Una niña obediente
Es sobre el día que descubrí que me gusta que otros miren a mis hijas… .
Esta historia es muy real y cada palabra que leerán ocurrió tal cual. Es sobre el día que descubrí que no solo me gusta mirar y fisgonear a otras personas, siempre ha sido así desde que era un niño, sino también me gusta que otros miren a mis hijas… sí, que se babeen por mis hijas pequeñas.
Todo empezó el día que tuve que llevar a mi hija de 7 años a urgencia médica, tenía un fuerte dolor estomacal que no se le calmaba. Mi esposa estaba de viaje con mi hija mayor y tuve que llevarla yo mismo. Cuando llegamos a Urgencia la atendió muy amablemente una enfermera, la revisó con cuidado, la palpó en el estómago, le sacó la sangre para exámenes, le dio una medicina, le puso una inyección, todo normal. Mi hija se fue calmando con la medicina y finalmente me dijeron que sólo era una ligera intoxicación por algo que comió y no era grave.
Ya más calmado y estando en una habitación compartida con otra niña, mi hija estaba muy tranquila y solo esperábamos los últimos resultados para que el pediatra la viera y la diera de alta. Cuando la saqué de la casa solo llevaba puesto un pequeño pantaloncillo, casi como un pijama que solo le llegaba a la rodilla, una blusa ligera de Hello Kitty y una pantaleta infantil, muy normal para su edad. La enfermera me preguntó que si le había llevado una bata o algo así para que la revisaran más fácilmente y le dije que no. Me sonrió y me dijo: Hombres… no son precavidos.
El pediatra –un hombre joven de unos 30 años– llegó con la enfermera y cerró con biombos para empezar la revisión final. Le pidió a la enfermera que buscara los últimos resultados de los exámenes y me pidió que le quitara el short y le subiera la blusa. Debo confesar que al escuchar esas palabras algo en mí se revolvió, sentí como un calor que me subió por el cuerpo. Nunca había pasado algo así, no sé explicarlo. Le pedí a mi hija que sentara y le quité el short y me gustó cuando el pediatra empezó a examinarla, le miró las piernas para ver si tenía aún síntomas de la intoxicación, le pidió que se volteara para verle mejor las dos piernas y solo tenía una pantaletica infantil, se podía ver una hendidura de su vagina, yo no entendía por qué eso me excitaba tanto, no solo ver a mi hija así que hacía tiempo que no lo hacía, pero lo que más me excitaba era ver al pediatra mirarla. Luego el doctor me pidió que le subiera la blusita para verla la panza mejor y yo le dije al doctor que lo hiciera él mismo sin problemas. Yo tenía una fuerte erección y luchaba para que no se notara. Cuando vi las manos del doctor tocando la dulce piel de mi hijita menor sentí una oleada de placer y ahí me di cuenta era el mismo tipo de placer que sentía cuando yo miraba a otras chicas a través de las ventanas cuando era adolescente, es una mezcla entre placer y culpabilidad.
El pediatra examinó cuidadosamente a mi hija y dijo que estaba todo bien, que ya no tenía síntomas de intoxicación y que nos podíamos ir. Cuando llegó la enfermera, una señora de unos 60 años, sentí que la magia ya se había ido, así que le pregunté al doctor si podíamos hacer una cita para que la revisara más cuidadosamente ya que mi esposa me había dicho que a la niña le picaba al orinar. El doctor me dio la cita y eran en dos días, lo cual era perfecto porque mi esposa llegaba en tres días, así que yo mismo la llevaría.
