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Fantasías / Parodias, Incestos en Familia, Voyeur / Exhibicionismo

Una manera poco peculiar de aprender – parte 2

Diego y Lucas, aún persisten en su dificultad académica. Pero esta vez, su prima no puede ayudarles. Qué serán capaces de hacer con tal de aprender?.
Era lunes por la mañana y el aula estaba envuelta en un silencio total. La tensión flotaba en el aire mezclada con el  sonido de los pasos del profesor sobre el piso de madera. Vigilando, asegurándose de que nadie estuviera copiando. Y ahí estaban… Diego y Lucas, sentados en sus pupitres al fondo de la clase con sus cabezas inclinadas sobre el examen del primer parcial. Sus corazones latían rápido, pero esta vez, no tenían miedo al fracaso. Las imágenes del sábado con Carla, estaban en sus memorias.

Era asombroso, Diego al fin estaba concentrado en un problema de física, y Lucas por su parte, apretaba el lápiz murmurando una ecuación y asentía, confiado por primera vez. Los minutos pasaban, y cuando el profesor ya recogía las pruebas, los gemelos se miraron desde lejos. Con una chispa de complicidad en sus rostros, como si compartieran un secreto que nadie más entendía.

Y así… salieron del aula y regresaron a casa como de costumbre. Al llegar ahí, su madre salió rápidamente de la cocina a su encuentro, era su día libre, y esta vez esperaba con ansias los resultados.

—Hola chicos, ¿Cómo les fue?

—Hola, Ma… Creemos que bien —dijo Diego, apoyándose en el marco de la puerta, con un brillo travieso en la mirada.

—Hay que esperar hasta al viernes para las notas, pero… esta vez fue diferente. Creo que sí nos fue bien —añadió Lucas, rascándose la nuca.

María sonrió, dejando el trapo sobre la mesa. Los abrazó rápido, como si temiera arruinar el momento y volvió a la olla con un ligero murmullo de orgullo.

—Esto es por Carla. Esa chica es un ángel, dijo.

Mientras Diego y Lucas, intercambiaban una mirada pícara al subir a su cuarto, sin decir nada… nada más.

La semana pasó como un suspiro. Las clases, los apuntes y las noches frente al televisor se mezclaban, pero el eco de la tutoría con Carla seguía ahí, flotando en sus pensamientos. El viernes llegó, y el aula volvió a llenarse de murmullos. El profesor entró con un montón de exámenes corregidos, y el corazón de Diego dio un salto.

Lucas, recostado en la silla, fingía calma, pero sus dedos tamborileaban sobre el pupitre. Cuando el profesor dejó las hojas frente a ellos, los gemelos contuvieron el aliento. Un nueve brillaba en el examen de Diego, y un ocho en el de Lucas, escritos en tinta roja. Diego soltó un suspiro bajo, y Lucas rió golpeando el puño contra el de su hermano.

—Buen trabajo, chicos —dijo el profesor, deteniéndose frente a ellos—. Sigan así…

El resto del día fue una nube de euforia. Caminaron por el cole con el pecho inflado, intercambiando bromas y recreando las respuestas del examen. En casa, María casi dejó caer una bandeja de pollo al escuchar la noticia. Los abrazó tan fuerte que Lucas se quejó, riendo, y la cocina se llenó de sus voces alegres.

—¡Nueve y ocho! ¿De verdad? ¡Estoy tan orgullosa! —dijo María, con los ojos húmedos.

—Todo se lo debemos a Carla —dijo Diego, con una sonrisa que escondía algo más.

—Ajá… ella sí sabe cómo enseñar —añadió Lucas, conteniendo la risa.

María no notó la indirecta, pero los gemelos se miraron sabiendo que no podían contarle la verdad.

Por unos días, todo parecía ir bien. La casa estaba más tranquila, y María sentía que por fin habían superado el problema. Pero el tiempo avanzó, y empezaron a ver un nuevo tema. Las ecuaciones se complicaron, y las pruebas volvieron con notas bajas otra vez. María intentó ayudarlos, sentándose con ellos en la mesa del comedor otra vez.

