Una grata sorpresa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Pablo, 35 años, casado con una chica peruana.
Lorena, mi mujer, tiene 30 años, hace cinco que estamos casados.
Sus hermanos viven todos en Argentina, sólo sus padres viven en Perú.
Mis cuñados viven en Moreno y nosotros tenemos una casa quinta en Luján.
Mi relación con mis cuñados no es de las mejores, pero eso no viene al tema.
Una tarde estábamos en casa con mi mujer y cuando suena el teléfono, era mi suegra, diciendo que pensaban venir a visitarnos con su marido.
Mis suegros son mayores, mi suegra María tiene 60 años y Oscar, mi suegro tiene 65.
Cuando llega día de su arribo fuimos a buscarlos al aeropuerto.
Estábamos todos, besos, abrazos, lo normal en un reencuentro así.
Como mi casa es la más grande, nos fuimos para ahí.
Pasamos un fin de semana muy lindo, hicimos un asado, disfrutamos de la pileta, pasamos bárbaro.
El lunes se fueron todos, mi suegro se fue con sus hijos y mi suegra se quedó en casa ayudando a ordenar el estrpicio del fin de semana.
Cuando yo volvía de mi trabajo, ellas estaban en la pileta, yo me metía también y así pasabamos la tarde.
Mi suegra es una mujer entrada en carnes, nada atractiva, solo la cola, que para su edad estaba muy buena, unas nalgas grandes y redondas, se notaban flacidas, pero me gustaba su cola.
Nos tomábamos nuestras chelas como dicen ellos y así lo pasábamos.
Una mañana me llama Lorena diciendo que tenía que ir a Buenos Aires a hacer unos tramites, que su madre se iba a quedar sola en casa, yo decidí sin decirle nada, volver para no dejarla sola.
Cuando llego a casa, entro y la sorpresa que me llevé fue mayúscula.
Mi suegra se había bañado y estaba desnuda en la cocina.
Cuando nos vimos, ninguno de los dos supo que hacer, la miré de pies a cabeza, sus tetas grandes, caídas, de enormes y oscuros pezones, su concha bien peluda, «madre mía, que buena que estas», le dije sin pensar, ni poder dejar de mirarla.
«Ay, que vergüenza que me veas así», dijo intentando tapar sus tetas y su concha con sus manos.
«No te tapes que estas divina», le dije sin apartar mis ojos de su cuerpo desnudo, viendo como ponía una mano tapando su concha y con el otro brazo, se tapaba las tetas.
«Pero que dices?», me dijo intentando irse de la cocina, pero como yo estaba parado en la puerta no la dejaba.
«Pablo, que me dejes pasar, pues», me decía María sin dejar de taparse.
Estaba agitada, nerviosa, «dejame verte», le dije intentando sacar el brazo que tapaba sus tetas, «oye, respetame que soy tú suegra», me dijo haciendo fuerza con su brazo para que no se lo saque de donde estaba.
Baje mi cabeza, ya que soy más alto que ella y le beso los labios, a lo que ella sacó su cara, mientras yo seguía intentando bajar su brazo.
«Mira como estoy», le dije, adelantando mi cintura y pasando mi pija dura por la mano que tapaba su concha.
«Pablo, como estás», exclamó al sentir lo dura que estaba mi pija.
Yo volví a intentar besar sus labios y seguía insistiendo en bajar su brazo y seguía apoyando mi pija dentro del pantalón contra su mano.
«Pablo, no seas loco», me decía aflojando su brazo, dejando que lo baje, quedando con sus.
tetas al aire, volví a besar sus labios, bajé por el cuello hasta llegar a sus tetas, escuchando como gimio cuando le empecé a chupar sus pezones.
«Locura sería si no lo hacemos», le dije abrazando a mi suegra, besando su boca, estrujando sus nalgas.
Sentí como muy despacio me iba abrazando, dejando que le bese la boca, que baje hasta sus tetas y siga estrujando sus nalgas.
La agarré de su mano y nos fuimos a mi dormitorio, la hice acostar y como podía me iba sacando la ropa mientras de rodillas entre sus piernas le empecé a chupar la concha, escuchando como gime de placer.
Me puse en pie y ella estaba con sus piernas bien abiertas, le acomode la pija contra la concha y escuchaba sus ayes de placer a medida que se la iba metiendo.
A medida que metía y sacaba la pija de su concha, sus tetas iban y venían, su barriga se le movía flacida para los costados, «que pija te gusta más, la mía o la de tú marido?», le dije agarrando sus tobillos y abriendo más sus piernas sin dejar de cogerla.
«La tuya Pablo, que rico que siento tu picha, que rico me estas cachando», me dijo sin dejar de gemir y moverse.
Mi suegra cada vez gemia más fuerte, sus ayes eran casi gritos, hasta que siento como me clava las uñas en los brazos y dando un gemido que más parecía un grito, empezó a acabarse, yo la empecé a coger más fuerte y más rápido, hasta que yo también grite de placer y le empecé a llenar la concha de leche a mi suegra.
Quedamos los dos tirados en la cama, agitados.
Yo le acariciaba las tetas y nos dábamos besos cortitos en los labios.
«Como disfruté, que bien me cachaste», me dijo mi suegra entre besos y besos.