Un paseo
Al día siguiente le dije que la llevaría a la piscina y ella se emocionó mucho, le dije que buscara sus trajes de baño para ver cuál les quedaba bien, los buscó y se los puso uno a uno, todos eran enterizos y eso no era lo que yo quería. Le dije que le compraría uno nuevo, fuimos a varias tiendas, pero me iba rápido, yo quería que nos atendiera un hombre y siempre eran mujeres, finalmente en una tienda nos atiende un hombre y le dije que lo que queríamos, entonces él me dijo que en unos minutos se desocuparía una vendedora, pero yo insistí que estábamos apurados, que nos atendiera él mismo, así que nos llevó al departamento infantil. Intencionalmente elegí 3 modelos de dos cuerpos y muy pequeños para la talla de mi hija, pero le dije que se los midiera, yo sabía que no le iban a quedar, pero esa era la intención morbosa de mi parte. Ella entró al probador y al poco tiempo salió, era un bikini color carne, con tiritas a los lados y el sostén era del mismo color, pero con una flor blanca y pequeña a la mitad, era muy evidente que le quedaba pequeño. Le pregunté al vendedor cómo la veía y él se le quedó viendo, ahí volví a sentir esa misma sensación de placer culposo y a su vez morbosidad desenfrenada. Le dije a mi hija que se volteara para ver cómo le quedaba por detrás y ella siempre fue muy obediente y dócil, no sé si también disfrutaba ser el centro de las miradas. Al ser pequeño el traje de baño se le veía las nalguitas y el hombre solo la miraba, en silencio, imagino que también estaba disfrutando de la vista. Se volvió a voltear y quedó de frente, se le marcaba la frutita pequeña y virginal.
Sin mencionar el tamaño pequeño, le dije que se probara otro color, esta vez no cerré completamente la puerta, sino que se podía ver algo desde el punto de vista del vendedor. Yo hice como que miraba el celular entretenido, pero pude ver al muchacho, de unos 19 años, viendo disimuladamente para adentro mientras mi hija se cambiaba.
El segundo traje de baño era rosado y aún más pequeño que el anterior, parecía que era para una niña de 5 años, apenas le tapaba sus partes íntimas y fue mi hija la que dijo que era muy pequeño, pero igual la hice que se volteara para que el joven pudiera verla por todos los ángulos y yo cada vez estaba más excitado.
El tercer traje de baño era blanco, con encajes y varias fresitas de adornos, cuando se lo di a mi hija ella no supo cómo ponérselo porque tenía que hacer varios nudos, le pedí al vendedor que la ayudara a colocárselo, yo estaba muy excitado, mi pene estaba casi que reventaba de placer. El vendedor entró rápidamente y yo también entré hasta la puerta, y ahí estaba mi hija, desnudita y un completo extraño la estaba vistiendo justo en mi presencia. Ese traje de baño le quedaba algo pequeño, pero ese fue el que compré, mi hija estaba feliz y el vendedor aún más, él intentaba ocular su erección sin mucho éxito. Cuando nos íbamos volteé y vi al vendedor ir directo al baño, miré la cara de mi hijita, su inocencia. En ese momento alguien se estaba masturbando pensando en ella y ella ni se enteró de nada.
La Piscina
Finalmente fuimos a la piscina. Cuando llegamos ya era casi mediodía y había mucha gente, eso me gusta porque en mi experiencia de fisgón las multitudes ayudan a que las miradas pasen desapercibidas. Pero ese día yo no estaba interesado en mirar sino en que miraran a mi hija. Llegamos y buscamos dónde sentarnos y colocar nuestras cosas, yo buscaba un sitio cerca de adolescentes o jóvenes, los que tiene las hormonas más alborotadas y vi un sitio perfecto, había una madre joven, dos varones de unos 12 y 14 años, un padre de unos 35 años. El hombre usaba unos lentes oscuros, señal clara que le gusta mirar sin que se den cuenta.
Nos sentamos a lado y empezamos a colocar nuestros paños en las sillas. Saludo a los padres y empezamos a hablar nimiedades sobre el calor o cuántas personas habían, etc, justo veo al hombre que intentando ser cauteloso mira a las adolescentes pasar con mini trajes de baño. La esposa simplemente ignoraba la situación o no le importaba para nada.