Los libros estaban abiertos, el café se enfriaba, y ella explicaba con paciencia. Pero Diego no se concentraba, y Lucas miraba por la ventana. Mientras ella, se frotaba la frente agotada. El problema persistió durante todo el mes, y la cuestión se complicaba porque no podían contar con Carla. Pues ella, había salido del país por asuntos laborales.

Una noche, mientras María llevaba una cesta de ropa a la lavandería, pasó por el cuarto de los gemelos. La puerta estaba entreabierta, y sus voces se escucharon en el pasillo.

—Oye, si Carla estuviera aquí, nos explicaría esto fácil — dijo Diego recostándose en la cama.

—No puede, está muy ocupada. Pero estaba pensando… ¿Aún recuerdas ese entrenamiento en hipnotismo? Ya sabes, el que recibiste cuando fuimos a ese campamento de verano— añadió Lucas con una idea en la cabeza.

— Sí sí, fue en vano… jamás lo puse en práctica!

—Y qué hay de mamá? idiota. Podríamos hacer que nos ayude como Carla — dijo Lucas bajando un poco la voz.

—¡¿Estás loco?! No, no va a funcionar…

—Sí va a funcionar. Qué tal si mañana lo intentamos?

—Yo creo que mamá nunca se dejaría hipnotizar por nosotros. Además, ¿Qué pasa si algo sale mal?

—No pasara nada. Si lo hacemos bien, podremos aprender física y lo mejor de todo, es que lo haremos con el método de Carla. ¿No quieres eso?

—Supongo que sí…

En ese instante, María solo sonrió y siguió caminando, pensando que era una tontería de chicos. Pero después, cuando estaba preparando la cena… Le asecho la curiosidad.

—¿Qué rayos están planeando esos dos? se preguntó. ¿Hipnotismo? ¿Y a qué se referían con ese método de Carla?

Decía María frunciendo el ceño preocupada. Sabía que sus hijos habían tenido problemas para concentrarse en el Cole, especialmente en física. Pero hipnotizarla para aprender… Eso sonaba demasiado extraño.

—No puedo creer que estén considerando algo así, ¿Pero qué pretenden con eso?

Y de la nada, la voz de Diego la sorprendió.

—¿Ma, ya está lista la cena?

—Ah?? Sí, sí, ya casi está —respondió rápidamente, tratando de recuperar la compostura. Vé por tu hermano, y bajen en diez minutos… No olviden lavarse las manos…

—Ok, listo mamá!!

Y así sucedió, María se apresuró y cenaron todos juntos. Pero no podía evitar lanzar miradas furtivas a los gemelos, preguntándose qué estarían planeando. Finalmente, decidió que lo mejor sería esperar y ver qué sucedía mañana.

Al otro día, la rutina matutina transcurrió sin incidentes. Los chicos se levantaron, desayunaron y se fueron al colegio como cualquier otro día. María también se preparó para ir a trabajar, dejando atrás sus preocupaciones por el momento.

Y cuando regresó del trabajo por la tarde, encontró a los gemelos en el salón viendo la televisión.

—Hola, chicos ¿Cómo les fue hoy?

—No muy bien. Nos dejaron unos 20 problemas para hacer en casa y…

—Y tenemos que entregarlos para mañana —dijo Lucas.

Haciendo que María suspirara y negara con la cabeza.

—Chicos, no puede ser ¿y por qué están aquí? Deberían estar sentados en la mesa intentando resolverlos…. Vamos, apaguen esa televisión y traigan sus cosas a la mesa. Vamos a resolver juntos, esos problemas.

Entonces, María se volvió a sentar con ellos otra vez, cansada y rodeada de libros intentaba explicarles, pero no avanzaban. Hasta que Lucas intervino:

—Ma, estamos cansados! ¿Podemos distraernos un rato? Queremos hacer un truco de hipnotismo contigo.

María sonrió, levantó una ceja y dijo:

—¿Hipnotismo? ¿De dónde sacaron esa idea?

—Es algo que aprendimos en el campamento del verano pasado —explicó Lucas.