Nos levantamos, nos duchamos juntos, yo le apretaba las nalgas, «la cola quiero hacerte», le decía apretando sus nalgas, «sí, otro día, hoy no que quedé muerta», dijo besando mis labios y dejando que la manosee toda.
Cuando llegó Lorena a la tarde, no se dio cuenta de nada de lo que habíamos echo su madre y yo.
Mi suegra se fue unos días a casa de sus otros hijos.
El fin de semana fuimos nosotros a casa de uno de mis cuñados, pasamos el día y volvimos.
«Mamá se quiere venir con nosotros, dice que esta incómoda», me dijo Lorena.
Así nos vinimos los tres a casa, mi suegro se quedó con sus hijos.
«Amor, el lunes tengo que volver a Buenos Aires, así terminamos con eso», me dijo Lorena.
«Mami, quieres venir conmigo?, le preguntó a su madre, «hay no hijita, gracias, es que es un viaje muy largo, yo me quedo en casa», dijo mi suegra.
El lunes nos levantamos como siempre, desayunamos, Lorena se fue en su coche y yo hice que me iba en el mío, di una vuelta y volví a casa.
Cuando entro María estaba limpiando las cosas del desayuno.
Cuando entro, mi suegra me mira, me sonríe, yo la abrazo por la espalda, agarrando sus tetas, «pensé que no ibas a volver», me dijo dejando que le bese la boca y siga estrujando sus tetas.
«Como pensas que no iba a volver y perderme de comer esta hermosa cola», le dije mordisqueando su nuca y restregando mi pija contra sus nalgas.
Mientras ella terminaba de ordenar las cosas, yo le empecé a sacar la camiseta, el corpiño, ella tiraba su cabeza para atrás besando mi boca y yo estrujaba sus tetas, le daba pellizcos en sus pezones.
«Huy como estas, me vas a destrozar el chiquito con eso», me.
decía entre besos y moviendo sus nalgas contra mi pija.
Mientras íbamos a mi habitación, yo me iba sacando la ropa, «que apurado que estás por cachar mi chiquito», me dijo mi suegra pasando su mano por mi pija.
Nos tiramos en la cama, nos basamos, nos acariciamos, me metí entre sus piernas a chuparle la concha.
Como se revuelve de placer, los gemidos que da son gritos, con sus manos aplasta mi cara contra su concha, «cachame por delante un poquito», me pidio con los ojos cerrados, con un gesto de placer en su cara, gritando como loca cuando le empecé a meter la pija y le estaba cogiendo a mi suegra.
Le chupaba sus tetas, le besaba el cuello, la boca sin dejar de meter y sacar la pija de su peluda concha.
«Date vuelta suegra», le dije sacando mi pija de su concha, se puso en cuatro patas, levantando bien su cola.
Le abrí sus nalgas viendo un ojete oscuro, abierto, que se me antojo delicioso.
Metí mi cara entre sus nalgas, lamiendo y chupando el ano de mi suegra, queriendo meter mi lengua por su ojete, ella gemia y gritaba de placer, «ojalá tú suegro me haga disfrutar la mitad de lo que me haces gozar tú», me gritaba mi suegra moviendo su cola con mi cara entre sus nalgas.
La hice agachar más, que levante mas su cola, María estaba con su cara aplastada contra la cama y se abre sus nalgas, dejando que acomode mi pija conta su ojete.
«Haaaaaaaaaaa», gritó mi suegra cuando se la empecé a meter, despacio, pero sentía como su ano se abría y mi pija entraba toda en su cola.
«Haaaaaa, mi chiquito, mi pobre chiquito», gritaba mi suegra con toda la pija dentro.
«Que le pasa a tú chiquito?», le dije moviendo mi pija dentro de su cola.
«Me lo estan cachando, una tremenda picha lo está cachando y me lo está destrozando», me decía abriendo bien sus nalgas y dando fuertes gemidos de placer.
«Si suegra, te voy a dejar el ojete bien abierto», le dije apoyando mis manos en su cintura y sacando casi toda mi pija y se la volvia a clavar bien adentro, haciendo que mi suegra grite de placer.
Saqué mi pija, viendo lo abierto que lo tiene, redondo, dilatado.
Se la volví a meter fuerte haciendo que vuelva a gritar y sacando el aire de sus intestinos como si se hubiera tirado un pedo.
«Que rico me cachas, no pares, cacha fuerte mi chiquito, fuerte, dame fuerte que ya llego», me gritaba sin dejar de abrir sus nalgas todo lo más que podía y mordia las sábanas para amortiguar sus gritos.
Yo le cogia la cola lo más fuerte que podía, escuchaba como le salía el aire en forma de pedos.
«Mmmmmmmmm, haaaaaaaaaaaaa», empezó a gritar, apretando mi pija con su ojete, como temblaba y se sacudia.
Yo no me aguanté más y me empecé a acabar bien adentro de la cola de mi suegra, retorcia mi cuerpo, gemia, abría mi boca como buscando aire, sentía mis chorros de leche salir con fuerza llenando de leche los intestinos de mi suegra.
«Me destrozaste el chiquito, que rico», me decía mi suegra abriendo sus nalgas con toda mi pija bien metida en su cola.
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