parte no cubierta por mi tanga es un lienzo donde sus dientes, labios y lengua escriben versos en la curva de mi trasero.
Sus manos acarician mis muslos, mis pantorillas, juegan con mis tobillos, tocan cada uno de los dedos de mis pies.
“papá quiere verte desnudo” le digo mordiéndome el labio inferior con un poco de pena y un mucho de deseo, mientras me apoyo en un brazo para intentar colocarme boca arriba.
Se levanta de la cama y se retira un par de pasos, se quita la camisa y la camiseta, se desabrocha el pantalón y lo deja caer; arroja zapatos y calcetines hacia un rincón.
Mi corazón está desbocándose, sobre todo al ver su potente erección abultando dentro del bóxer, mete los pulgares en el elástico para desprenderse de la prenda
“no, papi, aún no; quédate quieto”
Me incorporo y comienzo a besar su pecho, juego con sus vellos; beso sus pezones; mi diestra acaricia su estómago plano (a pesar de sus 42 años) y juega con los bordes de su ombligo, la izquierda acaricia apenas con las uñas su muslo, haciendo círculos y aproximándose hacia su ingle.
“tengo que confesarte algo”
“¿qué? ¿Qué me has observado cuando tenía relaciones con tu madre?”
“si”.
“tu madre me lo dijo, quería que las desflorara cuando tenían quince y sabes que su insistencia fue la causa de nuestra separación; yo deseo que sea una ocasión especial para ti”.
Mi boca sella la suya, con la izquierda tomo su mano y la pongo en mis senos; mientras la derecha se desliza por dentro de su bóxer hasta sentir su miembro firme por la excitación.
Bajo su prenda y me deleito viendo su pene erecto, surcado de venas, resaltando como una torre sobre su afeitado pubis.
Los dedos de mi diestra se cierran en torno a su miembro y comienzo a darle una serie de caricias (no es el primer órgano viril que manipulo, pero si el que siempre había deseado tocar) no tiene 18 cm como lo había pensado originalmente, mi mano me hace comprender que mi cálculo estaba equivocado: 20 gloriosos centímetros de carne dura, caliente, abro la boca y con mi lengua comienzo a lamer delicadamente el glande de ese grueso y venudo miembro.
Mis labios se cierran sobre esa lanza de carne, mis dientes arañan delicadamente el grueso tronco, y el suspiro que emite es un indicador de que estoy haciendo un buen trabajo.
Con la habilidad de su experiencia, su diestra suelta mi sostén y me hace levantar; posteriormente sobre mi tanga comienza a acariciar mi rincón secreto (ya mojado por cierto), lleva sus dedos a la nariz aspira su fragancia como si fuera un perfume y después lo prueba lamiendo cada uno de los dedos húmedos de mi licor de mujer.
Detengo su mano y comienzo a chupar cada dedo, imaginando que cada uno de ellos es un pene, mi sabor está diluido con su saliva pero aún así la mezcla es deliciosa.
Retira mi mano y me besa, tierno primero y después su lengua juega a buscar la mía a deslizarse por mis dientes.
Poco a poco va recorriendo mis mejillas, mi cuello, desciende por entre mis senos, los devora, muerde levemente mis pezones erectos, los estruja con sabiduría.
“Así Papi, te deseo mucho” le susurro
Por toda respuesta se desliza hacia abajo, se demora en mi estómago tembloroso por los nervios y la excitación, su lengua prueba le hendidura de mi ombligo.
Desliza mi tanga hasta el suelo, liberándome de ella, tomándome de las caderas aproxima su boca hacia mi sonrisa vertical, e inicia sus exploración: siento como el dardo e su lengua juega en mis labios vaginales, como acaricia de manera sensual y directa el botón de mi clítoris, la sensación e sentir como avanza dentro de mi haciéndome lubricar a mares (sé que él lo percibe y lo disfruta, puesto que ha redoblado su atención a mi vértice del placer); no tiene la glotonería de algunos chicos que me han hecho el cunnilingus, ni la lengua suave de mi madre o hermana, él tiene la seguridad y la sabiduría que dan los años, es un maestro del oral.
Apoyo mi mano en su cabeza y juego con su cabello, noto algunas canas pero no importa, juego con sus orejas; él como respuesta se levanta y toma en brazos hasta dejarme sentada en la orilla de la cama.
Toma mi pie derecho, besa mi zapatilla, mis dedos, los tobillos; sube lentamente por la pantorilla, el muslo deposita un tierno beso en mi flor secreta y comienza un viaje inverso por la otra extremidad: inicia en mi ingle y deja un reguero de besos hasta la punta mi pie.
Se arrodilla y coloca mis muslos en sus hombros, nuevamente su lengua juega con mi clítoris, su lengua explora mis labios y la inundada gruta de placer.
Es una sensación divina: “por favor, quiero sentirte dentro de mi, Papi por favor” suplico con voz temblorosa, se levanta liberándose de mis piernas y por toda respuesta toma una almohada y la coloca bajo mi cadera.
“Abre el buró y saca un preservativo”
“no es necesario, Mamá me llevó al ginecólogo y estoy tomando anticonceptivos”
Separa mis piernas y toma su miembro (brillante por el líquido lubricante que ha expulsado) con la derecha; hace que su glande juegue con mis labios, que se deslice por mi mojada cuevita, amaga con entrar y se retira; es un juego de gato y ratón que me hace excitar aún más.