—Sí, y pensamos que podría ser divertido intentarlo contigo, mamá —agregó Diego con una sonrisa inocente.

María los miró con desconfianza. No estaba segura de qué pensar acerca de esta repentina fascinación por el hipnotismo. Pero al recordar lo que había escuchado la noche anterior. Se dio cuenta, y quiso continuar.

—Está bien, aceptó. Pero solo si prometen concentrarse en la tarea después. Y nada extraño, ¿entendido?

—Entendido, mamá —dijeron los gemelos al unísono.

Entonces, Diego sacó un reloj viejo del cajón y lo balanceó frente a ella, moviéndolo despacio.

—Mira ma… concéntrate, olvídate de lo que está a tu alrededor. Solo escucha mi voz, y mira, mira el reloj…

María, siguiéndoles el juego, comenzó a cumplir las instrucciones. Miró el reloj, y no pasaba nada, no sentía absolutamente, nada.

—No funciona, Lucas. ¿Ya ves? te lo dije!

Entonces, María se dio cuenta que debía fingir, al menos si quería llegar al fondo del asunto. Pues aún sentía curiosidad por saber cuál era el método que había usado Carla con ellos. Así que, se atrevió a decir:

—¿y si mejor lo intenta tu hermano?

Inmediatamente, Diego frunció el ceño, frustrado por el fracaso de su intento de hipnotizarla. Pero no lo tomo a mal.

—Haber, déjame probar a mí —dijo Lucas, tomando el reloj de su hermano. Y se colocó frente a María y comenzó a balancearlo lentamente.

—Mira el reloj, mamá —ordenó con voz suave pero firme

—Concéntrate solo en el péndulo. Siente cómo tus párpados se vuelven pesados… más y más pesados… hasta que no puedas mantenerlos abiertos.

Y al instante, ella dejó caer sus párpados a medias, aflojó el cuello y se quedó quieta, fingiendo estar hipnotizada. Al ver eso los gemelos, se emocionaron y comenzaron a realizar pruebas sencillas.

—Haber…. levanta una mano, ma— dijo Diego con voz firme.

Y María levantó la mano, rígida como un robot.

—¡Funciona! Ahora dile lo del método para aprender mejor — dijo Lucas, dándole un codazo a su hermano.

Entonces, Diego se acercó y empezó a hablar.

—Ma, vas a enseñarnos física como lo hicimos con Carla. Vas a usar tus conocimientos para ayudarnos a resolver estos problemas. Por cada ejercicio que resolvamos bien, de ahora en adelante te quitaras una prenda. Si fallamos, nos la quitamos nosotros. ¿Entendiste?

Al oírlo, María se sorprendió y casi se sale del personaje. Pero la duda la impacto más. ¿Así que esto era lo que hicieron con Carla? ¿Pero como es qué? O sea, tengo que averiguar más… ¿hasta donde fueron capaces de llegar? Ya verán, lo averiguaré… Se dijo mientras se decidía a seguir en su papel. Así que sólo asintió lento, y con una voz plana y casi robótica, dijo:

—Sí, entendí. Empecemos. Vamos con el problema 1.

Entonces, los gemelos lo copiaron y lo resolvieron en minutos. Luego, se lo entregaron a ella y lo revisó.

No podía creerlo, todo estaba perfecto. Parecía que al tener ese incentivo, trabajan mejor. Y aunque se sentía incómoda, decidió seguirles el juego.

—El problema está correctamente resuelto. Procederé a quitarme los zapatos.

Sin esperar respuesta, María se inclinó y comenzó a desatar lentamente sus zapatos, y los gemelos observaban con atención, sintiendo una mezcla de excitación y nerviosismo.

Después, María se quedó inmóvil por un momento, procesando la situación en su estado y con su voz plana y robótica, dijo:

—Es hora de comenzar el segundo ejercicio. Resuelvan el problema siguiente.

Y Diego y Lucas, asintieron. Se inclinaron sobre el libro de física y comenzaron a trabajar diligentemente en el nuevo problema. Después de unos minutos, lo lograron

—Ya está, revísalo por favor— dijo Diego.

