Una familia peculiar.
Tuve la posibilidad de experimentar algunas cosas que creía que ya, a esta altura de mi vida, nunca iban a sucederme. Pero sucedieron y aproveche las oportunidades. .
Hace dos meses que falleció mi pareja, una mujer espectacular, con la que habíamos congeniado inmediatamente cuando apenas nos conocimos en un baile de gente mayor. Era realmente una mujer muy linda, regordeta, muy amorosa y al mismo tiempo muy caliente y muy puta. Era una mujer que siempre estaba dispuesta a cumplir mis fantasías y, además, ella tenía sus propias fantasías que, por supuesto yo cumplía al pie de la letra. Era una relación muy fogosa y muy apasionada.
Fines de semana por medio nos encontrábamos en mi casa o en la casa de ella. Yo vivo solo; ella, en cambio, con su hija menor, Sandra, y sus dos nietas, Mia y Lara, de 11 y 13 años, respectivamente. Con las que he entablado una muy buena relación con las tres. Pero hace dos meses que no las veo.
Días atrás estaba mirando televisión y se me ocurrió llamar a Sandra para hacerle un pedido. Me atendió y le pregunté cómo se encontraba de trabajo y de horarios, me pregunté para qué, y le dije que era muy inútil para limpiar mi casa y que si ella quería y tenía tiempo se viniera una vez a la semana para ayudarme a hacerlo. Me dijo que sí, quedamos en que vendría todos los días viernes. Teniendo en cuenta que ella tiene que venir desde una ciudad cercana a la mía que se encuentra a unos 20 kilómetros.
El día jueves por la noche suena el teléfono. Atiendo, era Sandra que me avisaba que mañana, por el viernes, me conformaba que iba a estar pro casa a eso de la cinco de la tarde y que podría tardar unas dos horas para hacer el trabajo. Me dijo, además, que no quería que la ayudara a limpiar, sino que le sirviera unas infusiones mientras ella trabajaba. Por supuesto que le contesté afirmativamente.
Llegado el viernes a eso de las 5 y cuarto de la tarde sonó el timbre, atendí y era Sandra, le dijo que pasara y le mostré todos los elementos de limpieza y le agradecí que tuviera la amabilidad de venir a ayudarme. Me dijo que no era ningún problema y que le gustaba hacerlo. Hacía u tiempo que no nos veíamos, me saludó con mucha afabilidad y cariño. Yo hice lo mismo. Ella comenzó con sus tareas y yo cumplí don mi parte de ir ofreciéndole unas infusiones que tomaba con fruición y gusto.
Así fue ocurriendo todos los viernes, por lo menos durante un mes. Uno de esos días que venía a casa Sandra, terminó su tarea y me dijo que se encontraba un poco cansada, al terminar se sentó y yo continué con mi tarea de ofrecerle infusiones calientes, charlamos un rato sobre temas variados pero intrascendentes. Hasta que me dijo a bojarro:
-El otro día llegue un rato más temprano a casa y ¡a qué no sabés que pasó?
-No, le dije, con asombro. ¿Qué pasó?
-Las nenas estaban desnudas y jugando entre ellas.
– ¿Jugando cómo?, Sandra, no te entiendo.
-Juegos sexuales, Dani, ¿te queda claro?
-Sí, sí, le dije, con cierto asombro. ¿y qué pasó?
-Les dije chicas, ¿qué está haciendo?
– ¿Y qué te dijeron?, pregunté con ganas de saber mucho más.
– Me dijeron que se trataba de un juego que realizaban con su abuela.
Me dijo que se había quedado asombrada, porque inmediatamente las nenas le dijeron que ella ocupara el lugar de la abuela. Y que le contaron que eso lo hacían un par de veces a la semana mientras ella se iba al trabajo. Era una cosa habitual que las nenas esperaban con gusto porque la abuela era muy divertida y les hacía cosquillas por todo el cuerpo. Me comentó que dudó un instante antes de poder articular una respuesta y aceptar la invitación de las niñas.
