Una familia muy unida
Familias muy unidas; como dice la canción «felices los cuatro»..
Vivíamos en un piso bastante pequeño con dos habitaciones, por lo que nuestros hijos, un niño y una niña tenían que compartir habitación, algo que mientras fueran pequeños no nos preocupaba mucho, pero sabíamos que tendríamos que cambiarnos a otro piso más grande para que cada uno tuviera su habitación, en cuanto nuestra situación económica mejorara lo suficiente.
El niño es el mayor, con dos años más que la nena y al menos cada uno tenía su cama, aunque tuvieran que estar pegadas por el poco espacio que había. Alguna vez había comentado este problema con mi marido, ya que según se iban haciendo mayores, me angustiaba más que tuvieran que seguir compartiendo habitación por la poca perspectiva que teníamos de podernos cambiar de piso, lo que solía ser un tema de conversación que nos hacía discutir entre nosotros:
—El crío va a hacer 12 años y no veo bien que tenga que seguir durmiendo con su hermana —le decía yo.
—Bueno, mujer, son todavía pequeños y ya están acostumbrados a dormir juntos. No creo que haya mucho problema.
—Eso lo dices tú. ¿No te has fijado como se le pone dura la pollita a Iván?
—Es normal que le pase. Es un niño y está creciendo.
—Claro, la polla también le está creciendo y la niña se fija en ella y le da curiosidad.
—Están acostumbrados a verse desnudos desde pequeños. La cría la verá con naturalidad. ¿No serás tú la que te estás fijando en ella, jaja?
—¡Qué cosas dices!, es mi hijo y es un niño todavía.
—Ya, ya, eso dicen todas las madres, pero yo sí que me he fijado como se la sobas bien cuando le bañas.
—No digas tonterías. Tú sí que manoseas bien a tu gusto a la niña en la bañera y yo no te digo nada. ¿Qué crees?, que no me he dado cuenta de cómo te empalmas cuando estás con ella. Ayer salías del baño con ella en brazos y con la polla toda tiesa. A saber lo que estarías haciendo con la cría en la bañera.
—Ya sabes que a ella le gusta jugar, como siempre.
—Si, anda, que ya sé que esos juegos los aprovechas tú para tocarla toda y comerle el coño.
—Eso es en broma que le hago, mujer. A ella le hace cosquillas, es solo una niña.
—Ya no es tan niña y no deberías bañarte con ella.
—Es que a ella le gusta y se lo pasa bien. ¿Por qué tenemos que dejar de hacerlo?
—Claro que la gusta, ese es el problema. Le encanta agarrarte la polla y tiene mucha más picardía de la que tú te piensas. Hace tiempo que se toca para darse gusto, aunque no me extraña, porque tiene unos buenos calentones contigo.
—¡Vaya! ¿No estarás celosa de la cría?
—Cómo voy a estar celosa, si es una mocosa que ni tiene la menstruación todavía.
—Jaja, la verdad es que las nenas son la debilidad de los papás y a veces las mamás se quejan de que reciben poca atención.
—Sí, tómalo a broma. Allá tú con lo que haces, si te acabas corriendo con ella, pero el día que dejes de follarme tendremos un problema.
—Bueno, mujer, no te pongas así, que eso no te va a faltar.
—Ya veremos. Cuando empieces a darte el gusto con la nena, ya no tendrás ganas de metérmela a mí, como les pasó a otras amigas que me lo contaron.
Mi marido se lo pasaba demasiado bien con la cría y no quería renunciar a ello, por lo que a pesar de mis advertencias, siguió empeñado en bañarse con la niña y yo empecé a no perder ojo de lo que hacían cuando estaban en la bañera. Les observaba sin que ellos se dieran cuenta y una vez vi como sentaba a la cría encima de él y se frotaba con ella hasta que llegó un momento en el que me pareció que él se corría dejando de moverla y abrazándola sobre su pecho.
Para asegurarme si lo había hecho, entré en el baño y vi unas manchas blancas en el agua, por lo que se lo recriminé:
—¡Qué¡ Ya te has corrido con ella ¿no?
—Noo, eso será jabón. ¡Cómo me voy a correr…….! —insistía en negarlo.
—Como que no, mira la cría, si está toda pringada de semen y la salpicaste hasta en la cara.
—¡Jo…., es verdad! Bueno, perdona, es que no me pude aguantar.
—Si no te bañaras con ella, no te pasaría esto, pero claro, tú estás encantado y la nena está hecha una buena zorra también, que mira cómo no dice nada.