Y su madre empezó a revisarlo, dándose cuenta, que todo estaba bien. Entonces, supo que estaba a punto de quitarse otra prenda frente a sus hijos, y una oleada de vergüenza y confusión la recorrió.

—El problema está correctamente resuelto — Dijo ella, pero antes de proceder, decidió preguntar.

—¿Qué debería quitarme ahora? ¿La blusa o los pantalones?

Al oír eso, los gemelos se miraron brevemente, sorprendidos por la pregunta. Pero no dudaron en debatirlo, hasta que llegaron a un acuerdo.

—La blusa, ma —respondió Diego finalmente.

—Sí, la blusa —repitió Lucas, tratando de mantener la voz firme mientras intentaba ignorar el rubor en sus mejillas.

María asintió lentamente, y levantó las manos hacia los botones de su blusa y comenzó a desabrocharlos. Mientras los gemelos observaban con una mezcla de fascinación como la tela blanca de la blusa se deslizaba por los hombros de su madre, revelando su sostén.

Cuando la blusa cayó al suelo, María permaneció inmóvil por un momento, procesando esa situación extraña en la que se encontraba.

—Wow —susurró Diego, sin poder evitarlo.

—Shh—lo silenció Lucas rápidamente.

—Esto está mal —pensó María en silencio. Pero si así logran aprender física… vale la pena. Se dijo ella, y retomo su papel.

—La blusa ha sido removida. Procedan con el problema 5.

Dijo ella, subiendo un poco la dificultad. Pues ahora esperaba que fallaran, para ver lo que harían. Pero una vez más, quedo sorprendida. Pues en lugar de verlos desanimados, los vio más concentrados. Incluso, Diego tomó un libro buscando algún problema parecido, y entre los dos lo resolvieron.

—Listo, revisa — dijo Lucas, pasándole la hoja.

Ella revisó los cálculos. Estaba todo bien. Y comenzó a sentirse más incómoda, no había escapatoria. Si quería que sus hijos sigan haciendo la tarea, debía cumplir. Esta vez, debía quitarse el pantalón. Así que luego de decir:

—Buen trabajo, el problema está correctamente resuelto…

Con sus manos, comenzó a desabrochar el botón y a bajarse la cremallera. Los gemelos observaban con nerviosismo mientras ella se quitaba los pantalones lentamente, revelando sus piernas y su ropa interior por completo.

Al terminar, dejó caer los pantalones al suelo y se quedó allí parada, solo con su sostén y sus bragas, sintiéndose vulnerable y expuesta frente a sus hijos.

—El pantalón ha sido removido —dijo con voz robótica, tratando de mantener la compostura.—¿Qué problema resolveremos ahora?

Pero esta vez, Diego algo confiado, queriendo desnudar ya a su mamá. Se atrevió a decirle:

—Danos uno más difícil

Entonces, María señalo el problema 10 y los gemelos se pusieron a trabajar.

Esta vez, tardaron más, y cuando entregaron la hoja. Su madre noto que se equivocaron, y les dijo:

—Fallaron. Fallaron. Pantalones fuera, fuera.

Diego gruñó, aceptó la derrota, y se bajó los jeans hasta el suelo. Lucas lo siguió, quedando ambos en bóxers y camisetas. La tensión empezaba a sentirse. Y María dijo.

—Sus pantalones han sido removidos exitosamente. ¿Desean continuar?

—Claro, vamos con otro — dijo Lucas. Y María asintió… y señalo el problema 12.

Nuevamente, María no podía creerlo, por primera vez sus hijos estaban muy comprometidos. Ella los miraba con ternura, pues se esforzaban más. Casi desesperados, leían los libros buscando respuestas, tratando de encontrar algún problema parecido, o algo que los ayude a mejorar.

Pero no fue suficiente, pues luego de que entregar la hoja y revisarla. María se dio cuenta que solo se equivocaron en un signo, y les dijo:

—Fallaron. Fallaron. Camisetas fuera, fuera.

