Una familia peculiar III.
Esta historia venía del falleciente de mi pareja, quien mantenía relaciones con sus nietas, Mia y Lara. Le pedía su hija que se acercara hasta mi casa a ayudarme con los quehaceres de mi casa y al venir me contó que ella siguió la relación de su madre con sus hijas y luego ahí entró yo. Ahora se sum.
Después de varios fines de semana en que Sandra y sus hijas venía a casa para llevar adelante los juegos eróticos y sexuales desenfrenados a los que nos entregamos los cuatro, le pedí a Sandra que viniera a vivir conmigo y, por supuesto, a sus hijas.
Las nenas ya habían cumplido un año más cada una, Mía tenía 12 y Lara, 14. Una tarde llegué del trabajo a eso de las 17:00 horas, me puse a ver televisión con Sandra, las nenas todavía no habían vuelto del colegio.
A eso de las seis de la tarde suena el timbre, Sandra me dijo que ella iba a tender, me sentado en el sillón bastante alejado de la puerta de calle. Escucho, entonces, que Sandra dice:
-Apareciste, por fin, hace como tres años que no se te ve.
-Te diría que casi cuatro, respondió una voz que me era desconocida.
-Pasá, dijo Sandra.
-Bueno, respondió la voz.
-Dani, dijo Sandra, te presento al padre de las nenas, Pablo.
-Hola, ¿cómo estás? Me dijo.
-Bien, ¿qué tal?
-Acá andamos, dijo Pablo.
Yo me levanté y les dije que os dejaba conversar solos sobre sus asuntos, me dijeron no tenía nada que ocultarme que podía quedarme a escuchar. La charla versó sobre un conjunto de temas, básicamente relacionado con las nenas, que en ese momento llegaron casa y saludaron a su padre de un modo bastante distante. La charla entre Sandra y Pablo fue siempre mu amistosa y no hubo reproches de ninguno de los dos. En un momento determinado, yo que permanecía en silencio y sin prestar demasiada atención a la conversación, Sandra me dice con voz altisonante
– ¿Sabés por qué nos separamos?
-No tengo la menor idea, respondí.
-Porque al señor le gustan las pijas, me enteré bastante más tarde, le gustaban desde siempre.
-Bueno, dije, eso no es tan malo, pero me parece que podrías haberte dado cuenta.
-imposible, dijo, Sandra, me vivía cogiendo el hijo de puta.
Bueno, dijo Pablo, la negrita esta buena ahora imagínate lo que era hace varios años atrás, mirándome a mí.
-Sí, dijo con voz baja, está muy bien y es apetecible. Pero me parece que es un tema muy de ustedes.
-Para nada, dijo Pablo.
-No, ¿por qué?, dijo Sandra.
– ¿Estas en pareja ahora?, pregunté al joven.
-No, en este momento no.
Ante esta situación en que me habían metido ambos, llena de sexo y picardía, me atreví a más y fui a fondo para ver qué pasaba y hasta a dónde llegarían tanto Sandra como Pablo.
-Ya que estás solo, dije, y teniendo en cuenta que gustan ambas cosas, ¿no tenés ganas de cogerte a Sandra?
– ¿A mí?, dijo Sandra asombrada.
-Sí, a vos, le dije, ¿no te comerías otra vez la verga de Pablo?
-Yo no tengo ningún problema, dijo Pablo.
– Si a vos no te importa, me dijo Sandra.
– ¿Por qué habría de importarme?, le dije.
-Porque estamos juntos, me dijo.
– ¿Por jugar un rato vas a dejar de sentir lo que sentís por mí?
-No, para nada me dijo.
-Entonces no hay problemas. Dije yo.
-bueno dale, vamos a la habitación dijo Sandra.
-Pero yo quiero ver, por supuesto, y me voy a hacer una buena paja con el espectáculo.
Los dos asistieron. Fuimos hacia la habitación, las nenas estaban tomando la merienda en la cocina. Nos metimos los tres y cerramos la puerta, pero sin llave ni pasador.
Sandra comenzó a desnudarse, Pablo también, ya estaba con la pija dura, Sandra se arrodilló y comenzó a mamarle la verga, Pablo gemía como un perrito calentón, ella seguía chupando como es su costumbre, con los labios y con la lengua alrededor de la cabeza, lo que hace que uno se ponga como loco. A todo esto, yo ya estaba en bolas y también con la verga dura, me senté en una banqueta que hay sobre la piecera de la cama. Él la llevo a la cama y comenzó a lamerle la concha, Sandra gemía y gritaba alternadamente, luego la dio vuelta, le abrió los glúteos y comenzó a chuparle el ojete.
Sandra deliraba ya a esta altura, la puso en cuatro patas y comenzó a serrucharle con la concha con su pija larga y bastante gorda, con fuerza y de cuando en cuando le pagaba una nalgada.