Otro día que los estaba vigilando, me pareció ver a mi hija con la cabeza agachada entre las piernas de mi marido y volví a alarmarme con mis sospechas, así que volví a entrar en el baño y cuando vi a la cría dando lametones a la polla de su padre, ya estallé.
—No me lo puedo creer. ¿Cómo la dejas que haga eso? Esto no puede ser.
—Fue ella la que quiso, yo no le dije nada.
—Bueno, ya estuvo bien, esto se acabó. A partir de ahora no quiero que vuelvas a bañarte con ella. Cuando no pueda bañarla yo, la ayudas tú desde fuera, pero sin meterte con ella en la bañera.
—Está bien, como tú quieras. Tienes razón, ya va siendo mayor y me dejo llevar por la excitación.
—Si estás caliente ya me tienes a mí para eso, pero no la envicies a ella, porque luego querrá hacer eso con su hermano.
—Yo creo que ya se lo hizo, él la enseñó, me dijo, por eso quiso chupármela a mí.
—Ves, lo que me temía. ¿Y ahora que vamos a hacer?
—Tendremos que hablar con ellos y estar pendientes de lo que hacen, porque cualquier día empieza a metérsela.
—Bueno, de momento no hay problema, porque a la cría no le ha llegado la regla todavía.
—Pero enseguida la tendrá y ya verás el problema en el que nos metemos si la preña.
—Esperemos que no pase eso. Mientras tanto no tenemos de que preocuparnos, pero cuando llegue el momento, le diremos a Iván que se ponga el condón.
—¿Cómo puedes hablar con tanta naturalidad de esto? Son nuestros hijos y no sabemos si ya están follando entre ellos.
—No creo que hayan empezado, porque le metí el dedo a la nena y lo tiene cerradito todavía.
—Claro, ya me extrañaba a mí que no anduvieras metiéndole el dedo también. A ver si todavía vas a ser tú el primero en follarla.
—No, mujer, si no le entra todavía.
—O sea, que lo has intentado ya.
—No, sólo se la puse en la rajita para rozarme con ella en la bañera, fue el día que me corrí y nos pillaste.
—¡Ay dios! Qué hombres, no puedo con vosotros……. Estoy segura de que ya te corriste más veces con ella, como su hermano. A ver si tú y tu hijo empezáis a tener más cuidado, porque no quiero que estemos en boca de todo el mundo cuando a la niña le hagáis una barriguita.
—Todos tienen mucho que callar. A ver si piensas tú que en las demás casas no hacen lo mismo.
—No sé lo que harán los demás, pero mientras no se entere nadie, pueden hacer lo que quieran. Lo malo es cuando no se tiene cuidado y todo el mundo acaba enterándose y ya ves tú que vergüenza se pasa.
—Yo, por mi parte, tendré cuidado, pero hablaremos con nuestros hijos para que Iván se ponga el condón cuando empiece a metérsela. Está en una edad muy mala, todo el día haciéndose pajas y con la cría en su habitación, tarde o temprano acabará convenciéndola para follar. Tú también podrías colaborar un poco y que el chaval se desahogara contigo para quitarle las ganas con su hermana.
—¿Qué estás diciendo? ¿Qué me folle mi hijo? Tú has perdido la cabeza.
—Bueno, si no follar, al menos pajearle y chupársela para que se corra y no se vaya con ganas a la cama.
—¿Ah, sí? Bueno, tú verás. Luego no me digas que me pongo cachonda con él.
—Cachonda si te pones; anda, que lo estás deseando, no disimules conmigo.
—No me puedo creer que estemos teniendo esta conversación. Cualquiera que nos oiga no sé qué iba a pensar.
—Pues que somos una familia muy unida, jaja. Además, a nadie le importa lo que hagamos en nuestra casa. Ya te dije que a saber lo que harán los demás.
—Yo sé por alguna amiga que todos tienen problemas parecidos, sobre todo cuando sus hijas van teniendo una edad en la que tienen que tener mucho cuidado con sus maridos porque están todo el día sobándolas, calientan a las crías y acaban haciendo de todo con ellas.
—Claro, es normal. A algún amigo se le escapa algún comentario a veces, sobre todo en el bar, y más de uno ya se ha metido en la cama de sus hijas de noche.
—Es tremendo. También es que hay cada una que se abren de piernas a la mínima, en cuanto las tocan un poco. No sé cómo no pasan más cosas, con todo lo que hay.
—No las eches la culpa a las pobres crías, porque a ti también te pasó y ya te dejaste follar bien pronto. Tú tuviste suerte de que no te preñaron, pero ahora muchas acaban quedando embarazadas y no se entera nadie porque las hacen abortar.