Mi hija se cambia de ropa y va directo a la piscina de niños, la veo jugar muy relajada, también veo que por ser pequeño el traje de baño cada vez tiene que sacarse el bikini del trasero, pero a veces no lo hace y simplemente tiene sus nalguitas al aire, mojadita por el agua de la piscina. Se hace de unos amigos, 2 niñas y 2 niños, los niños un poco más grandes que ella y juegan a pelear, juegan a lanzarse agua, y así veo a mi hija muy feliz, muy entretenida. También veo que algunos adultos se le quedan viendo y yo sonrío por dentro. Al rato llamo a mi hija para que tome algo de jugo para hidratarse e intencionalmente la pongo a la vista de hombre a mi lado. Él inevitablemente tiene que verla, ya que está pendiente de sus propios hijos y su mirada cruzaba a nuestro lado. Busqué una toalla pequeña y empecé a secar a mi niña, sus glúteos están muy a la vista y veo que él la ve disimuladamente. La volteo y su frente queda a la vista del hombre, su vagina se notaba mucho por la tela mojada y al quedarle pequeño se mostraba aun más. Yo la secaba y luego le empiezo a echar protector solar, dando tiempo, mucho tiempo para que ese hombre la viera a su antojo. Tuve que poner un paño en mi short para que no se notara mi pene duro.
En unos minutos la esposa se me acerca y empezamos a charlas los tres. Cuando ve a mi hija me comenta que es muy bonita, que tiene un color de ojos y cabello muy lindos, mi hija sonríe con vergüenza y regresa a la piscina, veo como el hombre la sigue con la mirada, pero al darse cuenta se voltea rápidamente. Yo para romper el hielo menciono que le compré el traje de baño pero que no supe y lo compré pequeño. “No deja nada a la imaginación”, digo riendo para que vean que no me preocupa que la vean así. Ella sonríe y dice que está pequeño, pero le queda bien, no se ve fea. En mi mente me pregunto si la mujer también le gusta mirar, eso sería aun mejor. Así que en la primera oportunidad quiero hacer una prueba. La mujer me pregunta que si le traje de comer a la niña y le digo que solo galletas, entonces ella saca panes rellenos, me ofrece uno y me da otro para mi hija, así que la llamo y la mujer le entrega el pan con una gran sonrisa. Mientras se los come veo que los dos la miran mucho, el hombre ya no disimulaba tanto. De vez en cuando veía como bajaba su mirada a sus partes íntimas. Mi hija se come el pan y vuelve a la piscina, no se estaba bañando, solo jugando con los demás niños.
En unos minutos pasan varias chicas muy jóvenes, como de 13 a 16 años, y el hombre se les queda viendo delante de su esposa, las sigue con las miradas y cuando pasan me mira con picardía. Yo le digo que su esposa lo va a matar y ella se ríe y me dice que no sufre de celos. “Mirar no da cáncer” me dice, y eso me causa mucha risa y le digo que a mí también me gusta mirar, pero como estoy con mi hija me contengo. Les digo que no me molesta que miren a mi esposa y en eso suelto la bomba, la prueba, les digo que tampoco me molestaría que vieran a mis hijas y repito lo que me dijo la mujer. “Que las miren no les dará cáncer” y los tres nos reímos y ellos se miran con complicidad. Le cuento lo del traje de baño –no todo, claro–, que era un vendedor quien nos ayudó a comprar y que el vendedor estaba más nervioso por ver a mi hija que yo mismo, que yo estaba relajado porque estaba apurado. Ellos reían y se veían muy interesados en mi punto de vista. En ningún momento les dije que yo me excitaba cuando veían a mi hija, no en ese entonces por lo menos. Ella se ofrece a ayudar con la niña si en algún momento paso por algo similar y él lo confirma con mucho interés y ahí veo que sí la quieren ver desnuda.