– ¿Qué hiciste?, le pregunté con cierto morbo.
-La verdad, si te digo otra cosa te miento, me calenté, me quedé en bolas y me fui a jugar con ellas.
– ¿O sea te comiste a las nenas, hija de puta? Sos tan terrible como tu vieja. Mirá lo puta que era la yegua de tu madre, no sabía que le gustaban las nenas a tu vieja.
– Y bueno, che, me dijo, una no es de madera, la verdad que en ese momento se me vino a la cabeza mi vieja y me dije y si ella lo hacía y a las nenas parece gustarle, ¿por qué yo no?
-Contame detalles, le dije. Me interesa y mucho.
– ¿En serio?, me preguntó.
-Sí, Sandrita, Contame con detalles, ya que arrancaste ahora dale.
Y comenzó su relato, me dijo que las nenas se chupaban la concha y el culo con mucho arte, y también lo hicieron con ella, y que ella hizo lo mismo con sus hijas, que no dejaban de gemir ni de retorcerse en la cama grande, además Lara, la hija más grande, se fue en un momento determinado hacia la cómoda y sacó un dildo con el que jugaban con la abuela y se metían en sus agujeros.
Realmente el relato me estaba calentando sobre manera, Sandra lo contaba de un modo medio morboso, les daba ciertas entonaciones a las palabras y hacia ciertos silencios que me daban la pauta de que había gozado como una buena uta y que era tan calentona y libidinosa como su madre.
-Le pregunté por qué me contaba esto.
-Para que veas que mi vieja se comía a mis hijas.
-Muy interesante, era muy puta tu madre y no sabía que les gustaban las mujeres también.
-Sí, bueno, cada vez que vos venías los fines de semana ustedes se la pasaban cogiendo todos días, así que no te podés asombrar que le gustara de todo.
– Sí, es cierto cogíamos mucho. Pero no me respondiste la pregunta. Por qué me contás todo esto.
-Porque necesito un verga ya, estoy recaliente.
-Bueno… dije un poco estupefacto, acá tenés la mía.
Se levantó de la silla y agarrándome el bulto me dijo que necesitaba que la cogieran con fuerza y dureza. Me levanté de la silla, le saqué la mano de mi verga, la tomé por el cabello, le tiré la cabeza hacia atrás y le dije:
-Te voy a coger como a una buena puta por todos los agujeros, son tan puta como tu madre.
-Sí, soy muy puta, me dijo mientras me metía la lengua en mi boca. Cogeme viejo hijo de juta, necesito un verga dura.
La volví a tomar del pelo y la puse de rodillas, saqué la pija, ya medio erecta y le dije:
-Hacé que se pare del todo en tu boca putona de mierda.
Ella empezó a succionarme la verga, era fatal, lo hacía de primera, era una gran mamadora. Me pasaba la lengua por la cabeza, cosa que me enloquecía, y recorría con su lengua todo el tronco de mi verga que ya estaba toda dura.
-Te gusta que te la chupe viejo degenerado.
-Me encanta le dije, y vos son tan buena mamadora, seguí comiéndote esa verga putona.
Ambos estábamos en bolas y yendo de un lado a otro por la cama, comencé a chuparle la concha, enseguida se mojó, gemía como una perra en celo y se removía como una víbora la muy calentona, la di vuelta y comencé a lamerle al agujero del ogete, era muy bello, estriado, grande, indudablemente lo usaba y bastante, me tenté y le meto la verga en el culo hasta el fondo y sin lubricación, no fue necesaria, estaba toda abierta la yegua. Indudablemente es tan puta como su madre. Aunque todavía no la alcanzaba, bueno era la primera vez.