—Será por eso, porque si no, no se entiende. Y para colmo ese amigo tuyo que viene a casa, no hace más que mirar a la cría y ya le vi metiéndole mano hasta delante de ti sin que le digas nada y la nena tan contenta.
—Bueno, mujer, le tiene mucho cariño porque la conoce desde pequeña.
—Pues que la meta mano a la suya y deje a la mía en paz.
—No seas así, su hija también me quiere mucho a mí y siempre me da un beso cuando me ve.
—Un beso, ya, ya….. No me digas que tú también le tocas el coño a la suya y su padre te lo permite.
—¿Qué va a decir, si yo tampoco le digo nada a él?
—Qué cerdos sois los hombres, si su mujer lo supiera……
—Pues ella como tú. Ya sabe cómo es su marido y está acostumbrada. Además, ellos sólo tienen una y la tienen más mimada.
—Sí, más consentida querrás decir, que vamos, la dejarán hacer de todo a la cría y si quiere jugar con la polla de su padre, la dejan también. Las madres de ahora somos tontas. Si mi madre me hubiera visto agarrando la polla a mi padre, me corta la mano.
—Menos mal que nunca te vio, jaja.
—Las niñas teníamos más respeto antes y nos cuidábamos bien de que no nos vieran hacer esas cosas. Por eso sé que tengo que vigilar a la mía.
Las noches siguientes yo estaba más pendiente de los niños entrando en su habitación por si estaban haciendo algo, pero claro, no podía estar toda la noche vigilándoles, porque tenía que dormir y ellos seguramente esperarían a que estuviéramos dormidos para hacer lo que quisieran, aunque suponía que la calentura de la edad les haría juntarse en cuanto se fueran a la cama.
Así fue como una noche que me levanté, entré en su habitación y me los encontré uno encima del otro chupándose en un auténtico 69. La impresión que me llevé al verlos así, casi me deja sin habla, pero al final pude gritarles:
—¿Qué hacéis? Pero si sois hermanos y no podéis hacer esas cosas.
Ellos se asustaron al verse sorprendidos y se separaron, pero no dijeron nada, aunque yo no podía apartar la vista de la pollita de mi hijo, toda empalmada y brillante por la saliva de su hermana y no sé cómo me atreví a preguntarle a mi hija:
—¿Te gusta comerle la polla a tu hermano….?—enseñándosela mientras la tenía en la mano.
Ella asintió con la cabeza, sin contestar, un poco avergonzada, aunque yo continué diciéndole:
—La culpa la tiene tu padre, que te la empezó a poner en la boca y supiste lo rica que estaba.
Mientras hablaba con ella, yo sujetaba la polla de mi hijo en la mano y la masajeaba deleitándome con su dureza hasta que no pude aguantarme las ganas y esa fue la primera vez que me la metí en la boca, ante la sorpresa de mis hijos que miraban desconcertados, provocando la corida de mi hijo a las pocas lamidas en mi boca, por lo que mi hija me preguntó, alarmada:
—¡Mamá! ¿Qué haces?
—Sacarle la leche a tu hermano, como me dijo tu padre, para que no te la eche a ti.
—Pero a mí me gusta también sacársela.
—¿Se la chupaste más veces ya?
—Sí, casi todas las noches.
—Cuánto tiempo lleváis haciéndolo?
—No sé, no me acuerdo.
—O sea, que más tiempo del que yo pensaba. Ya me lo estaban advirtiendo mis amigas y yo no quería creérmelo, pero ellas lo sabían bien, claro. Voy a llamar a tu padre para que hable con vosotros.
Le expliqué a mi marido todo lo que había pasado y lo que había visto y empezamos a hablar con ellos de todas esas cosas que quizás teníamos que haberlo hecho bastante antes, pero a todos los padres nos da pereza hablar de sexo con nuestros hijos y lo vamos posponiendo:
—A ver, ¿en el Colegio os han enseñado a ponerse el condón?
—Sí, a mí sí —dijo nuestro hijo.
—Bueno, Lorena, supongo que a ti todavía no han empezado a explicarte esas cosas, pero vamos a enseñártelo para que se lo pongas a tu hermano cuando lo hagáis.
—Mamá, todavía no la follé ninguna vez —añadió Iván.
—Pues mejor, pero para cuando se lo hagas, más vale prevenir que curar. Mira, Lorena, cuando tu hermano la tenga dura se lo pones así. Sujetas la parte de arriba y lo vas bajando hasta el final y así todas las veces que te la quiera meter.
—Vale, mamá.
—Pero así da menos gusto —protestó mi hijo.
—¿Y tú que sabes de eso? ¿Es que has probado ya?
Iván dudo antes de responder:
—¡Mmmm! No, pero es lo que dicen los amigos.