Me contaron que tienen dos hijos varones y siempre habían querido una niña, pero ya no se puede, no quieren volver a pasar por todo otra vez, pero que le encanta la ternura y la belleza de las niñas. Ella me cuenta que cuando era adolescente la contrataban para cuidar niños, sobre todo niñas y que le gustan mucho las niñas, le gustaba bañarlas, echarles crema, vestirlas. En ese momento no sé si me estaban dando una señal o qué. Al rato ya se acercaba la hora de la salida y llamé a mi hija y decidí dar un paso muy arriesgado. Sus hijos ya habían llegado para vestirse y cuando llegó mi hija les pedí ayuda para que mi hija se cambiara –ayuda innecesaria porque podía cambiarse en el carro–, pero le dije que yo iba a sostener el paño grande para taparla de la vista de afuera y que la ayudaran a vestirse. Mi hija me miró con los ojos grandes y yo le dije que ellos eran como médicos, que no importaba, y como ya les he dicho, mi hija es muy dócil y obedeció. Abrí el paño, la tapé y ella se fue quitando el traje de baño, el esposo la miraba con una gran sonrisa, los hijos disimulaban verla y la mujer la empezó a secar, le decía que era muy bella. Yo la vi cómo la secaba con mucho cariño –de madre o de mujer lujuriosa no lo sé–. El hombre no disimulaba y la miraba de arriba abajo, me miró y yo sonreí también para que se sintiera con confianza. Me excité más cuando vi a la mujer tomar un pañito pequeño de ella y secarle la vagina y mi niña hermosa se dejaba tranquilamente. Luego, después de mucho tiempo secándola, la vistió. Ya sus hijos estaban camino a la salida y yo al doblar el paño que estaba usando no me dio vergüenza ni disimulé la gran erección que tenía. Ella me miró, miró al esposo y se reían. Mi hija no se sorprendió porque ya me ha visto erecto, no es nada raro en mí.
Nos despedimos, intercambiamos teléfonos y nos fuimos cada uno por su lado. Cuando nos íbamos pensé que esa noche ellos iban a tener un gran, alocado y morboso sexo, y todo gracias a mi hija y ella ni se enteró de nada.
Cita con el doctor.
Al día siguiente, cuando llegamos a la cita, no fui con mucha expectativa, sabía que el doctor no iba a ser como el vendedor ni como la pareja en la piscina. Por más morboso que fuera –si es que lo era– tenía que ser profesional y no arriesgarse a una demanda. Yo preparé a mi hija de ante mano, le dije que el doctor tenía que examinarla, que tenía que saber por qué a veces le dolía cuando orinaba y que como ella es muy blanca yo le iba a pedir al doctor le examinara las pecas que tenía por si veía una más grande –una tía de ella había muerto por cáncer de piel y desde entonces ella estaba obsesionada con sus pecas de la espalda–.
Llegamos algo tarde y nos anotaron, éramos los últimos y eso quería yo. Espero casi dos horas y pasé yo primero. El doctor revisó los resultados de los exámenes que ya mi hija se había hecho y luego dijo que todo estaba bien, que no veía infección. Pero que necesitaba examinarla físicamente. Yo sonreí muy evidente para que él viera que tenía toda mi confianza. Le dije al doctor que ya le había explicado a mi hija que él podía verla desnuda, que podía tocarla para ver si tenía un problema en su vagina, que podía examinarla porque queríamos que también viera las pecas. El doctor quedó un poco sorprendido y me dijo que él no era dermatólogo, pero igual la iba a revisar.
–Doctor –le dije para acentuar su confianza– hace poco murió una tía de la niña y desde entonces está pensando mucho en sus pecas, sobre todo de la espalda porque no puede verse ahí bien. Examínela y así ella se sentirá mejor.
“Pase a la niña”, me dijo. Cundo la pasé él se quedó un poco sorprendido porque intencionalmente la llevé ligeramente maquillada, con labial rosado, un poco de rubor, perfume de su mamá, una blusa rosada muy femenina, una falda pequeña, ajustada y muy sexy, parecía de más edad con esa ropa y con un bronceado por el día de piscina anterior.
– ¿Ella es la misma niña de la vez pasada? –me preguntó el doctor.
–Claro que sí, es mi niña hermosa, pero ya está creciendo.
–Ya veo que sí… –dijo el doctor y yo me sorprendí de sus palabras.
Mi hija quedó muy sonriente, feliz de los halagos que recibía. El doctor la invitó a sentarse y luego le pidió que le explicara lo que sentía cuando orinaba. Ella le dijo que a veces sentía un pequeño ardor cuando iba a hacer, pero muy pocas veces, que hacía semanas que no sentía nada. Él le examinó lo habitual, la lengua, los ojos. Luego le dijo que necesitaba que se acostara. Ella lo hizo, pero preguntó si se tenía que quedar desnuda, cuando el doctor dijo que sí ella sonrió con mucha picardía. Yo me quedé sorprendido, tal vez era porque ya se había desnudado ante varias personas últimamente que lo vio muy normal. Primero se quitó las sandalias y luego ella le preguntó al doctor: ¿Me ayuda con la ropa?, el doctor me miró como pidiendo mi aprobación y yo le hice la seña que sí.