Por fin, poco a poco su miembro va penetrándome, mis paredes vaginales se abren para recibir su poderosa herramienta; siento unas leves punzadas de dolor; sin embargo el deseo y el placer son mayores.
Unas lágrimas corren por mi mejilla, “¿te estoy lastimando?” me pregunta al momento de detener sus embates-
“no, Papá, es de felicidad y placer; este es un momento inolvidable y que había deseado desde hace mucho tiempo; gracias.
Te amo”
Me besa en la frente y después en la boca, mientras prosigue con sus movimientos aumentando paulatinamente su velocidad a la par que mi orgasmo se aproxima.
Estallo de placer, no es mi primer orgasmo pero si es la primera vez que un miembro masculino me lo proporciona; mis paredes vaginales se contraen varias veces con rapidez, como si trataran de exprimir el caliente semen de mi padre.
Me abrazo a su cuello y tiro de el, haciéndolo recostarse a mi lado.
“gracias, pero quiero pedirte un favor”
“dime”
“hazme tuya, como si fuera María; quiero ser tu.
.
.
.
pequeña zorra”
Su mirada adquiere otro brillo, pareciera que se activó un botón dentro de él; “muy bien, ponte en cuatro como la perrita que eres””
Ya lo había escuchado así antes, pero aún así tuve un pequeño estremecimiento al colocarme en la postura que ordenó.
Se hinca frente a mi rostro y me toma del cabello: “usa tu boquita chupadora y vuelve a ponerla dura para darte tu merecido”
Comienzo a darle sexo oral, el sabor de su semen y mis jugos me parece deliciosos y excitante; le paso la lengua por su tronco que poco a poco va cobrando firmeza, lamo delicadamente sus testículos pero me detengo al sentir una fuerte nalgada, mi trasero arde por el impacto.
“no te detengas, que apenas estoy empezando” otro manazo se escucha aumentando la sensación de calor en mi trasero”
El miembro de mi padre vuelve a endurecerse y engrosar dentro de mi boca, uso una mano para acariciar sus testículos (es delicioso sentir lo rugoso de su saco escrotal); cunado un jalón de cabello me detiene.
Pon la cabeza entre los brazos y apóyala entre la almohada, obedezco y Javier se coloca a mis espaldas.
Su lengua se dedica a lamer mis nalgas enrojecidas; acercándose poco a poco a mi ano; repentinamente ese dardo rosado acaricia y humedece mi estrecha puerta trasera.
Gira en círculos sobre ella, intenta penetrarla, lame esa breve hendidura; sus dedos se dedican a consentir y jugar con mi vagina caliente y mojada, dos de ellos entran y acarician mi interior buscando mi punto G, un dedo pulgar estimula al mismo tiempo mi ano y venciendo la débil resistencia se interna dentro de mi.
Sentir como estoy siendo estimulada por dos vías me hace calentarme aún más, no puedo detenerme:
“dame tu leche por mi culito, entra en él por primera vez; por favor, castígame por ser una niña mala”.
Me toma nuevamente del cabello, para besarme la nuca y el cuello.
“tu lo pediste y te lo has ganado”.
Suelta mi cabello y con su mano en la nuca vuelve a colocarme la cabeza en la almohada; me detiene mientras muerde mis nalgas (primero una y después la otra), sus manos van a mi cadera.
Sé que se prepara a sodomizarme, respiro rápidamente, mi corazón late desbocado, mis jugos corren por mis muslos, mis duros pezones se sienten como de piedra.
La cabeza de su miembro toca apenas mi esfínter, se retira (como si llamara a la puerta) y antes de que pueda decir algo su tronco se adentra en mi de un solo golpe (apenas el glande) pero es lo suficientemente inesperado para arrancarme un grito de sorpresa, dolor y placer.
Sus movimientos inician despacio y van acelerando, sus embates me sacuden y ocasionalmente una nalgada o un manazo en el muslo incrementan mi deleite.
“así, que rica estás zorrita; ¿te gusta ser mi pequeña ramera?”
“si papi, dame más; por favor”
Una nalgada más fuerte y los gemidos de mi padre me acercan a la culminación; el semen de Javier se derrama en mi acompañando mi orgasmo, mi esfínter anal se contrae rítmicamente mientras toco el paraíso del placer carnal.
Javier demora unos momentos antes de sacar su miembro desfalleciente de mi culito enrojecido, adolorido pero agradecido por ese tratamiento.
Javier besa mis hombros y me dice: “buenas noches, bebé; feliz cumpleaños”.
“gracias Papá, esta es una noche única e inolvidable”
Me abraza y apaga la luz, a fin de que podamos dormir y descansar.
Mariana termina su narración, me acerco y la abrazo, Lidia se une a nosotros apoyando su pecho en la espalda de Mariana; a pesar de la desnudez de los tres es un abrazo tierno, sin deseo.
Siempre había escuchado que el primer hombre de una mujer es inolvidable para ella, pero esto me está demostrando que es cierto.
Sé que Mariana ha disfrutado nuestros encuentros, pero ninguno (de las que ha vivido y de los que vendrán) se comparará con su noche de cumpleaños 17.
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