Los chicos, se miraron algo tristes pero no protestaron, y se quitaron las camisetas. Quedando al fin, solo en ropa interior. Pero algo que sorprendió más a María, es que ellos tomaron la hoja y volvieron a revisar donde estaba el error. Era increíble, los chicos parecían más dedicados. Pero María, solo atinaba a decir como un robot:

—Sus camisetas han sido removidas exitosamente. ¿Desean continuar?

—Espera un momento… Mira Diego, esto era así! Fallamos en este signo…

— Sus camisetas han sido removidas exitosamente. ¿Desean continuar?

—Danos unos minutos, ya casi lo entendemos…

— Sus camisetas han sido removidas exitosamente. ¿Desean continuar?

—Sí, ya estamos listos. Danos otro problema.

Entonces, María señaló con su dedo el ejercicio 15, pensando que sería complicado. Y nuevamente, los chicos se pusieron a trabajar, mientras ella los miraba. Cuando de repente, Diego se levantó y dijo:

—Ya está!! Hasta nos salió la respuesta del libro!!

Y era cierto. Todo estaba perfecto, habían aprendido de sus errores. Los signos estaban bien y las fórmulas estaban correctamente aplicadas. Estaba impresionada por su progreso, pero también sabía, que eso significaba que ella tendría que cumplir con su parte del trato. Esta vez, debía quitarse una de sus prendas interiores, y la idea la hizo sentir nerviosa.

Pero a pesar de todo, con su voz robótica habló:

—Bien, bien, felicidades, bien…

—Eso!! — se decían los muchachos

—Listo, ahora digámosle que se quite el sostén— dijo Lucas

—Sí estoy de acuerdo… Haber, sostén abajo (exclamó Diego)

Cuando María escuchó eso, sintió una oleada de vergüenza y aprensión. Sabía que estaba a punto de mostrar sus senos a sus propios hijos, algo que nunca había considerado siquiera. Pero al mismo tiempo, se dio cuenta de que ya habían avanzado mucho con la tarea, solo faltaban unos pocos problemas más por resolver. Así que dijo:

—Está bien… voy a quitar mi sostén.

Y en ese instante, con sus manos casi temblorosas, busco el broche detrás de su espalda para desabrocharlo. Y al hacerlo, conteniendo su vergüenza, dejó que la gravedad haga lo suyo. Es decir, dejó que la tela roce suavemente su piel mientras caía al suelo, y sus tetas, iban quedando expuestas ante los ojos de sus hijos.

—Guauuu… mira eso!! Son más grandes que las de Carla.

—Ohh, es cierto!!

—¿Puedes creer que nos amamanto con esas cosas?

—Jajaja…  Esto sí que fue una buena idea!!

—¿Crees que nos dejaría tocarlos?

—Shh, no digas eso en voz alta, la puedes sacar del trance —lo silenció Diego rápidamente.

—Sí, tienes razón. Pero no puedes negar que no te dan ganas de sujetarlas con tus manos?

Pero entonces María los interrumpió, volviendo a decir:

— Mi sostén han sido removido exitosamente. ¿Desean continuar?

Los gemelos asintieron rápidamente, demasiado excitados por la vista de los senos de su madre como para pensar claramente.

—Sí, continuemos —dijo Diego, tratando de mantener la voz firme.

—Bien —respondió María mecánicamente.

Sabía que estaba a punto de hacer algo incorrecto, pero no podía evitar sentir una mezcla de vergüenza y excitación prohibida. Decidió darles el problema más difícil que encontró.

—El ejercicio 18. Hagan su mejor esfuerzo —dijo con voz robótica.

—Si fallan, ambos deberán desnudarse ¿Entendido?

—Los chicos se miraron, sorprendidos por la dificultad del problema y la severa consecuencia de fallar. Sin embargo, asintieron determinados a resolverlo, ignorando el hecho de que su madre quería que fallaran. Pues pensaba que con eso, ellos se desanimarían.

Pero una media hora más tarde, cuando revisaba el problema. Todo estaba mal. Así que casi conteniendo la risa dijo:

—Fallaron. Fallaron. Calzones abajo. Fuera calzones!