Me dio mucha excitación cuando el doctor empezó a desvestirla, esta vez sería completamente. Primero le desabrochó la blusa y quedó a la vista el acostumbrador o corpiño, que aun no lo necesita porque tenía aun unos senos incipientes, pero pensé que le daría un aire de más edad. Luego le quitó una delgada correa y le bajó la faldita y se podía ver su bikini, de una vez se notaba la hendidura de su vagina. Ella misma se quitó el diminuto sostén y se veía bella con sus pezones rosaditos, y luego con un gesto algo sensual se bajó el bikini y mientras lo hacía miraba fijamente al doctor y ahí quedó unos segundos, totalmente desnudita, descalza y el doctor la miró fijamente de arriba a abajo. Al caer en cuenta la invitó a colocarse la bata especial y a acostarse en la camilla. La examinó muy rápidamente, estaba como nervioso o tal vez pensaba que era víctima de alguna trampa, pero lo cierto es que esa mirada de mi hija mientras se desnudaba no era normal, yo mismo quedé extrañado. Apenas le abrió las piernas y ya, le dijo que había terminado y que no tenía ninguna infección. Mi hija se alegró mucho.
Yo quería más, quería más espectáculo y le dije al doctor que le revisara las pecas de su cuerpo. Está bien dijo él. Así que yo no quería que usara la bata que la tapaba toda, que no me deja ver cómo él la miraba así que me acerqué a mi hija y le quité la bata, quedó otra vez desnuda y esta vez acostada, levantó ligeramente una pierna y se veía muy bella. Luego me di cuenta que el doctor me miró le erección, yo no tenía intención de ocultarla y la miró un par de veces. Así que el doctor empezó a examinarla, en las piernas se quedó mucho tiempo, tenía un lunar un poco grande y él le tocó la pierna para sentir la textura y así siguió con varias partes de su tierno cuerpo. Yo estaba excitado mientras él la tocaba, se veía que de vez en cuando le miraba la cara y mi hija estaba con carita feliz, sonriente.
–Veo que fuiste a la playa o piscina, –le dijo él a ella y respondió que sí, a la piscina.
–Tienes un bonito bronceado, –dijo el doctor y yo quedé sorprendido con ese halago. Sorprendido y mi pene seguía muy duro.
Otra vez el doctor miró mi erección porque era difícil de ocultar y no quería ocultarlo tampoco, quería que supiera que estaba de acuerdo todo esto y creo que él entendió el mensaje.
Él siguió examinándola, pero esta vez ya no estaba nervioso, lo noté relajado, estaba disfrutando lo que estaba haciendo, dedicó especial tiempo a su pecho y sus hombros, tocaba más y así le dijo que se volteara. Cuando se volteó lo hizo de tal manera que se le vio su vagina abierta completamente y yo ahí aproveché de hacer un movimiento audaz y arriesgado, le dije que me parecía que su tiempo examinándola sus partes íntimas fue muy rápido, que le dedicara más tiempo. Él sonrió y me preguntó si quería que la volviera a examinar, yo le dije que sería una buena idea. Él solo siguió examinando las pecas de su espalda un rato más. Mi niña, a pesar de solo tener 7 años –pronto 8–, tenía un trasero curvilíneo, seguramente con el desarrollo le aumentaría. Sin mucho pudor el doctor le tocó los glúteos con la excusa de tocar una peca, peca que yo no vi pero quedé encantado de ese manoseo.
Le pidió que se volviera a colocar boca arriba e iba a ponerle la bata otra vez y yo lo detuve, esta vez ya no quise ser más cauteloso y le dije abiertamente que la examinara sin bata, “así usted verá mejor”, le dije. Aceptó muy conforme y yo me acerqué más, me puse directamente a su lado.
–¿Cómo te siente mi niña hermosa? –le preguntó el doctor– estás muy calladita.