Luego de serrucharle bien el orto, la puse de frente, con la espalda sobre el colchón de la cama y se la metí en la argolla, estaba empapada, es más, tenía que cogerla con cuidado porque se me salía la pija ante tanta lubricación, al mismo tiempo le chupaba los pezones, que mantenía erectos desde que arrancamos.
Más tarde ella quiso montarme, me acosté y ella se subió y comenzó a moverse con la verga adentro, gritaba como una loca, en un momento determinado puso sus anos sobre mis hombros y me escupió en la cara, me puse furioso, le pegué una cacheta bien fuerte y me dijo:
-Pegame viejo puto, ¿qué te pasa no te gusta que te escupa, trolo?
-No, la puta que te parió no me gusta la concha de tu reputa madre.
-Pero a mí me gustó tu reacción, me gusta que me peguen, un buen polvo tiene que ser violento en algún momento.
-Sos una reverenda tarada, le dije todavía medio enojado.
La saqué con cierta violencia de encima mío y la agarré del cabello y le tiré la cabeza hacia atrás, y le dije:
-Ahora me toca a mí, yegua, te voy a llenar la concha de leche.
Y comencé a entrar y salir de ella con mucha fuerza, hasta que derramé todo mi semen en su concha caliente y mojada. Me salí de ella, todavía con la verga dura, le metí un dedo en la argolla y lo saqué embebido en la leche, llevé el dedo hacia su boca, ella la abrió y comenzó a chuparme el dedo lleno de leche. Le dije:
-Hacé fuerza para afuera como si estuvieras meando que quiero que te salga la leche para darte más, cerda asquerosa.
hizo eso que le pedí y comenzó a salir un poco de leche que volví a poner en mis dedos y se los di, ella chupaba con unas ganas locas. Luego le dije:
-Vení puta, cómeme la verga, que me encanta que me la chupen una vez que acabé.
– ¿Esto te hacía mi vieja, viejo comilón?
-Sí, la puta de tu madre no solo hacia esto, sino que a veces le acababa en la boca.
-En otra ocasión yo también quiero que me acabes en la boca viejito.
-Perfecto, dije.
Me acosté a su lado, estaba terriblemente cansado, la pendeja, por lo menos para mí es una pendeja, me había hecho pedazos. Hacía tiempo que no me cogían de este modo. Debo confesar que me gustó mucho, sobre todo la forma guarra en que me trata esta loca de atar. Por supuesto, que en esta primera ocasión fue sensacional, pero no había alcanzado a la madre. Todavía le faltaba mucho para llegar hasta ella, era, lo que se dice, una verdadera mujer caliente, desvergonzada y lúbrica.
-Sandrita, ahora quiero que hagas algo.
-Sí, me dijo, con un hilo de voz, se ve que también quedó un poco cansada.
-Ahora quiero que me traigas a las nenas.
-Que pedazo de hijo de puta que sos viejo, te querés comer a mis hijas, sos terrible.
-Escuchame la concha de tu reputa madre, le dije con voz seca, se comió a sus nietas la puta de tu madre y no me dijo nada, y te comés vos a tus hijas, y no me las querés dar. No seas puta. Dale. Tráelas.
-Te las traigo.
-bueno el fin de semana que bien, desde el viernes a la tarde las espero a las tres, andá diciéndoles a las chicas que vamos a jugar y que voy a estar yo, así se van acostumbrando.
– Quedate tranquilo, las nenas están bastante practicas con este tema del sexo, lo han tomado como algo natural y gozan de cada uno de los momentos que pasaron con su abuela y ahora conmigo. No creo que tengan problemas con vos.
– Espero.
Quedate tranquilo, me dijo, va a ser algo nuevo y estoy segura que estar abiertas a las experiencias nuevas.
Bueno eso me pone muy ansioso.
-Me voy a dar una ducha.
-Dale, andá allí tenés todo lo que necesitas.
Ahora no me queda otra que esperar al próximo fin de semana para experimentar con la madre y sus hijas.
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