Una noche de borrachera con mi primo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esto ocurrió hace un par de años. Mi primo Miguel y yo, siempre habíamos tenido una relación estrecha. Él desde que era un adolescente quiso tener sexo conmigo, pero era demasiado pequeña para él (nos llevamos 9).
Cuando cumplí los 19 años, empezó a invitarme a salir de fiesta y siempre me llevaba a su casa una vez terminada la juerga. Hasta que un día noté que al bailar conmigo se acercaba demasiado y supe que esa noche follariamos.
Fuimos a su casa después de estar en la discoteca. Empezamos a beber más vodka y a fumar maria, esa mezcla hizo que los dos bailaramos en el balcón sin tener vergüenza de estar muy cerca. Nos besamos, empecé a notar que quería estar ya en la cama junto a él. Y así fue. Dejamos las bebidas en la mesita de noche y me tumbo encima de su cama. Esa noche llevaba una falda así que la subió y me quitó el tanga.
Se arrodilló delante de mi vagina e introdujo su lengua con pequeño hielo y lo puso en mi clitoris. Entre la borrachera y los efectos de la maria, sentía que me iba a morir de placer. Empezó a lamerme el clitoris y a introducir su lengua dentro de mí. Me sentía en el cielo, subió su cuerpo sobre el mío y me metí su pene en la boca.
Empecé a lamerle el glande y después me lo introduje hasta el fondo de mi garganta. Empecé a hacerle una mamada y el sólo pronunciaba mi nombre entre gemidos hasta que no aguantó más y colocó su polla en la entrada de mi vagina y empezó con las embestidas, cambiamos de postura, me tenía sometida a cuatro y me sujetaba la cintura con fuerza. No podía creer que mi primo y yo estuviésemos teniendo sexo, pero dejé mi remordimiento a un lado y empecé a menear el culo al ritmo de sus embestidas.
Empezó a gemir y a darme más fuerte. Las fuerzas empezaron a faltarme y me tumbé totalmente en la cama mientras el seguía encima mío. Empecé a notar que mi vagina estaba empapada y yo estaba en el climax. El se puso un condón y empezó nuevamente a follarme cambiando de postura. Esta vez estábamos uno en frente del otro mis piernas en sus hombros. Empezó a darme tan duro que volví a correrme. Después se corrió y nos quedamos dormidos. Hubieron más encuentros desde aquel día.
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