–Bien –dijo mi hija con firmeza–. –Un poco de frío, pero puedo aguantar –dijo riéndose.
–No tienes ningún problema con tus pecas, ahora te volveré a revisar. Levantas tus rodillas y abre las piernas.
Ella muy dócil hacía lo que le pedían.
Y ahí estaba, la dulce y tierna vagina de mi princesita, rosadita y suave. Sin guantes empezó a tocarla y le preguntaba qué sentía… “cosquillas” decía ella cada vez. Él le abría los labios vaginales y me explicaba algo que no entendí y un par de veces rozó mi pene duro con su pierna y no se molestó. Luego acercó su cabeza a su vagina para ver mejor algo que me estaba explicando y casi, por poco le digo que le practique sexo oral, pero me contuve no por él sino por mi niña que pienso aún no estaba preparada para eso.
Estaba muy sorprendido del comportamiento del doctor, pero pensé que él es un ser humano también, se excita igual que los demás hombres así que al darle yo señales claras que todo iba a estar bien, él solamente se dejó llevar por sus bajas pasiones, y yo también. Además, mi hijita al desnudarse tan sexy también debió haber encendido su lujuria.
Estando absorto en esos pensamientos y sumido en la perversión, tocan a la puerta. Desde a fuera la voz de la enfermera que ya debe irse. El doctor da por concluida la cita médica, o lo que sea que pasó, y mi hija reclama que si ya deber irse, que quiere quedarse más tiempo. Le digo que debemos irnos pero que pronto volveremos. Ella se baja, se empieza a vestir pero así como se desvistió, mirando al doctor mientras lo hace. El doctor se quita sus implementos médicos y la bata blanca, y al quitársela se le nota una gran erección, se le veía muy claramente y mi hija sin disimulo se le queda viendo con una sonrisa, no sé qué pasará por la mente de mi niña hermosa, pero me agrada lo que veo.
Y ahí estamos los dos, adultos, ya hombres, profesionales y ambos caímos con los encantos de una bebé de 7 años, bella sí, pero niña todavía.
Al salir del consultorio intento tapar mi bulto con la cabeza de mi hija, para que la enfermera no me viera así. Mi hija sigue viendo mi pene duro cuando entramos al automóvil, le pregunto si le gustó la consulta y me dice que sí, pero no deja de ver mi erección. Le digo directamente si desea preguntarme algo
–Cuándo tu pene se pone así, ¿te duele?
–¿Así como?
–Duroooo –me dice y me lo toca riéndose.
Yo también me río y le digo que no duele, a menos que se quede así mucho tiempo. Se queda pensativa. Me dice:
–Ayer cuando me compraste el traje de baño estaba muy duro, luego en la piscina también y hoy en la cita con el doctor estuvo muy duro y el pene del doctor también, creo que sí te va a doler…
Yo solo río, pero ella tiene razón.
Con una sonrisa en su angelical rostro me dice:
–Papi, me gusta que me digan que soy bonita.
–Te lo dirán mucho porque eres muy bonita, mi princesa bella.
–Gracias papi, te amo mucho…
–Y yo te amo más.
Y así se recuesta en mis piernas, muy cerca de pene listo para estallar, y se queda dormida.
Ecitante me encantaría leeer más de ti
wow que rica relatos amigo, ufff me gusto mucho lo del doctor, y lo del chavo del vestidor que lo ayudaba a vestir y verla todo, me hubuiese gustado lo volviera a llevar o concurrir lugares asi de vestidor lo atienda un chavo y vea como morbo y poquito mas aya quizas, lo del doctor uffff me da curiosidad la edad del doctor o como es, sigue mas bro
Quizás en un baño público? Que la nena entre sola y le tenga que pedir a a alguien que le ayude a secar su cosita?
Sería muy excitante
Buenas. Ante todo felicitarte por el estupendo relato que has escrito.
Me encanta la forma que tienes de tratar a tu hija de tan solo 7 años.
Y veo que te excita mucho verla tocada y manoseada por otro hombre delante tuya.
Espero el siguiente capitulo…..me pone mucho.
Es un relato muy rico felicidades
Muy bueno exitant