.—¡Ah, ya! Venga, ahora a dormir, que mañana tenéis que madrugar para ir al Cole.
Mi marido y yo salimos de la habitación de nuestros hijos con el temor de que lo que les habíamos enseñado iba a ser un estímulo para que empezaran a intentarlo porque los dos iban a querer probarlo, pero al menos esperábamos que usaran los preservativos que les habíamos dejado en la mesilla.
Pero el caso fue que en quien más influyó la conversación que habíamos tenido con nuestros hijos fue en mi marido, que quizás, al tener la percepción de que la niña estaba deseando probarlo, aprovechaba cualquier descuido mío para estar con Lorena intentando metérsela a toda costa, hasta usando el condón con un lubricante para que le entrara más fácil.
Yo me dícuenta de eso, porque me fijé en que Lorena tenía la vagina cada vez más abierta, pero lo achacaba ingenuamente al propio desarrollo de la edad, hasta que un día les pillé con la nena sentada encima de él, con las bragas bajadas, y aunque yo no podía verlo bien porque les tapaba la falda de la cría, supuse que tenía la polla dentro de su vagina a la que ya habría dilatado lo suficiente para que pudiera entrarle, porque él la movía arriba y abajo follándola rítmicamente hasta que vi que se corría con un grito de satisfacción que le acabó delatando ante mí, por lo que tuve que decirle:
—¿Estabas follándola? ¿Ya te has corrido dentro de ella?
—Sí. Es la primera vez que se la meto entera y es algo tan rico que no pude ni sacársela.
—Claro, que bonito, y sin ponerte nada. Pues debe estar a punto de venirle la regla, porque fíjate que pechos más hinchados tiene ya. Se te va a acabar el darte ese gusto si no te pones el condón.
—Cuando le venga, me lo pongo, no te preocupes.
—Eso espero. Ya sabes lo que pasaría.
Después de esto, pasó lo que nos temíamos, que ella misma convenció a su hermano para que la follara también, lo que empezaron a hacer la mayoría de las noches, a pesar de que mi marido tampoco perdiera oportunidad para follarla, hasta que una mañana me encontré con las sábanas manchadas de sangre, señal de que ya le había llegado su primera menstruación y era ya una mujer con todas sus consecuencias, por lo que nuevamente tuve que advertir al padre, al hijo y a la propia Lorena de lo que tendrían que hacer a partir de ahora.
Pero yo seguía viendo como casi todos los días la follaban y eso aumentaba mi preocupación de que pudiera pasar algo, por lo que tuve que empezar a hacer caso a mi marido e intentar que mi hijo se fuera a la cama con las menos ganas posibles o por lo menos que no le saliera tanta leche como producía a esa edad, así que muchas noches, después de cenar, sentada en la cocina, unas veces le hacía una mamada para hacerle correrse y otras me abría de piernas para calentarle un poco y le decía que me la metiera para que me follara hasta que se corriera en mi coño.
Lógicamente eso para mí no era ningún sacrificio porque su polla era un auténtico caramelo que me pasaría horas lamiendo y degustando su delicioso semen. Yo no sé si le gustaría follarme más a mí o a su hermana, pero conmigo se corría bastante rápido y al menos me echaba unos buenos chorretones de semen que le dejaban bien descargado, porque toda la noche durmiendo con su hermana eran muchas horas y seguramente, aunque él no tuviera ganas, mi hija se pondría encima de él pidiéndole que se la metiera y no me fiaba mucho de que con el calentón se acordaran de ponerse el condón.
Y encima de todo esto, como las preocupaciones de una madre por su familia nunca tienen límite, cuando nos juntábamos varias madres a la salida de los niños del Colegio, siempre había alguna que empezaba a criticar a las que eran permisivas con sus maridos y sus hijas porque les dejaban hacer de todo, empezando a poner verdes a las que se sabía que dejaban meterse a las niñas en la cama con el papá o cosas así y que luego pasaba lo que pasaba.
Por eso fue que se lo comenté todo esto a una amiga íntima con la que tenía mucha confianza, y con la que ya había estado hablando de estos temas, por lo que me dijo:
—A mí me pasó lo mismo que a ti, y además en mi caso, ya sabes que la cría tiene dos hermanos mayores, así que desde que nació fue el juguete de la casa y cuando creció, en mi casa entre mi marido y sus hermanos, era un no parar y yo no estaba tranquila, porque por mucho que pajeara a sus hermanos y se la chupara, a estas edades producen tanto semen que se recuperan muy pronto, así que tomé la decisión de llevarla a mi Ginecólogo para explicarle la situación y que la recetara la pastilla anticonceptiva.