-Métesela en el culo también, pobrá los dos agujeros, le dije, mientras me acariciaba la pija lentamente, me encanta masturbarme.
Pablo se fijó si había algún pote que permitiera una lubricación, al no verlo, me levanté y se lo alcancé, embardunó el agujero de Sandra y se la metió hasta el fondo. Entraba y salía de ambos agujeros, verdaderamente la escena era muy caliente y apasionada.
– ¿Te gusta Sandri?, pregunté con lujuria?
-Sí, mucho, me respondió casi con un hilo de voz.
-Sos tan puta como tu madre y me encanta.
-Siiiii, me gusta la verga por todos lados, nos dijo con voz entrecortada.
Pablo seguía dándole por ambos agujeros y yo seguía masturbándome, lentamente acariciaba mi verga en un suave vaivén hacia arriba y hacia abajo.
-Che Pablito, ¿a vos que te gusta la pija no querés que hagamos un trencito, yo soy furgón de cola?
– Dale, me dijo, tengo el culo dilatado.
Me levanté lentamente, me dirigí hacia la cama, me puse pie, Sandra estaba en cuatro y el de rodillas detrás de ella dándole pija y pija, Pablo comenzó a chuparme la verga, una buena chupada debo decir, tenía arte el hombre en este aspecto.
Puse crema en la punta de la verga y se la metí en el culo. Comencé a entrar y salir de ese culo masculino, era la primera vez que hacía un acto sexual con un hombre, siempre tuve miedo de que se me desparara la pija, pero no, la cosa funcionó como debía, quizá haya sido que estábamos los tres y eso me incentivó más, que si hubiera estado solo con él.
-Te lo estás cogiendo Dani, preguntó Sandra.
– Si, le estoy dando y tiene un hermoso culo.
-Quiero ver, no sean hijos de puta, quiero ver, repetía Sandra con voz fuerte.
En ese momento, Pablo sacó la verga de dentro de ella, Sandra se puso en la cabecera de la cama, sentada sobre las almohadas, abrió sus piernas y comenzó a frotarse el clítoris, mientras yo seguía dándole verga a su ex.
-Ahora quiero verte a vos Pablo, darle a Dani, y que te chupe la verga, porque le gusta.
-Así que te gusta, preguntó Pablo.
-Nunca la probé, pero hemos cambiado de roles tanto con tu ex suegra como con Sandra, así que no tengo inconvenientes, dame es pija, dije con soltura.
Pablo se sentó al borde de la cama, yo me puse de rodillas frente a él y comencé a chuparle la verga, a lamerle los huevos, tenía una pija interesante el ex marido de mi nueva pareja, verdaderamente era sabrosa. Hasta que me subí a la cama y me puse en cuatro patas para que me diera por el ojete.
Pablo empezó a meter su pija en mi culo hasta el fondo y comenzó a serrucharme el culo sin parar. Reconozco que la experiencia fue muy buena y me gustó mucho. A todo esto, Sandra estaba como loca tocándose la concha y tenía los ojos desorbitados. La conozco, estaba muy caliente.
-Che Pablo, dije, ¿cuándo termines de jugar con mi culo que te parece si la ponemos de rodillas a Sandri y le acabamos en la cara y en la boca y se toma todo nuestro esperma?
-Sí, dale, eso es lo mejor, aparte a esta putarraca le gustan esas cosas puercas.
En efecto, eso hicimos, él sacó la verga de mi culo, llamamos a Sandra que corrió presurosa y se puso de rodillas, nosotros, uno a cada lado de ella comenzamos a hacernos una paja hasta llegar al momento supremo. Acabé yo primero, un conjunto de gotas de semen que cayeron en la cara y en la boca de Sandra, un par de minutos después acabó Pablo, le echó seis choros de leche, Sandra cerró los ojos ante los disparos de leche y un par le entraron en la boca. La muy puta se tragó la combinación de leche mía de y Pablo. Fue, verdaderamente, muy excitante.
Los tres quedamos exhaustos en la cama tirados uno al lado del otro.
-Sandra, después de esto me parece que tenés que charlar con Pablo y contarle todo acerca de lo de tu vieja con las nenas y lo tuyo, querida también.
-Sí, lo voy a hacer antes de la cena. Y lo tuyo también, ¿no te parece?, dijo Sandra.
-Sí, por supuesto, contale todo, le dije, sin dudarlo.
– ¿Te quedas a cerna Pablo?, preguntó Sandra.
Sí, claro, dijo Pablo y preguntó: ¿qué me tener que contar nena?
-Nada grave, estoy seguro que te va a gustar, sobre todo conociéndote como te conozco. Y te va a gustar, dijo Sandra con cara pícara.
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