Esta vez, no había alternativa. Debían pagar. Así que Diego sin titubear, se bajó los bóxers de golpe y su hermano lo siguió. Y por primera vez en años, su madre los vio desnudos. Eran casi hombres, con sus pequeños músculos en los brazos, y con sus miembros flácidos.

Dios mío, ¿qué estoy haciendo? pensó. Estos son mis hijos… pero nunca los había visto así. Son casi hombres ahora. Y sus ojos volvieron a posarse en los penes flácidos de Diego y Lucas. Aunque estaban inertes, aún podía imaginar cómo se verían erectos.

Esto está mal se dijo. Pero…¿por qué me siento así? ¿Por qué quiero verlos erectos? Entonces, tratando de mantener su fachada. Solo se le ocurrió decir:

—Sus bóxers han sido …

—Sus bóxers han sido removidos exitosamente — volvió a repetir Diego, si ya lo sabemos, pareces un robot! Solo eso sabes decir?

—Espera Diego, la puedes despertar… Mejor concentrémonos, digámosle que nos explique en que nos equivocamos… con eso mejoraremos, y en la siguiente ronda, haremos que se quite las bragas.

—Tienes razón… Haber Ma, por favor, explícanos en donde nos equivocamos?

—Bien, explicaré dónde se equivocaron.

Y su madre, comenzó a señalar los errores en el problema, con su voz robótica llenando el silencio tenso de la habitación. Mientras hablaba, sus ojos volvían una y otra vez a los genitales de sus hijos. Por otra parte, los chicos escuchaban atentamente, esforzándose por concentrarse en las explicaciones y no en los senos desnudos de su madre.

Posteriormente, cuando María terminó de explicarles. Ambos estaban felices y miraban a su madre con admiración.

—Wow, mamá —dijo Diego, sonriendo.—Nunca había entendido esto antes. Gracias.

—Sí, realmente nos estás ayudando a aprender mejor. Es increíble.

María los miró con asombro, sorprendida por su capacidad para concentrarse así, en medio de esta situación tan incómoda para ella. Y de la nada, Lucas se animó a decir:

—Queremos hacer el último, si lo hacemos bien… te quitaras el calzón, si?

Al terminar de decir eso Lucas, María sintió una mezcla de shock y excitación prohibida. Sabía que debería negarse rotundamente, pero una parte de ella quería ver hasta dónde podía llegar esta situación. Asi que decidió, mantener su fachada y aceptó la apuesta.

—Bien —respondió con voz robótica —Si resuelven correctamente el último problema, lo haré.

Los gemelos estaban demasiado emocionados, tenían la posibilidad de ver a su madre desnuda. E inmediatamente, se pusieron manos a la obra, concentrados en encontrar la solución correcta. Mientras María, observaba sus cuerpos desnudos.

Era todo un espectáculo, Diego garabateaba furiosamente mientras Lucas mordía su labio inferior, sumido en pensamientos intensos. Juntos, discutían y calculaban, determinados a resolverlo correctamente.

Después de varios minutos de intenso esfuerzo mental, finalmente encontraron la respuesta.

—Lo tenemos —exclamó Diego triunfante.—Mira, mamá —dijo Lucas, entregándole la hoja con manos temblorosas

María revisó cuidadosamente el problema resuelto, con su corazón latiendo más rápido a medida que se acercaba al final. Cuando vio que habían encontrado la solución correcta, sintió una mezcla de orgullo y terror. Sabía que había perdido la apuesta y que ahora tendría que cumplir su parte del trato.

Pero aliviada de que sus hijos terminaron la tarea, decidió recompensarlos, y dijo:

—Lo resolvieron correctamente… Procedo a quitarme el calzón.

Asi que María, tomó aire profundamente, sabiendo que había llegado el momento de cumplir. Con manos temblorosas, alcanzó la cintura de sus calzones y lentamente los deslizó por sus piernas. Los gemelos observaban todo, mientras su madre iba revelando más su cuerpo.

—¡Mira qué cuerpo tiene, Lucas! — dijo Diego luego de silbar.

—Sí, y al parecer, ella no está rasurada como nosotros — dijo Lucas señalando entre sus piernas.

—Bueno, yo no diría eso… Fijate bien, si se le ven los labios vaginales, solo tiene un poco de pelos encima.