—¿Pero le dijiste que la estaban follando en casa?
—No, claro que no. Le dije que mi hija era muy caliente y que ya la había pillado en casa con chicos en la habitación, por lo que estaba muy nerviosa y preocupada porque acabara preñada.
—¿Y qué te dijo?
—Que era muy pequeña para darla pastillas ya, pero que cada vez se estaba encontrando con más casos como el mío y que si no había otro remedio, se las daría.
—Bueno, al final te las dio, ahora estás más tranquila ¿no?
—Sí, yo misma me encargo de que se la tome todos los días y ahora duermo toda la noche seguida y que ellos hagan lo que quieran.
—Pues dame la dirección de ese Ginecólogo para llevar a la mía también.
—Sí, toma esta tarjeta. No te va a preguntar nada, es de confianza y muy discreto. Yo creo que él sabe lo que pasa, porque tendrá un montón de casos. En su trabajo verán de todo y a la mía en cuanto la examinó me dijo: (—Vaya, una niña muy precoz).
—Pues eso dirá en cuanto vea a la mía también.
—Seguramente, pero tú no te pongas nerviosa, ya te digo que no te va a hacer preguntas porque se lo imaginará todo.
Esa misma tarde llevé a mi hija a la consulta y le conté el caso un poco por encima, tal como me había dicho mi amiga y que iba de parte de ella. En cuanto la examinó, él me sonrió, y me dijo:
—Vaya, otra más. Esto es tremendo, últimamente atiendo casi más a las niñas que a sus madres.
—¿Hay muchos casos así, no?
—Es muy frecuente, sí. Yo prefiero no saber mucho los detalles, porque si preguntara, me metería en un lío y es mejor no saber nada.
—¡Qué vergüenza! Ya se imaginará entonces lo que pasa con la mía.
—Sí, la verdad es que está bastante claro. A su hija, tanto como a la de su amiga, las están penetrando hace tiempo, por la dilatación de sus vaginas y no me creo que con estas edades lleven muchos chicos a casa, como me suelen decir las madres para justificarse.
—Ya claro.
—Yo ya me imagino que los que las bajan las bragas a estas crías están más bien en su casa que en la calle.
—¡Ay, que vergüenza! No pensará que yo tengo la culpa de ello o que lo esté permitiendo.
—No, yo sé que las madres son las últimas en enterarse la mayoría de los casos y otras veces, por no tener problemas en casa, prefieren callarse y hacer como que no ven nada.
—Ya sabe cómo son los hombres. Están siempre pensando en el sexo y a veces yo estoy tan cansada del trabajo en casa, que no atiendo a mi marido como debería y acaban fijándose en las nenas.
—Sí, lo sé perfectamente, pero no se culpe. Yo creo que los papás acaban haciéndolo igual aunque la mujer esté pendiente de ellos.
—Gracias por comprenderme. Usted no dirá nada de esto, ¿no?
—No, ya le dije que en estas cosas no quiero meterme, porque me traería muchos líos y lo mejor que puedo hacer es darle estas pastillas, pero asegúrese usted de que se las toma todos los días, porque los críos ya sabe que se suelen olvidar y entonces si tendríamos un problema de verdad.
—Sí, no se preocupe. Yo misma me encargaré. Muchas gracias por su discreción.
—Yo, aparte de médico, soy hombre también y sé las tentaciones que hay en la familia. Ninguno estamos libre de culpa.
—Ah, ya entiendo, usted también……..
—Ya la dije que aquí me traen muchas niñas y algunas son una ricura. Yo también tengo hijas y no me extraña que hagan lo que hagan, porque yo mismo me he desahogado con alguna. Pero guárdeme el secreto, que yo guardaré el suyo.
—Claro, jaja, no se preocupe.
Finalmente, me marché de la consulta de ese Ginecólogo mucho más tranquila y con la sensación de que yo no tenía que sentirme culpable de lo que pasara en mi casa. Que la gente en general es muy hipócrita y les gusta juzgar a los demás, haciéndose ellos los dignos cuando seguramente utilizan las críticas como defensa para que no se descubran sus propios secretos y debilidades.
Excelente, muy delicioso y también inspirador, para cuando publique mis propios relatos, me ha encantado esta historia que seguro es muy cachonda cuando salgan las secuelas.
Me hice una buena paja… Buen hombre.
Gracias Veronica , muy bueno , me vine en leche ,., saludos.
Gracias a ti. Me alegro de verte por aquí….
Deliciosos relatos Veronicca , me sacas toda la leche con tus historias , felicitaciones , ya tienes un fiel seguidor , un abrazo , muchas gracias .