Al oir eso, sintió un corrientazo recorrerle la piel. Pero lo que realmente la iba dejando sin aliento, era ver como sus hijos acercaban sus rostros a su zona íntima, para inspeccionarla bien.

Su corazón latía con fuerza, mientras sentía los alientos cálidos cerca de la vagina. Y aunque no la tocaban, la sensación de tener sus ojos clavados en su sexo la hacía sentirse increíblemente excitada. Una parte de ella quería apartarlos, decirles que eso estaba mal, pero otra parte, disfrutaba de esa atención prohibida.

—Es cierto, y si se la dejamos lisa?

—Tu crees?

—Sí, así se le vera mas linda…

—Bueno, entonces trae la espuma y la rasuradora

Y sin tardar, Lucas corrió al baño. Mientras Diego, le daba una nueva orden a su madre:

— Acuéstate en la cama Ma, con las piernas abiertas—

Al escuchar esas palabras, María sintió una mezcla de temor y excitación. Sabía que lo que estaba a punto de suceder estaba fuera de lugar. Su mente gritaba que se negara, que pusiera fin a esta locura, pero su voz robótica le gano, y respondió:

—Esta bien—

Y asi caminó lentamente hacia la cama y se recostó, abriendo lentamente las piernas para exponer la vagina. Y mientras ambos esperaban el regreso de Lucas, María luchaba internamente contra sus impulsos. Una parte de ella estaba horrorizada por lo que estaba permitiendo que sucediera, mientras que otra, se sentía increíblemente excitada por la idea de estar desnuda y vulnerable frente a ellos.

—Ya regrese… Ohhh, guauu… lo haremos así?

—Sí, ven, acercate… Primero pónle la espuma, así como lo hizó Carla.

Entonces, la mente de María se llenó de preguntas sobre Carla y lo que había sucedido entre ella y sus hijos. Pero esas dudas, se disiparon cuando sintió los dedos de Lucas sobre ella.

María no podía evitar estremecerse cada vez que le rozaba el clítoris y los labios vaginales. Esparciendo con cuidado la espuma de afeitar.

—Bien, así es como lo hizo Carla —murmuró, Diego.

—Ahora viene la parte divertida —dijo Lucas con una sonrisa pícara, dándole la rasuradora a su hermano—Prepárate, mamá.

Entonces, Diego tomó la rasuradora con cuidado, mirando a su madre con una mezcla de nerviosismo y excitación. Y comenzó a pasar la hoja de afeitar por su piel cubierta de espuma. Y ella sintió, un escalofrío recorrer su cuerpo, mientras los gemelos observaban atentamente.

—Casi estamos listos —susurró Lucas, inclinándose para ver más de cerca.

—Solo un poco más… —Diego pasó la rasuradora por última vez, dejando a María completamente desnuda en su zona íntima.

Y ella, sintió una mezcla de vergüenza y excitación al estar completamente expuesta ante ellos.

—Listo —dijo Diego, admirando su trabajo.—Se ve increíble!!

—Muy bien, chicos. Lo hicieron correctamente. Estoy completamente… desnuda ahora. Respondió María con su voz robótica

Pero por dentro, se sorprendió aún más, cuando noto que los penes de sus hijos estaban erectos, claramente excitados por lo que acababan de hacer. Trató de mantener la compostura, a pesar de la mezcla de vergüenza y deseo que sentía.

—¿Hay algo más que necesiten hacer para terminar la tarea?

Pero Diego y Lucas, se miraron una idea traviesa. Decidieron aprovechar la situación y ver hasta dónde podían llegar.

—En realidad, Ma —dijo Lucas con una sonrisa pícara.

—Hay una última cosa que nos gustaría que hicieras.—¿Qué sería eso? —preguntó María.

—Solo queremos que sonrías y te quedes así acostada, con las piernas abiertas —explicó Diego. Y María solo asintió con la cabeza.

Mientras Diego y Lucas, excitados por tener a su madre así. Comenzaban a masturbarse lentamente frente a ella. Sus manos se movían de arriba hacia abajo sobre sus miembros, mientras con sus ojos, admiraban cada detalle de su cuerpo.

María desde la cama, solo podía observarlos, con su corazón latiendo con fuerza. La escena era increíblemente sensual y prohibida, y ella no podía apartar la vista.

—Mira cómo se ven sus senos —susurró Lucas, sin dejar de acariciarse.—Son tan grandes y lindos…—Diego asintió

—Y su piel… estan suave y blanca —agregó Diego, su voz entrecortada por la excitación.

—Y esa forma en la que se curva su cintura…y sus caderas… —Lucas gimió

—Y lo mejor de todo es su vagina…completamente desnuda y expuesta para nosotros.

—Es cierto, sus labios son tan lindos y esa diminuta rajita me hace estremecer…

—Ma… eres tan hermosa… —gimieron al unísono, antes de que finalmente alcanzaran el orgasmo, eyaculando sobre las tetas y el ombligo de María.

Después, Diego y Lucas se desplomaron exhaustos junto al cuerpo desnudo de su madre. Con respiraciones entrecortadas, miraron a María con una mezcla de satisfacción y culpa.

—Ma… —susurró Diego — ya puedes cerrar las piernas. Y ella lo hizo, obedeciendo, fingiendo aun estar hipnotizada.

—Esto fue… intenso Diego.

—Sí, nunca había sentido algo así por ella

—Pero no importa, ahora ya podremos estudiar mejor. Ya veras como estos nos ayuda a subir nuestras calificaciones.

—Diego asintió.—Tienes razón. Y mamá ni siquiera lo sabrá. No le diremos jamás.

—Sí, será nuestro secreto….

Entonces, se levantaron lentamente, y comenzaron a vestirse. Luego, uno fue por unas toallitas húmedas, y comenzaron a limpiar el semen del cuerpo de su madre. A continuación, procedieron a vestirla con cuidado, poniéndole la ropa interior, los pantalones y la blusa.

—Listo Lucas, ya puedes sacarla del trance.

Y entonces, chasqueó los dedos frente a ella.

—Despierta, mamá, una, dos, y tres!

María, fingiendo confusión. Volvió en sí, era una buena actriz, y dirigió su mirada a sus libros y los ejercicios estaban resueltos.

— ¿Qué pasó? ¿Terminamos?

Diego y Lucas la abrazaron, felices.

— ¡Sí, mamá! Nos ayudaste mucho. Gracias.

Ella sonrió, devolviéndoles el abrazo, sabiendo toda la verdad mientras ellos creían que su plan había salido perfecto. Entonces, se retiró a su habitación molesta y preocupada.

Al día siguiente, Mandó a Diego y Lucas al colegio con un grito desde la puerta y se quedó sola en casa, caminando de un lado a otro en la cocina. El café se enfriaba en la taza mientras ella se preguntaba cómo había podido Carla hacer algo así con sus hijos. Agarró el teléfono y marcó a su hermana Laura, pero no contestó. El día pasó lento, con María dándole vueltas al asunto, atrapada entre la rabia y la incredulidad.

Pero cuando los gemelos llegaron tarde del colegio, entraron con una energía que la sacó de sus pensamientos. Tiraron las mochilas en la sala y corrieron hacia ella.

—¡Ma, no vas a creerlo! Nos fue bien con los ejercicios. De todo el curso, solo nosotros sacamos 10!! El profesor nos felicitó y dijo que sigamos adelante, que somos muy inteligentes.

María los miró y no podía creerlo. Hasta que Lucas acercó el cuaderno, y al revisarlo. Se dio cuenta que su profesor había redactado una felicitación para ambos. Entonces lo comprendió, el plan loco de sus hijos había dado resultado. Y en ese instante, tragó saliva y preguntó, casi con su voz tímida.

—Díganme algo… ¿Tienen deberes para hoy?

Diego asintió, tranquilo.

—Sí, un montón. ¿Nos ayudas, mamá?

30 Lecturas/22 julio, 2025/0 Comentarios/por PetterG
Etiquetas: baño, colegio, hermana, hermano, madre, orgasmo, semen, sexo
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